Todo a Babor. Revista divulgativa de Historia Naval
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Napoleón y sus Almirantes.

(Por: Christine Bellec. Doctora en Letras, Universidad de Paris-X-Nanterre.
Mis agradecimientos más sinceros a Luis Rodríguez Vázquez, por sus consejos y su ayuda).

Por regla general, como  dijo Jurien de la Gravière, Napoleón “sólo escogio hombres mediocres, totalmente por debajo de los deberes que se les imponían”. Temía formar rivales.

Al ser un hombre de guerra, quería y necesitaba que sus almirantes también lo fueran. Aparentemente, en este período, no le quedaba a Francia sino oficiales de pluma.

En 1805, la Marina sólo cuenta con 14 Contralmirantes, Missiessy era el más viejo. Son insuficientes, y demasiado viejos para Napoleón. Aparte de Dumanoir, el más joven y más mediocre, todos tenían entre 40 y 61 años.

Bruix
Eustache de Bruix.

Nacido en Santo Domingo el 17 de julio de 1761, muerto en París el 18 de marzo de 1805.

Biografía
Nacido en Santo Domingo en una familia originaria de Gascoña. Entró en la Marina como guardia a los 15 años, hizo la guerra de América sobre una corbeta cuyo mando recibió antes de cumplir los 22 años. Aristócrata de raza y de maneras, de elegante figura y buen parecer, el rostro regular y expresivo, tuvo mucho éxito en los salones de Versalles; pero también entre sus compañeros una fama de oficial muy instruido y ha sido seleccionado por la Academia de Marina como miembro cuando sólo era teniente de navío. Nombrado Capitán de Navío en 1793, destituido casi enseguida por noble, apenas se quedó un año fuera de la Marina, durante el cual vivió en la miseria total. Es nombrado jefe de Estado mayor del ejército naval del Océano en 1794.

Retrato
Es de salud delicada, que empeora llevando de frente, con el mismo ardor, los placeres de todo tipo y los deberes de su carga que asume en gran administrador, así como en marino enérgico, teniendo unas vistas las más claras sobre las necesidades y posibilidades de Francia en el ámbito marítimo. Ya Contralmirante, es ministro de Marina en abril de 1798, función en la cual mostró energía, método pero sobre todo un patriotismo que, a sus ojos, debía caracterizarse por el odio hacia Inglaterra.

En 1799, Bruix recibe del Directorio una misión cuya meta es “penetrar en el Mediterráneo y destruir, o por lo menos sacar de ahí las fuerzas navales enemigas que puedan encontrarse”. Debe evitar el combate hasta no entrar en este mar, requiriendo, si fuera menester, la ayuda de la escuadra española de Cádiz.

Tras el fracaso de la empresa, escribirá Napoleón desde Santa Elena: “Bruix era bastante buen marino, tenía espíritu, pero carecía de carácter y era siempre valetudinario”. Aquí Napoleón juzga el jefe de guerra, no el jefe de Estado Mayor. Pero lo que dice de Bruix en 1816, no lo pensaba en 1799, tampoco en 1804. En caso contrario, nunca le hubiera confiado destinos tan importantes.

Nombrado Vicealmirante a los 38 años, permanece poco activo por su salud fragil. Sin embargo, acepta con entusiasmo el mando de la Flotilla Nacional que le propone Decrès en julio de 1803.

Bruix muere en Paris el 18 de marzo de 1805, enfermo, a los 45 años. Menos de siete meses después de la desaparición de Latouche-Tréville, es una gran pérdida para la marina francesa. Estos dos hombres, dice Jurien de la Gravière quien los conoció, eran “los más notables que haya tenido la marina de la República y del Imperio… Ambos tenían las mismas pasiones y la misma energía.”

Decres
Duque Decrès Denis, (1761-1820)

Biografía
Nacido en Chaumont (Alta-Marne) el 18 de junio de 1761, guardiamarina en 1779, participó a bordo del Richmond en todos los combates de Grasse en las costas americanas y en las Antillas. Durante la batalla de Saintes en 1782, manda la canoa que le pasa un remolque al Glorieux desamparado y le promulgan alférez. De 1783 a 1786, hace campaña en las Antillas. Teniente de navío en 1786, es nombrado Capitán de Navío en 1793 y mantiene el destino de Mayor de la División de Indias en la Cybèle, operando contra los Mahrattes. Destituido y detenido por noble en 1794, se le reintegra en 1795 y manda el Formidable en la escuadra de Villeneuve. Jefe de división, participa en la expedición de Irlanda bajo Morard de Galles. Nombrado Contralmirante a la edad de 37 años, manda las fragatas en la armada de Brueys durante la expedición a Egipto y llega a Malte después de la batalla de Abukir, en la cual no tomó parte. Al regresar a Francia a bordo del Guillaume Tell, debe arriar su pabellón delante de tres ingleses que lo llevan preso. Liberado es prefecto marítimo de Lorient en 1800, manda la escuadra de Rochefort en 1801 y le nombran ministro de marina hasta la caída del Imperio. Vicealmirante en 1804, duque en 1813, lo jubilan en agosto de 1815, muere en París el 7 de diciembre de 1820 tras una tentativa de asesinato por su ayudante de cámara. En 1814, la Marina dispone, gracias a él, de 103 navíos y 54 fragatas.

