Todo a Babor. Revista divulgativa de Historia Naval
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La agitada vida del navío "Asia".

Por Luis Rodríguez Vázquez. Capitán de la Marina mercante y escritor.
Foto y texto que le acompaña del Museo Naval de Madrid.

Existe ya una magnifica información sobre este buque en “Todo a Babor” pero quizás sea interesante ampliarla un poco o añadir ciertos detalles.

Tercero de su nombre fue construido en La Habana en 1791 con el modelo de la serie Romero Landa que tan buenos navíos resultaron en su mayor parte.

Lo que si es cierto es que se mantuvo al servicio de la Real Armada hasta el año 1825.

Hay constancia cierta de que este buque realizó servicios entre América y España principalmente como transporte de remesas de dinero o bien dando escolta a mercantes desde Veracruz y La Habana hacia la península, con valiosos cargamentos de añil, maderas etc.

Entre 1808 y 1810 los navíos San Leandro, San Ramón, San Julián, San Pedro y Asia viajarían a Veracruz y Lima a por caudales, misiones muy secundarias y nada propias de un buque de combate, lo que hace pensar en su deficiente estado.

Su estado operativo, como tantos otros después de Trafalgar, sin medios ni dineros para sostenerlos, dejaba mucho que desear.

navio Asia capeando un temporal

  • Óleo sobre lienzo de Angel Cortellini Sánchez (1858-1912) y fechado en 1896.
    Representa a el navío Asia, de 74 cañones, destacado en aguas del océano Pacífico, al mando del capitán de navío Roque Guruceta, sufrió un fuerte temporal en la navegación desde el puerto de San Carlos, isla de Chiloé, al de El Callao de Lima (Perú) en agosto de 1824, hecho que representa el óleo. Realizado cuando el autor era pintor conservador del Museo Naval. (Información del Museo Naval de Madrid).

Tal vez por eso, sus misiones eran de tipo mercantil porque no hay constancia al parecer de su intervención en combates durante esos años (al menos yo no he encontrado dato alguno).

Hay constancia de la llegada a Cádiz procedente de Veracruz de los navíos Asia y Algeciras transportando 9.559.000 pesos y el navío San Pedro, más la fragata Neptuno, con 258.000 duros de plata desde Lima.

Otra misión del mismo tipo documentada habla de que el 30 de Julio de 1817 llegó procedente de Veracruz con 209.000 pesos.

En la Antología de las Cortes de 1820 figura el discurso memoria del ministro Juan Jabat leído en octubre del mismo año donde cita textualmente:

"……de los navíos solo cuatro se hallan armados, uno para reunirse con la división holandesa del Mediterráneo (navío “Guerrero” acompañado de la fragata “Diana” en cumplimiento de un acuerdo suscrito anteriormente por nuestro gobierno contra la piratería berberisca), uno cuya suerte se ignora esta destinado a El Callao y Lima (el navío “San Telmo” al mando de Ricardo Porlier que naufragó en la Antártida en 1819) y los dos restantes para emplearlos en atenciones en Ultramar". ( Se refería a los navíos “Numancia” y “Asia”. El primero, ex ruso, no llegó a poder navegar nunca y fue posteriormente desguazado y el otro es el que nos ocupa).

El resto de los navíos de línea en esa fecha, hasta 17 en total, según Estados Generales de la Armada, eran los San Carlos, San Pablo, Héroe, España, Velasco, Montañés, San Julián, Fernando VII, Alejandro, San Justo, Algeciras, Neptuno y América.

Seguía diciendo el ministro en su memoria leída a las Cortes:

“……los demás necesitan reconocimientos prolijos, fuertes recorridas y grandes carenas para estar en estado de armamento.”

Y tanto, como que ninguno de ellos pudo continuar con su vida marítima, todos quedaron para siempre en dique, desguazados, hundidos por falta de carena o vendidos para leña y chatarra.

Lo real es que el navío “Asia” llegó a El Callao en abril de 1824 en un último esfuerzo por sostener la lucha en el virreinato peruano.

Acompañado del bergantín Aquiles salió de Cádiz el 13 de Enero de 1824 alcanzando su destino como ya he citado y basto su presencia para hacer retirar el bloqueo que los insurgentes peruanos del vicealmirante Guire tenían sobre la fortaleza del Callao.

