A popa del palo trinquete, en la cubierta
del combés, iban instalados
el horno de panificar y la cocina.
Sobre los buques, guisar es una fuente
de problemas. Las reservas considerables
de leña son necesarias y el
fuego debe ser mantenido encendido,
lo que hace correr riesgos permanentes
de incendio. Cuando había temporal
o mar gruesa no había comida
caliente.
Había tres clases de raciones
en los buques. La primera se llamaba
de carne salada o cecina y tocino;
la segunda de bacalao, aceite y vinagre,
y la tercera de queso y aceite. Con
cada una de estas raciones se suministraba
bizcocho, vino, menestra fina, agua
y sal. La ración de agua normal
era de cuatro cuartillos diarios.
Su distribución a lo largo
de la semana se hacía de la
siguiente forma:
DIAS | CLASE DE RACIÓN |
Domingo | De tocino |
Lunes | De carne salada |
Martes | De tocino |
Miércoles | De carne salada |
Jueves | De tocino |
Viernes | De bacalao |
Sábado | De carne salada |
La ración de queso sólo
se suministraba en temporal, ya que
los fogones estaban apagados por la
evidente peligrosidad del movimiento
del barco. Durante la Cuaresma se
proveía a la dotación
de la ración de bacalao el
viernes y el sábado de cada
semana, así como desde el Domingo
de Ramos hasta el de Resurrección.
La ración de dieta para enfermos
se componía de bizcocho blanco,
gallina y carnero. El bizcocho de
mar era conocido como galleta, se
la cocía varias veces para
darle la dureza y sequedad necesarias
para su almacenamiento durante largas
temporadas, no era raro comerlas dos
ños después de su cocción.
El alimento forma parte de la remuneración
de las tripulaciones. Las raciones
son reglamentadas y suficientes en
calorías, incluso superiores
a las raciones de otras categorías
sociales en tierra. Calculadas para
alimentar a un obrero, se sitúan
por encima de 5.000 calorías,
por hombre y al día. Pero si
la alimentación es abundante,
las raciones pecan por su toxicidad,
monotonía, el desequilibrio
en glúcidos y en proteínas
y la carencia de vitaminas. De 55
a 65 % de las calorías son
aportadas por el pan o el bizcocho
(torta de pan, cocido dos veces, muy
duro, muy seco, poco levantado y destinado
a ser conservado mucho tiempo). También
comprenden verduras secas, salazones
(el bacalao salado se conserva un
mes, el buey dos meses, la carne de
cerdo, dieciocho meses) y condimentos
(vinagre, para digerir la alimentación
salada y poco variada y combatir avitaminosis,
mostaza, pimienta y guindillas).
Los alimentos frescos (carne fresca,
frutos y verduras) se agotan rápidamente
y son reservados para las escalas.
Para los grandes viajes, los animales
son embarcados vivos. Esta práctica
perjudica a la higiene, pero resuelve
en parte el problema de los víveres
frescos. Sobre las cubiertas, jaulas
de aves de corral con patos, gansos
o pavos, que no sufren el mal de mar,
y son preferidos a las gallinas que
pueden morir de eso. Todo este corral
está destinado a mejorar la
dieta del estado mayor y a abastecer
el "caldo de ave", que revitaliza
los enfermos y los heridos. Pero más
larga es una travesía menos
Por otro lado, una parte importante
de las calorías es aportada
por el alcohol: un litro de vino al
día y por hombre, completado
por una porción de aguardiente,
pudiendo ser utilizado para recompensar
a los hombres, galvanizar a los combatientes
o reconfortar a los heridos. Gracias
al complemento de reservas clandestinas,
sumamente disimuladas, el alcoholismo
constituye uno de los peligros del
barco, grescas, principio de rebeliones,
desobediencia y accidentes. Aunque esto se dio más en la marina británica, donde las bebidas eran más fuertes. Los británicos tomaban cerveza, si esta se acababa tomaban vino o ron, según en que mar se hallaran. En la escuadra inglesa del Mediterráneo tenía entre sus bebidas favoritas el vino dulce español de mistela al que llamaban cariñosamente "Miss Taylor". Entre la oficialidad británica los buenos vinos franceses y españoles regaban las comidas y cenas. Algo parecido ocurría entre los españoles.
» Disposición de las mesas en la cubierta de un navío.
En la parte superior una imágen de la primera batería de un navío de 74 cañones, con la dotación preparada para el rancho en las mesas y bancos previamente instalados. En la siguiente imágen una imágen ampliada de lo mismo.
Desde finales del siglo XVIII y principios del XIX a la hora del rancho los miembros de la dotación del navío (la tripulación y guarnición) armaban mesas y bancos con tablas subidas de la bodega. Estas mesas eran sólo unas toscas tablas que permitían montarse y desmontarse en poco tiempo. Después de terminar el rancho se volvían a desarmar para dejar los puentes depejados. Los rancheros se agrupaban entre los sirvientes de cada cañón. Las piezas estaban abatiportadas fuertemente para evitar su movimiento por el balanceo del buque.