Retrato
Contralmirante en 1798, hizo la campaña de Egipto, participó al ataque de Malta pero teniendo en ella una actitud de las más criticables en Abukir…. Fue nombrado ministro de Marina en 1801 hasta el fin del Imperio. Demostró cualidades como administrador y desarrolló una gran actividad. Encontró a la marina arruinada por la anarquía revolucionaria y trabajó para reconstituirla, hizo construir barcos y puertos, volvió a organizar los mandos. Estos esfuerzos dieron su fruto ya que en 1814, 103 navíos y 54 fragatas estaban en servicio. Decrès no siempre tuvo selecciones muy felices para los grandes mandos y muchas veces se opuso a la incomprensión del emperador. Inteligente y lúcido pero escéptico y desengañado, predijo los desastres del fin del Imperio descritos a continuación.

Bonaparte escasamente se ha equivocado seleccionando a sus hombres. En sus primeros encuentros con Decrès, en Egipto, lo juzgó inteligente y reflexivo, conociendo perfectamente su oficio de marino, hablador brillante sin ser superficial, sabiendo alternar a propósito la rudeza del lenguaje del lobo de mar con las maneras refinadas de un aristócrata del antiguo régimen. Se le ve como un cortesano hábil. Todos estos elementos contribuyeron a que el primer Cónsul se dejara seducir por tal hombre.

Thiers dijo del él: “frondoso, solo veía el lado negativo de las cosas, excelente crítico de las operaciones ajenas; buen ministro muy útil al lado de Napoleón, quien necesitaba consejeros menos confiados que lo era el mismo.”

Según el general Thiébault, “su papel era el de un hombre basto, incapaz de no decir verdades, por más atrevidas que parecieran; gracias a su habilidad, cada una de sus críticas era un elogio, cada uno de sus reproches una felicitación.”

Un Capitán de Navío hizo su retrato haciendo un resumen de lo que opinaba la mayoría de la gente: “hombre de gran mérito, buen administrador, cortesano demasiaso celado, espiritual, de palabra fácil y elegante; pero como marino, muy basto, de carácter muy desigual, diciendo muchas veces groserías a sus subordinados; por lo tanto, por hacerle justicia, en la marina no lo querían”.

Su mayor calidad para Napoleón: su extraordinaria potencia de trabajo, su vivacidad, ligereza de espíritu que le permitían comprender inmediatamente el pensamiento de su jefe, hacerlo suyo, encontrar enseguida las vías o modos de ejecución.

Desde Santa Elena, Napoleón puso unas sombras a este retrato: “Sabía mandar; su administración era rigorosa y pura. Tenía espíritu, y mucho, pero únicamente para la conversación. No creaba nada, ejecutaba mezquinamente, caminaba y no quería correr. Mejor hubiese pasado la mitad de su tiempo en los puertos o en las flotas de ejercicio; se lo hubiera tomado en cuenta; pero como cortesano, tenía miedo de alejarse de su cartera. Me conocía mal; se hubiese defendido mejor ahí que en una Corte: su alejamiento hubiese sido su mejor abogado.”

Decrès retrata a Napoleón

Marmont, Duque de Raguse, relata en sus memorias una conversación con Decrès hacia 1810: “El almirante Decrès, Ministro de Marina, era mi compatriota… navegamos juntos en la travesía de Egipto. Era un hombre de mucho espíritu… No haré el elogio de su carácter apasionado y vindicativo; conocía varios rasgos suyos condenables, pero personalmente, siempre pude alabar sus procedimientos hacia mi persona… Pronunció él estas mismas palabras:

- ¿Quiere Ud. que le diga la verdad, que le desvele el porvenir? El Emperador está loco, totalmente loco, y nos echará a todos, tantos como somos, el culo arriba, y todo esto terminará con una espantosa catástrofe.

Di dos pasos atrás y le contesté:

- ¿Está Ud. mismo loco por hablarme así, o es otra prueba que quiere hacerme pasar?

- Ni lo uno ni lo otro, mi querido amigo; sólo le digo la verdad. No la pregonaré por los techos; pero su antigua amistad y la confianza existente entre nosotros dos me autorizan para hablarle sin reserva. Lo que le digo es demasiado cierto, y será Ud. testigo de mi predicción.

Y con esto, desarrolló sus ideas hablándome de la extrañez de los proyectos del emperador, su mobilidad y contradicción, de su gigantesca extensión, ¿qué sé yo? Me presentó un cuadro que los acontecimientos han justificado demasiado. Más de una vez, desde la Restauración, he recordado a Decrès esta conversación y su extraña pero muy triste predicción.”

