Todo a Babor. Revista divulgativa de Historia Naval
» Vida en los barcos

La comida a bordo del navío.

(Dibujos de elaboración propia. Algunos textos han sido extraídos del artículo "El navío de tres puentes en la Armada española", de José Ignacio González-Aller Hierro)

A popa del palo trinquete, en la cubierta del combés, iban instalados el horno de panificar y la cocina. Sobre los buques, guisar es una fuente de problemas. Las reservas considerables de leña son necesarias y el fuego debe ser mantenido encendido, lo que hace correr riesgos permanentes de incendio. Cuando había temporal o mar gruesa no había comida caliente.

Había tres clases de raciones en los buques. La primera se llamaba de carne salada o cecina y tocino; la segunda de bacalao, aceite y vinagre, y la tercera de queso y aceite. Con cada una de estas raciones se suministraba bizcocho, vino, menestra fina, agua y sal. La ración de agua normal era de cuatro cuartillos diarios.

Su distribución a lo largo de la semana se hacía de la siguiente forma:

DIAS CLASE DE RACIÓN
Domingo De tocino
Lunes De carne salada
Martes De tocino
Miércoles De carne salada
Jueves De tocino
Viernes De bacalao
Sábado De carne salada

La ración de queso sólo se suministraba en temporal, ya que los fogones estaban apagados por la evidente peligrosidad del movimiento del barco. Durante la Cuaresma se proveía a la dotación de la ración de bacalao el viernes y el sábado de cada semana, así como desde el Domingo de Ramos hasta el de Resurrección. La ración de dieta para enfermos se componía de bizcocho blanco, gallina y carnero. El bizcocho de mar era conocido como galleta, se la cocía varias veces para darle la dureza y sequedad necesarias para su almacenamiento durante largas temporadas, no era raro comerlas dos ños después de su cocción.

El alimento forma parte de la remuneración de las tripulaciones. Las raciones son reglamentadas y suficientes en calorías, incluso superiores a las raciones de otras categorías sociales en tierra. Calculadas para alimentar a un obrero, se sitúan por encima de 5.000 calorías, por hombre y al día. Pero si la alimentación es abundante, las raciones pecan por su toxicidad, monotonía, el desequilibrio en glúcidos y en proteínas y la carencia de vitaminas. De 55 a 65 % de las calorías son aportadas por el pan o el bizcocho (torta de pan, cocido dos veces, muy duro, muy seco, poco levantado y destinado a ser conservado mucho tiempo). También comprenden verduras secas, salazones (el bacalao salado se conserva un mes, el buey dos meses, la carne de cerdo, dieciocho meses) y condimentos (vinagre, para digerir la alimentación salada y poco variada y combatir avitaminosis, mostaza, pimienta y guindillas).

Los alimentos frescos (carne fresca, frutos y verduras) se agotan rápidamente y son reservados para las escalas. Para los grandes viajes, los animales son embarcados vivos. Esta práctica perjudica a la higiene, pero resuelve en parte el problema de los víveres frescos. Sobre las cubiertas, jaulas de aves de corral con patos, gansos o pavos, que no sufren el mal de mar, y son preferidos a las gallinas que pueden morir de eso. Todo este corral está destinado a mejorar la dieta del estado mayor y a abastecer el "caldo de ave", que revitaliza los enfermos y los heridos. Pero más larga es una travesía menos

Por otro lado, una parte importante de las calorías es aportada por el alcohol: un litro de vino al día y por hombre, completado por una porción de aguardiente, pudiendo ser utilizado para recompensar a los hombres, galvanizar a los combatientes o reconfortar a los heridos. Gracias al complemento de reservas clandestinas, sumamente disimuladas, el alcoholismo constituye uno de los peligros del barco, grescas, principio de rebeliones, desobediencia y accidentes. Aunque esto se dio más en la marina británica, donde las bebidas eran más fuertes. Los británicos tomaban cerveza, si esta se acababa tomaban vino o ron, según en que mar se hallaran. En la escuadra inglesa del Mediterráneo tenía entre sus bebidas favoritas el vino dulce español de mistela al que llamaban cariñosamente "Miss Taylor". Entre la oficialidad británica los buenos vinos franceses y españoles regaban las comidas y cenas. Algo parecido ocurría entre los españoles.

» Disposición de las mesas en la cubierta de un navío.

Disposición de los ranchos

En la parte superior una imágen de la primera batería de un navío de 74 cañones, con la dotación preparada para el rancho en las mesas y bancos previamente instalados. En la siguiente imágen una imágen ampliada de lo mismo.

Desde finales del siglo XVIII y principios del XIX a la hora del rancho los miembros de la dotación del navío (la tripulación y guarnición) armaban mesas y bancos con tablas subidas de la bodega. Estas mesas eran sólo unas toscas tablas que permitían montarse y desmontarse en poco tiempo. Después de terminar el rancho se volvían a desarmar para dejar los puentes depejados. Los rancheros se agrupaban entre los sirvientes de cada cañón. Las piezas estaban abatiportadas fuertemente para evitar su movimiento por el balanceo del buque.

