El gobierno argentino frente a la Alianza para el Progreso y la cuestión cubana
Los
presidentes Kennedy y Frondizi llegaron a tener una buena relación personal.
Pero si bien sus posiciones en el ámbito político y económico se acercaron
bastante, no fue así en el terreno de la seguridad hemisférica. En tanto el
presidente norteamericano propondría el programa de la Alianza para el Progreso
y alentaría el cambio democrático en América latina, a la vez su administración
respaldaría una estrategia de seguridad cuyas características eran opuestas a
la política exterior del gobierno de Frondizi. (1)
En
enero de 1961, el Departamento de Estado elaboró un memorándum titulado “Un
nuevo concepto para la defensa y el desarrollo hemisférico”, (2) en el cual
se llegaba a la conclusión de que la seguridad hemisférica basada en la hipótesis
de la agresión extracontinental ya no tenía razón de ser. En consecuencia ésta
debía ser reemplazada por una nueva doctrina que colocara la amenaza en el
“interior” de América. La cooperación de las fuerzas armadas de los países
americanos en la defensa continental tendrían en el futuro que fortalecer la
seguridad interna y combatir las causas que pudieran generar la “comunización”
de América. La nueva “Doctrina de la Seguridad Nacional” postulaba que las
fuerzas armadas de los países americanos se constituyeran en aliadas del
gobierno norteamericano en la lucha contra la subversión. Como parte de esta
nueva concepción, Estados Unidos insistió en la creación de una fuerza
interamericana de paz, el fortalecimiento de la OEA, la institucionalización de
la Junta Interamericana de Defensa y la creación de instituciones de
entrenamiento que vincularan de manera sistemática a los oficiales de las tres
fuerzas armadas de todo el hemisferio.
Un
memorándum del Estado Mayor Conjunto norteamericano refiere cómo se produjo el
cambio en la política de seguridad continental:
En
enero de 1961, cuando el presidente Kennedy anunció su determinación de
agregar “todavía otra dimensión militar” a nuestro arsenal nacional, en la
forma de un programa de oposición a los rebeldes, pocos entendieron que él
contemplaba nada más que una táctica a corto plazo para combatir guerrillas.
Posteriormente
resultó evidente que lo que el presidente tenía en mente era nada menos que
una estrategia nacional dinámica, un programa de acción designado para
derrotar la subversión donde hubiese aparecido, y aún más importante,
prevenir su comienzo. Puesto de otra manera era una estrategia tanto terapéutica
como profiláctica.
La aplicación de dicha estrategia incorporando como lo hace mucho más que la
acción violenta combativa, requiere una reorientación importante en el
pensamiento militar, en la organización y en material. (3)
Sin
embargo, la política exterior de Frondizi fue poco receptiva a la nueva
doctrina, pero sí fue evidente que las fuerzas armadas argentinas se
consubstanciaron con la nueva concepción de la seguridad hemisférica. Esta
discrepancia habría de adquirir una importancia fundamental al tratarse la
cuestión cubana en enero de 1962 y sería una de las causas del derrocamiento
de Frondizi dos meses más tarde.
Sobre
la base de las políticas de Eisenhower, el presidente John F. Kennedy anunció
en marzo de 1961 el ambicioso programa denominado la Alianza para el Progreso,
que implicaba la transferencia a América latina de 20.000 millones de dólares.
El nuevo presidente norteamericano prometía cumplir así con los objetivos de
la Operación Panamericana de Kubitschek. Su gobierno también demostró mayor
flexibilidad que su antecesor en negociar acuerdos por producto, y modificó la
tradicional oposición norteamericana a las industrias estatales de los países
latinoamericanos. El gobierno de Kennedy haría préstamos a empresas del estado
como la petrolera mexicana Pemex y la industria minera nacional de Bolivia. (4)
El
entusiasmo de Frondizi por la Alianza, relatado en una de sus famosas y extensas
cartas presidenciales, agradó a la administración Kennedy. Señalaba en ella:
Estamos unidos por la geografía, la historia, y sobre todo, por las espiritualidades (...) Somos una sucursal del mundo occidental (por ejemplo, Europa). El Plan Marshall salvó los valores y civilización occidentales. Hoy, América latina está atravesando un período en el cual están en juego los valores básicos, debido a la acción de factores desestabilizantes como los bajos ingresos, la enfermedad y la ignorancia. Estamos infectados, como tú has reconocido, por el subdesarrollo. Ningún país subdesarrollado puede resolver estos problemas democráticamente sin ayuda de los países desarrollados. La educación y la tecnología son tan importantes como el ingreso. Hay demasiado por hacerse, a tal punto que todo necesita hacerse, por lo tanto deberíamos primero focalizar nuestra atención en las industrias básicas y los servicios.
El
entusiasmo de Frondizi renovó para la Argentina el aprecio del gobierno de los
Estados Unidos porque, mientras el resto de América latina aprobaba
“cautelosamente la Alianza”, Frondizi le otorgó “un respaldo directo e
inequívoco”. La respuesta escrita de Kennedy a Frondizi -que Arthur M.
Schlesinger aconsejó debía ser de una extensión comparable a la carta del
argentino- hacía cumplidos a Frondizi por haber “analizado magistralmente las
consecuencias desmoralizadoras y disruptivas del persistente subdesarrollo”.
Estaba de acuerdo además en que la Argentina debía concentrar sus energías en
la industrialización, y en que el desarrollo económico y social eran
“socios” esenciales en la tarea de modernización. Esta retórica de
“sociedad” entre los dos países era nueva, así como también la idea de
que la Alianza para el Progreso debía “asistir” a América Latina, en vez
de “otorgarle” ayuda de manera paternalista. (5) De aquí en adelante, la
Alianza sería colocada como el timón de toda la política norteamericana hacia
América latina. Bajo Kennedy, la inmoral y renegada imagen de la Argentina de
las décadas de 1940 y 1950 se revirtió por lo menos parcialmente.
Frondizi
y Kennedy comenzaron su relación en términos que fueron “los más amistosos
en muchos años”, basados en los préstamos y el capital privado
norteamericanos. Pero aún existían problemas significativos en la vinculación
bilateral. Mientras la adhesión de Frondizi a los programas de estabilización
era aplaudida en los Estados Unidos, estos mismos programas habían retardado el
desarrollo industrial argentino. La producción caía y el país tenía un
enorme déficit comercial con los Estados Unidos. Se mantenía la prohibición
norteamericana de mayo de 1959 sobre la importación de carne salada, que para
algunos argentinos estaba más motivada por razones económicas que sanitarias,
vinculadas a los programas “Alimentos Norteamericanos para la Paz” (Ley Pública
480), que virtualmente amenazaban reducir las exportaciones agrícolas
argentinas. Además, el Congreso norteamericano había demorado los fondos
apropiados para financiar el desarrollo social, y en la cuestión cubana, la
Argentina había adoptado en principio la posición norteamericana, pero
señalando que quería ser recompensada por su apoyo. (6)
La
embajada de Estados Unidos advirtió que la preocupación de su país con Cuba
significaba el descuido de la amplia y compleja totalidad de América latina, y
que este descuido podía conducir a la propagación de crisis del tipo cubano en
la región. Muchos latinoamericanos, temerosos de las consecuencias de la
pobreza y la injusticia sobre el orden social, se sentían atraídos por el
modelo cubano como una promesa de desarrollo. Así, la conclusión de la
embajada norteamericana era que Cuba no debía ser presentada como una cuestión
ideológica. Mas bien, los Estados Unidos debían asegurar a América latina que
la región era parte de un sistema de desarrollo económico, en buen
funcionamiento gracias a la ayuda norteamericana. (7)
El
canciller de Cuba, Raúl Roa, envió el 14 de enero de 1961 a todas las
cancillerías latinoamericanas un comunicado en el que denunciaba a Estados
Unidos como potencia imperialista, pero declaraba estar dispuesto a conversar
con los representantes de ese país. Frondizi -que para ese entonces ya había
recibido a un enviado secreto de Eisenhower quien le comunicara los planes de
invasión a Cuba- ordenó al canciller Diógenes Taboada responder a Cuba que la
Argentina estaba “dispuesta a ofrecer sus buenos oficios para mejorar las
relaciones entre los Estados Unidos y Cuba”. Frondizi envió una copia de su
respuesta al presidente Kennedy. El gobierno cubano respondió en términos
vagos a la propuesta argentina. De todos modos, Frondizi envió delegados a los
presidentes de Brasil, México, Venezuela y Colombia, sugiriendo que los buenos
oficios fueran llevados a cabo por varios países de la región. A su vez, el
gobierno norteamericano rechazó el ofrecimiento argentino por considerar que no
se trataba de un diferendo entre Estados Unidos y Cuba, sino entre el último y
el sistema interamericano. (8)
La
propuesta de mediación del gobierno argentino, dada a conocer el 6 de marzo,
recibió fuertes críticas de algunos sectores internos argentinos, sobre todo
dentro de las fuerzas armadas. Toda posición que no fuera un apoyo decidido a
Estados Unidos era considerada una traición a los intereses nacionales y una
colaboración con los extremistas. Por ejemplo el secretario de Marina,
almirante Gastón Clement, envió una nota al presidente, expresando que la
actitud de la cancillería colocaba a la Argentina “en
una situación de absurda neutralidad ante la penetración comunista en
América o de la tercera posición de una época superada; esta vez entre el
gobierno comunista de Cuba y el occidental de Estados Unidos”. Clement era
fiel vocero de la posición de la armada, partidaria, según había hecho saber
al presidente, de “confirmar con hechos concretos el abandono definitivo de la
‘tercera posición’ y ratificar nuestra política de solidaridad con el
mundo occidental, conforme a las mejores tradiciones de nuestro país, a los
ideales de la Revolución Libertadora, y a las enunciaciones del actual gobierno
constitucional (...)”. Por su parte, el comandante en jefe, general Carlos
Toranzo Montero, consideró que la propuesta constituía una equivocada gestión
internacional que abría las puertas al izquierdismo. Asimismo, el almirante (R)
Isaac Rojas vio en la propuesta de mediación un regreso a la
“desacreditada” Tercera Posición de Perón. (9)
Estas
percepciones, sumadas a otros acontecimientos inmediatamente anteriores como el
triunfo del socialista Alfredo Palacios en la elección para senador por la
capital y la entrega de la CGT a los gremios, provocaron que el comandante en
jefe continuara con sus planes de destituir al presidente. Toranzo Montero sin
embargo no logró el apoyo necesario para el derrocamiento y renunció a su
cargo el 22 de marzo. Este hecho y el triunfo de la UCRI en las elecciones de
Catamarca, Rosario, Misiones y San Luis, en ese mes y el siguiente, dieron a
Frondizi un respiro, que el presidente trató de aprovechar para dar nuevo
impulso a su proyecto desarrollista. (10)
A
partir de entonces, Frondizi pareció dispuesto a conceder más importancia a
los asuntos de política exterior. Apelando a principios tradicionales como el
respeto a la autodeterminación, la no intervención en los asuntos internos de
los estados, y la búsqueda de soluciones pacíficas en los conflictos
internacionales, el presidente Frondizi diseñó una política que proclamaría
la amistad con Estados Unidos, pero a la vez mostraría renuencia a tomar
medidas contra Cuba. Frondizi percibió en la cuestión cubana la posibilidad de
obtener ventajas para su país. (11)
Luego
de su gira por América latina efectuada entre el 12 de febrero y el 3 de marzo
de 1961 como parte de la Misión de Alimentos para la Paz, Arthur Schlesinger
concluyó que el entusiasmo fidelista había alcanzado su pico el año anterior,
y que Castro venía perdiendo adeptos debido sobre todo a las fuertes
declaraciones que contra él habían dirigido “líderes democráticos
progresistas”, como Rómulo Betancourt de Venezuela y Víctor Raúl Haya de la
Torre de Perú. La evaluación de Schlesinger de la Argentina, basada en su
entrevista con Frondizi en febrero de 1961, era especialmente interesante a la
luz de la promoción norteamericana de los programas de austeridad:
El gobierno de la Argentina en general parece cansado, deprimido y falto de imaginación y energía. Como resultado del programa de estabilización del FMI, el ingreso nacional ha caído un diez por ciento y los salarios reales tanto como un treinta por ciento, debido al fin de los subsidios en alimentos y de la concesión de horas suplementarias. La Argentina está en un estado de estancamiento tanto intelectual como económico. Conversar con las autoridades oficiales argentinas es como hacerlo con los oficiales del Tesoro norteamericano en los días de George Humphrey. A pesar de esta merma económica -y la larga tradición de sentimiento anti-norteamericano- el gobierno argentino parece amistoso hacia los Estados Unidos. Una razón de esta actitud radica tal vez en que en otro tiempo la Argentina se percibía a sí misma y a Estados Unidos como los dos grandes rivales del hemisferio. Ahora que ha perdido el liderazgo económico de América latina en manos de Brasil y el liderazgo intelectual en manos de México, ya no cabalga más con orgullo, (...) y en consecuencia es agradecida con el interés y el apoyo norteamericano. (12)
Esta
supuesta evolución representaba un respaldo a la posición norteamericana. Sin
embargo, las conversaciones con Frondizi generaron dudas en Schlesinger, porque
el presidente argentino le dijo a solas que Castro no era la “cuestión
fundamental”:
La
eliminación de Castro no resolverá el problema subyacente. Lo necesario es un
ataque básico a las condiciones que originan a Castro. Si él es eliminado y
estas condiciones se mantienen inalterables, nuevos Castros emergerán por todo
el continente.