Dumanoir
Pierre-Etienne-René, conde Dumanoir Le Pelley (1770-1829)

Biografía
Sobrino de Pléville Le Pelley, nacido en Granville el 2 de agosto de 1770, entra en el servicio como alumno de puerto en 1787. Hace campaña en Santo Domingo, en las costas de África y en Guayana. Teniente de navío en 1793, sirve entre 1794 y 1795 en el Estado mayor del Almirante Martin en Tolón. Capitán de Navío en 1795, manda el Berwick, tomado a los ingleses, participa en el ataque de un convoy en el Mediterráneo, a la destrucción de los establecimientos ingleses de Terra Nova por Richery en 1796 y en la expedición de Irlanda a bordo de la Révolution.  Jefe de división en 1797, manda sobre la Fraternité una división en la escuadra enviada a Santo Domingo, participa a la expedición de Egipto durante la cual dirige el puerto de Alejandría y regresa a Francia con Bonaparte. Contralmirante en 1799 manda una división en la escuadra de Bruix. En Cádiz en 1801, no apoya a Linois en el combate de Algeciras. Otra vez manda una división en Santo Domingo en 1802 luego en la escuadra de Villeneuve hasta Trafalgar, donde abandona a su jefe sin participar. Es prisionero en noviembre de 1805 en el combate de cabo Villano. Lo mantienen en desgracia hasta 1811, luego le rehabilitan y manda la marina en Dantzig, donde le apresan los rusos en 1814. Conde durante la Restauración, diputado de la Mancha en 1815, Vicealmirante en 1819. Recibe las condecoraciones de Gran Oficial de la Legión de Honor y la Cruz de Comendador de San Luis. Muere en París el 6 de julio de 1829.

Retrato
En 1809, frente al consejo de encuesta que juzga su conducta en Trafalgar, argumenta la calma y la marejada que le hacía difícil maniobrar, las averías de arboladura que hubiesen impedido a su navío-almirante, Le Formidable, combatir en todas las posiciones: excusas que recuerdan de forma extraña las que Villeneuve había dado de su inacción, en un caso muy similar, cierta tarde en Abukir…

En 1794, Dumanoir fue nombrado Capitán de Navío a los 25 años. Se murmura que evidentemente, este nombramiento se debe a que su tío, Pléville Le Pelley era Ministro. Justificó su promoción primero al mando del Berwick, participando en la presa de un gran convoy inglés, luego la Révolution con la cual, en la expedición de Irlanda, salvó la tripulación de la fragata Scévola hundiéndose en plena tempestad. Representa una de las esperanzas de la Marina, pero una esperanza rápidamente decepcionada.

El 2 de abril de 1799, le nombran Comandante del puerto de Alejandría, Egipto (previo batalla de Abukir).

A la muerte de Latouche-Tréville en agosto de 1804 es nombrado jefe de escuadra para remplazarlo. Escribe Napoleón à Decrès: “no hay que perder un momento para enviar a un Almirante que mande la escuadra de Tolón. No puede ser peor de lo que es hoy entre las manos de Dumanoir, que no es capaz ni de mantener la disciplina en tan grande escuadra, ni hacerla reaccionar.”

Napoleón conoce muy buen el ex-jefe de los transportes de la expedición de Egipto, el antiguo comandante del Carrère que acompañaba el Muiron en el regreso de Alejandría. Dejó que lo nombraran Contralmirante después de este viaje, aunque sólo tuviera 29 años, pero no quiere confiarle ningún destino de importancia.

Tras la derrota de Trafalgar, regresa a Francia tres meses después de Villeneuve (julio de 1806). Evita atraer la atención y permanece sin empleo en su tierra natal, Granville. En 1809 solamente, solicitará ser juzgado por un Consejo de Encuesta compuesto por Fleurieu de 71 años, Bougainville de 80 años, Thévenard de 73 años y de Rosily. Lo declaran inocente por su conducta en Trafalgar pero sí le reprochan su conducta durante el combate de Cabo Villano. Un poco más tarde, un Consejo de Guerra presidido por Ganteaume decidirá “que el Señor Contralmirante Dumanoir, comandante de una de las escuadras de Su Majestad, ha llenado sus deberes de oficial general y que sus maniobras no se pueden condenar.” Dumanoir solía decir que si había cometido alguna negligencia personal, ésta se debía únicamente a los errores de los altos mandos.

Sin embargo, según Glover a bordo del Northemberland, parece que Napoleón trató de obtener del Consejo de Guerra su sustitución y ejecución, en vano. El juicio de Tolón fue un juicio de compañeros; la historia no lo ratificó.

Ganteume

Ganteaume Honoré Joseph Antoine, Conde

Biografía
Nacido en la Ciotat el 13 de abril de 1755, muerto en Aubagne el 28 de septiembre de 1818.

Provenzal, hijo de marino, comenzó a navegar al comercio con su padre en 1769. Entró al servicio del Rey como oficial auxiliar, a principios de la guerra de América. Pero su origen plebeyo por haberle abierto sólo una carrera mediocre, dejó pronto la flota de guerra para mandar un navío de la Compañía de las Indias, tomado por los ingleses en 1793; al ser soltado Ganteaume, entra en la marina militar. En el combate del 1 de junio de 1794, recibió tres heridas luchando contra dos navíos ingleses que obligó a alejarse. Luego, en la cabecera de una pequeña división, capturó en Levante a una treintena de navíos de comercio ingleses. Se encontraba en la escuadra de Brueys en Abukir y abandona el Orient unos minutos antes de la explosión del navío; Contralmirante, manda las fuerzas navales que operan en las costas de Egipto y asiste a los sitios de Jaffa y Saint-Jean-d’Acre, luego trae a Bonaparte sobre el Muiron.