Anteriormente a este sistema la tripulación comía donde podía, normalmente en el suelo sin mesas ni bancos.
En la imágen superior podemos observar la disposición de los ranchos entre los cañones. Con las mesas y bancos montados, traídos de la bodega, al igual que los útiles para el rancho. Nada de lujos, algunos tazones de madera, vasos y sin cubiertos. Cada marinero utilizaba su navaja reglamentaria para sus quehaceres diarios y bien valía para comer.
Los oficiales de guerra eran los únicos que podían permitirse una comida relativamente lujosa. A diferencia de la dotación estos recibían una paga para procurarse alimentos frescos. La llamada gratificación de mesa permitía comprar ganado, alimentos variados y bebidas tales como vinos de calidad y aguardientes. Los pajes y criados servían los alimentos a los oficiales y se encargaban de preparar la cámara para los altos mandos como si de un banquete cortesano se tratara. El resto de oficiales de más baja graduación y guardamarinas, aún sin tanto boato gozaban también de estos privilegios alimenticios.
» Ración diaria de un marinero.
El problema de la conservación
de los víveres.
Los víveres están siempre
bajo la amenaza, inevitable sobre
una embarcacíon, de escapes
de agua salada. Así, en el
momento de los grandes cruceros, se
corrompen: los salazones se estropen
y las verduras se pudren. A pesar
de las precauciones para protegerlos
de ratas y conservarlas (tablas de
abeto, dobladas con telas y por láminas
de hierro), los bizcochos de mar son
particularmente frágiles. Mal
cocidos, se estropean, enmohecen y
se hacen añicos, o cachitos,
que sirven para alimentar las aves
de corral embarcadas. Como la harina,
son rellenados por gorgojos, y por
otros huevos de insectos. Además,
los abastecedores no son muy escrupulosos,
y un grueso hueso que hace peso se
encuentra a menudo en el fondo de
los toneles de carne salada.
Este desperdicio y las predaciones causadas por los roedores existen en proporciones tales que los cálculos de las raciones se vuelven rápidamente caducas y se reducen a lo casi vital. Esta mala alimentación tiene efectos devastadores sobre tripulaciones cuyo estado inicial de salud es a menudo malo debido a la desnutrición, a avitaminosis y\o debido a alcoholismo. Alimentos de sustitución son probados, como las tabletas de caldo, muy de moda al fin del siglo XVIII, pero que no fueron la panacea esperada. Es conocido el caso del motín de la "Bounty", un barco de la Royal Navy británica que tenía como misión buscar el "árbol del pan" en los mares del Sur para poder alimentar a su flota.
Para intentar mantener el nivel cualitativo de las raciones, los oficiales valoran en probar el bizcocho o el pan de los marineros, los alimentos de los enfermos y el caldo de la tripulación. Cada dos semanas, deben prestar asistencia a la visita del cirujano para examinar " la boca y las encías " a miembros de la tripulación. Las ordenanzas son prudentes, no se refieren a los dientes, por la razón que desaparecieron a menudo desde hace tiempo, y que se cayeron a causa del escorbuto. En aquella época, el marinero con escorbuto es un individuo desdentado, incapaz de comer alimentos sólidos. Puede consumir sólo papilla o el bizcocho mojado en un líquido cualquiera.
Habrá que esperar el fin del siglo XVIII para que instrumentos de pesca se vuelvan obligatorios a bordo de los buques de guerra. Y todavía es raramente practicado, a los marineros les repugna la pesca (en general muchos no sabían ni nadar).
El
problema del agua.
En
las marinas del mundo, el agua plantea
un problema no resuelto hasta el siglo
XIX. En efecto, cada hombre consume
por término medio tres litros
de agua al día (uno para la
bebida, uno para la sopa y uno para
la preparación de las comidas).
La capacidad de radio de acción
de un navío es de tres meses,
pero varía con arreglo a la
cantidad de toneles de agua dulce
embarcado. El agua se altera rápidamente
en estas barricas de madera, colocadas
en la bodega o sobre el puente. Al
cabo de algunos días, un olor
repelente sale de ellos debido a la
descomposición de los sulfatos
contenidos en el agua, que se transforman
en sulfuros al contacto con la medera
de los toneles. Al aire libre, los
sulfuros vuelven a ser unos sulfatos
y el ciclo se produce repetidas veces.
Según la tradición,
el agua debía "pudrirse"
tres veces antes de ser potable.
Los abastecimientos de agua dulce
pueden ser renovados en aguadas a
lo largo del litoral, todavía
hace falta que el agua recogida sea
bacteriologicamente sana, lo que es
a menudo lejos de ser el caso.