Schlesinger
dijo estar de acuerdo, pero sostuvo que la reforma económica y social, aunque
deseable, no resolvería el problema. El enviado norteamericano intentó
conseguir del presidente argentino alguna suerte de compromiso respecto de un
eventual apoyo para la acción, pero Frondizi no cambió su posición y dijo que
cualquier medida contra Castro, por parte de la OEA por ejemplo, causaría
repercusiones internas. Schlesinger no pudo convencerlo y Frondizi continuó con
su percepción de que había pocas razones para que la OEA actuara respecto de
Cuba en aquel momento, y que el gobierno cubano caería más probablemente como
consecuencia de factores internos. (13)
La
posición de Frondizi frente a la cuestión cubana resultó así completamente
distinta de la del gobierno norteamericano. La campaña de consultas de Frondizi
con otros jefes de Estado latinoamericanos, efectuada en los meses de abril y
mayo, condujo a la sospecha de que su posición respecto de Cuba tenía
implicaciones anti-norteamericanas. Frondizi estaba decidido a conformar un
bloque de Estados sudamericanos que buscaran disociarse de la crisis cubana.
Para Estados Unidos, Cuba era una amenaza externa, con poco impacto en la escena
política interna, mientras que en el sur de América latina Castro tenía un
impacto interno, debido a que muchas personas estaban emocionalmente adheridas a
su bandera. De este modo, los gobiernos del sur de América latina percibieron
que debían evitar una identificación pública con el anti-castrismo. Frondizi
se empeñó en desarrollar la posición de que “Castro era un problema caribeño,
y que sólo los Estados Unidos y América Central deberían preocuparse por él”.
Se especulaba, sin embargo, que Frondizi no sería suficientemente fuerte para
formar dicho bloque, si la iniciativa venezolana de convocar una reunión de
Consulta fuera aceptada. El uso del término “Sud América” por parte de
Frondizi era una clara indicación de que él no adoptaba la lente hemisférica
que los Estados Unidos deseaban utilizar. (14)
Por
cierto, la invasión a Cuba programada por el gobierno de Eisenhower no se
produjo durante su gestión sino que tuvo lugar el 17 de abril de 1961, cuatro
meses después de haber asumido el presidente Kennedy. Los mil quinientos
hombres que componían la fuerza entrenada por la CIA desembarcaron en la Bahía
de los Cochinos, pero fueron derrotados en sólo dos días. Según parece,
Castro los esperaba y no existió apoyo popular a los invasores. Constituyó un
enorme fiasco: Estados Unidos apareció respaldando el hecho, luego de que el
secretario de Estado ratificara en Costa Rica el principio de no intervención.
Poco después del desembarco, el primer ministro soviético declaró que, si no
se detenía la intervención armada a Cuba, tomaría junto con otros países las
medidas necesarias para dar a la isla la ayuda que fuera necesaria. El
presidente Kennedy asumió la responsabilidad de su país en la cuestión,
aunque reivindicó el derecho del gobierno norteamericano a intervenir en los
casos en que los países del hemisferio dejaran de cumplir con los compromisos
contraídos contra la penetración comunista del exterior. (15)
Como
se dijo, el presidente Frondizi había apoyado con entusiasmo el proyecto del
presidente brasileño Kubitschek denominado Operación Panamericana y ambos países
habían acordado coordinar su política regional. (16) Con dicha base, y ya
instalado en el gobierno el nuevo presidente de Brasil, Janio Quadros, comenzó
a prepararse cuidadosamente la conferencia entre los mandatarios de ambos países
que tendría lugar en Uruguayana entre el 20 y 22 de abril de 1961. El hecho de
que Quadros fuera percibido por muchos sectores en la Argentina como
procomunista e inclinado a un neutralismo afroasiático provocó que se
aconsejara al presidente Frondizi desistir de la entrevista con diversos
argumentos, entre ellos que la misma fortalecería la oposición interna a su
gobierno. (17)
Finalmente
la reunión de Uruguayana se llevó a cabo. (18) Los temas a tratar incluían un
Acuerdo de Amistad y Consulta, la colaboración en las Naciones Unidas, la
cuestión de Cuba, el conflicto entre Ecuador y Perú, el comercio entre ambos
países y algunos temas culturales y técnicos.
El presidente brasileño comenzó señalando los errores de conducción
de las potencias occidentales, especialmente de Estados Unidos. Mencionó la
relevancia del proceso afroasiático y calificó de grave error la posición de
Estados Unidos ante Cuba, comparándola con la de Francia y Gran Bretaña en la
cuestión de Suez. Frondizi estuvo de acuerdo en que los países occidentales
habían cometido errores, pero señaló que la obligación de los países
sudamericanos no era preservar teorías sino servir a los intereses nacionales
de sus países.
En
su larga exposición, Frondizi dejó claramente expresada su posición
pro-occidental y esencialmente pragmática, señalando los siguientes puntos: a)
la posición de la Argentina y Brasil en Occidente y América conllevaba
obligaciones y responsabilidades; b) la posición occidental y cristiana coincidía
con los intereses nacionales de los respectivos países; c) la posición de tipo
neutralista podía dar satisfacciones a la opinión pública, pero si no se
aseguraba el desarrollo del país, el presidente que la adoptara quedaría como
un teórico que no supo interpretar las necesidades de su pueblo; d) antes que
declaraciones de tipo general debían buscarse soluciones a los problemas
concretos del desarrollo nacional; e) dicho desarrollo se fundaba en el esfuerzo
nacional, pero también dependía de la ayuda extranjera; f) la ayuda extranjera
tenía que provenir de Occidente, en especial de Estados Unidos; g) no se podía
pretender negociar desde una posición política de supuesta fuerza, como la
adoptada con actitudes de tipo neutralista; h) la Argentina deseaba coordinar
con Brasil su planteo ante Estados Unidos y Europa de que las medidas que
posibilitaran el desarrollo eran urgentes; i) la razón subyacente a dicho
planteo era que si no se aseguraba el desarrollo, la democracia correría
peligro; y j) se señalaban algunas actitudes contradictorias de Brasil en el ámbito
internacional.
Frondizi
pidió a Quadros una definición, para saber si ambos podrían llegar a un
entendimiento, aclarando que, si Brasil aceptaba el planteo argentino, se
alcanzaría una fuerza moral muy valiosa para luego conversar con el presidente
John F. Kennedy. Quadros respondió que aceptaba en todo el planteo del
presidente argentino -“compromiso que adquiero”, expresó-, aunque aclaró
que era probable que se viera obligado a hacer alguna declaración no
coincidente con dicho compromiso ante la opinión pública brasileña.
El
21 de abril de 1961 fue suscripto el Convenio de Amistad y Consulta, el cual, si
bien fue firmado por Frondizi y Quadros, había sido negociado durante el
gobierno de Kubitschek. En él, las partes contratantes acordaban efectuar
consultas permanentes sobre todos los asuntos de interés común, y coordinar
sus actuaciones en el ámbito continental y mundial. También convenían en
mantener un intercambio de información sobre todas las cuestiones relevantes en
el ámbito internacional. Otros artículos se referían a la consolidación del
sistema interamericano; al mejoramiento de las relaciones entre la Argentina y
Brasil en los ámbitos jurídico, económico, financiero y cultural, y al libre
tránsito de personas entre ambos países. El tratado quedaba abierto a la
adhesión de todos los países del continente. Este convenio no sería
ratificado por ninguno de los dos Congresos, pero fue puesto en ejecución por
notas reversales intercambiadas en noviembre del mismo año. (19)
Por
cierto, la redacción de la declaración conjunta insumió bastante trabajo a
ambos cancilleres y a los mismos presidentes. La diferencia de criterio surgió
cuando, ante la propuesta del canciller argentino Diógenes Taboada de que se
hiciera una referencia a los principios de no injerencia extracontinental y de
no intervención, Quadros expresó que de la misma manera él deseaba eliminar
la hipótesis de la intervención de un Estado americano en otro. Esto llevó a
una impasse que finalmente fue superada por la propuesta de Frondizi de
mantener el repudio a la injerencia extracontinental, pero agregando al concepto
de autodeterminación de los pueblos una afirmación fuerte sobre la soberanía
nacional.