Consejero de Estado en 1800. Vicealmirante en 1804, manda el ejército naval del Océano en Brest, inmobilizado por el bloqueo. Gran Águila de la Legión de Honor en 1805, dos veces Ministro interino en 1806 y 1807. Comandante del Ejército Naval del Mediterráneo. Conde del Imperio en 1810, Chambelán del Emperador, coronel al mando del batallón de los marinos de la Guardia en 1811. Adhiere al decaimiento de Napoleón; nombrado Caballero de San Luis en 1814, se mantiene alejado de los Cien Días. Comendador de San Luis en 1816.

Retrato
Thiers lo describe así: “oficial valeroso, inteligente, instruido, podía conducir una división naval al fuego; pero fuera del fuego, vacilante, incierto, dejando pasar la fortuna sin agarrarla, se le debería de emplear sólo en las empresas menos difíciles.”

Como hombre de Estado, su inteligencia, su curiosidad y un espíritu vivo y penetrante lo hicieron apreciar. Cambió este retrato cuando fue encargado de llevar refuerzos a Egipto en 1801: Glover, el secretario del almirante Cockburn quien llevó a Napoleón a Santa Elena, y aludiendo sus recuerdos del Muiron dijo: “el almirante Ganteaume se portó muy bien mientras Bonaparte se encontraba a su lado regresando de Egipto. Si lo hubiese dejado actuar solo, los hubieran capturado cinco veces por una, ya que en cada momento, quería cambiar de rumbo para evitar un enemigo u otro; tal exceso de prudencia le hubiese hecho perder de noche el camino recorrido de día. Por lo tanto, Bonaparte le obligaba a mostrarle un mapa y la posición exacta del buque, el posible peligro; luego, casi invariablemente, invitaba al almirante a dirigirse sobre Fréjus… Ganteaume presentaba una inquietud imposible para describir y daba pena verle, había realmente perdido la cabeza… Bonaparte sólo se ocupaba en dar órdenes; la rapidez de sus decisiones parecían crecer aun más con el aspecto del peligro”.

Sobre el fracaso de su expedición de fines del 1799 principios de 1800, salieron unos versos que hicieron reir a muchos:

Vaisseaux lestés, tête sans lest,                     Navío con lastre, cabeza sin lastre,

Ainsi part l’amiral Ganteaume;                    Así sale el almirante Ganteaume;

Il s’en va de Brest à Bertheaume;                 Se va de Brest à Bertheaume;

Et revient de Bertheaume à Brest.                Y regresa de Bertheaume a Brest.

Napoleón describió este fracaso: “Nada podía impedirle llegar a Alejandría, porque la bahía de Macri está situada a doscientas leguas de este puerto. Pero la moral del Contralmirante francés se había agotado en la navegación desde Brest hasta el estrecho. Ganteaume se dejó persuadir que sus navíos necesitaban reparaciones, y puso rumbo hacia Tolón fondeando el 20 de febrero (de 1801). Faltó a su misión. Estas averías sólo eran un pretexto, las podía arreglar en el mar sin desviar su ruta.”

No le hace falta bravura. Pero el horrible recuerdo de Abukir le obsesiona y el encuentro con una escuadra inglesa representa a sus ojos un presagio de derrota. Sin embargo se siente vergonzoso y se justifica a Napoleón: “me siento agobiado por el cansancio, devorado por la inquietud, sintiendo al mismo tiempo todos los tormentos.”

Sin embargo, Napoleón le aprecia porque sabe que puede contar con su entrega, su juicio y su franqueza. A fines de 1803, le pide su opinión sobre ideas de desembarco en Inglaterra utilizando las flotillas. Ganteaume le contesta francamente: imposible por las condiciones del mar, corrientes, meteorología, etc. en invierno.

En 1810, Napoleón lo nombra Primer Presidente del “Consejo de Marina” que acaba de crear, con el fin de desarrollar rápidamente la marina.

Latouche Treville
Louis-René Levassor de Latouche Tréville

Nacido en Rochefort el 3 de junio de 1745, muere el 19 de agosto de 1804

Fue un verdadero hombre de guerra. Tuvo una carrera singular. Hijo de un Jefe de Escuadra, sobrino de un Teniente General de los ejércitos navales, entró en los Guardias y primero navegó con su tío a los 13 años. Luego, a los veinte años, encontrándose en la Martinica, lo atrajo el oficio de oficial de caballería y como tal, desempeñó las funciones de ayudante de campo del gobernador. Entra en la Marina, participa a la guerra de Independencia, fue él quien llevó a Lafayette a Estados Unidos. Fue herido, prisionero, suelto al llegar la paz, fue canciller del Duque de Orleáns. Elegido en 1789 diputado de la nobleza de Montargis en los Estados Generales, adhirió a los principios de la revolución, se disgustó de la política aun más rápidamente que de la caballería y volvió a tomar el mar, a principios de 1792. Nombrado Contralmirante por la República, pero pronto destituido y aun preso por ser sospechoso. Pasaron muchos años antes que fuera reconocido su valor. Incluso ofreció sus servicios al corso. Forfait, entonces Ministro de Marina, lo vuelve a integrar con su grado primero con el mando de una división en la escuadra de Brest, luego con el mando de la flotilla que supo armar y formar con éxito.

Muerto a bordo del Bucentaure el 18 de agosto de 1804 con estas palabras: “porque un Almirante es demasiado feliz si puede morir bajo el pabellón de su nave”.

