Todo a Babor. Revista divulgativa de Historia Naval
» Vida en los barcos

De los sargentos y cabos de escuadra de infantería de marina a bordo.

Elaboración propia. Basado en la “Real Ordenanza Naval para el servicio de los baxeles de S.M.” de 1802

Título 14º.- De los sargentos y cabos de escuadra de infantería de marina a bordo.

Al igual que los contramaestres eran para la marinería el equivalente a unos sargentos y como tales tenían muchas responsabilidades a bordo, en la guarnición del buque que la formaba normalmente la infantería de marina hacían igual cometido los sargentos. Que también eran unos experimentados soldados con muchas obligaciones y responsabilidades a bordo. Para auxiliarlos en su cometido tenían a los cabos, que en su equivalente en la gente de mar eran los guardianes, los ayudantes de los contramestres.

Ya hemos visto que la tropa embarcada como guarnición no eran considerados gente de mar y que se regulaban de distinta forma en sus tareas y en sus castigos, como ya veremos en otros capítulos.

Guardias de puerto.

A no ser que el comandante del buque dispusiera otra cosa los sargentos y cabos se dividían, para la alternativa de guardias, en los mismos trozos que la tropa de la guarnición.

Una vez en la guardia y congregada la tropa entrante en el combés al toque de asamblea los sargentos examinaban si los cabos llevaban el armamento correspondiente, si estaban vestidos y aseados de manera conveniente y si estos han cuidado de que los soldados se hallaran en el mismo estado. Media hora después se montaba la guardia, formándose en el alcázar la saliente, son sus oficiales, en la banda de estribor y desplegándose a su frente, a babor, la entrante, con los correspondientes toques de tambor, en cuyo caso, obtenido por los sargentos el permiso de los oficiales, saldrán de sus puestos de formación a hacer la entrega y recibo de sus respectivos cargos. A continuación los sargentos mandaban a los cabos, que tenían a su tropa numerada, pasasen con los soldados correspondientes a mudar las centinelas y hacerse cargo de todos los puestos con las mismas formalidades que en tierra.

Los sargentos de guardia tenían su puesto en los pasamanos a la entrada del alcázar, sin poder faltar de aquel lugar por ningún motivo a no ser que tuviese orden de un superior para ir a otra zona. Si sólo había un sargento de guardia le correspondía el de estribor quedando el de babor para un cabo.

El sargento de guardia debía estar enterado de las órdenes generales mandadas observar en los puestos, sino que debía saber quien estaba preso u ocupado, de las embarcaciones del buque que estuviesen ausentes, de si la despensa estaba abierta, o la bodega o algún pañol, de si había luces encendidas y donde estaban si así pasase, de los buques que estuviesen cargando o descargando efectos para el navío o si había alguna lancha o bote de otro buque en las cercanías. Todas esas cosas debía tenerlas presente porque le tenía que pasar una relación de las novedades al oficial comandante de la guardia, como a sus subalternos e incluso a los guardiamarinas de facción. Como vemos las tareas del sargento eran la observancia de todo aquello que pudiera ser motivo de algún tipo de peligro para el buque y su tripulación. Esa era una de las misiones de la guarnición del buque: la seguridad interior.

Además de lo mencionado los sargentos y cabos de guardia debían observar que se cumplieran las reglas de policía y disciplina a bordo, con la obligación de dar cuenta al oficial de guardia de cualquier omisión a ellas. Debían acudir prontamente a sosegar las peleas de los tripulantes, sin excederse nunca en maltratar a la gente ya fuesen de mar o de guerra, aprehendiendo únicamente a los que delinquiesen en algo.

También era tarea de los sargentos de guardia no permitir la salida ni entrada de gente a bordo sin permiso. Ni aún su embarco en las lanchas o botes que estuviesen en el costado, así como que no se extrajera o introdujese ropas, pertrechos, víveres, municiones, ni otra cosa, especialmente por las portas, proa o popa, sin recibir para ello orden del oficial de guardia. A su vez debían dar parte de todas las embarcaciones que se dirigiesen al buque, expresando si conducían oficiales o llevaban izada la bandera o insignia para poder recibirlos con la distinción correspondiente. Por la noche no podían dejar atracar embarcación alguna sin haberla reconocido previamente, debiendo tener a la tropa preparada para no hallarse desprevenido ante cualquier eventualidad. Mientras el sargento de guardia atendía las obligaciones en el portalón de estribor, el cabo debía de estar prevenido en el de babor. Normalmente cualquier oficial de otro buque o de tierra, o del mismo, que iban en lancha o bote se presentaban por estribor, que era la zona digamos de recibimiento oficial y donde se formaba la tropa según el grado del visitante con los saludos establecidos. Si lo hacían por babor se entendía que el oficial no quería ceremonia alguna al subir a bordo.

Los responsables de los presos que hubiera en el navío eran los sargentos de guardia, aún estando estos bajo centinelas, con grillos o cepo. Por lo cual debían reconocerlos frecuentemente para asegurarse de que todo estaba en orden.