Respecto
del caso cubano, no se tomaron decisiones, pero se acordó mantenerse en
contacto para la adopción de actitudes futuras. Ante el problema del comunismo,
se convino que cada país designara un oficial superior de las fuerzas armadas
para que trabajara en contacto con los servicios de informaciones del otro país.
Por otra parte, Quadros afirmó que retiraría las tropas estacionadas sobre la
frontera argentina y las enviaría al interior del país. Al tratarse el
proyecto del presidente chileno de convocar una conferencia de Desarme
Sudamericano, ambos presidentes coincidieron en que el asunto no podía ser
considerado fuera del contexto mundial.
Superadas
las disidencias, el 22 de abril de 1961, los presidentes Frondizi y Quadros
firmaron la Declaración de Uruguayana, que establecía lo siguiente:
a)
Tanto Brasil como la Argentina orientarían su política internacional en función
de su común condición sudamericana, de la esencia occidental y cristiana de
sus nacionalidades y de las responsabilidades continentales asumidas. Se
reivindicaba la condición de sudamericanos, intentando mostrar a Estados Unidos
una realidad conosureña distinta de otras regiones latinoamericanas.
b) Ambos estados estaban determinados a participar de manera activa y según su
interés nacional en la solución de los problemas internacionales que los
afectaban.
c) La preservación de la democracia exigía con urgencia un esfuerzo para
acelerar los programas de desarrollo en América latina.
d)
El progresivo empeoramiento de las condiciones de vida de los pueblos del
continente determinaba graves problemas políticos y sociales, que debían
resolverse con la participación de los países del continente. Se rechazaba la
interferencia de factores extracontinentales, respetando el principio de
autodeterminación de los pueblos de manera de asegurar la efectiva soberanía y
conforme a las resoluciones interamericanas.
e) Se instaba a la rápida ejecución de los postulados de la Operación
Panamericana según el espíritu del Acta de Bogotá, que habían recibido el
apoyo del programa “Alianza para el Progreso”, propuesto por el presidente
norteamericano.
f) Ambos países compartían el concepto de que la colaboración económica
externa sólo podía fructificar mediante un fuerte esfuerzo nacional.
g) Debía realizarse un gran esfuerzo para acrecentar los recursos nacionales,
defendiendo el valor de los productos básicos, luchando por la eliminación de
las restricciones que cercenaban las exportaciones latinoamericanas, y
promoviendo el comercio con todas las naciones.
h) Los gobiernos de la Argentina y Brasil estaban decididos a colaborar en la
consecución de aquellos objetivos comunes a todos los latinoamericanos, para
consolidar la amistad, la paz y la democracia en el continente.
La
decisión tomada en la reunión de Uruguayana de establecer un sistema de
consultas y de intercambio permanente entre ambos países, apuntado a coordinar
una acción común en el plano internacional, se pondría en práctica con
vistas a la próxima conferencia interamericana. Por cierto, la evaluación de
la conferencia de Uruguayana no es unánime. Autores como Conil Paz y Ferrari
sostienen que en ella Frondizi colocó a la Argentina “a la zaga del
Brasil”. La política argentina se ligaba estrechamente a la de Brasil en el
momento en que ésta tomaba una dirección neutralista y su presidente se
acercaba al mundo comunista. Por su parte, Lanús sostiene que la Argentina logró
evitar que Brasil enfatizara una política neutralista que agravaría la situación
hemisférica y obligaría al primero a realizar gastos militares para preservar
su seguridad. (20)
En
un memorándum entregado en Washington, respecto de la condena de Cuba en una
reunión de Consulta y la posibilidad de ruptura de relaciones, el gobierno
argentino estimaba que sería “muy peligroso para el prestigio
norteamericano” intentar esa estrategia. En su opinión, todo intento de
sancionar a Cuba llevaría a la reunión a un final peor que el de la Séptima
Reunión de Consulta de Costa Rica. Además México, Brasil, Ecuador y otros países
habían rechazado la idea.
El gobierno argentino proponía en cambio “tratar de comprometer a Cuba
directamente con los países latinoamericanos que han permanecido relativamente
neutrales ante el conflicto, obligándola mediante una negociación que envuelve
a los Estados Unidos, a cesar sus agresiones”. Para alcanzar este objetivo, el
gobierno argentino hacía una consulta al gobierno norteamericano sobre la
conveniencia de convocar una Reunión Cumbre Interamericana en la que
participaran los presidentes Kennedy, Quadros, López Mateos y Frondizi, a
reunirse en alguna ciudad del Cono Sur hacia julio de 1961. El proyecto del
gobierno argentino, si Washington daba su conformidad, era buscar bases para un
acuerdo con el gobierno cubano. (21)
Por
otra parte, en mayo de 1961, como resultado de una conversación entre Kennedy y
el ministro de Economía argentino, Roberto Alemann, se estableció un grupo de
trabajo interdepartamental encabezado por el secretario de Estado Martin., que
incluía a los Departamentos de Estado, Comercio, Agricultura y Tesoro, además
de la Administración Cooperativa Internacional y las instituciones de préstamo,
con el propósito de promover mejores relaciones económicas entre Estados
Unidos y la Argentina. Este grupo mantuvo conversaciones durante tres semanas
con una misión especial argentina liderada por el embajador argentino Adalbert
Krieger Vasena. La misión argentina presentó una lista de proyectos de
desarrollo y un pedido urgente de 200 millones de dólares para caminos, aeródromos,
acero, electricidad, vías férreas y hoteles. Según la embajada
norteamericana, el pedido del gobierno argentino era razonable y éste había
adoptado estrictas políticas monetarias y fiscales y estaba haciendo todo lo
que podía esperarse para mejorar la economía. Además, la atención de alto
nivel que el gobierno norteamericano estaba otorgando a Frondizi y a la misión
argentina no omitiría la consideración de vincular los pedidos argentinos
con la “colaboración política efectiva” con Estados Unidos. El
ejemplo utilizado era la vinculación de los préstamos para aeródromos con la
rápida concreción de un convenio aéreo civil con Estados Unidos. (22)
La
inversión extranjera necesaria para el desarrollo económico era obstaculizada
por los problemas respecto de las garantías. Frondizi había deseado establecer
un acuerdo para ser parte de la “nueva mirada”de Estados Unidos hacia América
latina. En consecuencia, un Acuerdo sobre la Convertibilidad de Inversiones,
para cubrir riesgos y expropiación, fue firmado en diciembre de 1959, en Buenos
Aires. El Senado norteamericano lo había ratificado en agosto de 1960, y el
Congreso argentino lo había hecho en abril de 1961, a pesar de la oposición de
la UCRP que se había retirado del recinto en señal de protesta. La UCRP se
mantuvo firme contra lo que denominó la “extranjerización” de la economía
argentina y la enajenación de la salud nacional. Brasil, Uruguay y México no
habían considerado apropiado firmar un convenio semejante con Estados Unidos,
que parecía poner a la Argentina en la misma situación que los países menos
desarrollados y menos confiables. “Nadie deseaba el crecimiento argentino
sobre la base de industrias que no tienen posibilidad de participación o
asimilación en la vida argentina. Esto permitirá la entrada a un capitalismo
que todavía no ha enfundado sus garras”. El país no necesitaba reconocer en
favor de los extranjeros obligaciones y responsabilidades mayores que las de las
propias naciones y que podrían provocar la huida del capital argentino. La
embajada norteamericana trataba de excusar estas ideas como típicas de un
nacionalismo provinciano. Sin embargo, un año más tarde muy pocas garantías
de inversión habían sido aprobadas por el gobierno argentino. (23)
Adlai
Stevenson, representante norteamericano en las Naciones Unidas, visitó Buenos
Aires en julio de 1961. Frondizi le explicó que su posición consistía en
evitar el aislamiento de Cuba y enfocar la revolución cubana en el marco de las
frustraciones que sobrellevaban todos los países latinoamericanos como
consecuencia del atraso socio-económico. Intentó demostrar que la cuestión de
Cuba no debía ser encarada como parte del enfrentamiento Este-Oeste. Señaló
además que el asunto cubano tenía una fuerte incidencia interna en la región.
Frondizi propuso a Stevenson una entrevista con Rogelio Frigerio, pero la
vigilancia que los servicios de inteligencia argentinos mantenían sobre el
gobierno y su círculo impidió que la misma se concretara. (24)
Una
reunión del Consejo Interamericano Económico y Social estaba prevista para
agosto de 1961 en Punta del Este. Su importancia radicaba que en ella se definiría
el programa de la Alianza para el Progreso. A fin de concordar sus políticas
como se había decidido en Uruguayana, los gobiernos argentino y brasileño
iniciaron una serie de consultas. Los documentos preparados al efecto por el
gobierno argentino sostenían que no se trataba de recibir ayuda para obras
asistenciales sino para el desarrollo de la producción. Se destacaba la
necesidad de establecer varios puntos: un plan general, el monto del
financiamiento a otorgar por Estados Unidos, la determinación de las
prioridades, el fortalecimiento de las industrias básicas y la transformación
de la Argentina y Brasil en “polos difusores” encargados de desarrollar las
subregiones. Finalmente, en una entrevista mantenida por el asesor del canciller
argentino, Horacio Rodríguez Larreta, con las autoridades brasileñas, surgió
el compromiso de ambos países de apoyar sus respectivas solicitudes de
financiación ante Estados Unidos y de unificar su acción en la conferencia
venidera. Por su parte, el Departamento de Estado envió a la cancillería
argentina un texto de Carta para la Alianza que no mencionaba el desarrollo
industrial y no tenía en cuenta la percepción argentino-brasileña del
desarrollo económico. (25)
El
presidente Kennedy hizo llegar un mensaje personal a la conferencia en el que señalaba
que en la vida democrática no debía haber lugar para instituciones que
beneficiaran sólo a unos pocos, y que deberían realizarse los cambios
profundos para eliminarlas, como la reforma agraria, el mejoramiento de la
educación, la salud y la vivienda. La Alianza para el Progreso significaría un
esfuerzo mucho mayor por parte de Estados Unidos, tanto en lo referente a los
recursos materiales como a la comprensión de las necesidades de América
latina. El presidente anunció también que entre marzo de 1961 y marzo de 1962,
Estados Unidos distribuiría más de mil millones de dólares en asistencia a América
latina. (26)
Las
delegaciones argentina y brasileña redactaron, sobre la base del proyecto
norteamericano, el documento que oficialmente se presentó a la Conferencia. El
proyecto alternativo a la primera propuesta presentada por la delegación
norteamericana fue elaborado con la participación de los delegados de Estados
Unidos, Brasil, Chile y la Argentina. A instancias de los argentinos, se atenuó
el tema de la reforma agraria, se incorporó el objetivo de la industrialización
y se trató impetuosamente de hacer desaparecer el principio de la planificación
supranacional, que era la tesis de la CEPAL sostenida por algunos países
intermedios y menores. (27)
Finalmente,
los países americanos suscribieron el 17 de agosto de 1961 la Carta de Punta
del Este. El objetivo general de la misma afirmaba que la Alianza para el
Progreso tenía como propósito dirigir las energías de las repúblicas
americanas para realizar un gran esfuerzo cooperativo que acelerara el
desarrollo económico y social de América latina. Debía realizarse en el marco
de la democracia representativa. Al adherirse a la Carta, Estados Unidos prometió
aportar la mayor parte de “un capital procedente de fuentes externas durante
los siguientes diez años cuando menos de 20.000 millones de dólares”, que
provendría principalmente de fondos públicos. A su vez, los gobiernos
norteamericanos se comprometieron a realizar “las reformas sociales necesarias
para permitir una distribución justa de los frutos del progreso económico y
social”. Cada país elaboraría su propio plan de desarrollo, para el cual
recibiría la ayuda externa. Cuba, que estuvo representada en la conferencia por
su ministro de Industria, Ernesto “Che” Guevara, no firmó la Carta; en
tanto Estados Unidos dejó aclarado que de ninguna manera concedería fondos a
la isla mientras su gobierno mantuviera su vinculación con la Unión Soviética.