Missiessy, Edouard-Thomas, Conde de Burgues
Missiessy, Edouard-Thomas, Conde de Burgues

Biografía
Nacido en Tolón el 23 de abril de 1756, muere en Tolón el 24 de marzo de 1837.

Hijo de un Capitán de Navío. Entró en la marina como guardiamarina en 1766. Teniente de navío en 1781, Caballero de San Luis en 1785, Capitán de Navío en 1792, Contralmirante en 1793. En Tolón en 1793, su ciudad natal, fue prisionero por sospechoso, luego suelto, encontrándose en una posición difícil cuando la ciudad fue entregada a los ingleses: su patriotismo le prohibía servir al enemigo, sus vínculos familiales le alejaban de los jacobinos; decidió pasar a Italia. Regresa en 1795 y declarado inocente en un consejo de encuesta, sobre todo por su gran fama de marino y de técnico: es autor de un código de señales mucho tiempo en vigor, de dos tratados sobre amarre e instalación de navíos que hicieron autoridad. Fue jefe del Estado Mayor del Ejército Naval de Truguet en Cádiz en 1801. Ha sido prefecto marítimo en Le Havre, y por último, segundo comandante de la escuadra de Brest (1804). Fue encargado, durante el proyecto de invasión a Inglaterra, de ir a las Antillas para atraer a los ingleses, esperar la escuadra de Villeneuve, pero sale demasiado temprano, antes de que llegue este. En Francia en julio de 1805, lo despiden hasta 1808.

Gran Cruz de la Legión de Honor en 1814, no participa a los Cien Días. Comandante de la Marina en Tolón en 1816. Gran Cruz de San Luis en 1820. Retirado en 1832.

Retrato
Napoleón reconoce su valor y su talento, desconfiando sin embargo de sus tendencias contra-revolucionarias: apoya abiertamente la causa de los Borbones.

Decrès lo retrata con una personalidad demasiado fuerte y un carácter independiente. Tras una entrevista con él, deduce que Missiessy se siente frustrado por no haber sido nombrado Vicealmirante (1804). Se justifica a sus familiares diciendo que si no ha hecho nada durante la guerra, por lo menos tiene el honor de no haber tenido fracasos…

En verano de 1805 se niega a tomar el mando que fuera. Vuelve a la Marina en 1808 como jefe de la escuadra de Anvers.

Rosily
Rosily-Mesros, François-Etienne, Conde de

Biografía
Nacido en Brest el 13 de enero de 1748, muerto en París el 12 de noviembre de 1832.

Antiguo guardiamarina (1762), ha tenido una carrera de las más activas. Alférez de navío en 1770. En 1772, hacía parte de la expedición de Kerguelen en las tierras australes, y al garete en una chalupa explorando las islas recientemente encontradas, escapó a la muerte sólo gracias al encuentro providencial con una gabarra que iba hacia Nueva-Holanda. Se ha distinguido bajo Guichen y Suffren y con la paz, se especializó en la hidrografía con la cual se hizo famoso. Capitán de Navío en 1784, Contralmirante en 1793, Vicealmirante en 1796. Desde 1795, manda el Depósito de Mapas y Planos de la Marina. Nombrado comandante de la escuadra combinada hispano-francesa en Cádiz, llega demasiado tarde para participar a la batalla de Trafalgar. Abandonado por los navíos españoles en 1808, tiene que rendirse a la escuadra española. Conde del Imperio en 1809, Gran Cruz de la Legión de Honor en 1814, Gran Cruz de San Luis en 1822.

Retrato
A los 56 años, en 1804, solicita a Napoleón nombrarle Gran Oficial de la Legión de Honor, a lo cual se niega el Emperador quien escribe a Decrès en una carta del 29 de abril: “Missiessy, Gourdon, Lacrosse, Magon están en mi espíritu encima de él; se equivoca al compararse a Bruix, Ganteaume, Ud. o Villaret. Incluso estimo que todo Capitán de Navío, por haber hecho la guerra y tener algún mérito, tiene más consideración a mis ojos que el Sr. Rosily. Sin embargo es un buen oficial; no está tan viejo que no pueda prestar servicios al mar. Empléelo; o que se mantenga tal como ahora, pero que no vuelva a escuchar nada relativo a su persona para ningún tipo de promoción. Los hombres que permanecen en París no pueden compararse a los hombres que se exponen a todos los peligros que corren al mar; y cuando se alzan para compararse a ellos, hay que recordárselo para hacerlos regresar a ellos mismos.”

Lo que hace en una carta a Rosily ese mismo día: “Señor Vicealmirante Rosily, no puedo establecer ninguna paridad de antiguedad entre Bruix, Ganteaume, Decrès y Ud. Han navegado, y Ud. no ha navegado desde hace diez años. Tienen, a mis ojos, el muy gran mérito de no haber desesperado de nuestra marina, de haber luchado contra fuerzas superiores, y de haber siempre sostenido el honor del pabellón. Por no haber navegado desde hace tiempo, y por conocer sus talentos y experiencias de la mar, es un verdadero perjuicio que han padecido nuestras fuerzas navales. Asimismo pienso que si Ud. aun se siente en estado de dar servicios, los debe a la mar, y no me negaré a lo que el Ministro de Marina me proponga. Los Almirantes ingleses, que pasan constantemente su vida en el mar, son de más edad que Ud.”

