Todo a Babor. Revista divulgativa de Historia Naval
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Lo mejor del blog de historia naval:
Corsarios (primera parte).

Elaboración propia. Entradas correspondientes al antiguo blog de historia naval.

Alguno se preguntará, con razón, por qué repito de nuevo algo que ya está en internet en un blog que estuvo dos años actualizándose semanalmente. Podría decir que el motivo principal es que así aprovecho contenidos de otro sitio para llenar la web. Algo totalmente lícito porque el blog también era elaborado por mí (con la puntual y gran participación del señor Capitán Daniels) así que, tranquilos, no robo nada a nadie. Si acaso a mí mismo.

Pero el principal motivo es recuperar unos datos que me costó su tiempo en buscarlos y ponerlos a vuestra disposición, y reunirlos en Todo a Babor para su mejor lectura. El blog hace mucho tiempo que no se actualiza y lo mismo algún día me lo cierran por inactividad, con lo que toda esa información se perdería. Así que este refrito puede serviros para rememorar aquellas entradas, a las personas que ya las conocían, o descubrirlas por primera vez todos esos lectores que nunca entraron en el blog.

Empezaré primero con los corsarios y otro día pondré otras entradas distintas. A diferencia de las entradas originales he corregido algunas erratas.

Problemas con la bebida.
(Fuente: Gaceta de Madrid. Encontrado y transcrito por miembros del Foro de Historia naval)

Es legendario el abuso de alcohol por parte de los marineros en los buques de guerra de todas las épocas y de todos los países. Pero sobresalen especialmente los británicos. Como muestra esta reseña de la Gaceta de Madrid de 1781:

"El famoso buque corsario francés nombrado la "Princesa Negra", capitán Macarti que ha hecho tantas presas a los ingleses, entró el 13 en Morlaix. El 12 había encontrado a la fragata británica la "Medea" a la cual se rindió no pudiendo huir. Cuatro oficiales y 40 marineros ingleses pasaron a marinar dicho corsario en el que sólo quedaban 60 franceses encerrados en la bodega, y uno de sus oficiales que permaneció libre en el buque. Aprovechándose éste de un momento en que los apresadores se entregaban a la embriaguez dio muerte a la centinela de la escotilla, y abriéndola puso en libertad a los prisioneros que sin mucho trabajo encerraron a los ingleses".

Despiste naval.
(Fuente: Gaceta de Madrid)

En 1769 se encontraba el navío de S.M. Triunfante de corso por aguas del Cabo de San Vicente, intentando capturar o destruir cualquier buque argelino, que por entonces eran más molestos que las moscas con sus pequeños y rápidos corsarios.

El 15 de octubre de ese mismo año los del Triunfante se encontraron con que un pequeño paquebot argelino se les acercaba misteriosamente. Por aquel entonces era costumbre que los buques se acercaran a reconocerse, esto es largar cada cual su bandera (o la que creyeran conveniente en aquel momento) y comprobar su nacionalidad. Un poco más lejos del navío español se encontraban una fragata y otro buque menor también argelinos, y que habían mandado al paquebot a investigar.

El pobre capitán argelino debió tragar saliva cuando el poderoso navío de 70 cañones, que tenía a "tiro de cañón", largó la bandera de guerra española. Mala suerte y un poco despistado el comandante argelino, puesto que no podía huir sin ser hundido al estar tan cerca. Mientras que la fragata y el otro buque que esperaban más lejos creyeron oportuno salir de la zona cuanto antes. Así que el Triunfante se anotó una fácil captura. El 22 del mismo mes entraba con la presa en Cádiz.

El San Antonio contra los corsarios británicos.
(Fuente: Gaceta de Madrid)

Como estoy un poco harto de leer las bravuconadas en la mar de los hijos de la Gran Bretaña voy a barrer un poco para casa y contar las "machadas" de los nuestros, porque si no las contamos nosotros ¿quién lo va a hacer?. La Gaceta de Madrid del 11 de julio de 1800 relataba el épico combate del bergantín de S.M. San Antonio contra dos buques ingleses, a los que capturó en inferioridad de condiciones tras un sangriento enfrentamiento:

"El comandante general de marina de la Habana avisa que las goletas corsarias inglesas el Aguila, de 14 cañones, con 70 hombres, y la Hopp, de 10 obuses [seguramente carronadas] y 4 cañones, con 56 hombres, han sido apresadas por el bergantín de guerra San Antonio, de 16 cañones con 105 hombres, después de cuatro horas y media de un obstinado combate presentado por ambos corsarios auxiliados de dos botes armados, al bergantín que se hallaba fondeado en Cayo Blanco, adonde había perdido su lancha. Como la superioridad de fuerzas de los enemigos, y el empeño con que manifiesta siguieron el combate, lo largo del espacio que duró, y los muchos individuos que perdieron, entre ellos ambos capitanes, son evidentes pruebas, así de la bizarría y denuedo de la tripulación del San Antonio, como de la atinada conducta de su comandante el teniente de fragata Don Joseph Cabrera, acreditada ya en la defensa que en el puerto de Truxillo hizo a las órdenes del comandante del bergantín Resolución Don Francisco Oarrichena, con el citado San Antonio y muchos de los individuos que componen su tripulación, se ha dignado el Rey ascender a Cabrera y a su segundo Don Manuel Martín Mateo a sus clases inmediatas, y acordar proporcionalmente a los demás individuos de la tripulación y guarnición otras gracias, extendiéndose alas viudas, huérfanos y padres de los que han fallecido en esta acción".

Como vemos los corsarios ingleses sumaban 126 hombres y tenían el doble de piezas de artillería que los españoles. Aun así en aquellos duros tiempos había en la Real Armada y en nuestra flota corsaria hombres muy tenaces y bien capacitados para llevar a cabo gestas como esta, a pesar del tópico que nos endosan algunos escritores de "todo a cien" anglosajones.

La táctica del "insecto palo".
(Fuente: Gaceta de Madrid del 8 de octubre de 1779)

En muchas ocasiones uno lee fragmentos reales de la historia, por ejemplo por periódicos de la época como en este caso, y no deja de sorprenderse de lo parecido, o igual, que son las aventuras que podemos leer en novelas o ver en las películas del género y que muchas veces tachamos de "fantasmadas". Seguro que cuando algún fan de la obra de Patrick O'Brian lea lo siguiente le va a venir a la cabeza la imagen de la fragata de Aubrey, la HMS Surprise, engañando a la fragata francesa Acheron, tal y como pudimos ver en la estupenda película Master and Commander. Además, los que hayan visto la peli sabrán el por qué de la imagen y título de esta entrada :-)

En octubre de 1779 regresaba de una comisión de corso la fragata de S.M. Santa Magdalena, de 34 cañones, cuando su comandante, el capitán de fragata don Pedro de Leyva, avistó sobre el Cabo de San Vicente un Lugre corsario inglés. Advirtiendo que el corsario era de excesiva vela usó el ardid de meter dentro la artillería de la fragata, ocultar la gente y maniobrar como un mercante.

El lugre cayó en la trampa y se acercó hasta casi encontrarse a tiro de cañón advirtiendo entonces su error. Así que de manera desesperada intentó fugarse, lo cual resultó inútil porque Leyva tenía tan pronta la artillería y maniobra que haciendo al momento toda fuerza de vela alcanzó y rindió a la primera descarga a dicho corsario, el cual era de 10 cañones y 4 pedreros y tenía por nombre Duke of Cornualles.

Corsarios con mala leche.
(Fuente: Gaceta de Madrid de 21 de marzo de 1780)

El 28 de febrero de 1780 la fragata de guerra sueca Illerim de 36 cañones se encontraba cerca de Puerto Mahón. Esa zona era conocida por ser un lugar frecuentado por corsarios, tanto españoles como ingleses, siendo mahoneses la mayoría de estos últimos, aunque navegaran con patente de corso inglesa, debido a la dominación de los británicos de la isla balear.

No se sabe si eran en verdad mahoneses o ingleses los tripulantes del cutter corsario de 22 cañones que, con pabellón inglés, fue abordado para parlamentar por la fragata sueca. ¿Qué es lo que se parlamentó que ofuscó tanto al comandante del corsario o fue el simple hecho de tener que detenerse?. Porque al anochecer y tras haberse separado, cuando los suecos navegaban plácidamente, el cutter volvió sobre la fragata y, sin aviso alguno, le disparó varias andanadas a bala y metralla, dirigiendo los tiros a su popa. La tripulación de la fragata se quedó muy sorprendida ante el repentino ataque. Su comandante David Ancarloo (sic) salió inmediatamente de la cámara, siendo herido por un disparo en la pierna izquierda que le rompió el hueso y le derribó sobre cubierta. No obstante ordenó sacar prontamente la artillería, perseguir y hacer fuego a la embarcación inglesa, pero al ser esta muy velera desapareció durante la noche.