La estrecha relación de la Alianza para el Progreso con la política
anticomunista norteamericana limitó en gran parte su puesta en práctica. (28)
Tal
vez con el deseo de actuar como mediador entre Estados Unidos y Cuba y poder
conseguir un triunfo diplomático que consolidara su posición y la de su
partido para las próximas elecciones, el presidente Frondizi decidió conceder
una entrevista secreta al Che Guevara, aprovechando que éste se encontraba en
Punta del Este. El 18 de agosto el ministro de Industria de Cuba aterrizaba en
Don Torcuato y desde allí era llevado directamente a la residencia presidencial
de Olivos. La conversación entre Frondizi y Guevara duró setenta minutos. El
presidente argentino expresó la necesidad de un entendimiento con Estados
Unidos y de evitar la exclusión de Cuba del sistema interamericano. Sostuvo
también que la política de desarrollo era el instrumento para superar los
problemas latinoamericanos. Afirmó claramente que rechazaba el uso de la
violencia. Por su parte, Guevara vaticinó que América latina se transformaría
“en un Vietnam”. El ministro señaló que únicamente por medio de la lucha
armada podrían liberarse estas tierras de la influencia “imperialista”.
Afirmó también que Cuba deseaba permanecer en el sistema interamericano y
tratar de alcanzar un entendimiento con Estados Unidos, aunque repitió que para
los países pobres el único camino era la violencia. Se mostró partidario de
un modelo de estado socialista, pero independiente de la Unión Soviética.
Guevara dejó abierta la posibilidad de una mediación entre su gobierno y el
norteamericano. (29)
La
noticia de la entrevista provocó una gran conmoción en las fuerzas armadas. La
decisión del presidente de mantener la entrevista en secreto -según se alegara
por razones de seguridad- dificultó a los secretarios militares la tarea de
contener las protestas de los indignados oficiales. El comandante en jefe,
Rosendo Fraga, estuvo a punto de renunciar. Para tratar de devolver la calma,
Frondizi convocó el 19 de agosto a una reunión de altos mandos y del ministro
de Defensa. Luego de la misma, se dio a conocer un comunicado informando que la
visita de Guevara no había cambiado la posición de la Argentina respecto de
Cuba y el comunismo. Se decidió también que el presidente dirigiera un mensaje
al país el día 21. En éste, Frondizi señaló la necesidad de respetar la
soberanía de otros países y de coexistir con sistemas distintos. Enfatizó su
rechazo al totalitarismo, recalcó su adscripción a los valores occidentales e
hizo referencia al buen concepto que el gobierno norteamericano tenía de su
gobierno. No obstante, el presidente también expresó que en Punta del Este había
culminado una política americana iniciada antes de asumir el gobierno -en alusión
a su gira por los países limítrofes como presidente electo en abril de 1958- y
cuyo fruto más reciente era el acuerdo de Uruguayana. De todos modos, la
entrevista con Guevara dejaría su secuela, reduciendo sensiblemente el número
de oficiales dispuestos a defender al presidente y la legalidad institucional.
(30)
A
fines de septiembre de 1961, Frondizi viajó nuevamente a Estados Unidos para
hablar ante la Asamblea de las Naciones Unidas. En ese mes, el presidente
argentino había viajado a Chile y firmado con el presidente Jorge Alessandri la
“Declaración de Viña del Mar”, que establecía un sistema de consultas
semejante al propiciado en la reunión de Uruguayana. En el trayecto a Nueva
York, hizo escala en Río para conversar con el nuevo presidente Joao Goulart, y
en Caracas para hablar con el presidente Betancourt. Ya en Estados Unidos, el 24
de septiembre, volvió a entrevistarse con Stevenson, a quien nuevamente expresó
que la reunión de Consulta debía postergarse hasta que el programa de la
Alianza para el Progreso estuviera en ejecución, y pudiera demostrar que el
gobierno norteamericano estaba decidido a atacar el subdesarrollo de manera
evidente. Stevenson le preguntó si seguía estando a favor de la reunión
cumbre de jefes de estado. El presidente argentino le respondió que no, que era
demasiado tarde. Como intérprete de lo conversado con Alessandri, Goulart y
Betancourt, Frondizi expresó que sólo era posible la rápida ejecución de los
compromisos asumidos en Punta del Este a través de la Alianza para el Progreso.
(31)
El
26 de septiembre de 1961, los presidentes Kennedy y Frondizi tuvieron una reunión
a solas y luego con sus respectivas delegaciones encabezadas por Dean Rusk y
Miguel Angel Cárcano. Respecto de Cuba, Kennedy trató de aclarar que la cuestión
no era entre Estados Unidos y Cuba; que el esfuerzo hemisférico era necesario
para resolver el problema, y que no estaba en juego la propiedad norteamericana,
sino más bien la cuestión de la penetración comunista. Kennedy dijo a
Frondizi que no estaba considerando intentos de invadir a Cuba, sino que lo que
quería era aislar a Cuba. El secretario de Estado Dean Rusk dijo a Frondizi que
la OEA era indiferente a la penetración comunista en el hemisferio y que la
situación empeoraría. La posición de Frondizi fue que la solución descansaría
en el enérgico lanzamiento de la Alianza para el Progreso, que demostraría que
era posible lograr progreso social y económico democráticamente. La Alianza
necesitaba tener éxito para que la gente no se tornara pesimista. No era una
cuestión de los Estados Unidos versus Cuba, sino de América latina
progresando democrática, económica y políticamente. (32)
En
la conversación privada entre Kennedy y Frondizi, el mandatario norteamericano
dijo que su administración deseaba hacer un esfuerzo nacional para suministrar
recursos a la Argentina, “suponiendo que la Argentina cumpliera totalmente con
su parte, incluyendo un esfuerzo concertado para evitar incursiones del
comunismo provenientes de dentro o de fuera”. Frondizi respondió diciendo que
Estados Unidos necesitaba amigos firmes en el Sur. Para que la experiencia de la
Argentina pudiera servir como un ejemplo a otros países, Frondizi repitió dos
veces que era esencial la ayuda norteamericana como recompensa por los
sacrificios argentinos.
Kennedy
esperaba este enfoque de “línea dura”. Había sido informado por la
embajada norteamericana acerca de la opinión de Frigerio -una sombra “no
oficial y oportunista” en el gobierno-, quien era partidario de una negociación
dura que hiciera de la asistencia económica de Estados Unidos el precio del
apoyo político argentino. Según la perspectiva de la embajada, el objetivo de
Frigerio era incrementar el prestigio internacional de la Argentina y de
Frondizi, sin virtualmente ningún costo. Dicho objetivo se había hecho
evidente en la oferta de buenos oficios de Frondizi a Cuba, y en su entrevista
con el Che Guevara, aunque estos pasos no habían generado el efecto esperado,
ya que provocaron una rígida oposición de los militares argentinos. (33)
La
única solución para los problemas latinoamericanos, dijo Frondizi, era la rápida
instrumentación de la Alianza. Por otra parte, arguyó que el respaldo de
Kennedy permitiría ubicar a la Argentina en un rumbo claro frente a la cuestión
de la sucesión presidencial. Esto era lo mismo que decir que la ayuda
norteamericana evitaría un golpe militar. La interesada extorsión no podía
ser efectiva, sin embargo, porque el Congreso norteamericano estaba presionando
para asegurarse que América latina hiciera esfuerzos importantes en las
reformas agrarias e impositivas, en la movilización del capital, y en el uso
efectivo de los fondos norteamericanos. Aunque los funcionarios norteamericanos
esperaban que Frondizi terminara siendo más cooperativo (intentando incorporar
su “incuestionable inteligencia, dinamismo y liderazgo” para que adoptara
una “posición más fuerte y franca en la defensa de los principios del mundo
libre”), la “luna de miel” con Frondizi había terminado. (34)
Según
la embajada norteamericana, la relación cooperativa en realidad había
terminado un año antes, en el debate sobre cuestiones sustantivas de política
exterior. Antes de aquel momento, Frondizi pudo afirmar en forma persuasiva que
estaba tan preocupado como Estados Unidos por la amenaza del castrismo al
hemisferio y al sistema interamericano. Pudo citar como evidencia el hecho de
que la Argentina había adoptado en algún sentido una actitud incluso más
anticastrista que la de Estados Unidos, en su acción dirigida a excluir a los
representantes cubanos de la Junta Interamericana de Defensa, sobre la base de
que éstos no estaban comprometidos con los propósitos por los cuales dicha
Junta había sido establecida. Pero luego, en ocasión de las conferencias de
San José y Bogotá, se produjo un marcado cambio en la disposición del
gobierno argentino a colaborar con Estados Unidos. En estas conferencias, los
delegados argentinos tendieron a ir con pies de plomo respecto de las propuestas
de condena o de acción colectiva contra Cuba. En ello la embajada percibía la
influencia del grupo de Frigerio.