Es difícil comprender, con tal retrato, la decisión de Napoleón de nombrarlo remplazante de Villeneuve en 1805. Probablemente, sabía en esta época que sus planes de invadir a Inglaterra ya habían fracasado, no importándole quien fuera el jefe de la escuadra combinada en Cádiz.

En 1810, Napoleón lo nombra Primer Presidente del Consejo de Construcciones que acaba de crear.

Villaret
Villaret-de-Joyeuse Louis-Thomas, Conde de

Nacido en Auch el 29 de mayo de 1748. Muerto en Venecia, el 24 de julio de 1812.

Biografía
Ingresa en los gendarmes del Rey, mata a un adversario en duelo y entra voluntario en la marina en 1765. Caballero de San Luis en 1783, Teniente de Navío en 1784, Capitán de Navío en 1792, Contralmirante en 1793, Vicealmirante en 1795. Sin actividad hasta 1800. Gran Águila de la Legión de Honor en 1805; capitula frente a los ingleses en 1809. Vuelve a estar activo en 1811, Conde del Imperio en 1808.

Retrato
Fue un contra-revolucionario cuyo perfil imperioso hizo creer en un gran carácter. Desde la edad de los 17 años, navegó constantemente; en la India, bajo las órdenes de Sufren, mostró un valor magnífico. Es un excelente capitán. Pero él conoce sus propios límites. Comandante en jefe en 1794, escribe al Ministro para ser remplazado: “Sabes, le dice, siempre he tenido la buena fe de convenir que esta tarea estaba más allá de mis fuerzas.” Sin embargo también le dice: “no me reprocho la menor falta.” Su gran defecto es la falta de iniciativa. Pero es buen cortesano y hasta el final de su vida, se le confiarán altísimas funciones.

Villeneuve
Villeneuve Pierre Charles Jean-Baptiste Sylvestre de (1763-1806)

Biografía
Nacido en Valensole (Alpes de Alta Provenza) el 31 de diciembre de 1763, Pierre de Villeneuve es guardia en 1778. Sirve como Alférez de Navío sobre el Marseillais en la escuadra de Grasse y toma parte en todas las operaciones de Tobago en las Saintes. Teniente de Navío en 1786, Capitán de Navío en 1793, se le destituye por noble y reintegrado en 1795. Mayor General en Tolón, es nombrado Contralmirante en 1796 y lleva a Brest una división que llega demasiado tarde para participar a la expedición de Irlanda. Manda una división sobre el Guillaume Tell en 1798 en Abukir, demostrando una total inercia al no apoyar a Brueys cercado. Es prisionero en Malta en 1800, manda la marina en Tarente en 1801 y la división de las Antillas en 1803. Vicealmirante en 1804, manda la escuadra de la isla de Aix, luego la escuadra de Tolón sobre el Bucentaure después de la muerte de Tatouche-Tréville. Para atraer a los ingleses a las Antillas y así facilitar el desembarque en Inglaterra, llega a la Martinica en mayo de 1805 con 18 navíos y 7 fragatas franco-españolas. Se le unen los dos navíos de Magon, hace tomar la roca del Diamante por Kosmao-Kerjulien, participa al combate de del cabo Finisterre contra Calder, se refugia en Cádiz con 33 navíos franco-españoles, pierde 17 navíos y tiene 4000 muertos en Trafalgar contra Nelson en octubre de 1805. Liberado en 1806, se suicida en Rennes en abril de 1806.

Retrato
Batalla de Aboukir:
En su informe oficial, Villeneuve no trata de justificar su inacción, sencillamente porque le parece natural: esperaba las órdenes de Brueys que nunca recibió. Por lo tanto, se contentó con intercambiar algunas balas inofensivas con unos navíos ingleses fuera de alcance de sus cañones.

De forma general, parece que la marina francesa no lo consideró mal ya que le siguió confiando mandos “coronados” con el de Trafalgar. Mejor aun, muchos oficiales consideran que ha tenido suerte, ya que logró poner a salvo dos navíos. ¡Hasta Ganteaume se felicita por la “maniobra hábil” utilizada por Villeneuve para escapar a los ingleses!

Sin embargo, no todos piensan así ya que dos años más tarde, escribe Villeneuve en una carta personal a Duchayla: “No te escondo que supe con asombro que tu también fuiste entre los que pretendieron que, durante la noche fatal del combate de Abukir, hubiera podido zarpar con la retaguardia  para socorrer a la vanguardia. Sólo la mala voluntad, la mala fe o la ignorancia las más pronunciadas han podido avanzar tal absurdidad. ¿Efectivamente, cómo es que unos navíos fondeados bajo el viento de la línea, teniendo a la mar dos enormes anclas, una pequeña, cuatro betas, hubiesen podido zarpar y bordear para llegar en lo más duro del combate antes que los navíos ya peleando hubiesen sido reducidos diez veces? Digo que la noche entera no hubiera sido suficiente… A bordo de los navíos de la retaguardia, la idea de zarpar y meterse en lo más fuerte del combate no le vino a nadie, porque era impracticable.”