La Illerim sufrió 3 muertos y 3 heridos. El 7 de marzo llegó a Málaga siendo su comandante llevado a la casa del Cónsul de Suecia para recuperarse de las heridas.

Este fue un nuevo episodio de la osadía y desprecio que muchos corsarios ingleses mostraban durante sus incursiones, que atacaban e insultaban a multitud de embarcaciones sin respetar bandera alguna. Cierto que hubo muchos corsarios de todas las naciones con maneras más propias de piratas que de la reglada forma de luchar del corso, pero también es cierto que los privateers ingleses se labraron la peor reputación posible al protagonizar muchas más que ningún otro país. Ya comentaremos otras fechorías para que veáis lo que había navegando bajo una Letter of Marque de Su Majestad Británica.

Tropelías de corsarios británicos.
(Fuente: Gaceta de Madrid)

 En la anterior entrada comentábamos los modales de algunos corsarios, o privateers, británicos. La siguiente historia pone de manifiesto que sus malas maneras en la mar no eran una excepción.

El 28 de febrero de 1781 salió de Cádiz la balandra de S.M. Trucha, bajo el mando del teniente de navío don Luis Arguedas, en una comisión de carácter científico, ya que para el día 23 de abril estaba previsto que hubiera un eclipse de sol y el mejor lugar para observar este fenómeno era Santo Domingo. Era tan importante este eclipse para la comunidad científica internacional que incluso la Corte de Londres expidió, sin pensarlo dos veces, un pasaporte que garantizaba la inmunidad a la Trucha y su tripulación, ya que el acontecimiento era "motivo de tanto interés para todas las naciones cultas". Con este pasaporte hubiera podido realizar Arguedas su viaje sin problemas de ser capturado por corsarios o buques de guerra ingleses. Pero al parecer mientras que los segundos respetaban estos documentos, los primeros se los pasaban por la "quilla".

Así, el 9 de marzo a la altura de las Islas Canarias la balandra fue detenida por la fragata corsaria inglesa Matilde cuya tripulación descerrajó baúles, robando gran parte de su contenido, muchos víveres y casi todas las armas que llevaban de común consentimiento con el Gobierno de Londres, para el caso de dar en una costa brava u otro accidente imprevisto. A pesar de ser una balandra de guerra no llevaba cañones ya que las condiciones del pasaporte lo estipulaba así. De ahí que no pudiera oponer resistencia a la detención de los corsarios.

Los corsarios ingleses (más bien piratas) echaron al agua el parapeto con los candeleros y maltrataron con palabras y golpes al contador y otros individuos de la dotación. Pero ahí no acabó la cosa. Cuando los privateers se largaron con "viento fresco" y tras unas semanas más de viaje se encontraron el 1 de abril, a la altura de la Isla de San Martín, dos bergantines corsarios ingleses que le dieron caza en seguida.

Uno de los bergantines le detuvo y tras leer el pasaporte inglés les dejó libres, advirtiendo no obstante que el capitán del otro bergantín (que ya se acercaba) era "un hombre de malísima intención" y que, para evitar ser testigo de las tropelías que seguro iba a cometer, se largaba cuanto antes para no verse mezclado en el asunto. Efectivamente, el otro buque corsario, llamado Venus, les abordó y pudieron comprobar que su capitán era un auténtico "hijo de la Gran Bretaña".

Este ejemplar se llamaba William Burton, quien envió un bote a las 6 de la tarde, obligando a pasar a su bordo a los principales oficiales españoles. Estos le enseñaron los documentos con los sellos de su país, pero Barton pasó de dichos papeles y declaró buena presa la balandra. Al día siguiente avistaron dos embarcaciones e hicieron bajar a la bodega a los oficiales, clavando las escotillas y despreciando con mofa las reconvenciones que se le hacían. Entretanto pasó el bote varias veces a la balandra para robar cuanto quisieron.

El 9 de abril entró la supuesta presa con bandera de tal en la isla inglesa de la Tórtola para ser vendida, quedando en la mar el buque de Burton. Y habiéndose presentado Arguedas al gobernador de la isla con los pocos papeles que había podido conservar, pues los ingleses habían echado a la mar cuanto pudieron para que los españoles no pudieran justificarse, fue declarada la libertad de la Trucha y su dotación. Arguedas vio el terrible saqueo que habían realizado en su balandra, ya que incluso el propio Barton se había disfrazado de marinero para asistir en persona a robar todo cuanto pudo. Así desaparecieron instrumentos, provisiones, utensilios,... dejando incluso a la tripulación sin ropa para saltar a tierra.