En
la conferencia de Bogotá el subsecretario de Estado norteamericano Douglas
Dillon notó la “actitud particularmente no cooperativa” demostrada por el
representante argentino, Arnaldo Musich, a tal punto que la embajada
norteamericana en Buenos Aires fue instruida para que intentara despejar el
problema con Frondizi. El grupo de Frigerio hizo pocos esfuerzos para ocultar
sus premisas doctrinarias y sus conceptos tácticos. A mediados de 1960, Musich
dijo a los representantes norteamericanos que, a menos que Estados Unidos
colaborara más con la economía argentina, el Ministerio de Relaciones
Exteriores argentino seguiría una política exterior más independiente. En
julio de 1960, Frondizi extendió su amenaza a Europa Occidental.
La posición típica del gobierno argentino sobre Cuba consistía en que
mientras Castro y el comunismo no fueran problemas serios en la misma Argentina,
el gobierno debería proceder cautelosamente, sin tomar en cuenta a otros países
latinoamericanos donde el problema era más crítico. Además, la Argentina debía
considerar la actitud de Brasil y México, países que se opusieron a cualquier
iniciativa contra Cuba. (35)
En
la preparación de las reuniones de fines de septiembre, el embajador
norteamericano en la Argentina, Roy Rubottom, informó a Kennedy que Frondizi
probablemente pediría una considerable asistencia de Washington, y que la
manera en que la misma fuera administrada afectaría en forma significativa el
futuro inmediato de las relaciones políticas y económicas de
Estados Unidos con la Argentina. Advirtió que existiría una
considerable diferencia de criterios respecto de épocas anteriores, ya que las
autoridades argentinas estaban mucho menos dispuestas a colaborar con Estados
Unidos en política exterior de lo que habían estado un año antes. Además,
Frigerio mantenía en ese momento su influencia sobre Frondizi. Rubottom dijo
que el gobierno argentino probablemente presentaría listas enteras de pedidos
(coloquialmente apodadas “shopping lists”), “ejerciendo presión
con ellas (...) y sin utilizar para ello justificaciones técnicas o económicas”.
Frondizi, juzgó Rubottom, era por sobre todo un realista y respondería
favorablemente a una petición con el fin de presentar sus propios pedidos.
Frondizi haría planteos respecto de las cuestiones de Berlín, el desarme,
Cuba, y la inquietud de los sectores de izquierda del hemisferio en relación a
Kennedy, e intentaría obtener apoyo material a cambio de apoyo político.
Estados Unidos, por su parte, pretendía más cooperación argentina tanto en el
plano bilateral como multilateral, incluyendo un acuerdo bilateral de aviación
civil, y una coordinación de políticas respecto de la iniciativa de Colombia
hacia Cuba y de la situación en la República Dominicana. (36)
Tal
como lo había previsto el funcionario, las reuniones no estuvieron exentas de
obstáculos y tensiones, lo que condujo a renovados esfuerzos norteamericanos
por mejorar la relación. A fines de mayo de 1961, Roberto T. Alemann, ministro
de Economía argentino, se reunió con Kennedy en Washington. El presidente
norteamericano señaló: “Si la década de 1960 ha de ser una década de
progreso, entonces Argentina y Estados Unidos deben cooperar. Los Estados Unidos
están comprometidos con el desarrollo económico de largo alcance de la
Argentina, y aun más con una continua relación de amistad, sociedad y respeto
mutuo”. La palabra “amigo” fue usada tres veces en el discurso de Kennedy,
y términos que denotaban “cooperación” y “sociedad” fueron utilizados
cuatro veces. El gobierno y los militares argentinos se sintieron satisfechos, y
Henry A. Hoyt, ministro consejero de la embajada de Estados Unidos en Buenos
Aires, pronosticó el comienzo de un nuevo “punto alto” en las relaciones
inter-americanas. (37)
Como
consecuencia, se ordenó que los documentos del Departamento de Estado
norteamericano que no reflejaban esta nueva actitud positiva fueran rescritos.
Por ejemplo, en julio de 1961, Rubottom sugirió alterar el tono y la redacción
del documento “Líneas Rectoras de la Política Norteamericana hacia la
Argentina”, otorgando a la Argentina más beneficio de la duda donde
estuvieran en juego las intenciones básicas. La cuestión retórica de “¿cuánto
tiempo durará la luna de miel entre ambos países?”, dijo, debía ser
reemplazada por la reflexión de que “la Argentina y Estados Unidos se
necesitarán mutuamente”. (38) Verdaderamente, la Argentina no quería ser
considerada como un país “satélite” de los Estados Unidos, sino más bien
como un igual, tal como Alemann dijo a Rubottom, y era desde esta perspectiva
que la Argentina expresaría sus puntos de acuerdo y desacuerdo con Estados
Unidos, en forma libre y franca. (39)
La
creciente amistad de Frondizi con Kennedy -que tomó la iniciativa de invitar al
presidente argentino a Washington- no pasó desapercibida por la oposición a
Frondizi. (40) En agosto de 1961 dos diputados nacionales de la UCRP, Conrado
Hugo Storani y Carlos Alberto Becerra, reclamaron que Frondizi explicara lo que
ellos llamaron la intervención perjudicial del Departamento de Estado
norteamericano en la compra de un avión, y acusaron a Frondizi, entre otros
cargos, de “traicionar” a la Argentina y de “socavar la seguridad
nacional”. Dijeron que Frondizi estaba siguiendo las directivas del Pentágono,
que apuntaban a la penetración económica en la Argentina. (41)
En
noviembre de 1961, el senador Humphrey estuvo de paso en Buenos Aires a fin de
concertar nuevas entrevistas de Frondizi con Adlai Stevenson y Kennedy. Antes de
iniciar su viaje por Canadá, Grecia, India, Thailandia y Japón, el 26 de
noviembre el presidente argentino se reunió con Stevenson en Trinidad.
Se trataba de establecer una política común en vista de la propuesta
colombiana de tratar el caso de Cuba en el seno de la OEA. Stevenson señaló
que la pasividad de la OEA ejercía efectos negativos sobre la opinión pública
norteamericana y entorpecía los planes de ayuda a América latina. Además su
fracaso en hacer frente a la cuestión cubana significaría la crisis del
sistema. Estados Unidos trataría de convencer a Colombia y Perú que reclamaban
soluciones drásticas; en tanto la Argentina centraría sus esfuerzos en Brasil,
Chile y Uruguay. Estando la delegación en Japón, Frondizi recibió la invitación
del presidente Kennedy para un nuevo encuentro. (42)
La
propuesta de convocar una Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones
Exteriores para sancionar al régimen cubano continuó siendo impulsada por el
gobierno de Estados Unidos. Cuando el tema se debatió en el Consejo de la OEA,
seis países, además de Cuba, se negaron a apoyarla: Argentina, Bolivia,
Brasil, Chile, Ecuador y México. Dicha oposición, sin embargo, no era
suficiente para evitar la resolución favorable y ésta fue aprobada el 4 de
diciembre de 1961, lo cual significó un triunfo de Estados Unidos. Dos días
antes, Fidel Castro se pronunciaba marxista-leninista en la reunión del
Consejo, lo que causó un gran impacto, consolidando la posición de los países
que solicitaban la reunión de acuerdo con el TIAR. (43)
A
su regreso de su viaje por Oriente, Frondizi mantuvo su última reunión con
Kennedy en Palm Beach, el 24 de diciembre. La posición argentina seguía siendo
la misma: a) Estados Unidos era una realidad, pero Cuba con apoyo soviético
también lo era; b) se imponía una negociación que no la podía hacer ningún
político norteamericano; y c) existían dos caminos para la negociación: a
través de América latina, con la asistencia de los grandes países de la región;
o a través de la Unión Soviética. Además, el hecho de discutir en la reunión
sanciones contra Cuba tendría un efecto interno en la Argentina: podría
alterar a los votantes argentinos antes de las elecciones de marzo de 1962,
forzaría a un voto en la “línea dura” que dividiría el sistema
interamericano, y por lo tanto incrementaría las posibilidades de Cuba de
retener la cooperación y el respaldo de Brasil, México, Chile, y un puñado de
otros países. Según sostiene Lanús, Kennedy pidió a Frondizi que le hiciera
llegar un memorándum, no por la vía de la embajada ni del Departamento de
Estado, sino por un enviado confidencial, indicando el nombre del mismo.
Frondizi designó al efecto al embajador Emilio Donato del Carril. (44)
Frondizi
envió a Kennedy una carta el 2 de enero de 1962 acompañando los proyectos de
resolución que a juicio del gobierno argentino ofrecían el planteo más
adecuado para la próxima Reunión de Consulta. Según Frondizi el asunto cubano
estaba provocando el descuido de cuestiones de la más alta prioridad para América,
que eran la posible ruptura del sistema continental y el quebrantamiento del
orden político y la estabilidad institucional de los países. Evidentemente
preocupado por sus problemas internos, el presidente argentino señalaba que la
preservación de todo el sistema regional descansaba en la unidad y cohesión de
las naciones que lo integraban. Por lo tanto, señalaba que el verdadero asunto
que tendría que atender la conferencia era la preservación del sistema
interamericano, en la cual estaban “gravísimamente comprometidos no sólo la
seguridad continental sino también y primordialmente la unidad nacional de cada
uno de los estados miembros y la de los gobiernos con sus pueblos”. Frondizi
manifestaba que someter a los gobiernos latinoamericanos a tratar aisladamente
el problema de Cuba, sin profundizar las causas que le habían dado origen, no
podía emitir otra imagen que la inoperancia del sistema por un lado, y la
perduración de la violencia por el otro. El objetivo principal de la
conferencia debía ser, pues, el fortalecimiento de la solidaridad continental.
Frondizi proponía mantener la iniciativa del gobierno colombiano, en cuanto
proponía la presentación de varios proyectos de resolución, presentando a
continuación el contenido de varios proyectos. Aclaraba que los anteproyectos
adjuntos no preveían la aplicación de sanciones y señalaba que la
posición de la Argentina al respecto era firme. Excluida la intervención
armada, Frondizi señalaba que la única sanción que los gobiernos -incluido el
norteamericano- habían considerado era el rompimiento colectivo más o menos
simultáneo de relaciones diplomáticas y comerciales. Al respecto, reiteraba
los argumentos decisivos que a su juicio se oponían a tal decisión. La
Argentina postulaba un pronunciamiento continental unánime, que obligara al
gobierno de Cuba
a decidir si participaba o no del sistema interamericano. Si el régimen
de Castro decidía no adaptarse a dicho sistema, se vería obligado a rendir
cuentas a su pueblo y demostrar los beneficios de mantenerse alejado del mismo.