La historia lo juzgó diferentemente. Todos los que, franceses o ingleses, analizaron esta batalla están de acuerdo para decir que la victoria de Nelson se debe, no sólo al valor de su maniobra, a la cohesión de su escuadra y al valor de sus tripulaciones, a la explosión del navío-almirante que abrió una gran brecha en la línea francesa, pero también, en una gran parte, a la inercia del jefe de nuestra retaguardia.

Desde su exilio en Santa Elena, escribirá Napoleón que en Abukir, Villeneuve fue un “espectador ocioso”. “La acción de Nelson fue una acción desesperada que no se podría poponer por modelo, pero donde desplegó, así como las tripulaciones inglesas, toda la habilidad y vigor posibles, mientras la mitad de la escuadra francesa monstró tanta inepcia como pusilanimidad.”

Decrès lo considera como a un mediocre del cual no hay nada que temer.

Antes de Trafalgar:
El 27 de octubre de 1804 toma el mando de la escuadra de Tolón. Por un golpe de viento el 18 de enero de 1805, Nelson tiene que retirarse. Villeneuve aprovecha para salir, pero enseguida regresa: “la escuadra de Tolón parecía muy hermosa sobre la rada, las tripulaciones bien vestidas, haciendo bien el ejercicio; pero al llegar la tempestad, las cosas han cambiado; no estaban acostumbrados a las tempestades; los pocos marinos perdidos entre los soldados no se encontraban… estos navíos están fuera de emprender algo… El enemigo nos ganaría con fuerzas aun inferiores de un tercio.” Y le pide a Napoleón su relevo, lo que denota una gran falta de confianza en si mismo, el mayor defecto de Villeneuve quien escribe desesperado a Decrès: “Le ruego recordar que no deseé el mando de esta escuadra, cuando más aun, había ambicionado una carrera útil en vez de una carrera gloriosa… Vería con mucho placer que el Emperador me diera un sucesor en este mando… No quisiera, cueste lo que cueste, volverme la fábula de Europa para la historia de nuestros desastres.” Aparentemente, Napoleón nunca recibió este correo; le hubiera escuchado. Por lo contrario, está furioso y reconoce que Villeneuve no sirve para un mando: “el gran mal de nuestra Marina es que los hombres que la mandan están nuevos en los asuntos de mando”.

Villeneuve conocía sus límites. Se realizó su premonición. El Capitán de Navío Jean-Jacques Lucas, comandante del Redoutable, nunca llegó a Contralmirante por apoyar a su Almirante. Tal vez conocía el fondo de su corazón. Fue uno de los pocos que le supo comprender sin condenarlo como lo hizo Napoleón y la Historia.

En marzo de 1805, la escuadra de Tolón aumenta gracias a los navíos españoles, o sea 18 navíos y 7 fragatas. Una fuerza insuficiente, dirigida por un jefe insuficiente. Además, Napoleón no quiere poner a Villeneuve al tanto de sus intenciones. Por lo tanto, este nunca sabrá la importancia de sus movimientos. Esta ignorancia será otro factor de la derrota.

Finalmente, sale de Tolón el 30 de marzo con once navíos, seis fragatas y dos corbetas, sin entusiasmo: “Me voy, mi querido General, escribe a Decrès; quiera Dios que la fortuna me de sus favores que las necesito, creo yo.”

Napoleón ya conoce su falta de confianza en si mismo y escribe al General Lauriston quien manda las tropas embarcadas: “Acompáñele para que siga su destino y no vacile en unas operaciones cuyos resultados son tan importantes para los destinos futuros de Francia. Nuestros almirantes necesitan osadía para no confundir fragatas con navíos de guerra y navíos de comercio con flotas. Es menester tener decisión en las deliberaciones, y al salir la escuadra, ir derecho al blanco y no recalar en los puertos o regresar”.

A mediados de agosto de 1805, Villeneuve tiene bajo sus órdenes 29 navíos (18 franceses y 11 españoles), seis fragatas, cuatro corbetas. Pero su moral no está a la altura del mando. Escribe al ministro al llegar a Vigo: “las desgracias se han acumulado sobre esta escuadra en un progreso siempre creciente…” Se piensa que la confianza que le tiene el Emperador dándole este mando va a estimular su energía. Pasa todo lo contrario. Escribe desde la Coruña: “No trataré, Señor, de retratarle mi estado, es horroroso… está todo en contra mío, hasta el cielo.” (un rayo ha caído sobre su navío almirante, sin ocasionar daños graves).

Y estas son cartas oficiales. En las particulares a Decrès se muestra aun más decaido: “se necesitaría mucho, que saliendo de aquí con veintinueve navíos, se me pueda considerar como para poder luchar contra un número igual de navíos. No temo decírselo a Ud., me molestaría encontrar a veinte de ellos…” Porque cuenta como nulo el valor del aporte español: “Estos navíos sólo están en absoluto aptos para comprometerlo todo, así como siempre lo han hecho. ¡Ellos son los que nos condujeron al último grado de las desgracias!”

Sin embargo sale para Brest. Divisa a lo lejos la división de Allemand que confunde con una escuadra inglesa. Luego, un barco mercante encontrado le avisa haber visto a veinticinco velas inglesas. Convencido de caer sobre fuerzas enemigas superiores, juzga que su deber es evitar el combate sobre cuyo final no tiene dudas. A pesar de las adjuraciones de Lauriston, pone el timón hacia Cádiz.