El gobernador inglés tomó nota de este atentado a instancias del comandante español, pero el corsario Venus hacía tiempo que había escurrido el bulto.

Sangriento apresamiento a base de “cócteles molotov”.
(Fuente: Gaceta de Madrid)

Los frascos de fuego eran unas terribles armas utilizadas muy a menudo por la Real Armada, y sobre todo por nuestros corsarios. Estos frascos eran simples recipientes de cristal con una mecha y rellenos de productos incendiarios que se utilizaban al uso de los contemporáneos “cócteles molotov”, produciendo a bordo de los buques enemigos espantosos estragos. Nuestros amigos los ingleses lo probaron más de una vez. Sirva como ejemplo este caso:

El 28 de agosto de 1746 salieron de La Habana dos Jabeques de la Compañía de la Habana, mandados por don Juan de Cañas a recorrer la costa del Sur de la isla y recalando sobre la de Jamaica, a tres leguas, encontraron y apresaron una gran fragata inglesa mercante del porte de 30 cañones de pequeño calibre, con 450 toneles de aguardiente, otros tantos de azúcar, porción de tablones de caoba, frutos y nueve negros esclavos. Tras poner una tripulación de presa la despacharon a La Habana mientras ambos jabeques seguían su patrulla.

Sobre el puerto de Savaba, en la misma Jamaica, encontraron un paquebot de guerra inglés. Se trataba del guardacostas de Jamaica con 16 cañones montados. Los jabeques de inmediato le dieron caza y a media legua de la costa, y tras izar las banderas, comenzaron a batirle a cañón. Esto duró unas dos horas, pero viendo el comandante Cañas que así no le iban a poder doblegar optó por resolver la situación al abordaje. Ya sabéis, si Mahoma no va a la montaña…

Los jabeques hábilmente se abordaron por popa y proa, con tanta intrepidez que lograron meter a bordo del paquebot hasta 200 hombres, con sable y pistola en mano. Pero a bordo del buque inglés había 136 hombres que se dispusieron a rechazar a los españoles. Fue tanto su empeño que durante casi dos horas aguantaron en cubierta. Así que desde los jabeques se empezaron a tirar los mencionados frascos de fuego y a los ingleses, a consecuencia de esto y del daño de los asaltantes, no les quedó más remedio que retirarse a la bodega.

Hubiera sido complicado rendir a los ingleses que se habían hecho fuertes ahí abajo, pero nuevamente se pusieron los españoles a lanzar frascos de fuego por las escotillas, lo que les acabó por decidirse a la rendición.

Había sido una escabechina. De los 136 tripulantes ingleses murieron en la acción, o estaban mortalmente heridos, unos 100 hombres, entre ellos los oficiales y el capitán. Los españoles tuvieron 5 muertos y 15 heridos. Concluida la función y receloso el comandante español de ser perseguido, ya que desde la cercana costa enemiga se hacían señales, resolvió acertadamente retirarse a la Habana. Antes envió a los supervivientes ingleses en la lancha del paquebot a la costa. Supongo que el capitán Cañas comprendería que ya habían tenido bastante como para encimar hacerlos prisioneros y los dejó ir. Al mismo tiempo, con su presa, se fueron del lugar. En el viaje aun tendrían tiempo, y ánimos, de apresar otra fragata inglesa de 16 cañones, cargada de azúcar, algodón y aguardiente.

El coraje de Barceló.
(Fuente: Gaceta de Madrid)

Creedme si os digo, sin exagerar lo más mínimo, que el marino que más admiración me produce es don Antonio Barceló. Me parece que su memoria no está lo suficientemente recordada en este país (ya, como con tantos otros ¿verdad?). Ya hablamos en su día de su invención de las cañoneras de fuerza y su gran utilización en el sitio de Gibraltar. Creó escuela y fue imitado en su uso por ingleses, franceses, daneses, … Pero Barceló empezó desde muy joven como capitán mercante, y que sin provenir de la nobleza como era costumbre, y gracias a sus acciones contra los argelinos, fue nombrado oficial de la Real Armada y que a costa de su buen hacer como marino llegó a ser Teniente general, algo insólito en la época y que ya nos pone sobre aviso lo que dio de sí su carrera.

Su hoja de servicios es para quitarse el sombrero y si hubiera sido inglés ahora mismo habría doscientos libros sobre su vida, un par de películas, una marca de té y una plaza en el centro de Londres con su nombre. Pero ya sabéis donde estamos… Pues bien, hoy voy a comentar alguna hazaña de este gran marino balear, contra sus enemigos de toda la vida, para que veáis la pasta de la que estaba hecho.