Para que Castro se enfrentara con este dilema era absolutamente imprescindible
movilizar recursos financieros y técnicos en una magnitud sin precedentes en la
región, lo cual era responsabilidad exclusiva de la nación norteamericana.
Frondizi se permitía sugerirle a Kennedy que le planteara el problema en esos términos
al pueblo norteamericano. (45)
Los
que siguieron fueron días complicados para Frondizi y su ministro Cárcano. La
cuestión cubana se convirtió en un problema de política interna. El gobierno
argentino se vio confrontado en el plano interno y a la vez presionado por las
autoridades de Washington, que plantearon la cuestión de la expulsión de Cuba
en términos de estar a favor o en contra del comunismo. El presidente Kennedy
envió una carta a Frondizi, solicitándole que apoyara la exclusión de Cuba de
la OEA. Frente a la insistencia norteamericana, no se pudo dejar el tema de las
sanciones contra Cuba fuera de la agenda de la reunión. La cuestión se
convirtió entonces en si habría o no apoyo para que la OEA aplicase sanciones
bajo los términos dispuestos por el Tratado de Río. Pero esto no alcanzaba
para las aspiraciones norteamericanas. La posición de Kennedy fue que algunos
estados miembros querían una acción aun más fuerte que la que permitía el
Tratado, con el fin de combatir la “infección (comunista) presente”, y no
creían que ello pudiera conducir a dividir “nuestro sistema
interamericano”. Kennedy quería que la Argentina fuese un compañero de ruta
de Estados Unidos, a fin de controlar en forma conjunta el rumbo de las
sanciones. Frondizi envió entonces sus representantes a Washington para
establecer los detalles de una posición conjunta argentino-norteamericana o al
menos una estrategia común. (46)
La
Octava Reunión de Consulta de ministros de Relaciones Exteriores se inició
finalmente en Punta del Este el 22 de enero de 1962. Frondizi no alineó a la
Argentina con Estados Unidos. La votación, respecto de la exclusión de Cuba de
la OEA, fue de catorce votos a favor, uno en contra (Cuba) y seis abstenciones
(Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador y México, integrantes del llamado
“grupo de los seis”). En realidad, la resolución VI impuso a Cuba sanciones
limitadas y excluyó a su “actual gobierno” de participar en el sistema
interamericano. Debió elegirse esta fórmula, ya que la Carta de la OEA no
establece el procedimiento para expulsar a un estado miembro. En todas las demás
resoluciones la Argentina votó con la mayoría. La abstención de la Argentina
en el caso de Cuba fue justificada en base a razones jurídicas. Según
explicara el canciller Cárcano, “nuestro país, respetuoso de las normas jurídicas
como principio primero de la vida internacional, no puede apoyar con su voto
esta resolución que va mucho más allá de las facultades a las cuales ha dado
su consentimiento”. Otras razones aparecían en los fundamentos de la posición
argentina, redactados por el subsecretario Oscar Camilión, en los cuales se
resolvía que la Argentina no propugnaría sanciones contra Cuba porque: a) no
se quería romper con Cuba; b) las sanciones violaban el principio de no
intervención, y c) eran ineficaces, porque si lo que se quería era debilitar a
Fidel Castro, se obtendría el resultado contrario. La postulación de la
ruptura favorecía la “satelización de Cuba” dentro del bloque soviético.
No obstante, Camilión trató hasta último momento de alcanzar un acuerdo. El
voto forzó a Frondizi a mostrar sus cartas, y entonces no pudo evitar una
confrontación con Washington. La actitud de Frondizi fue atribuida por algunos
observadores a su conflicto personal entre ideología y realidad. Su voto en
Punta del Este fue percibido por los sectores conservadores como uno de los
vestigios remanentes de su pensamiento ideológico, y como una subestimación de
la oposición de la opinión pública y de los militares argentinos. (47)
Sintiéndose
desairadas, las fuerzas armadas demandaron que Frondizi rompiera inmediatamente
relaciones con Cuba (medida por la que presionaban desde 1960) y se deshiciera
del canciller Miguel Angel Cárcano. (48) Cuando el secretario de Estado Dean
Rusk se enteró de que los militares estaban preparados para derrocar a
Frondizi, sugirió a la embajada norteamericana permitir que la presión
acumulada contra el gobierno argentino llegara a tal punto que lo forzara a
respaldar la posición norteamericana respecto de Cuba en la OEA, aunque advirtió
que no estaba recomendando un golpe de Estado. Más bien, la presión interna
debería considerarse un factor natural dentro de una democracia. En
consecuencia, Rusk advertía que era realmente importante que los Estados Unidos
no parecieran molestos con la abstención argentina.
A
su vez, Frondizi procuró enterarse extraoficialmente de la verdadera reacción
norteamericana al voto argentino. (49) Intentando reflejar con precisión su
propio sentimiento, el embajador en la Argentina Robert McClintock le contestó
que había caído “como una bolsa de plomo”. Los miembros del Congreso y
otros sectores relevantes de la sociedad norteamericana estaban desilusionados,
y la opinión pública norteamericana, que no estaba interesada en los presuntos
escrúpulos jurídicos de Frondizi, realmente tenía mucho interés respecto de
Cuba. (50) La postura juridicista argentina hacía hincapié en que el voto
argentino respecto de Cuba en Punta del Este era muy similar a la posición
adoptada por Estados Unidos en la última reunión de la Organización
Internacional del Trabajo (OIT). Cuando Ghana propuso la exclusión de Sudáfrica
de la OIT debido a sus políticas raciales, Estados Unidos se opuso porque la
Carta de la OIT no contemplaba la exclusión. Lo mismo se aplicaba a Cuba en el
contexto de la OEA, pero los norteamericanos no tenían interés en aplicar una
lógica cartesiana a la política internacional. (51)
La
atmósfera resultante de la explosiva decisión de enero de 1962 en Punta del
Este condicionó posteriormente las relaciones argentino-norteamericanas.
Mientras la política de Estados Unidos fue permitir que se acumulara la presión
de la exaltada oposición a Frondizi, la del gobierno argentino fue esperar a
que las tensiones se disiparan. Los militares comenzaron a sondear a Hoyt para
averiguar sobre la probable reacción norteamericana a un golpe de Estado. Lo
mismo hizo Frondizi. (52)
En
un informe al Departamento de Estado, Hoyt explicó que las repercusiones de un
golpe de estado no servirían a los intereses de Estados Unidos. Dicho golpe
implicaría un retroceso en los procedimientos constitucionales y tendría un
efecto adverso en las relaciones argentino-norteamericanas. Pero Hoyt señaló
que tampoco sería bueno que Frondizi superara en poder a los militares y no
rompiese relaciones con Cuba, porque los militares sufrirían en este caso una
seria derrota. Ya que los militares suscribían ideales democráticos, no era
del interés norteamericano que su prestigio fuera dañado. Cómo evitar estas
dos alternativas era, como dijo Hoyt, “la pregunta del millón” (“the
sixty-four dollar question”). Estados Unidos no podía actuar porque
cualquier acción que emprendiera sería percibida como intervención, o podría
ser utilizada por un lado u otro en detrimento de los intereses norteamericanos.
(53)
El
3 de febrero de 1961, día siguiente al clímax de la presión militar, Frondizi
pronunció un discurso en Paraná inaugurando la construcción del túnel
subfluvial, donde defendió su decisión de Punta del Este. En la primera parte
del discurso, al utilizar conceptos jurídicos, sugirió que los países de la
“línea dura” contra Cuba no tenían una devoción similar hacia los
principios de la legalidad. Sin embargo, fue la segunda parte del discurso la
que provocó las reacciones más fuertes. En ésta, Frondizi vinculó la presión
militar a favor de una acción más vigorosa contra Cuba a una conspiración
internacional de elementos “reaccionarios” que querían terminar con el
gobierno constitucional. Fue un discurso vehemente y demagógico que procuraba
exaltar las latentes actitudes nacionalistas y anti-norteamericanas, con el fin
de captar el apoyo interno necesario para neutralizar la presión militar. Tal
vez, reflexionaban los norteamericanos, fuera este discurso el que reflejaba la
verdadera percepción de Frondizi acerca de Estados Unidos y la empresa privada,
dejando deslizar la máscara que la ocultaba. (54)
Este
discurso fue el segundo ataque frontal a los elementos anti-castristas por parte
del presidente argentino. Sin embargo, la retórica de confrontación nada hizo
para respaldar la confianza en Frondizi o para reducir la presión sobre él. La
demanda de los militares de que se rompieran relaciones con Cuba se mantuvo, y
fuentes militares aseguraron a la embajada de Estados Unidos que la ruptura se
concretaría. Supuestamente, el 1º de febrero de 1962 se había firmado un
acuerdo secreto entre Frondizi y los militares, que esencialmente aseguraba la
continuidad del primero en el poder a cambio de la ruptura con Cuba y de la
garantía de que el discurso de Paraná no tendría influencia sobre el curso a
seguir. También estaba incluido el alejamiento del grupo de Frigerio del
gobierno. Si Frondizi no cumplía con los términos del acuerdo en el plazo de
una semana, podía ser depuesto, dijo un vocero de los militares, haciendo el
gesto de cortarse la garganta y pronunciando la palabra “decapitación”.
(55) Aunque los militares no estuvieran unidos sobre si llevar a cabo o no el
golpe, se pronunciaron frente a Hoyt de acuerdo en adoptar “una actitud
amenazante”.
Finalmente,
la ruptura diplomática con Cuba se concretó el 8 de febrero de 1962. Esta
medida alivió la tensión, pero la desconfianza hacia Frondizi se mantuvo, a la
vez que los militares incrementaron su poder. (56)
NOTAS
J.A. Lanús, op. cit., I, p. 147.
“A New Concept for Hemisferic Defense and Development”, Policy Planning Staff, Departamento de Estado, 15 de enero de 1961, cit. en ibid., p. 148.
J.C.S., Informe sumario de Contrainsurgencia, Realizaciones militares de Contrainsurgencia desde marzo de 1961, 21 de julio de 1962, Sistema de referencia de documentos desclasificados, Washington D.C., Carrolton Press, 1975, cit. en ibid., p. 149.
S.G. Rabe, op. cit., p. 149.
Frondizi a Kennedy, 3 de abril de 1961, Kennedy, National Security Files 1961, Box 6, File 1/61-7/61; respuesta de Kennedy a Frondizi, 18 de abril de 1961, Kennedy, President’s Office Files 1961, Box 111, File 12; y Embajada de Estados Unidos en Buenos Aires al Departamento de Estado norteamericano, 18 de abril de 1961, NARA, 59, Central Decimal Files 1960-63, Box 1221, File 611.35/2-761.
