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Trump y Abe presentan un frente unido ante Corea del Norte

El presidente estadounidense se queja durante su visita oficial a Japón del desequilibrio en la balanza comercial entre los dos países

El presidente de EE UU, Donald Trump, saluda a su homólogo japonés, el primer ministro Shinzo Abe. JONATHAN ERNST REUTERS

“La era de la paciencia estratégica se ha acabado”. Así lo ha reiterado el presidente de EE UU, Donald Trump, en una rueda de prensa en Tokio junto al primer ministro nipón, Shinzo Abe, dominada por la tensión en torno al programa de armamento de Corea del Norte. Ambos líderes, que presumen de mantener una excelente sintonía personal, quisieron hacer gala de su posición conjunta al respecto y presentar un frente unido ante Pyongyang.

Tanto Trump como Abe, que se deshicieron en sonrisas el uno hacia el otro durante su comparecencia, son partidarios de una línea dura para conseguir que Corea del Norte renuncie a la fabricación de armas nucleares y al desarrollo de misiles de diverso alcance. El presidente estadounidense ha mantenido una retórica constantemente belicosa hacia Pyongyang, y ha llegado a amenazar con el uso de la fuerza. Una posición que Tokio veía con preocupación si llegara a hacerse realidad de modo unilateral: por proximidad su territorio sería, sin duda, blanco de la represalia norcoreana.

Cómo responder a un programa que ya ha hecho sobrevolar en dos ocasiones en lo que va de año cohetes por encima de territorio japonés ha sido uno de los grandes asuntos dominantes en el almuerzo de trabajo y reunión ampliada que los dos mandatarios han celebrado este lunes, dentro de la gira de Trump por el este asiático. Ante el exterior, no han presentado fisuras.

Japón “está al cien por cien” con Estados Unidos y su política de mantener “todas las opciones encima de la mesa” en este asunto, ha afirmado Abe, que ha anunciado nuevas sanciones contra una treintena de personalidades norcoreanas. Japón, ha sostenido, derribará cohetes norcoreanos si lo cree necesario. Trump, por su parte, ha destacado que “las pruebas nucleares ilegales y los lanzamientos de misiles balísticos escandalosos suponen una amenaza a una gran civilización y a la paz internacional y la estabilidad”.

El presidente estadounidense dio por finiquitada la “paciencia estratégica”, la política seguida por su predecesor, Barack Obama, a la hora de responder a la escalada de armamento norcoreano. “Hay quien dice que mi retórica es muy fuerte, pero miren los 25 años que hemos tenido de retórica débil, y vean dónde estamos ahora”, indicó. Trump pasó por alto el hecho de que desde su llegada a la Casa Blanca Corea del Norte ha redoblado aún más la velocidad del desarrollo de su programa, y ha conseguido dotarse de un misil intercontinental en un plazo más corto de lo que calculaban los expertos a comienzos de este año.

El comercio fue otro de los grandes asuntos abordados en la reunión entre ambos. Trump, que a su llegada al poder anunció la salida de EE. UU. del ambicioso acuerdo comercial TPP que une ambas orillas del Pacífico, se lamentó de los déficits comerciales de su país, uno de los temas recurrentes de su política económica. Japón, según él, ha sido el ganador “durante muchas décadas” del desequilibrio bilateral; unos desequilibrios que “hay que negociar de manera amistosa”, sostuvo.

¿Una manera de resolverlo? Trump apuntó una vía: "el primer ministro de Japón va a comprar una cantidad masiva de armamento estadounidense, como debería". Abe, por su parte, prometió que su país importará más productos estadounidenses.

La jornada del presidente estadounidense en Japón se vio sacudida por la matanza en una iglesia de Texas, en la que un exsoldado abrió fuego contra la congregación y dejó al menos 26 muertos. Tanto Abe como Trump dedicaron palabras de condolencia en su rueda de prensa. Aunque el inquilino de la Casa Blanca insistió en considerar el suceso un problema de “salud mental” y “no un problema de armas”.

La gira asiática de Trump continuará este martes en Corea del Sur, donde visitará una base militar de su país y pronunciará, el miércoles, un discurso sobre su visión de la política exterior estadounidense en la región. El largo viaje -el más largo de un presidente estadounidense al extranjero desde los tiempos de George Bush padre, como han remarcado los funcionarios de la Casa Blanca- le llevará también a China, para reunirse con el presidente Xi Jinping, y a Vietnam y Filipinas para participar en una serie de cumbres regionales.

El presidente y el emperador

M. V. L

Durante la mañana, Trump y su esposa, Melania, habían acudido a una audiencia con los emperadores japoneses; un evento que había suscitado cierto nerviosismo entre los funcionarios nipones ante la posibilidad de que el presidente estadounidense cometiera algún error protocolario en una de las cortes de comportamiento más rígido.

Obama había causado consternación en su país cuando, en su momento, saludó a Akihito con una profunda reverencia: en opinión de los comentaristas conservadores, podía interpretarse como una humillación ante el jefe de Estado de un antiguo país enemigo.

Todo acabó saliendo bien: Trump no se inclinó hacia el emperador y se limitó a saludarle con un apretón de manos. La televisión japonesa mostró imágenes de ambos jefes de Estado dialogando con cordialidad a través de un intérprete, mientras la emperatriz Michiko y Melania Trump parecían hacer lo mismo sin necesidad de recurrir a la traducción.

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