Corría el año de 1769, mes de octubre para ser exactos, cuando se tuvo constancia, (antes se decía así cuando los espías enviaban información) de que habían salido desde Argel cuatro jabeques de guerra de la Regencia y otros tres corsarios particulares que se dirigían al Océano de “excursión”.

Enterado don Barceló, que era por entonces capitán de fragata, no le tembló el pulso para salir a toda vela al encuentro de la escuadra argelina. Para ello estaba a su disposición los seis jabeques que tenía bajo su mando. También se le unió otro de Ceuta y quedaron el 11 de octubre apostados en el Estrecho esperando que aparecieran por el lugar.

Aquí hago un inciso para aclarar a los lectores que los jabeques españoles estaban magníficamente tripulados, y con sobrada destreza tanto en maniobra como en artillería y lo más importante, su gente le respetaba y admiraba a partes iguales. Barceló llevaba navegando con estos hombres bastante tiempo y tenía tanta confianza en ellos como Nelson la tuvo con los suyos. Sólo así se podían hacer cosas como las que hacían.

Sigamos, a las cuatro y media de la tarde de ese día 11 se divisaron dos velas. Una era de vela redonda y la otra latina. Eran un jabeque de guerra argelino de 24 cañones, que era el segundo de la Regencia, y el otro era un paquebot dinamarqués apresado por él. Puesto el jabeque de Barceló en caza, por ser el más rápido, se adelantó a los demás y tras pasar al paquebot dinamarqués, que fue posteriormente represado por los españoles, se dirigió hacia el jabeque de guerra. Lo alcanzó a las once de la noche, lo que habla muy bien de la velocidad y buen hacer de la dotación del jabeque de Barceló, quedando así el buque abarloado con él.

El jabeque español le descerrajó una carga cerrada que causó gran estrago a los argelinos, aunque estos respondieron con cañonazos y fuego de fusilería. Se puso a la fuga al tiempo que seguía batiéndose con Barceló, que hacía disparar los cañones de proa constantemente. Esto continuó hasta las tres de la mañana cuando empezaban a incorporarse los demás jabeques de la escuadra española. A esa hora Barceló fue herido de un balazo, que le atravesó la mejilla y un hombro (seguramente un tiro desde la arboladura enemiga) y dejó al bravo capitán español fuera de combate. Antes de ser retirado a la enfermería todavía tuvo tiempo de mandar a su segundo en el mando, don Joaquín Hyckey, que prosiguiera la acción pasara lo que pasara.

Lo que se hizo prontamente, dando caza a los argelinos que no sabían donde meterse hasta que a las nueve de la mañana del día 12, y de manera desesperada, embarrancaron el jabeque en la playa de los Pescadores, cerca del Peñón. Los argelinos se echaron al agua y abandonaron el barco, tomando tierra y fugándose por todas direcciones presas del pánico. Sólo se hallaron a bordo 18 cautivos que contaron que el jabeque tenía una tripulación de 250 hombres. Por parte española sólo hubo tres heridos, además de Barceló. El jabeque de Ceuta represó al jabeque dinamarqués y lo llevó al puerto de su plaza y los demás jabeques reflotaron al jabeque de guerra argelino y lo llevaron a Málaga. Allí dejaron también a Barceló para que se repusiera de sus heridas a bordo de su buque y volvieron a salir en busca del resto de la escuadra enemiga que se sabía andaban ahora por Tánger.

El corsario Nuestra Señora de Begoña.
(Fuente: datos encontrados en la Gaceta de Madrid)

Realmente hubo muchos armadores de corsarios españoles que se hicieron ricos con las capturas de mercantes británicos en época de guerra. La fragata corsaria nombrada Marte Vizcaíno, alias Nuestra Señora de Begoña, fue uno de los muchos corsarios españoles que durante la Guerra de la Oreja de Jenkins, diezmó el comercio británico.

Esta fragata tuvo destacadas y provechosas actuaciones. Su radio de acción llegaba hasta casi en la misma casa del enemigo, en la boca del canal de La Mancha, donde a pesar del evidente peligro por estar demasiada expuesta al enemigo, si estaba bajo el mando de un hábil marino como era el caso, podían sacar mucho provecho de su valentía en un lugar tan concurrido de todo tipo de buques. Empecemos con el historial de presas que he logrado encontrar y que seguramente me quedo corto porque hay muchas lagunas en el tiempo, pero como muestra de su efectividad creo que es bastante ilustrativa.

