Todo a Babor. Revista divulgativa de Historia Naval
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Los médicos-cirujanos y los sangradores a bordo.

Elaboración propia. Basado en la “Real Ordenanza Naval para el servicio de los baxeles de S.M.” de 1802

Título 25º.- Los médicos-cirujanos y los sangradores a bordo.

El cirujano de la clase de primero o segundo, se presentaba por primera vez antes de embarcarse, al jefe del Arsenal y al comandante del buque al que había sido asignado. Este verificaba su recibo mediante el pliego correspondiente, reconociendo antes, si fuera preciso, los efectos a su cargo.

Cada médico-cirujano debía embarcar su propia caja de instrumentos para las operaciones propias de su facultad. Estos utensilios eran a cuenta de la Real Hacienda, y que antes de su embarco era inspeccionado su estado por parte del director de su cuerpo o los ayudantes de los departamentos, certificando el estado y cantidad, para que una vez embarcado  fuera registrado por el comandante del bajel, por si luego hubiera alguna pérdida o deterioro por omisión o malicia. Quedaba por lo tanto certificado por el contador y visado por el comandante. Normalmente se solía mirar mucho que no se andase escaso de torniquetes, ya que en caso de combate eran de suma importancia.

El cirujano era el encargado, una vez hecho su cargo en el buque, de ir al hospital del departamento a proveerse de las cajas de medicinas destinadas a su buque. Examinando el estado de las mismas, su cantidad y calidad. A partir de ese momento pasaba a ser responsable de las mismas.

Por la mañana y tarde el cirujano primero reconocía a los hombres que dijeran estar enfermos, haciéndoles en su caso, poniendo nombre y plaza, una baja al hospital (si estaban en puerto) o a la enfermería (si estaban en la mar). Esta baja se entregaba al oficial de guardia. El cirujano, así mismo tenía que vigilar mucho el aseo y disposición de la enfermería de a bordo, así como la asistencia de sus segundos, sangradores y enfermeros. También debía controlar y examinar el estado de los alimentos asignados a la enfermería, dando cuenta al comandante de las faltas que notase.

Si el cirujano observaba enfermedades contagiosas en los convalecientes podía proponer al comandante la separación posible de los mismos si no era posible enviarlos a tierra. Las ropas de esta clase de enfermos eran o bien quemadas o echadas al agua.

Estando en puerto todas las mañanas se hacía la curación de los que padecían achaques de poca entidad, estando obligado a practicarlo a cualquier hora del día que fuese necesario, tanto en su buque de destino, estando o no de guardia, como en cualquier otro que se le llamase o enviase. A todos los hombres que curase tenía que tomarles el nombre y dar parte al oficial de guardia, declarando también la gravedad y circunstancias de su convalecencia.

El cirujano debía llevar nota diariamente de los que entraban y salían de la enfermería, así como de la ordenación de los medicamentos, progreso de las enfermedades y calidad de las que dominaban, ya fuese por el clima o la estación y todo cuanto pudiera ser de interés a la comunidad médica, a quienes debía presentar al termino de la campaña todos los datos interesantes. No hay que olvidar que la investigación por entonces era de forma empírica, y que la experiencia acumulada por un cirujano en una campaña, podía ser de suma utilidad a otros cirujanos en el futuro. También debía informar al comandante del buque, especialmente cuando se iba a salir a la mar en poco tiempo, del estado de los enfermos a bordo. No era raro que por enfermedad, sobre todo en lugares tropicales, se impidiera hacerse a la vela a un buque  por falta de hombres para poder tripularlo.

Bajo pena de ser separado de su plaza el cirujano no podía informar a nadie más que al comandante del estado de un enfermo, hasta que este no diera el visto bueno.

Estaba obligado a enterarse del plan de combate y como había de establecerse la enfermería  para el mismo, preparando en los simulacros de zafarranchos de combate, los vendajes y demás utensilios necesarios para asistir a los heridos, y poder así hacerlo con la presteza conveniente.

El primer médico-cirujano tenía bajo su mando a los segundos cirujanos, que tenían la obligación de ser los que preparasen las medicinas cuando no había boticario a bordo. Si fuera así, serían los boticarios los que tuviesen a su cargo la caja de las medicinas, estando a las órdenes de los primeros y segundos cirujanos. El boticario podía exponer queja  al primer cirujano si hallase en las recetas que le mandaban estas no estuvieran bien regladas.

Los médicos-cirujanos a bordo eran oficiales mayores y como tales debían ser tratados por el resto de la tripulación. Tras los oficiales de guerra eran los siguientes en el escalafón. Los sangradores a bordo eran considerados oficiales de mar y estaban a las órdenes directas de los médicos-cirujanos, en cuanto a su ejercicio y demás ramos de asistencia de los enfermos, preparación de medicinas menores, cuidado y aseo de la enfermería y reposición de los efectos de ella que se pusieran a su cargo.

 

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