Si los fogones estaban encendidos debían ser visitados con frecuencia por el sargento o cabo de guardia. Estos eran los que pedían permiso al oficial de guardia para que se encendieran o se apagasen y de dar cuenta de que se había verificado. Otra tarea de especial cuidado era con las luces, que tampoco se podían encender sin permiso del oficial de guardia. Tanto el fogón como las luces podían provocar, en caso de negligencia en su uso, un verdadero desastre en un buque lleno de material altamente inflamable, de ahí el celo de los sargentos en que se cumpliesen las normas respecto a su uso.

Los sargentos y cabos también se empleaban en todas las comisiones que hubieran de hacerse en otros buques, en tierra, custodia de tripulaciones de botes y lanchas, seguimiento de desertores, además de conducir al hospital a los enfermos en los buques, todo ello con el consentimiento firmado del oficial de guardia.

Si no alcanzaba el número de soldados de infantería o de artillería de marina debían auxiliarse ambos cuerpos como si fuera uno sólo para formar las guardias.

Los cabos de guardia tenían la obligación de rondar con frecuencia para asegurarse de que los centinelas se hallaban en sus puestos y observando sus órdenes, dando parte al oficial o sargento de cualquier falta al respecto, cuidando también de que la tropa de guardia no se apartase del sitio que estaba destinado y que en caso de mandarse ayudar a los trabajos de embarco o desembarco de efectos u otras faenas propias de su obligación pudieran llevarlo a cabo con brevedad y silencio.

Un cabo de guardia podía ser comisionado por su oficial de guardia para que con el bote o serení reconociese alguna embarcación menos de los buques de guerra que se haya mandado atracar con el propio buque. Para ello le pedía el santo sin darle nunca la contraseña. El  cabo podía estar comisionado, con 4 o más soldados y la gente de mar correspondiente de dotación de la embarcación menor, para dar rondas alrededor del buque yendo de boya a boya y saliendo inmediatamente a reconocer a los pasaran o se dirigieran a bordo, aunque dijesen que eran el capitán del buque o el mayor general de la escuadra. Para estas comisiones debían llevar cinco cartuchos por hombre.

El uniforme de los sargentos a bordo, no estando de guardia, era el uniforme de mar, con sus charreteras al hombro. Pero en puerto debían usar en uniforme completo, con el aseo y limpieza correspondiente, celando que los cabos y soldados que no estuviesen de guardia fuesen vestidos correctamente.

El sargento de guardia debía estar presente a la hora de la entrega de géneros a cada rancho para la comida, anotando en una lista que el oficial de guardia previamente le daba, los nombres de los cabos de rancho y el número de raciones que se le hubiera entregado. También debía estar presente en la bodega para asistir a la preparación del agua que se había de distribuir por ración al día siguiente. Debía cuidarse de que cada ranchero recibiese del cocinero de equipaje el agua correspondiente a los individuos que componían el rancho para guisarles la comida, y para beber acudía el mismo ranchero al almacén de la tropa a tomar por medida la que les perteneciera, todo ello controlado por los sargentos o cabos de guardia.

Todo este celo en las comidas y la aguada era muy importante ya que eran víveres muy importantes en alta mar. Cualquier robo o extravío podía dar al traste las cuentas y previsiones con lo peligroso de su falta prematura en alta mar. Como vemos, todo lo que pueda ocasionar un peligro debía estar presente o vigilando un sargento de infantería de marina.

 

El sargento, o cabo destinado con la patrulla del muelle, podían repartir a la gente en otras embarcaciones menores de otros buques de guerra para llevarlos de nuevo a bordo cuando se hubiera faltado a la hora convenida para su recogida. Una vez a bordo debían dar parte al oficial de guardia y al encargado de la tropa de la guarnición de los individuos que se hayan quedado en tierra. Así mismo los sargentos no podían bajar a tierra sin permiso del oficial encargado de su compañía y el de guardia, pero si tenía el permiso para ello debía hacerlo siempre con su uniforme completo, aún cuando a los cabos y soldados se les dispensase el uso de la casaca por los calores del verano. Estos últimos podían llevar gorra en vez de sombrero por la misma razón.
 
Si los sargentos y cabos, siempre y cuando no estuviesen de guardia, y estuviesen casados en la población del puerto podían quedarse de noche en tierra. Estos tenían permiso para arrestar a la gente de mar y de tropa que se encontrasen en tierra cometiendo cualquier clase de exceso o incluso aprehendiendo a desertores, aunque eso sí, se les recordaba que por eso no obtendrían gratificación.

Una de las ventajas de ser sargento era que podían tener luz en su rancho dentro de un farol desde el anochecer hasta el toque de retreta, aunque para ello debían pedir permiso previamente al oficial de guardia. Si el sargento estaba de guardia y estuviese comisionado por su oficial para hacer a ronda podía encender la luz que necesitase. Otra ventaja era que tenían permiso para embarcar un pequeño colchón para su uso en su coy y que debía enrollarse formando un salchichón como era costumbre para alojarlos después de su uso en los parapetos de combate. También se les permitía tener un arca pequeña para sus cosas, la cual debían depositar en el sollado a fin de que no embarazase ninguna batería. En la chaza de su rancho podían tener otra arca para guardar sus útiles propios de comer.