En 1744 su capitán era don Agustín de Samano, que apresó dos embarcaciones inglesas en abril de ese mismo año. Una de 80 toneladas nombrada Loyalty y la otra de 180 toneladas llamada Buen Intento. Sus capitanes Samuel Boyak y John Bentley, los cuales navegaban del Puerto de Faro en Portugal y de Tetuán para Bristol y Londres respectivamente. Se estimó su mercancía en unos 70.000 pesos. Sin duda unas buenas presas. Pero no crean que se conformó con eso.

Poco después, el 20 de ese mismo mes, condujo al puerto de Guetaria a otro navío inglés nombrado Whitarer, su capitán Thomas Dancie. Era un buque grande de 305 toneladas, bien armado con 14 cañones, 4 pedreros y cantidad de esmeriles, fusiles y sables, con 30 hombres de tripulación, los cuales no debían ser sólo unos inofensivos mercantes y que debido a la carga militar que llevaban parece que estaba muy bien tripulada. Fue apresada, pero costó lo suyo. Esta embarcación la tuvo que tomar por abordaje y que sólo tras reñido y sangriento combate pudo rendir. De resultas murieron 12 tripulantes del corsario español y quedaron 30 heridos. Por parte de los ingleses hubo dos muertos y 13 heridos. Venía de Virginia a Londres.

A partir de 1746 la fragata Nuestra Señora de Begoña figura bajo el mando de otro capitán. No se sabe que pasaría con el anterior, si murió en alguna acción o se retiró a vivir de las rentas de lo que sacaron de la venta de las presas. El caso es que en 1746 su capitán era don Bartolomé Mendivil. Aquí les añado una muestra de su historial de capturas bajo su mando, que normalmente las entraba en Bilbao, donde seguramente estaban acostumbrados al ir y venir de este corsario y seguirían con atención sus progresos.

Durante el mes de abril de 1746 apresó y condujo a los puertos de Bilbao, Santoña y Ribadeo tres navíos ingleses, nombrados AgnesSt. John y el Chim (sic), sus capitanes John Brin, Aman Blande y Chereveldem. Con carga de 900 toneles de tabaco, 600 quintales de hierro y 6.000 duelas y cantidad de semilla de lino, que conducían de Virgina a Londres. Evidentemente los nombres de los capitanes debieron ser transcritos por algún escritor ajeno a la lengua inglesa. En aquella época se castellanizaban los nombres extranjeros para mejor comprensión. Hoy en día queda un poco ridículo, pero entonces era muy habitual.

En mayo del mismo año entró de nuevo en Bilbao dos navíos ingleses apresados. Uno de 80 toneladas y el otro de 120, nombrados John de Poole y la Diligencia, sus capitanes Joseph Waldron y John Bourk, el primero con 20 barricas y 150 barriles de tocino, 150 de carne salada, 30 toneladas de sal y otros géneros que conducía al puerto de Cork, en Irlanda, al de Carbonier en Terranova, y el segundo con 169 barricas y 19 barriles de azúcar y 11 barricas de aguardiente y ron, con porción de palo para tintes que venía de la isla de Monferrate en América para Londres.

En junio de 1746, concretamente los días 2 y 3 entraron en Bilbao otros dos navíos ingleses que apresó nuestra fragata corsaria los días 17 y 18 de mayo. El primero, nombrado Sumerset, de porte de 150 toneladas, su capitán William Murrey, que se dirigía desde Maryland hasta Londres con 295 toneles y 2 barriles de tabaco de hoja, 5 toneles de pieles de castor y 7 millares de duelas. El segundo buque apresado era el Newypswich (sic), de porte de 50 toneladas, con carga de 101 barricas y 5 barriles de azúcar, 13 sacos de cotón en rama y 5 barricas y 2 toneles de ron. Venía de la isla de Antigua a Londres.

El 7 de agosto entró en Bilbao el navío inglés nombrado, al igual que otra presa que hizo en 1744, el Buen Intento, de 150 toneladas, con 546 barriles de arroz y porción de Tabla, que había cargado en la Carolina y llevaba a Inglaterra. La Begoña lo apresó justo cuando el pobre mercante estaba ya embocando el canal de La Mancha.

No he encontrado más apresamientos de este buque durante 1747 (tampoco de 1745), aunque supongo que continuarían ya que al año siguiente seguía activa e hizo otra presa.