La minúscula fuerza expedicionaria iba al mando del Capitán de Navío Roque Guruceta.

Este marino español, antiguo comandante de la fragata Soledad había sido nominado por el Ministro Vázquez de Figueroa conjuntamente con el Almirantazgo como presidente de la comisión que, junto a ingenieros navales, debería inspeccionar los barcos comprados a Rusia una vez llegados a Cádiz y a su vez nombrado comandante de uno de ellos.

Cuando hizo la inspección de los buques citados a su llegada a Cádiz, redactó un informe declarando la inutilidad total no solo de su navío sino de los restantes.

Informe totalmente negativo pues decía que venían sin pertrechos ni repuestos y los cascos y hasta la obra muerta podrida.

Dicho informe, elevado por el Ministro a Fernando VII le consto la fulminante destitución y el destierro a Santiago de Compostela, la disolución del Almirantazgo y el destierro asimismo de tres de sus miembros componentes y a los dos firmantes del informe.

Capitán de Navío Roque Guruceta y brigadier Francisco de Berenguer, por Real Orden del 30 de Marzo de 1819, la expulsión de la Armada. I.

Fue tal el clamor que se levanto por tan injusta decisión que el nefasto Fernando VII se vio obligado a anular lo dispuesto y reintegrarlo a la Marina Real. (Real Orden del 12 de Octubre de 1819).

En el teatro marítimo del Pacifico por aquellos años España contaba como puntos de afirmación solamente con El Callao y Chiloé (Chile).

El 6 de Febrero de 1824 un alzamiento a favor de los realistas permitió la ocupación nuevamente de El Callao por los españoles, entrando en la plaza las fuerzas de la división al mando de José Antonio Monet.

Bolívar ante el hecho consumado, ordenó al vicealmirante peruano Guire que sacase sus buques del puerto y los incendiase, orden que le fue imposible cumplir por lo que se apresaron los bergantines Moyano y Constante que rearmados por los españoles apresaron a su vez en Marzo a las fragatas mercantes chilenas Jerezana y Clarington.

Por su parte el bergantín español Pezuela, asimismo rearmado, capturó en los meses que siguieron ocho lanchas cañoneras y la corbeta mercante inglesa Esther, sorprendida cuando pretendía avituallar a los insurrectos, rebautizándola con el nombre de Victoria de Ica bajo bandera española.

Hay una anécdota curiosa de este momento de la llegada del Asia a El Callao. Su veracidad esta por determinar pero lo que se dice es que el vicealmirante peruano Guire retó al comandante de nuestra flotilla Guruceta, que se encontraba en la rada de El Callao desde el 9 de Septiembre, a entablar combate, reto que aceptó el español, saliendo con el navío Asia, la corbeta Victoria de Ica, los bergantines Aquiles, Pezuela y Constante en busca de Guire, quien desde el 6 de Octubre del mismo año se encontraba fondeado en la Isla de San Lorenzo, al sur del Apostadero del Callao.

Sus fuerzas consistían en la fragata Protector ( ex Prueba española, capturada), una corbeta y cuatro bergantines, obligando la flota española a retirarse a la peruana.

Sin embargo, la postrera derrota de las armas española en Ayacucho el 9 de Diciembre de 1824 supuso el fin de nuestra presencia en aquellas tierras y lógicamente la entrega de todas las dependencias del virreinato del Perú.

Las autoridades españolas se negaron a aceptar la entrega del apostadero del Callao, de sus arsenales y de las fuerzas de la guarnición que siguió bajo el mando del brigadier Rodil quien, por escrito, se lamentó del abandono incomprensible en que le había dejado la Armada española diciendo:

  • “….me he persuadido de que la escuadra que Don Roque Guruceta tiene a sus ordenes se ha hecho a la vela desde Quilca para Manila. Esto permite inferir que el honor, la constancia y la fortuna han desamparado a nuestros compañeros de armas en estas regiones”.

Las razones de nuestro marino para salir de Perú y dejar abandonados a los sitiados en Callao tal vez no se conozcan nunca pero pienso razonablemente que no fueron ni por falta de valor ni por deshonrosa huida.

