Todo a Babor. Revista divulgativa de Historia Naval
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Biografía de don Antonio Valdés y Fernández Bazán.

(Por el contralmirante don Carlos Martínez-Valverde y Martínez y aportada por Antonio Luis Martinez Guanter).

Cuarto Capitán General de la Real Armada.

Nació en Burgos en el año de 1744. Sentó plaza de guardiamarina en el departamento de Cádiz el veintiséis de octubre de 1757. Continuando sus estudios, ascendiendo a alférez de fragata el veintinueve de junio de 1761.

Embarcado en el navío “Conquistador”, perteneciente a la escuadra bajo el mando del marqués del Real Transporte, se hallaba en el puerto de La Habana en ocasión del ataque británico de 1762. Desembarcó para la defensa y fue destinado a guarnecer el Castillo del Morro, a las órdenes de Velasco. Mientras se rendía la fortaleza después de morir su gobernador, Valdés pudo retirarse, en un bote, con algunos soldados de marina y artilleros al Castillo de la Punta. Continuó en la defensa de éste hasta que capituló la plaza y fue transportado al puerto de Cádiz.

Fue destinado al apostadero de Algeciras, con cuyos buques combatió contra los piratas berberiscos; bajo los mismos muros de Argel represó una embarcación española. Por su valeroso comportamiento fue ascendido a alférez de navío con fecha diecisiete de septiembre de 1767.

Continuó desempeñando mandos de navíos, de divisiones y escuadra; siendo ascendido a brigadier en fecha cinco de mayo de 1781. Su fama hizo que se le nombrase director de la fábrica de artillería de la Cavada, consiguiendo elevarla de su deplorable estado. Se conservaron sus instrucciones para el gobierno y régimen de esta fábrica y de la de Liérganes, esto ocurría en el año de 1783. Cumplió su cometido con tal acierto que al terminar, había sido ascendido a jefe de escuadra, siendo nombrado inspector general de marina.

Al estar gravemente enfermo el marqués González de Castejón, secretario de estado y del despacho universal de marina, le mandó preguntar el rey quien creía más idóneo para sucederle en su cargo. Indicó para ello a tres generales de marina y en primer lugar a Valdés, que de hecho pasó a sustituir al marqués a su muerte, acaecida el nueve de marzo de 1783, encargándose del Ministerio de Marina cuando sólo tenía treinta y ocho años de edad.

Fue digno continuador de sus ilustres predecesores en el ministerio: Patiño, Ensenada y González de Castejón. Toda la obra iniciada por los antecesores estaba falta de <<base nacional>>, es decir, de la independencia económica necesaria, y tenía que fundamentarse en las importaciones del extranjero. Valdés supo obviar ese grave inconveniente y emprendió su gran obra.

En 1785 presentó al rey varios modelos para la bandera de los buques y Carlos III escogió la roja y gualda, que más recordaba las glorias españolas, desechando "todo perecedero signo de linaje"; se amplió el arsenal de La Carraca y se acometió la construcción de dique; aprobó el proyecto de la nueva población de San Carlos; llevó a efecto el libre comercio con América, con la institución de consulados en las principales capitales, y se creó la Compañía de Filipinas.

En 1787 se inauguró el dique de La Carraca, entrando el “Santa Ana” uno de los mayores de la época, de tres puentes y 112 cañones, y al año siguiente otro de tres puentes el navío “Conde de Regla”; se ampliaron los parques de artillería; se atendió al personal, aumentándosele los sueldos y creándose el montepío. Mejoró también la instrucción de los oficiales; formó una escuadra de <<evoluciones>>, compuesta de nueve fragatas, al mando de Juan de Lángara; se establecieron e todos los departamentos cursos de altas matemáticas y bibliotecas; amplió la enseñanza de la artillería; proveyó de material científico al Colegio de Medicina y Cirugía de Cádiz; abrió para la marina mercante un segundo Colegio de San Telmo en Málaga y se constituyeron cátedras en Barcelona, regentadas por el antiguo corsario Cinibaldo Mas.

Se impulsaron las expediciones científicas, tal como las de Antonio de Córdoba al estrecho de Magallanes y la de Malaspina con las corbetas “Descubierta” y “Atrevida” y la de los bergantines “Descubridor” y “Vigilante” al mando de Churruca.

Encomendó a Vicente Tofiño el levantamiento del atlas Hidrográfico de las costas de la península, e islas adyacentes y África; creó el Deposito Hidrográfico y se trasladó el observatorio a la Isla de León.

Satisfecho el rey don Carlos III le encargó también la secretaría de estado y despacho universal de Indias, por fallecimiento de don Juan Gálvez que lo desempeñaba.

En América siempre perdurará la acertada obra del bailío Valdés que supo designar para los puertos de gobierno de Indias a los prohombres más capacitados para ello. El rey, al ver lo manifiesto de su obra le confirmó la plaza en el consejo de Estado, en el año 1787 y le ascendió a teniente general en 1788, dándole además la llave de Gentil Hombre.

En 1792, terminadas las obras del arsenal de Cartagena, Valdés fue promovido al empleo de capitán general de la Real Armada y al terminarse la guerra con Francia, por la Paz de Basilea el veintidós de julio de 1795, le confirió el rey el Toisón de Oro.

Cuando fue ascendido, exclusivamente por su mérito, ocupaba el puesto número trece del escalafón de tenientes generales. A consecuencia de sus numerosas instancias y renuncias cesó al fin en el ministerio el trece de noviembre de 1795, y el rey en un decreto muy encomiástico le dio muestra de su aprecio, ordenando se le conservase el sueldo y los honores de ministro.

En 1797 pasó a Cádiz para presidir el consejo de guerra de oficiales generales que debía juzgar a don José de Córdova y a Francisco Morales de los Ríos, por su actuación en el desgraciado combate de San Vicente de este mismo año, así como a los demás comandantes que tomaron parte en la acción.

Al debatirse la cuestión sobre si debía o no existir el almirantazgo, el rey pidió reservadamente a Valdés un detallado informe, sobre la mejor organización de la armada; su parecer se consideraba de gran valor, ya que Valdés había estado doce años al frente de ella. El almirantazgo había quedado suprimido en el reinado de Felipe V y se había establecido en su lugar la Dirección General de la Armada. Esta institución adolecía de algunos defectos que la experiencia y el tiempo hacían palpable.

Valdés proponía restablecer una especie de almirantazgo que se encargase de lo gubernativo, militar y económico y diese al cuerpo una doctrina inmutable, fuese cual fuese el ministro al frente. Podían constituirlo a su juicio, los tenientes generales Mazarredo, Gil de Lemos, y Tejada; el ingeniero Tomás Muñoz, el jefe de escuadra Núñez Gaona, el intendente
marqués de Ureña y como secretario José Espinosa Tello.

Aunque de momento no se admitió esa idea, ya que el ministro no quería organización que limitase sus funciones, en febrero de 1803 se instituyo al fin el Consejo del Almirantazgo.

Continuó Valdés en la capital Madrid, de decano del Consejo de Estado y presidente de la Asamblea de San Juan. Durante el desempeño de estas altas funciones falleció en Madrid, el cuatro de abril de 1816 a los 72 años de edad siendo su muerte muy sentida.

Fernando VII, que le profesaba gran consideración, mandó que se le hiciesen los honores de capitán general de la Real Armada con mando <<los más altos entonces>>.

Antonio Valdes

Pintura del Museo Naval de Madrid.

 

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