Anteriormente a este sistema la tripulación comía donde podía, normalmente en el suelo sin mesas ni bancos.

Ampliación de la disposición de los ranchos

En la imágen superior podemos observar la disposición de los ranchos entre los cañones. Con las mesas y bancos montados, traídos de la bodega, al igual que los útiles para el rancho. Nada de lujos, algunos tazones de madera, vasos y sin cubiertos. Cada marinero utilizaba su navaja reglamentaria para sus quehaceres diarios y bien valía para comer.

Los oficiales de guerra eran los únicos que podían permitirse una comida relativamente lujosa. A diferencia de la dotación estos recibían una paga para procurarse alimentos frescos. La llamada gratificación de mesa permitía comprar ganado, alimentos variados y bebidas tales como vinos de calidad y aguardientes. Los pajes y criados servían los alimentos a los oficiales y se encargaban de preparar la cámara para los altos mandos como si de un banquete cortesano se tratara. El resto de oficiales de más baja graduación y guardamarinas, aún sin tanto boato gozaban también de estos privilegios alimenticios.

Vista lateral de los ranchos

» Ración diaria de un marinero.

Ración de comida

550 gramos de bizcocho
80 gramos de tocino salado
120 gramos de judías secas
69 cl de vino
93 cl de agua.

El problema de la conservación de los víveres.
Los víveres están siempre bajo la amenaza, inevitable sobre una embarcacíon, de escapes de agua salada. Así, en el momento de los grandes cruceros, se corrompen: los salazones se estropen y las verduras se pudren. A pesar de las precauciones para protegerlos de ratas y conservarlas (tablas de abeto, dobladas con telas y por láminas de hierro), los bizcochos de mar son particularmente frágiles. Mal cocidos, se estropean, enmohecen y se hacen añicos, o cachitos, que sirven para alimentar las aves de corral embarcadas. Como la harina, son rellenados por gorgojos, y por otros huevos de insectos. Además, los abastecedores no son muy escrupulosos, y un grueso hueso que hace peso se encuentra a menudo en el fondo de los toneles de carne salada.

Este desperdicio y las predaciones causadas por los roedores existen en proporciones tales que los cálculos de las raciones se vuelven rápidamente caducas y se reducen a lo casi vital. Esta mala alimentación tiene efectos devastadores sobre tripulaciones cuyo estado inicial de salud es a menudo malo debido a la desnutrición, a avitaminosis y\o debido a alcoholismo. Alimentos de sustitución son probados, como las tabletas de caldo, muy de moda al fin del siglo XVIII, pero que no fueron la panacea esperada. Es conocido el caso del motín de la "Bounty", un barco de la Royal Navy británica que tenía como misión buscar el "árbol del pan" en los mares del Sur para poder alimentar a su flota.

Para intentar mantener el nivel cualitativo de las raciones, los oficiales valoran en probar el bizcocho o el pan de los marineros, los alimentos de los enfermos y el caldo de la tripulación. Cada dos semanas, deben prestar asistencia a la visita del cirujano para examinar " la boca y las encías " a miembros de la tripulación. Las ordenanzas son prudentes, no se refieren a los dientes, por la razón que desaparecieron a menudo desde hace tiempo, y que se cayeron a causa del escorbuto. En aquella época, el marinero con escorbuto es un individuo desdentado, incapaz de comer alimentos sólidos. Puede consumir sólo papilla o el bizcocho mojado en un líquido cualquiera.

Habrá que esperar el fin del siglo XVIII para que instrumentos de pesca se vuelvan obligatorios a bordo de los buques de guerra. Y todavía es raramente practicado, a los marineros les repugna la pesca (en general muchos no sabían ni nadar).

El problema del agua.
En las marinas del mundo, el agua plantea un problema no resuelto hasta el siglo XIX. En efecto, cada hombre consume por término medio tres litros de agua al día (uno para la bebida, uno para la sopa y uno para la preparación de las comidas).

La capacidad de radio de acción de un navío es de tres meses, pero varía con arreglo a la cantidad de toneles de agua dulce embarcado. El agua se altera rápidamente en estas barricas de madera, colocadas en la bodega o sobre el puente. Al cabo de algunos días, un olor repelente sale de ellos debido a la descomposición de los sulfatos contenidos en el agua, que se transforman en sulfuros al contacto con la medera de los toneles. Al aire libre, los sulfuros vuelven a ser unos sulfatos y el ciclo se produce repetidas veces. Según la tradición, el agua debía "pudrirse" tres veces antes de ser potable.

Los abastecimientos de agua dulce pueden ser renovados en aguadas a lo largo del litoral, todavía hace falta que el agua recogida sea bacteriologicamente sana, lo que es a menudo lejos de ser el caso.

 

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