¿Por qué Cádiz? Porque se lo autorizó el Emperador en el caso de que se produjeran “acontecimientos que no se puedan calcular, y solamente en tal caso”. Lo ocurrido no justificaba tal decisión. Sólo se explica como una aberración completa, un temor mórbido de las responsabilidades, una falta de carácter que no existe en ningún otro ejemplo entre los hombres conferidos con tal alto mando.

La víspera de Trafalgar:
Por la lentitud de la escuadra combinada, Napoleón ya sabía, con fecha del 13 de agosto de 1805, que sus proyectos de invasión de Inglaterra habían fracasado. Pasara lo que pasara, de todas formas, hubiera fracasado por la superioridad en cantidad y calidad de los ingleses en la entrada de la Mancha. Napoleón no lo ignoraba por habérselo repetido su ministro de Marina en varias ocasiones.

Decrès hecha la culpa a los españoles: “me puse a los pies de su Majestad para suplicarle que no asociara en las operaciones de sus escuadras a los navíos españoles… Quiere que, con tal agregación, se emprenda una cosa muy difícil de por sí y se vuelve peor aun con los elementos que componen el ejército, con la inexperiencia de sus jefes, su falta de costumbre para el mando.”

Para Napoleón, alguien tendrá que pagar: Villeneuve, único culpable a sus ojos. Escribe, el 13 de agosto: “Pienso que Villeneuve no tiene el carácter necesario para mandar una fragata. Es un hombre sin resolución y sin bravura moral… quien no está acostumbrado a la guerra y no sabe hacerla.”

Al aprender el 1 de septiembre el regreso de las escuadras a Cádiz, revienta de la ira: “Villeneuve es un miserable que hay que sacar ignominiosamente. Sin entusiasmo, sin valor, sacrificaría todo con tal de salvar su piel.”

En vano Decrès defiende a su compañero, o más bien tiene para él circunstancias atenuantes: “no creo en la cobardía, pero si en una cabeza perdida.” Desgraciadamente ha nacido la leyenda. Villeneuve, para sus contemporáneos y también muchos historiadores, no sólo será el vencido de Trafalgar, sino también el hombre que hizo perder la invasión de Inglaterra, hasta darse la muerte en abril de 1806, dejando una carta a su esposa:

“Ya está, he llegado al final cuando la vida es un oprobio y la muerte un deber. Solo aquí, me acusa de anatema el Emperador, rechazado por un ministro que fue mi amigo, encargado con una responsabilidad inmensa en un desastre que se me atribuye y adonde me llevó la fatalidad, debo ser objeto de horror para toda la gente, debo morir… ¡Ah! No había nacido para tal suerte, no la he buscado, fui arrastrado contra mi voluntad. !Adios! ¡Adios!”

Napoleón y los oficiales de marina.
Lo que más se destaca en la correspondencia de Napoleón es su queja constante del no cumplimento de las órdenes y de la mala fe de sus oficiales. Los describe en regla general como demasiado lentos, sin reactividad. Les pide provocar al enemigo, ir a buscarlo acuciándolo, aguijoneándolo para mostrarle la potencia de la marina francesa. Exige entrenar a los hombres con ejercicios de zafarrancho cada ocho días, revisar de forma regular las obras vivas del buque. Por esta falta de ejercicios al mar, a los comandantes les hacía falta la costumbre del mando, sobre todo en circunstancias difíciles o peligrosas. Cuando por casualidad se encontraban en tal situación, perdían su control.

Dice Napoleón tras el fracaso de Abukir en 1798: “los dos tercios de los navíos estaban bien mandados, pero la otra tercera parte lo era por unos oficiales incapaces.” No olvidemos por otra parte que la escasez de buenos marinos se debía a los malos pagos si acaso los recibían, pero sobre todo porque los mejores y más valientes se alistaban al corso atraídos por los beneficios de las presas y con la esperanza de vivir aventuras emocionantes.

Los efectivos de la Marina – la disciplina
Un año antes de Trafalgar, el Estado Mayor de los ejércitos navales se reparten en 9 Vicealmirantes, 13 Contralmirantes, 123 Capitanes de Navío, 120 Capitanes de Fragata, 436 Tenientes de Navío y 647 Alféreces de Navío.

A principios del invierno de 1804, faltan 4.000 hombres y hay 10.000 enfermos registrados, sobre un efectivo total de 130.000 hombres. Se castiga las deserciones con tres vueltas de bolina para los marinos, siete a nueve años de trabajos forzosos para los soldados. Sin embargo no disminuyen. Los actos de indisciplina exigen una represión enérgica. Se necesita consignar a bordo, varios días antes de zarpar, las dotaciones de los buques designados para hacer parte de las líneas de acoderamiento, y castigar a diario los marinos, incluso los oficiales que bajan a tierra sin permiso.

Bibliografía:
- Auguste Thomazi, les marins de Napoléon, éditions Tallandier, 2004
- Auguste Thomazi, Trafalgar, éditions Payot, 1932
- Hubert Granier, histoire des marins français (1789-1815), marines éditions, 1998
- Sitio Internet: www.histoire-empire.org/correspondance-de-napoleon

 

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