Todo a Babor. Revista divulgativa de Historia Naval
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Biografía de don Cayetano Valdés y Flores.

(Por el contralmirante don Carlos Martínez-Valverde y Martínez y aportada por Antonio Luis Martinez Guanter).

Decimoséptimo Capitán General de la Real Armada Española.

Nació en Sevilla el veintiocho de septiembre de 1767. Era sobrino del otro capitán general de la armada del mismo apellido don Antonio Valdés y Bazán. Sentó plaza de guardiamarina en el departamento de Cádiz, antes de cumplir los catorce años de edad.

Terminados sus estudios embarcó en la escuadra de don Luis de Córdova que bloqueaba Gibraltar cuando el ataque, que a la plaza daba el duque de Crillón.

Tomó parte Valdés en el combate que Córdova sostuvo en el estrecho de Gibraltar en 1782, contra el almirante Howe, y en el ataque a Argel dado el año siguiente por Antonio Barceló.

Formo parte asimismo, ya de teniente de navío, de la expedición de Malaspina, que contorneó toda América del sur y dio la vuelta al mundo visitando las colonias españolas; expedición realizada con objeto de conocer las necesidades políticas, económicas y militares de aquéllas, a más del estudio hidrográfico de las costas propias y extrañas, así como de las astronomía y ciencias naturales.

De dicha expedición se separó en Acapulco para emprender, por orden superior, la exploración del estrecho de Juan de Fuca, al que la crónica del viaje de Maldonado daba como el famoso paso del norte o de comunicación del Pacífico con el Atlántico. En esta expedición la goleta “Mejicana”.  El jefe de la misma era Dionisio Alcalá Galiano, comandante de la “Sutil”.

En 1797, mandando el navío “Pelayo”, estuvo en la desgraciada batalla de cabo San Vicente, reñida entre las escuadra del general José de Córdova y el almirante Jervis. Daba caza el “Pelayo” a barlovento cuando oyó, el cañoneo.  Por el sonido se dirigió al sitio donde más duro era el combate, al tiempo que el buque insignia, el navío “Santísima Trinidad”, era rendido por tres navíos británicos, después de haber sido desarbolado y haber perdido las dos terceras partes de su dotación.

Valdés aparece como un genio bienhechor, acercándose a toda vela en medio de espesa niebla;   <<Salvemos al “Trinidad” o perezcamos todos>>dice a su gente.  Un ¡Viva el Rey! estentóreo.  Obligó a izar de nuevo la bandera en el “Trinidad” y haciendo prodigios de valor, secundado por Hidalgo de Cisneros que mandaba el navío “San Pablo”, salvó al buque insignia de manos de los enemigos; por esta acción fue ascendido Valdés a capitán de navío.

En el mismo año de 1797 tomó parte en la defensa de Cádiz contra las fuerzas de Nelson, a las órdenes del nuevo almirante de la armada, Mazarredo.  Se condujo con bravura e inteligencia, mereciendo la recomendación de su general.

Durante los dos años siguientes Valdés hizo dos salidas con la escuadra, en persecución de fuerzas del enemigo bloqueador. En la segunda llegó hasta Cartagena, donde se unió con la francesa del almirante Bruix, con la que luego se dirigió la española, a Cádiz y a Brest.

En este puerto, por ser el “Pelayo” uno de los navíos que se entregaron a Francia por el tratado de alianza, pasó a mandar el “Neptuno”, buque insignia de Gravina. Sin dejar el mando de este navío fue nombrado mayor general de la escuadra, saliendo de Brest a finales de 1801, para sofocar la rebelión de Santo Domingo; pasó después a La Habana, volviendo a Cádiz en 1802, en cuya fecha fue ascendido a brigadier de la Real Armada.

La injustificable agresión británica a cuatro fragatas españolas en el cabo de Santa María provocó de nuevo la guerra con el Reino Unido, y a petición propia Valdés se hizo cargo del mando del navío “Neptuno”, de 74 cañones, de la escuadra de Grandallana, que se armaba en Ferrol a fines de 1804.

Mientras se alistaban estas fuerzas, sin cesar en el mando de su buque tomó el de las fuerzas sutiles con base en la Graña. Con ellas salió a la mar varias veces, sosteniendo combate con los buques enemigos bloqueadores, siempre en apoyo del comercio de cabotaje como era la misión de estas fuerzas.

En agosto de 1805 salió la escuadra de el Ferrol, uniéndose a la combinada de Gravina y Villeneuve.

En el combate de Trafalgar, reñido el veintiuno de octubre contra la escuadra de Nelson, ocupaba el  “Neptuno”  la cabeza de la línea; formaba parte de la división de vanguardia mandada por el contralmirante Dumanoir.

Ya trabada la lucha, el “Neptuno”, a pesar de la lentitud de Dumanoir, acudió en auxilio del “Bucentaure” y del “Trinidad”.