El 9 de abril de 1748 entró en Vigo la fragata inglesa nombrada Hore, su capitán Esteban Hellis, de 300 toneladas con carga de 397 barricas de azúcar, y que navegaba de Jamaica a Londres, la cual fue apresada por la Nuestra Señora de Begoña, que quedó en la mar continuando el corso, que visto lo visto era lo mejor que sabía hacer.

Es una pena no saber que pasó con esta fragata y su capitán. Lamentablemente no he podido encontrar más, pero es bonito imaginarla todavía esperando, en la boca del Canal de La Mancha, a algún mercante inglés desprevenido. ¿no?.

Actualización: Por lo visto en aquella época podía haber varios corsarios nombrados de la misma forma, por lo que los Begoñas de esta entrada bien pudieron ser diferentes buques con el mismo nombre.

A la caza del pirata.
(Fuente: Gaceta de Madrid)

El 17 de septiembre de 1779 por la mañana navegaban dos mercantes catalanes, uno era una polacra llamada San Francisco de Paula, su patrón Cristóbal Carsi, y la otra embarcación era la saetía Santa Teresa, su patrón Pablo Carretes, ambos transportaban carga de vino y aguardiente para los buques de guerra de la escuadra española , cuando fue visto un jabeque argelino de 12 cañones y unos 200 hombres que les seguía dispuesto a atacarles.

Los patrones determinaron, puesto que con su menguada artillería no podía oponerse a la de los piratas moros, retirarse a la cala de la Granadilla, distante una legua del pueblo de Xabea, cerca de Denia, mientras disparaban con fusilería y mosquetes a los argelinos que se acercaban peligrosamente.

Llegaron los tres buques casi al mismo tiempo a la cala, y mientras los piratas subían por las popas de las embarcaciones catalanas los marineros de estas escapaban por la proa en las lanchas, o se echaban a nado para tomar tierra, trepando por la montaña que circuye la cala, molestados entre tanto por un vivo fuego de los enemigos, de cuyas resultas perdieron la vida el patrón de la saetía y dos marineros.

Mientras estos huían y los argelinos trataban de sacar de la cala las dos embarcaciones mercantes acudieron al lugar los vecinos del pueblo de Xabea, para rechazar el ataque y defender a los marineros. Se juntaron en la montaña unos 50 hombres con escopetas, sufriendo y haciéndoles un fuego tan terrible que les obligó a abandonar las presas y escapar como pudieron en la lancha del jabeque y otra que habían tomado previamente de los dos mercantes.

Quedaron 2 piratas muertos dentro de la saetía, retirándose el resto muy maltratados. Tanto que apenas podían manejar con 4 remos cada lancha cuando antes llevaban 8. Se cree por tanto que perecieron dos tercios de la numerosa chusma que se trasbordó a las embarcaciones catalanas, ya que uno de los marineros catalanes se había escondido en la saetía por no tener tiempo de huir e informó del descalabro que estos sufrieron en el ataque de los parroquianos. Estos últimos, que habían liberado con valentía las presas no sufrieron daño alguno. Ya estaban más que hartos de las reiteradas incursiones que los corsarios berberiscos hacían de tanto en tanto en sus costas, de ahí la rapidez con la que aparecieron y atacaron. Simplemente se desquitaron.

Los valientes gallegos del Espadarte.
(Fuente: Gaceta de Madrid)

A esta historia le podríamos poner el calificativo de hazaña, pero la verdad es que se me antoja algo corto. Ustedes dirán, a lo mejor con razón, que soy un exagerado. Pero de verdad, es que a veces, después de mucho tiempo escarbando y escarbando en ese filón inagotable que es la Gaceta de Madrid, se encuentran cosas muy provechosas. En este blog ya hemos puesto muchas de ellas, si utilizan ustedes el buscador que hay por ahí a la derecha, o navegando por el fichero, las encontrarán.

Bueno, vamos a la mar, que para eso han entrado. Pónganse en situación. Estamos en junio del año de 1800. Las aguas están infestadas de privateers británicos, buques de la Royal navy y demás embarcaciones de la pérfida.

Como eso del corso,  si hay suerte, es un negocio provechoso, son muchos los que hacen de armadores e intentan sacar tajada. En Madrid, ciudad como ustedes saben muy marinera, aparecen varios de estos sujetos que arman un corsario en Galicia con sus dineros, para intentar verlo multiplicado con las presas que se hicieran.