Los cabos de la tropa comían cada uno con el rancho que le correspondía, atendiendo a su aseo y equidad en la distribución de la comida. Algunos cabos distinguidos podían unirse al rancho de los sargentos. Una de las tareas de los cabos era celar que no se mezclase en los ranchos de la tropa ningún hombre de mar.

A los cabos no se les permitía colchón, sino zalea o manta para poner en su coy. Tampoco podían tener cajas, frasqueras ni otros muebles. Tan sólo su mochila con su ropa al igual que la tropa.

Los domingos, y diariamente en el rosario de la tarde, debían acudir con su tropa a concurrir a la tripulación a los actos religiosos, cuidando de que durante los actos todos mostraran la reverencia debida, amonestando a los indevotos y dando parte a su oficial o al de guardia en caso de que la falta de respeto mereciese castigo. Esto era válido para los días en que se leían públicamente las Ordenanzas, cuidando de que se hiciese el silencio y atención debida.

A los sargentos se les permitía que diesen castigos a sus inferiores con dos o tres golpes de palo o vara sin tener que pedir permiso a sus oficiales, aunque siempre sin abusar de esa facultad y sólo para hacer una ligera corrección y evitar así algún desorden o bien para despabilar a los perezosos en el cumplimiento de sus obligaciones. Pero ojo, que el sargento que tuviese mala conducta, siempre que no fuera de gravedad, podía verse con el cepo puesto sin necesidad de juicio.

Los sargentos se hacían cargo de las mochilas y armamento de los soldados que bajaban al hospital, guardando en la caja de ropa de la compañía aquellos efectos hasta que se volviera a integrar en el buque el susodicho soldado.

Un punto importante era el atender al aseo de las chazas destinadas al alojamiento de la tropa (una chaza era el espacio que mediaba entre porta y porta) y cuidar que los cuarteleros ejercieran bien su cometido. Sobre esto pueden leer el título correspondiente a la tropa que ya vimos en su momento. El contramaestre de cargo le proporcionaba al sargento de los útiles necesarios para la limpieza además de los coys guarnidos que se necesitasen, todo ello bajo recibo que tenía que visar el oficial de detall.

Los días que el comandante ordenaba hacer zafarrancho los sargentos hacían formar salchichones con su ropa de cama, para colocarlos en los parajes asignados, concurriendo con la tropa para que colocasen sus mochilas y petates en la cuartelada de red que debían parapetar, cuidando junto a los cabos, del buen orden, tanto en aquel lugar como en el sollado cuando así se mandase porque la lluvia o el tiempo no permitiese formar los parapetos.

Guardias de mar.

Para las guardias de mar se dividían los sargentos y cabos como la tropa en dos o tres cuartos, subiendo al alcázar cada 4 horas, al toque de campana, sin armas ni correaje, para hacer el relevo. Este se hacía sin las formalidades de puerto como hemos visto anteriormente, aunque no podían omitir el correspondiente permitido a los oficiales entrantes y salientes.

El lugar de los sargentos y cabos durante la guardia era el alcázar, sin poder desampararlo aún después de haberla concluido hasta su relevo por la siguiente guardia. Los servicios y guardias que habían de hacer eran iguales que en puerto como ya hemos leído.

En combate debían hallarse donde les estuviese destinado en el plan de combate.

Siempre que hubiera que entregar armas a la marinería, para ejercicios o salidas en embarcaciones menores, tenían que examinarlas los sargentos y comprobar que estuviesen en buen estado.

El apresto de armas blancas y de chispa estaban bajo el cargo del sargento comisionado a ello, ayudado por dos cabos y 4 o 6 soldados que las recogeran del armero en caso de preparación para combate, apartando las defectuosas. Con la misma tropa entregará el sargento de artillería las cartucheras, los cajones de cartuchos, piedras, zapatillas y agujas de oído y sacatrapos, conduciéndolo todo a la cámara, siendo también su obligación municionar las cartucheras con el número de cartuchos que se le haya ordenado y poniendo en cada una dos piedras y dos zapatillas con una aguja. Así mismo el mismo sargento debía hacer lo propio para el servicio de fusilería de la tropa. También se le entregaba las cajas de granadas y de frascos de fuego las cuales se colocaban en la cámara alta, protegiéndolas con un parapeto de colchones y dejando un centinela para su custodia y de las armas y municiones depositadas en el mismo lugar.

El sargento destinado en combate a proteger la bandera debía cuidar de que esta se largara perfectamente y de no arriarla sino tenía la orden expresa del oficial que mandase el buque, deteniendo si fuera necesario con golpe de muerte a cualquier otro que intentase arriarla sin permiso o voceando para que se hiciera. La misma obligación tenía el destinado a alguna cofa para custodiar la bandera arbolada allí.

El cabo de luces destinado a los callejones de combate acompañando a un carpintero o calafate estará con ellos reconociendo continuamente el lugar, dando parte al oficial más inmediato de cualquier novedad.

 

© TODO A BABOR. HISTORIA NAVAL