Rubottom al Secretario de Estado norteamericano respecto de la reunión entre Frondizi y Emilio Donato del Carril (embajador argentino en Estados Unidos), 24 de febrero de 1961, NARA, 59, Central Decimal Files 1960-63, Box 1221, File 611.35/2-761); “Informe resumen de la reunión entre Del Carril y Kennedy”, sin datos, Kennedy, President’s Office Files 1961, Box 111, File 12; y Memorándum de conversación entre el subsecretario, Del Carril, Roberto T. Alemann (consejero financiero, Embajada argentina), Wymberley DeR. Coerr (delegado del secretario asistente para Asuntos Interamericanos - ARA), 7 de febrero de 1961, NARA, 59, Central Decimal Files 1960-63, Box 1221, File 611.35/2-761.
“The Inter-American System and Cuba”, Embajada de Estados Unidos en Buenos Aires al Departamento de Estado norteamericano, 2 de enero de 1961, Kennedy, National Security Files 1962, Box 6, File 1/62-2/62.
J.A. Lanús, op. cit., I, pp. 250-251.
Ibid., I, p. 251; La Prensa, 26 de marzo y 7 de abril de 1961, cit. en R.A. Potash, op. cit., pp. 440-441.
R.A. Potash, op. cit., p. 439-441; D. Rodríguez Lamas, op. cit., pp. 44-45.
R.A. Potash, op. cit., pp. 450-451. El presidente Frondizi esperaba obtener un préstamo de 1000 millones de dólares del presidente Kennedy destinados a proyectos de desarrollo. John F. Kennedy Library, President’s Office Files, Folder 12, Document 11a, cit. en ibid., p. 451, n. 11.
Memorándum de Arthur M. Schlesinger a Kennedy, 10 de marzo de 1961, Kennedy, National Security Files 1961, Box 215, File 3/8/61-3/14/61; e Informe de Schlesinger de sus conversaciones con Frondizi y con otros líderes políticos latinoamericanos, 15 de febrero de 1961, a William B.Bundy y Rostow, 15 de marzo de 1961, Kennedy, National Security Files 1961, Box 215, File 3/15/61 - 3/31/61.
Ibid., Informe de Schlesinger a Bundy y Rostow; y Rubottom al secretario de Estado norteamericano respecto de la reunión entre Frondizi y Del Carril, 24 de febrero de 1961, NARA, 59, Central Decimal Files 1960-63, Box 1221, File 611.35/2-761.
Embajada de Estados Unidos en Montevideo al secretario de Estado norteamericano, 5 de mayo de 1961, NARA, 59, Central Decimal Files 1960-63, Box 1596, File 735.02/3-2162.
J.A. Lanús, op. cit., I, pp. 244-245. Según Lanús, un enviado confidencial del presidente Eisenhower había comunicado a Frondizi la decisión de invadir Cuba. Frondizi habría señalado que dicha acción produciría una reacción negativa en América latina y que la violación del principio de no intervención alejaría las posibilidades de una conciliación. Ibid., p. 244.
El proceso político brasileño conducido por Kubitschek fue observado atentamente por los desarrollistas. En Brasil, intelectuales y políticos progresistas estaban intentando dar forma a un tipo de política exterior independiente que, en opinión de algunos círculos políticos argentinos, merecía ser considerada. Uno de los exponentes más conspicuos de dicha política sería Santiago Dantas, luego canciller del presidente Janio Quadros. Vale destacar que las iniciativas independientes brasileñas serían apoyadas por figuras como Osvaldo Aranha, ex canciller de Vargas y responsable de la relación especial con Estados Unidos durante la guerra. Aranha ahora postulaba una relación comercial más fluida con la Unión Soviética y una apertura hacia China, posición que implicaba claramente un alejamiento de las políticas de Washington. Víctor Wallis, “La experiencia de Brasil como una política exterior independiente, Estudios Internacionales, Año I, julio de 1967, cit. en J. Paradiso, op. cit.
J.A. Lanús, op. cit., II, pp. 11-13. El secretario de Marina, Gastón Clement, envió el 13 de abril de 1961 un memorándum al presidente, expresando que convenía postergar la conferencia “hasta que no aclare la situación ya que de lo contrario podrían ocurrir nuevas y serias conmociones internas en el país”. Clement basaba su opinión en el hecho de que la política adoptada por Quadros significaba un “franco viraje a la izquierda, comunista o procomunista”. El canciller Diógenes Taboada, quien era partidario de que la entrevista se realizara, refutó en una nota a Frondizi que la política del presidente brasileño fuera “comunista o procomunista”. Ibid.
Véase J.A. Lanús, op. cit., II, pp. 14-18; J.E. Nosiglia, op. cit., pp. 132-133; Miguel A. Scenna, Argentina-Brasil.Cuatro siglos de rivalidad, Buenos Aires, La Bastilla, 1975, p. 357-358.
C. Florit, op. cit., p. 146; A. Conil Paz y G. Ferrari, op. cit., pp. 218-220; Roberto Etchepareborda, “Crónica de tiempos difíciles, 1955-1966”, en Ricardo del Barco et al, Historia política argentina, 1943-1982, Buenos Aires, Ed. de Belgrano, 1985, pp. 69-70.
A. Conil Paz y G. Ferrari, op. cit., pp. 217 y 219; J.A. Lanús, op. cit., II, p. 17.
J.A. Lanús, op. cit., I, pp. 252-253.
Background paper from American Embassy in Buenos Aires for Kennedy for Frondizi’s visit on Sept. 26th., 1961, 20 de septiembre de 1961, Kennedy, National Security Files 1961, Box 8, File 9/9/61, Folder 3; Frondizi meeting with Kennedy, GOA economic and military aid requests, Country Team to US State Department/ICA, Defense, 19 de septiembre de 1961, NARA, 59, Central Decimal Files 1960-63, Box 1596, File 735.02/3-2162.
NARA, 30 de enero de 1960; véase NARA, 19 de enero de 1961 para el texto y NARA, 14 de junio de 1961 para el resultado del acuerdo; NARA, 5 de mayo de 1961 y 24 de mayo de 1961; McClintock al secretario de Estado norteamericano, 10 de mayo de 1962, NARA, 59, Central Decimal Files 1960-63, Box 1221, File 611.35/1-463; y McClintock al secretario de Estado, 29 de septiembre de 1962, NARA, 59, Central Decimal Files 1960-63, Box 1221, File 611.3543/6-862.
J.A.
Lanús, op. cit., I, pp. 253-254. Frigerio escribió entonces una carta a Stevenson,
con fecha del 24 de junio de 1961, que decía lo siguiente:
Lo que pase en la Argentina decidirá la suerte del caso Cuba. Una Argentina
democrática y fuerte, amiga de los Estados Unidos, podrá iniciar una
acción común para reintegrar a Cuba al campo occidental. Incluso el bloque
comunista presionará sobre Cuba para que negocie su reingreso a la familia
americana, porque a la política comunista -dentro del juego de la
negociación de la coexistencia- no le conviene, más allá de determinados
límites, provocar a los Estados Unidos en su esfera de influencia. Hay que
tener presente los casos del Congo, de Laos y de Argelia; es inútil querer
aplastar al nacionalismo por la fuerza. En América, tal intento provocaría
un incendio general, la guerra civil y la repetición del fenómeno Cuba en
todos nuestros países. Por eso es urgente que usted convenza el presidente
Kennedy que acepte la iniciativa de Frondizi de una reunión cuatripartita
de presidentes para buscar una solución integral a los problemas del
subdesarrollo y, por consiguiente, a los estallidos como el de Cuba. Las
reuniones interamericanas plenas, en el cuadro de la Organización de
Estados Americanos, deben ser preparadas cuidadosamente y precedidas de un
acuerdo de los cuatro grandes (Estados Unidos, México, Brasil y Argentina. Ibid.,
p. 273, n. 16.
Ibid., I, pp. 198-199.
Mensaje del presidente Kennedy leído en la sesión inaugural de la Conferencia del Consejo Interamericano Económico y Social de la OEA, Punta del Este, agosto de 1961, cit. en ibid., I, p. 200.
Ibid., I, pp. 202-203.
Ibid., I, p. 203; G. Connell-Smith, op. cit., pp. 264-265. Ocurrió que los gobiernos más inclinados a respaldar medidas anticastristas fueron los menos propensos a realizar las reformas postuladas por la Alianza. Por otro lado, la enmienda Hickenlooper a la ley de Ayuda Exterior, aprobada el año siguiente, establecía la suspensión de la ayuda a todo país que expropiara bienes norteamericanos sin indemnización. Además, la Alianza fue percibida como un programa de Estados Unidos y no interamericano. Si bien se creó un Comité Interamericano de la Alianza para el Progreso, la decisión sobre la distribución de fondos continuó en manos de Estados Unidos, y dichos fondos debían gastarse en productos norteamericanos. El Congreso dispuso en la ley de Ayuda Exterior de 1962 que los fondos otorgados debían gastarse en Estados Unidos, salvo que, a juicio del presidente, la disposición no estuviera de acuerdo con el interés nacional. Ibid., pp. 265-266, n. 21.
J.A. Lanús, op. cit., p. 247.
R.A. Potash, op. cit., pp. 454-456; “Mensaje del presidente de la Nación, Dr. Arturo Frondizi, pronunciado desde el Salón Blanco de la Casa de Gobierno el día 21 de agosto de 1961”, en Arturo Frondizi, La Argentina ante los problemas mundiales, Buenos Aires, Presidencia de la Nación, 1961.
J.A. Lanús, op. cit., I, pp. 254-255.
