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Domingo 24 de febrero de 2013 | Publicado en edición impresa

Diálogos del alma

Los buenos nidos

Por Sergio Sinay  | Para LA NACION

Mail: sergiosinay@gmail.com    |   Ver perfil
 
 

Señor Sinay: mis hijos viven en el exterior hace 12 años. La distancia de los afectos es una herida que no cierra jamás. ¿Cómo se aprende a vivir con ella?
Stella Maris Maiorana

RE:
Hay nidos acogedores, hay nidos atestad
os y hay vuelos fatales. Esto dice el terapeuta familiar Frank S. Pitman en Momentos decisivos, un sensible estudio sobre los temas esenciales de la vida familiar. Un nido acogedor es aquel hogar del cual el hijo no se va aunque sea adulto, pero eso no molesta a los padres. Del nido atestado el hijo en edad de emanciparse no se va y los padres están incómodos. Y los vuelos fatales son los del hijo adulto que se va y fracasa en su vida, aunque no regresa. A estas situaciones críticas hay que agregarle una, deseable, en la que el nido funcionó perfectamente como tal: los hijos se van y vuelan con autonomía hacia sus propios objetivos. Han recibido en el nido lo que necesitaban para crecer y desarrollar sus recursos, surcan sus cielos, construyen sus nidos.

Es entonces el momento, para padres e hijos, de recrear el vínculo, de actualizarlo trayéndolo al presente, ya no es la relación entre aquellos niños pequeños y frágiles y los padres protectores, ahora es el lazo entre adultos, que serán siempre padres e hijos, pero que podrán celebrar lo que transitaron y construyeron juntos. Cuando los hijos se van en estas condiciones no hay pérdida. Ellos ganan aquello para lo que se los preparó: su libertad, su capacidad de elegir y hacerse responsables de sus vidas. Los padres ganan la paz espiritual de saber que han cumplido su misión: acompañar a una vida guiándola hacia su autonomía. Criamos a nuestros hijos para soltarlos, no para retenerlos. Nuestra tarea ha sido bien cumplida cuando dejan de necesitarnos y cuando nuestros encuentros (se den como se den) son festejos del amor y no renovaciones de pactos de dependencia (ellos de nosotros, porque no maduraron, nosotros de ellos, porque olvidamos que, aun siendo padres, tenemos itinerarios propios para explorar en nuestras vidas). Los nidos no vienen hechos. Los construimos. Y podemos transformarlos..

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