Cuatro navíos británicos trataban batirles por la proa concentrando sus fuegos de toda la banda; contra ellos se lanzó Valdés, pero el heroísmo del “Neptuno” no alcanzó a salvar al “Trinidad” ni al “Bucentaure”.

Los marinos españoles tenían bien presente la máxima de que  <<en un día de combate no está en su puesto el capitán que no está en el fuego>>. Valdés recibió una herida grave, negándose a abandonar su puesto; al fin perdió el conocimiento y los que quedaron en el “Neptuno”, ya maltrecho y sin valor combativo, se rindieron.

El temporal que sobrevino salvó al “Neptuno” de manos de los británicos, mas fue para echarlo contra la costa, contra el castillo de Santa Catalina del Puerto de Santa María.

Por su comportamiento en el combate se le ascendió a Valdés a jefe de escuadra, tomando el mando de la que se reunió en Cartagena y arbolando su insignia en el navío “Reina Luisa”.

El diez de febrero salió con sus buques con orden de dirigirse a Tolón, mas, fuere porque previera los acontecimientos, o fuera de verdad por los malos tiempos encontrados, el hecho es que arribó a las Baleares precisamente con ocasión del alzamiento nacional, evitando de este modo que los buques cayesen en poder de Napoleón. Esta arribada fue muy criticada por el enemigo, lo cual es precisamente galardón para Valdés, que la dispuso.

Al abdicar Carlos IV y por la gran influencia que ejercía cerca del gobierno el duque de Berg, general en jefe del ejército francés, Valdés fue depuesto y residenciado.

En 1809, ya ascendido a teniente general fue nombrado gobernador, capitán general y jefe político de Cádiz. Vencido el enemigo y expulsado del suelo patrio, volvió al trono Fernando VII.

Al implantarse el absolutismo en 1814, Valdés fue confinado en el castillo de Alicante. Acudió esta vez en su ayuda su anciano tío Valdés y Bazán; se le concedería el perdón a condición de que se doblegase a pedir clemencia al rey, mas Valdés no quiso hacerlo por considerarse libre de culpa.

Al invadir España el duque de Angulema, se trasladó el gobierno a Cádiz, resuelto a hacer revivir, si preciso era, las glorias del sitio de 1810; al negarse el rey a trasladarse a dicha plaza se le incapacitó y, a propuesta del diputado Alcalá Galiano, fue nombrada una regencia compuesta por Valdés, Gabriel Ciscar y el teniente general del ejército Gaspar Vigodet. Al fin el rey llegó a Cádiz y la regencia se apresuró a resignar en él sus poderes, haciéndolo el día quince de junio de 1823.

Empezado el sitio por los franceses, Valdés fue nombrado general en jefe de las fuerzas de tierra y mar. Desempeñó cometido de tanta responsabilidad con inteligencia y valor, y son un modelo de dignidad y entereza las comunicaciones dirigidas al mayor general del ejército sitiador, con ocasión de intimar éste a Valdés en nombre del duque de Angulema a proteger la vida del rey y de su familia; amenazando con pasar a cuchillo a las principales jerarquías y hasta a los diputados a cortes si algo les acontecía.

Valdés responde que, precisamente, mientras el ejército francés y el absolutista español bombardeaban Cádiz, los amenazados con represalias se ocupaban, sólo por lealtad y no por amenazas, de la protección de la real familia y dice:  <<¿O quiere  S. A. (Angulema)  que  el  mundo  diga  que  cuando  las  armas francesas le atacaron era debido a un sobrado miedo, hijo de una intimación que    V.  E.  hace por orden de  S.  A. ? , ¿ Y a quién ?.  ¡Dirigiéndola al pueblo más digno de la tierra y aun militar que nunca hará nada por miedo!>>.

Terminada la tensión de guerra y finalizado el sitio el uno de octubre de 1823, al trasladarse el rey y la real familia al cuartel general francés, Valdés, por ser el oficial de marina más caracterizado, patroneó como prescribe la ordenanza, la falúa que condujo a las reales personas al Puerto de Santa María. Ya había sido advertido por el general francés nuevo gobernador militar de Cádiz, de que iba a ser encarcelado, pero no quiso ponerse a salvo para no dar la sensación de que tenía algo que temer.

Una vez en el puerto, para librarle de la prisión y muerte, el general francés le arrestó preventivamente en uno de sus buques al que dio orden de salir inmediatamente para Gibraltar, con el sólo objeto de salvar al capitán general español.

De Gibraltar pasó Valdés al Reino Unido, donde vivió diez años, siendo tratado con respeto, caballerosidad y admiración; con los que en guerra tanto habían combatido.

Merced a la amnistía decretada por la reina gobernadora doña María Cristina, Valdés volvió a España, siendo nombrado capitán general de la Armada y dándosele el mando del departamento de Cádiz. Fue nombrado después Prócer del Reino. Falleciendo en San Fernando el seis de febrero de 1835.

 

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