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Bertrand Badie: "Sería una catástrofe regresar al bilateralismo"

Comercio exterior

El politólogo francés habló con LA NACION de la diplomacia del contubernio, el rol conveniente que caracteriza a las relaciones internacionales del G-8 y la muerte del G-20

Por   | LA NACION

Bertrand Badie habla de la diplomacia del contubernio, del fracaso del G-20 y dice que el G-8 debería llamarse "G menos 186".

Durante una visita a la Argentina para participar de un seminario organizado por la Universidad Tres de Febrero, el politólogo francés, referente mundial en temas de relaciones internacionales, dialogó con LA NACION.

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-¿Qué es la diplomacia del contubernio [título de su último libro]?

-Con la globalización estamos en un punto intermedio entre la rivalidad, la competencia y la cooperación. El modelo antiguo de relaciones internacionales era la rivalidad permanente entre los Estados, cosa que hoy, con los vínculos de interdependencia de la globalización, ya no es posible. Por lo tanto, los Estados deben acercarse a un modelo cooperativo. La connivencia, el contubernio, es un punto de equilibrio entre la rivalidad que ya no es posible y la cooperación que no logra construirse. La palabra connivencia en francés se refiere a los acuerdos o contratos comerciales ocultos que se hacían en la Edad Media. Usé esa metáfora para describir el nuevo juego diplomático entre los Estados que presuntamente son los más poderosos y se reúnen para afirmar su solidaridad, pero traduciéndola no con una verdadera cooperación, sino con una especie de acuerdo de mínima que tiene una dimensión moral bastante negativa porque ese aspecto tácito y oculto de la connivencia remite a una tendencia a perdonarse entre poderosos para ponerse de acuerdo respecto de los débiles. Por ejemplo, el ingreso de China al G-20 se tradujo en una especie de indulgencia tácita de las democracias occidentales contra la violación de los derechos humanos. Eso es connivencia o contubernio, un acuerdo un poquito vergonzoso pero que traduce la voluntad, solidaridad entre los poderosos y los ricos, entre los que llamo oligarcas.

-Tras la crisis, el G-20 surgió para reordenar la economía mundial y evitar el proteccionismo. Todo indica que esa vía fracasó. ¿Qué número debería acompañar a la G para tener chances reales de ejecutar los cambios necesarios?

-En noviembre de 2008, en la primera reunión de jefes de Estado del G-20, los más antiguos del G-8 juraban con la mano en el corazón que el G-20 reemplazaría al G-8. Los inocentes creyeron que, efectivamente, el surgimiento del G-20 se correspondía con el nuevo orden de la economía mundial en el que se les daba lugar a las potencias emergentes, como Brasil y la Argentina, y que, por lo tanto, el G-8 desaparecería. Sin embargo, el que casi desapareció hoy es el G-20, que se reúne siempre luego de una suerte de predeliberación del G-8. La gente del G-20 es invitada al postre o más bien para el café (dice riendo), más tarde todavía. La creación del G-20 fue una operación política.

¿Cuál es el número de oro? Creo que no lo hay. Para mí, el G-8 es ante todo el G menos 186.

Lo esencial con la globalización es tener una gobernanza inclusiva. El G-20 representa el 90% del PBI mundial, pero sólo el 1% del sufrimiento mundial. Si realmente queremos atacar el sufrimiento, los conflictos que afectan el mundo actual, sólo podemos hacerlo involucrando fuertemente a los actores locales. No creo en un gobierno oligárquico del mundo. Ya no estamos en el siglo XIX donde los poderosos podían decidir las reglas de juego mundial. La mundialización tiene una capacidad de resistencia que si no se entiende, se corre el riesgo de provocar un desorden más grave todavía.

Este "club" existe desde hace 38 años, ¿puede citarme una decisión que hayan tomado que pudiera haber contribuido para mejorar la gobernanza mundial? Es un lugar retórico, un lugar donde se borran los pecados de los más grandes con la idea obsesiva de conservar el orden tal como está y no cambiar más que lo indispensable para evitar el caos total.

-¿Los negociadores comerciales siguen funcionando con manuales, ideas y metodología del siglo pasado? ¿No es difícil pensar así en un cambio de la gobernanza mundial?

-Totalmente de acuerdo. Esos actores que describe tienen miedo al cambio, temen que la creación de una verdadera gobernanza mundial pueda reducir su poder. Por eso, hay una enorme resistencia cultural. No hay que olvidar que los europeos siempre creyeron que las relaciones internacionales se limitaban a Europa y tienen dificultad de imaginar una apertura al mundo.

Pero no seamos totalmente pesimistas. Creo que hay un factor de cambio importante y es que esta diplomacia del contubernio parece satisfacer a aquellos que pertenecen al pasado, pero es muy costosa. Por eso estoy convencido de que, por una simple cuestión de economía, las grandes potencias aceptarán dar nacimiento a un verdadero multilateralismo.

Vea la evolución de los Estados Unidos desde los fracasos de los neoconservadores. Cómo Obama demuestra prudencia en materia de intervención o manipulación de regímenes políticos. Lo que los presidentes norteamericanos se habían permitido hacer en América latina en los 70 ya no lo hacen en Medio Oriente o en el mundo árabe. Descubrieron hasta qué punto lo hegemónico e intervencionista les resultó extremadamente costoso. El fracaso completo de la aventura iraquí les costó a los Estados Unidos 4000 millones de dólares. O sea, que hay una evolución que será inevitable.

-¿Piensa que ese cambio marcará un final de era también para los acuerdos comerciales tal como los conocimos hasta ahora?

-Estamos en una encrucijada. Hay tres opciones: la integración regional; el retorno del bilateralismo, que refuerza a cada una de las naciones, y el transregionalismo: pensar la cooperación ya no en función de la proximidad geográfica, sino de afinidades [como el Brics].

Sería una catástrofe el regreso al bilateralismo porque es incompatible con la mundialización, mientras que el trasnacionalismo y el regionalismo pueden complementarse. Es la apuesta que hace Brasil con un pie en el Mercosur y otro en el Brics. En la globalización, cuantos más vínculos se creen, más posibilidades hay de salir victoriosos..

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