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Con Messi volvieron la magia y el encanto que el fútbol extrañó

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Terminó la cuenta regresiva de su reaparición para volver a su contabilidad habitual: la de los goles. Se acabaron las mañanas y tardes que pasó en silencio durante los casi dos meses de su recuperación para volver a oír la ovación de los estadios. Debía descansar y curar los músculos para acelerar como lo hizo en el segundo gol. Necesitaba despejarse y liberar malas sensaciones para disfrutar otra vez de lo que más le gusta. Esos dedos que en varios momentos del segundo semestre de 2013 se tanteaban las fibras musculares que crujían volvieron a apuntar al cielo, en la clásica y habitual dedicatoria de un gol a la abuela Celia. Todo vuelve a ser normalmente brillante luego de una pausa que abrió un vacío que sólo lo podía volver a llenar él.

Se lo esperaba a Lionel Messi, ya que de ninguna manera se le podía buscar un reemplazante. Es lo que provoca ser único e inimitable. Una mirada un tanto miope diría que durante 59 días, desde el desgarro sufrido el 10 de noviembre ante Betis, Barcelona y el seleccionado argentino se quedaron sin su figura. Una interpretación más amplia debe reconocer que el fútbol todo recuperó a quien está marcando una época, a quien ayuda que este juego sea más lindo y asombroso.

Gerardo Martino ya había advertido que en el regreso a los entrenamientos de Messi lo había visto con "mirada asesina". Una manera de expresar los deseos, las ansias y la rigurosa puesta a punto que Leo llevó adelante durante dos meses. Estaba listo para depredar defensores rivales, ajustar la mira y disparar con la puntería que es marca registrada en su trayectoria.

La espera fue larga. Las ausencias de un genio siempre se hacen notar más que las del resto. Primero, gran parte de noviembre, todo diciembre y los primeros días de enero. Luego, el llamado a una convocatoria. No fue el domingo, contra Elche. Faltaba cada vez menos. El Tata consensuó con Leo el momento y lo incluyó en la lista para enfrentar a Getafe, en el encuentro de ida de los octavos de final de la Copa del Rey. Pero todavía no estaba para la titularidad. Más suspenso y expectativas. Con la entrada de los equipos en el Camp Nou, las cámaras fotográficas enfocaban más al banco de los suplentes que al campo. Le apuntaban al jugador que se sentó entre Song y Pique, al que tenía una mirada encendida. Seguramente debe de haber sido una de las veces (61 en su carrera) que Messi fue más contento al banco. Esa butaca no era ningún confinamiento, era la antesala de un momento soñado durante muchas noches.

Ahora la cuenta regresiva ya no se medía en días, sino en los minutos que faltaban para entrar en escena. Mientras tanto, Barcelona, con Javier Mascherano de titular, empezaba a resolver el pleito con un dominio abrumador, con una sinfonía de toques. Cesc abrió la cuenta con un cabezazo.

Se fue el primer tiempo y volvieron los mismos 11. Debía pasar un rato más. Un alarido semejante al festejo de un gol se oyó cuando Messi salió a realizar el calentamiento. Los ojos se fueron detrás de él y muchos ni se dieron cuenta que Barcelona tenía un penal a favor, convertido por Cesc.

Con el 2-0, Martino acompañó a Messi a la línea de costado, mientras le susurraba algunos consejos y buenos deseos. Leo entró por Iniesta, un cambio que desborda fútbol por los cuatro costados.

Se ubicó en la posición de centrodelantero retrasado. El encuentro estaba poco menos que definido y Getafe no estaba para complicar mucho a Barcelona. Un contexto ideal para retomar ritmo y confianza. Para recuperar viejas sensaciones con la pelota, para activar la memoria futbolística.

Varios toques (la cuenta @barcastuff registró 37 por parte de Messi), alguna gambeta que se insinúa. También unas pocas y lógicas imprecisiones. Se terminaba el partido y muchos ya se daban por contento con tenerlo de vuelta ahí, de verlo en acción. Si se esperó tanto, bien se podía tener un poco más de paciencia hasta que hiciera un gol. No quedaba tiempo para casi nada, pero Messi es así. Hizo uno en el minuto 90 (fácil, la pelota le quedó para un toque) y otro en el segundo minuto de descuento, ya con una corrida, un quiebre para desacomodar a un defensor y definir con un zurdazo alto.

Un gol a lo Messi. Hubo festejos, hubo alivio. Un regreso a lo grande, a su medida..

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