No se crean ustedes que aquí los madrileños armaron un buque con amplia batería de cañones y lleno de corsarios. No, la verdad es que el dinero invertido dio para lo siguiente: un buque del asombroso porte de... ¡un cañón y un obús ! con una tripulación de... ¡20 hombres!

Si, todo esto tiene pinta de acabar mal, lo sé. Pero háganme caso y relean el primer párrafo de esta entrada.

El caso es que el barquito en cuestión se llamaba San Francisco Xavier, alias el Espadarte. Toma ya. Pero todo lo pequeño que era el buque y su exigua tripulación lo compensaban con crecescon unos atributos sexuales masculinos que doblaban el tonelaje del Espadarte. El capitán era don Lorenzo Olveyra. Todos ellos de Bayona, localidad gallega de donde se armó y saldría el corsario.

El 1 de junio salieron de aquel puerto con la sana intención de apresar todo lo que se pusiera por su proa. Había que empezar a amortizar la empresa de los caballeretes de Madrid y sobre todo dar de comer a 20 familias.

Pero la cosa no se les dio bien. A pesar de ser un lugar muy transitado no pudieron pescar nada.Se tiraron un mes y 3 días de bordada en bordada y de virada en virada frente a las costas de Lisboa, esperando que algún mercante se les pusiera a tiro de su único cañón.

Los días pasaban y las vituallas se consumían y los gastos aumentaban. Había que hacer algo y hacerlo ya. Entonces, el día 4 de julio descubrieron un convoy británico de 45 mercantes que llevaban rumbo norte, al parecer de regreso a los puertos ingleses. Iban escoltados por un navío de línea de 74 cañones, una fragata y una goleta, todos ellos de guerra.

¿Creen ustedes que Olveyra huyó? No, claro que no. Aquí el bravo, o temerario capitán, se plantó delante de su tripulación y les explicó su plan. Era tan sencillo que daba risa, o miedo más bien. La cosa sería seguir al convoy, meterse en medio de él y abordar como quien no quiere la cosa, alguno de esos mercantes y llevárselo. Fácil, ¿no?

Supongo que sus hombres, al oír aquello, se quedarían en silencio, silbando nerviosos tonadillas marineras o mirando a la cubierta tratando de no echarse a reír o llorar. El capitán Olveyra entonces pasó a animarlos y lo debió hacer bien porque al final la tripulación convino con él y se dijeron que ,al menos si la cosa salía mal, les darían de comer en el pontón donde los metieran. 

Con nocturnidad y alevosía el Espadarte, aprovechando la oscuridad y su pequeño porte, se incorporó al convoy británico. Tienen que tener en cuenta que muchos de los mercantes llevaban algún tipo de artillería de pequeño calibre y que con un simple cañonazo podían alertar a la escolta y acabar con la función en un santiamén. De ahí la intrepidez que demostró esta gente.

Olveyra se acercó a un bergantín y junto con 4 de sus hombres lo abordó y apresó sin perder un sólo minuto. La presa era el Ceres, un bergantín de 350 toneladas que tenía por capitán a un tal John Mestreman (sic). Llevaba 12 hombres de tripulación (que habían sido reducidos por los 5 corsarios) y a bordo tenían 4 cañones de 12 libras, que eran de respetable calibre para ser un mercante y que podían haber hundido al Espadarte si hubieran tenido la ocasión. Además portaba 2 esmeriles de bronce y un buen repuesto de municiones. Su carga, que era lo que de verdad les iba a reportar buen botín, consistía en 185.970 libras de algodón en rama, 100 quintales de palo de Brasil y 19 pipas de vino. 

Sacaron sin problemas al bergantín del convoy, que seguían su rumbo sin sospechar nada, y se dirigieron a Lisboa. Supongo que al oficial al mando de la escolta del convoy no le haría mucha gracia, a la mañana siguiente, saber que les faltaba uno de sus mercantes. Algún rapapolvo le caería, menudos eran los ingleses para eso. En la inmediación del puerto portugués cruzaba una fragata de guerra británica, que hubiera apresado a los españoles y su presa sino hubiera sido porque el capitán Olveyra era un lobo de mar y junto a su piloto don Diego Entralgo dio acertadas maniobras para escurrirse de ellos.

No me dirán que no les ha gustado esta acción tan rápida como bien ejecutada. Y es que no había mejor aliciente para la intrepidez que la perspectiva de hacerse con un botín. Los británicos se habían dado cuenta de eso hacía mucho tiempo y es por ello que se mostraban siempre tan audaces algunas veces. No era por valentía señores, sino por la "pela".

 

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