Memorándum de conversación entre Kennedy y Frondizi, 26 de septiembre de 1961, NARA, 59, Central Decimal Files 1960-63, Box 1221, File 611.35/2-761. Antes de que se realizara la reunión, un mensajero se acercó al grupo y entregó a Dean Rusk un paquete para Frondizi. Este contenía fotocopias de documentos sustraídos de la embajada de Cuba en la Argentina que supuestamente probaban la injerencia de Castro en los asuntos internos de la Argentina. Luego de hojearlos, Frondizi señaló que eran falsos. No obstante, para no malograr la oportunidad de su visita, el presidente pidió que se postergara el anuncio en Buenos hasta poder comprobar la falsificación. Evidentemente, el objetivo del episodio conocido como de “las cartas cubanas” era hacer fracasar la reunión de Frondizi con Kennedy. El incidente no terminó allí. El ex presidente cubano Prío Socarrás anunció un plan de La Habana para derrocar a Frondizi. A su vez, un abogado cubano, Frank Díaz Silveira, afirmó en una conferencia en Buenos Aires que los documentos -83 en total- eran parte de una serie de notas confidenciales remitidas por el subsecretario político de la cancillería cubana al encargado de negocios de Cuba en la Argentina, y que habían sido sustraídas por un ex cónsul en Buenos Aires. Díaz Silveira mencionó la inclusión en las mismas de temas como contrabando de armas, escuelas de guerrilleros, campañas para difamar a las fuerzas armadas, organización de un frente político de izquierda, creación de una red de espionaje comunista, y otras posibles amenazas. Por cierto, el punto débil de toda esta historia era que los originales no aparecían. No obstante, la marina pedía la ruptura de relaciones con Cuba, en tanto el ejército se conformaba con una investigación. Finalmente, los líderes del Frente Revolucionario Democrático -anticastrista- hicieron entrega en Miami al gobierno argentino de un paquete de documentos de los cuales solamente uno concordaba con las mentadas fotocopias. Luego de peritajes realizados por distintos servicios civiles y militares, la conclusión unánime fue que sólo un documento era relevante y éste era falso. La falsificación aparentemente se había llevado a cabo en Buenos Aires, pero las presiones fueron lo suficientemente fuertes como para que la investigación terminara en una vía muerta. El ex canciller Florit señaló que el objetivo de la maniobra había sido conseguir la ruptura de relaciones con Cuba, y que la cuestión había tenido sus instigadores, coautores y cómplices, junto con medios de prensa que habían colaborado en ella. Nelly Casas, op. cit., pp. 147-148; J.E. Nosiglia, op. cit., pp. 136-138; C. Florit, op. cit., p. 155; Miguel A. Scenna, “Frondizi y las cartas cubanas. Crónica de un fraude histórico, Todo es Historia, Nº 48, abril de 1971.
Informe de la conversación entre Kennedy y Frondizi; Adlai E. Stevenson al secretario de Estado norteamericano, 28 de septiembre de 1961, NARA, 59, Central Decimal Files 1960-63, Box 1221, File 611.35/2-761; e Informe de la Embajada para Kennedy sobre la visita de Frondizi el 26 de septiembre de 1961 a Washington DC, 20 de septiembre de 1961, Kennedy, National Security Files 1961, Box 8, File 9/9/61, Folder 3.
Embajada norteamericana en Buenos Aires al secretario de Estado norteamericano, secreto, 21 de septiembre de 1961, NARA, 59, Central Decimal Files 1960-63, Box 1596, File 735.02/3-2162.
Memorándum de conversación entre Arnaldo Tomás Musich y Rubottom acerca de los temas que podrían ser discutidos durante la visita de Frondizi a Kennedy, Rubottom al secretario de Estado norteamericano, 20 de septiembre de 1961, NARA, 59, Central Decimal Files 1960-63, Box 1596, File 735.02/3-2162.
Ibid., Rubottom al Departamento de Estado norteamericano, 19 de septiembre de 1961; y Hemba (EST) a Woodward y Coerr (ARA) respecto de la reunión de Frondizi con Kennedy, 7 de septiembre de 1961, NARA, 59, Central Decimal Files 1960-63, Box 1596, File 735.02/3-2162, Memorándum de conversación entre Musich y Rubottom acerca de las cuestiones que podrían ser discutidas durante la visita de Frondizi a Kennedy, 20 de septiembre de 1961, ibid.; Stevenson al secretario de Estado norteamericano, 28 de septiembre de 1961, ibid., Box 1221, File 611.35/2-761.
Conferencia de prensa de la Casa Blanca, 24 de mayo de 1961, sobre la reunión de Kennedy con Alemann (ministro de Economía argentino), Kennedy, President’s Office Files 1961, Box 111, File 12; conferencia de prensa enviada por Rusk a la Embajada norteamericana en Buenos Aires, 24 de mayo de 1961, NARA, 59, Central Decimal Files 1960-63, Box 1221, File 611.35/2-761.
Rubottom a Wymberley DeR Coerr (delegado del secretario asistente de Estado para Asuntos Interamericanos); el documento “Líneas rectoras de la política norteamericana hacia la Argentina” fue escrito por O’ Connor; y Rubottom a Coerr, secreto, oficial informal, 11 de julio de 1961, NARA, secreto, 59, Central Decimal Files 1960-63, Box 1221, File 611.35/2-761.
Memorándum de conversación entre Rubotton y Alemann, Rubotton al Departamento de Estado norteamericano, 2 de agosto de 1961, NARA, 59, Central Decimal Files 1960-63, Box 1221, File 611.35/2-761.
Rubottom a Henry A. Hoyt (Sección Argentina de la Oficina de Asuntos Interamericanos), 30 de junio de 1961, NARA, 59, Central Decimal Files, 1960-63, Box 1221, File 611.35/2-761.
“UCRP Deputies Accuse US of Interference in Argentine Internal Affairs”, John A. Brogan, III (segundo secretario, Embajada norteamericana en Buenos Aires) al Departamento de Estado norteamericano, 11de agosto de 1961, NARA, 59, Central Decimal Files 1960-63, Box 1221, File 611.35/2-761.
N. Casas, op. cit., pp. 152-153.
J.A. Lanús, op. cit., I, p. 258.
Ibid., I, p. 256; Memorándum de conversación entre Frondizi, Kennedy, Cárcano (ministro de Relaciones Exteriores argentino), Del Carril (embajador argentino en Estados Unidos), y otros en Palm Beach el 24 de diciembre de 1961, Departamento de Estado a Hoyt, 24 de diciembre de 1961, NARA, 59, Central Decimal Files 1960-63, Box 1221, File 611.35/2-761.
Carta de Frondizi a Kennedy, 2 de enero de 1962, en Arturo Frondizi, Política exterior argentina, Buenos Aires, Transición, 1963; J.A. Lanús, op. cit., I, p. 258.
J.A. Lanús, op. cit., I, p. 258; Kennedy a Frondizi, 10 de enero de 1962, Kennedy, President’s Office Files 1962, Box 111, File 13; y Hoyt al secretario de Estado norteamericano, 16 de enero de 1962, NARA, 59, Central Decimal Files 1960-63, Box 1592, File 735.00/1-962.
Memorándum
de conversación entre Robert McClintock y Virgilio Albanese, editor de La
Tribuna en Rosario; Mc Clintock al Departamento de Estado
norteamericano, 5 de marzo de 1962, NARA,59, Central Decimal Files1960-63,
Box 1592, File 735.00/3-162; J.A. Lanús, op. cit., I, p. 259; G.
Connell-Smith, op. cit., p. 268; N. Casas, op. cit., p. 157.
La resolución VI decía en su parte resolutiva lo siguiente:
1. Que la adhesión de cualquier miembro de la Organización de Estados
Americanos al Marxismo-Leninismo es incompatible con el Sistema
Interamericano y el alineamiento de tal gobierno con el bloque comunista
quebranta la unidad y la solidaridad del hemisferio.
2. Que el actual gobierno de Cuba, que oficialmente se ha identificado como
un gobierno marxista-leninista, es incompatible con los principios y
propósitos del Sistema Interamericano.
3. Que esta incompatibilidad excluye al actual gobierno de Cuba de su
participación en el sistema interamericano.
4. Que el Consejo de la Organización de Estados Americanos y los otros
órganos y organismos del sistema interamericano adopten sin demora las
providencias necesarias para cumplir esta Resolución. J.A.
Lanús, op. cit., I, p. 264.
Hoyt al secretario de Estado norteamericano, secreto, 1º de febrero 1962, NARA, 59, Central Decimal Files 1960-63, Box 1592, File 735.00/1-962.
Dean Rusk a la Embajada norteamericana en Buenos Aires, secreto, 2 de febrero de 1962, NARA, 59, Central Decimal Files 1960-63, Box 1592, File 735.00/1-962.
Hoyt al Secretario de Estado norteamericano, 2 de febrero de 1962, NARA, 59, Central Decimal Files 1960-63, Box 1592, File 735.00/1-962.
Memorándum de conversación entre McClintock y el embajador anterior De Pablo Pardo, McClintock al Departamento de Estado norteamericano, 13 de marzo de 1962, NARA, 59, Central Decimal Files 1960-63, Box 1592, File 735.00/3-162.
Salert (oficial de la Sección Laboral de la Embajada norteamericana en Buenos Aires) al Departamento de Estado norteamericano, 2 de febrero de 1962, NARA, 59, Central Decimal Files, 1960-63, Box 1592, File 735.00/1-962; Hoyt, NARA, 31 de enero de 1961; NARA, 3 de febrero de 1962; y Hoyt al secretario de Estado norteamericano, 2 de febrero de 1962, NARA, 59, Central Decimal Files 1960-63, Box 1592, File 735.00/1-962.
Embajada norteamericana en Buenos Aires al secretario de Estado, 6 de febrero de 1962, 7:19 a.m., NARA, 59, Central Decimal Files 1960-63, Box 1592, File 735.00/1-962.
Hoyt al Departamento de Estado norteamericano, 13 de febrero de 1962, NARA, 59, Central Decimal Files 1960-63, Box 1592, File 735.00/1-962; Hoyt al secretario de Estado, 5 de febrero de 1962, ibid.; Hoyt al secretario de Estado norteamericano, 5 de febrero de 1962, ibid.; y Texto del discurso de Frondizi del 3 de febrero de 1962, John J. Ingersoll (primer secretario, Embajada norteamericana en Buenos Aires) al Departamento de Estado norteamericano, 5 de febrero de 1962, ibid., Box 1596, File 735.11/2-762.
US ARMA (agregado militar) en Buenos Aires al secretario de Estado norteamericano, secreto, 5 de febrero de 1962, y US AIRA (agregado aeronáutico) en Buenos Aires al secretario de Estado norteamericano, secreto, 6 de febrero de 1962, NARA, 59, Central Decimal Files 1960-63, Box 1592, File 735.00/1-962.
Embajada norteamericana en Buenos Aires al secretario de Estado norteamericano, 8 de febrero de 1962, 11:25 a.m., NARA, 59, Central Decimal Files 1960-63, Box 1592, File 735.00/1-962; Embajada norteamericana en Buenos Aires al secretario de Estado norteamericano, secreto, 22 de marzo de 1962, 9:48 p.m., ibid., File 735.00/3-162; Stevenson al secretario de Estado norteamericano, citando a Amadeo, 30 de marzo de 1962, ibid.; y Hoyt al secretario de Estado norteamericano, 9 de febrero de 1962, ibid., File 735.00/1-962.
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