(FNM) Cualquiera que haya leído alguna declaración de las empresas navieras durante el último año, habrá advertido que el término “desafío” se ha convertido en el eufemismo escogido por los jefes de las áreas de finanzas para minimizar la gravedad de las últimas pérdidas de sus compañías.
Ahora, la misma palabra entró en la esfera regulatoria, particularmente cuando se habla de los gases de efecto invernadero.
La incertidumbre creada por la cumbre sobre cambio climático celebrada por las ONU en diciembre último ha dejado al sector naviero sin timón en su búsqueda de formas de reducir las emisiones. Sin claridad regulatoria en el horizonte, va a resultar difícil justificar las inversiones de capital intensivo y de largo plazo necesarias para desarrollar seriamente buques de tecnología verde.
El hecho de que Copenhague haya fracasado en producir siquiera un conjunto de objetivos de reducción “tentativos”, habla a las claras de la compleja trama de políticas presente detrás del control de la industria naviera, y plantea un problema real a un sector que necesita adoptar decisiones de inversión de largo plazo.
Con algunos gobiernos mirando al sector naviero como una potencial “gallina de los huevos de oro” para financiar el abordaje internacional del problema del cambio climático, las amenazas de futuros golpes financieros a la industria no se han disipado.
Mientras la Organización Marítima Internacional continuará con el desarrollo de instrumentos basados en el mercado, los políticos que empantanaron las discusiones previas a Copenhague no han desaparecido. Mientras tanto, la amenaza de que se adopten acciones regionales parece a esta altura inevitable, y ya hay señales de la llegada de confusos y costoso emparches normativos con requerimientos para los armadores.
Verdaderamente, han dejado a la industria naviera bien “desafiada”.
Adaptado al español por NUESTROMAR. Fuente: Lloyd´s List; 10/02/10
16/02/10
NUESTROMAR