Más bien me inclino a pensar en tres poderosas razones.

  • Las dotaciones de los buques eran mayoritariamente americanas, peruanos, chilenos, ecuatorianos y mexicanos, menos del diez por ciento eran peninsulares, incluyendo oficialidad y maestranza.

  • Quedándose habiendo sido firmada una capitulación en regla por la máxima autoridad española Virrey La Serna, herido y prisionero en Ayacucho, era previsible que los vencedores exigieran la entrega de todo el material de guerra y las tropas, incluyendo la flota. Ya estaba España bastante pobre de barcos como para perder lo que les quedaba.

  • El único punto seguro donde podían carenar y reparar sus buques, avituallarlos y ponerlos en buen estado era el Arsenal de Cavite (Manila) en nuestras aun fieles Islas Filipinas.

Sean cuales fueran las razones, Guruceta zarpó con su flota para atravesar el Pacifico el 5 de Enero de 1825.

Dos días después, el 7 de Enero, sabiéndose sin oposición posible, se presenta ante el Callao una imponente flota combinada chileno-peruana al mando del Almirante chileno (nacido argentino) Manuel Blanco Encalada con la fragatas O’Higgins y Protector, la corbeta Pichincha y los bergantines Limeña, Moctezuma, Congreso, Macedonia y Chimborazo, estableciéndose un bloqueo naval complementario al terrestre que ya se sufría por la guarnición española.

Las dotaciones nativas peruanas de tres cañoneras que había en el puerto se pasaron con buques y armas a los rebeldes.

Desde el 9 de Diciembre de 1824 hasta el 1 de Enero de 1826, el brigadier Rodil soportó un asedio sin esperanza alguna de ayuda exterior, manteniendo nuestro pabellón erguido por puro honor. En esa fecha, agotados por el hambre, las enfermedades y las carencias de todo tipo, solicitó parlamentar para llegar a un honroso acuerdo de rendición que se le concedió por parte de los peruanos.

Por su parte, el capitán de navío Roque Guruceta navegaba en demanda del primer lugar donde poder aprovisionarse y hacer aguada, el archipiélago español de las Islas Marianas, con el navío Asia, los bergantines Aquiles y Constante y el transporte Clarington (ex chileno) porque en uso de sus facultades de mando, había ordenado a la corbeta Victoria de Ica (ex inglesa Esther) y al bergantín Pezuela dirigirse directamente a España vía Cabo de Hornos y desplazarse a la rada de Chiloé, única que nos quedaba en poder todavía en Chile, al bergantín goleta Real Felipe y otro transporte.

Llegados al fondeadero de Omaja, en la isla de Guajan (Marianas) para avituallarse y hacer aguada y proceder a ciertas reparaciones de urgencia que el lamentable estado de los buques requería, estalló un motín por parte de la dotación de los buques, mayoritariamente americana .

Entre los días 10 y 12 de Marzo de 1825 nuestro comandante y la oficialidad trato de resistirse, siendo herido en la cabeza Roque Guruceta y finalmente fueron reducidos, desarmados y obligados a desembarcar en la isla, dejándoles allí abandonados a su suerte.

Afortunadamente algo después un ballenero ingles les rescató y les llevó hasta Manila.

El navío Asia y el bergantín Constante, al mando de un sargento contramaestre de origen mexicano arribaron al puerto de Monterrey, en el Pacifico occidental de México y concertaron una entrega de sus buques a las autoridades insurgentes mexicanas, ya por entonces independientes.

El bergantín Aquiles, con dotación mayoritaria chilena, se dirigió a Valparaíso entregándose para engrosar la flota de aquel país y el transporte Clarington finalizó sus días en las Marianas, incendiado durante la lucha con los amotinados.

El 28 de Abril de 1825 los amotinados avistaron el puerto de la Alta California, izando bandera de parlamento y una vez las autoridades mexicanas abordo, aceptaron las peticiones de los amotinados, a saber, recibir los sueldos atrasados, navegar bajo pabellón mexicano y a los que no quisieran o fueran españoles, que también los había, dejarles libres para retornar o hacer lo que quisieran.

