La misión imprevista de Cesc

LORENZO CALONGE

La Eurocopa le ha dejado sensaciones contradictorias a Cesc. Casi de un partido para otro, dejó de ser titular y empezó el torneo desde el banquillo, convertido en una alternativa más que en un argumento principal. Sin embargo, él fue quien anotó el penalti decisivo contra Italia; seguramente, la pena máxima más importante lanzada por la Selección en el último cuarto de siglo.

No tiraba una en un encuentro oficial desde que era cadete, con 15 años. Se dirigió a la pelota hablándose a sí mismo, concienciándose, tranquilizándose... Sabía que se jugaba demasiado. Su rendimiento hasta ahora con España no había estado al nivel esperado y aquel lanzamiento iba a marcarle, para bien o para mal. Tras el éxtasis del penalti convertido, las semifinales y la final las disputó casi al completo por culpa de la lesión de Villa contra Rusia.

Capitán general en el Arsenal de Wenger, los extraños vericuetos del fútbol explicarán algún día por qué su rendimiento con Roja de la Selección no está a la altura del que exhibe con la Roja del club inglés. Él nunca ha escondido su perplejidad y frustración por esto: "Aún no soy con España el jugador del Arsenal", ha reconocido en más de una ocasión.

Dos pases de gol en las semifinales

Desde que fue convocado por primera vez hace dos años, ha sido un fijo en los equipos de Luis Aragonés, hasta el comienzo de esta Eurocopa. La buena racha de Villa y su rendimiento incompleto lo dejaron de inicio en el banquillo. Ha participado, eso sí, en todos los partidos como primera opción saliendo desde la banda para insuflar aire al equipo.

Su mejor actuación vino en las semifinales, en las que tuvo que sustituir al lesionado Villa. Más cerca del área, y con Xavi más retrasado en la organización pura, Cesc se encontró más cómodo y suyos fueron dos pases de gol.