La crisis de la Secretaría de Inteligencia -pequeña o grande, ya veremos-está atada a la suerte de su agente más poderoso, Jaime Stiles, director de Contrainteligencia. Y son malas horas para él, por dos motivos esenciales.
El más notorio es la muerte de "el Lauchón", uno de sus hombres de confianza de la Dirección de Contrainteligencia, a quien vio crecer a su mando desde que lo tiene como subalterno, a mediados de los ochenta. "El Lauchón" era uno de sus hombres más leales y Jaime sintió su muerte como un mensaje en su contra. Incluso, ha hecho correr la versión de que él mismo iba a visitar a "el Lauchón" la mañana del asalto sobre la quinta de Moreno de la policía bonaerense.
"Los tiros fueron para mi", dicen que dice, y apunta a viejos rencores con sectores de la Policía de la provincia y de la política. Contra lo que se dijo en las primeras horas, el propio Jaime descarta un ajuste por las internas dentro de la Secretaría.
El otro foco que enturbia el presente de Jaime es el caso AMIA. Es él, antes que nadie, el dueño del expediente que administra el fiscal Alberto Nisman. Jaime ha producido la mayor cantidad de "indicios" del expediente, ha viajado por el mundo buscando informes y testimonios provistos por sus dos grandes aliados, la CIA estadounidense y la Mossad israelí. Si algo ha mantenido a Jaime en el lugar al que llegó, es el respaldo de esas poderosas agencias. Y él ha retribuido, en particular, con el impulso que ha dado a la acusación contra ex funcionarios del gobierno de Irán.
La decisión de Cristina Kirchner de buscar un marco de negociación con Irán dejó a Jaime desacomodado frente a todos sus aliados. Los intentos del fiscal Nisman por revertir el acuerdo no alcanzaron para ayudarlo. Es más: motivaron la reacción de Alejandra Gils Carbó, procuradora de la Nación, que ahora quiere ir por el fiscal. ¿Podrá hacerlo? ¿Sabe que, si lo hace, se enfrentaría también al hombre fuerte de la SIDE?.