Según la versión mexicana, el oficial al mando de la escuadra de los amotinados era un tercer oficial llamado José Martines, primer teniente, ya que el comandante español Guruceta y su capitán del navío principal, José Fermín Pavía habían sido obligados a quedar en las Marianas.

Los mexicanos vieron el cielo abierto con la llegada de un navío de ese porte al que inmediatamente bautizaron como CongresoMexicano y le dieron el mando, a su llegada a Acapulco el 17 de Junio de 1825 al capitán, nativo José Maria Tosta.

Siguiendo instrucciones de su gobierno, lo preparó para una expedición hacia Cabo de Hornos como buque de instrucción y enseñanza para los incipientes aspirantes a oficiales de marina mexicanos de la Escuela Naval de Tlacotalpan.

Recientemente había el gobierno insurgente mexicano suscrito un pacto con la Gran Colombia de Bolívar para seguir haciendo la guerra a los españoles en cualquier lugar y especialmente en el área caribeña, ya que con buen sentido recelaban que Cuba y Puerto Rico seguían siendo cabeza de puente para un intento de reconquista por parte española, que se negaba en redondo a reconocer cualquier gobierno surgido de la revolución independentista.

El 12 de Junio de 1826 zarparon ambos buques, el Asia y el Constante hacia Panamá desde Acapulco, para llevar la representación mexicana al Congreso convocado por Bolívar con la idea de unificar todas las republicas surgidas de la lucha.

El navío siguió viaje conforme al proyecto inicial teniendo que entrar en Guayaquil para efectuar aguada y reparar los múltiples desperfectos que poco a poco iban detectando.

El comandante mexicano comenzó a tener dificultades de todo tipo, incluyendo principalmente las económicas. A su llegada a Valparaíso (Chile) su presupuesto estaba casi agotado, la tripulación reclamaba sus pagas (para eso se habían sublevado contra los españoles y ahora ídem de lienzo) y aunque firmó letras contra el Barclay Bank de Londres, estas fueron rehusadas por descubierto del gobierno mexicano.

En tan apurada situación , el gobierno chileno ayudó al navío en apuros permitiéndole carenar en Valparaíso y consiguiéndole un préstamo de 25.000 pesos con la garantía de un magnate chileno..

Pero esto ocurría el 13 de Marzo de 1826, ya llevaba un año en puerto chileno y hasta el 24 de Agosto de 1826 no pudo salir, después de haber conseguido carenar allí.

Salió tras dejar en el hospital a 20 tripulantes por enfermedad y aun grupo de aspirantes a oficiales guardiamarinas que se le había amotinado, sustituyéndolos por oficiales ingleses contratados como el primer teniente William William y el segundo teniente Jonh Usworth, con su ayuda y en 64 días logro llegar a Isla Margarita (Venezuela).

Según los mexicanos parece ser que en la travesía entre Venezuela y Veracruz, a la altura de Yucatán, apresó al bergantín San Buenaventura que llevaba 214 hombres de reemplazo para la guarnición de La Habana.

Fue, en cualquier caso, la unica acción belica exitosa para sus nuevos propietarios.

A su llegada a Veracruz el 9 de Marzo de 1827, supervisado por el Comodoro americano David Porter, contratado para ejercer el mando de la flota mexicana, lo deshecho de inmediato para operaciones bélica, como estaría si el mayor navío de que disponían paso a ser un almacén flotante y después un barco prisión.

En 1832, por estar haciendo agua y podrido literalmente, se le remolcó hacia el bajo del Pastelillo, frente a San Juan de Úlua (Veracruz) donde se hundió lentamente.

  • Su compañero el bergantín Constante tuvo una vida tan pobre como su hermano mayor, el mismo año de 1832 se hundió en la bocana del puerto de San Blas, teniendo que ser removido de allí en 1834, por impedir prácticamente la navegación y obstruir la entrada de la base.

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    Luis Rodríguez Vázquez ha escrito "La historia encadenada". Esta narración pretende, en forma desenfadada, con un enfoque coloquial y algo sarcástico pero en su fondo tierno y protector, describir la epopeya de unos hombres del mar y de sus barcos que consiguieron para su amado pais los postreros destellos de respeto y admiración ante sus enemigos.

 

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