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Excesos

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Velocidad excesiva, consumo indiscriminado, violencia creciente, patologías adictivas y abusos de poder son expresiones desenfrenadas de la vida contemporánea.

¿Cómo absorbemos el exceso?, ¿cómo ayudamos a regularlo? Encandilados por una luminosidad enceguecedora no podemos ni habitar con naturalidad nuestra actualidad ni lidiar con su desmesura.

Frustraciones y vivencias de vacío o insatisfacción son posiblemente el origen de aquellos déficits que buscan compensarse llenándose con excesos. Desbordes, descontrol y comportamientos de riesgo son algunos de sus efectos.

Los adolescentes suelen ser portavoces contundentes de esta tendencia al desborde. Su sensorialidad busca estímulos en megadosis. Sus reacciones suelen ser intempestivas. Ellos mismos son intensos. Tanto el estallido hormonal que los desencaja de sus propios cuerpos, como su modalidad de dormir, de beber, de trasnochar, de transitar por las redes sociales tienen como característica común la desmesura. Rozar el límite y hasta traspasar sus barreras se ha naturalizado como fuente de adrenalina y placer.

Pero hoy los desbordes no se restringen a un tramo de la vida. Los gestos de abuso no son hoy patrimonio exclusivo de la adolescencia, se cuelan hasta en los movimientos menores de todos en la vida cotidiana.

El funcionamiento que como sociedad nos singulariza, está generando distorsiones que confunden. En un bar se hace oír desde la mesa vecina la voz de una nena con tono atento y desconcertado: "Mamá, ¿2x1 quiere decir que pedís uno y te dan dos?" Hasta la unidad, el mismísimo uno, ha perdido su lugar.

La evanescencia, como característica actual, nos interpela permanentemente provocándonos con desafíos que, a veces, no sabemos cómo considerar. Recuerdo que en 1983, y tras largos devaneos conyugales, incorporamos orgullosos a nuestra biblioteca la Enciclopedia Británica, imaginando allí la fuente de referencia y consulta para las próximas generaciones. Ingenua previsión la nuestra. Hoy, discontinuada en su edición impresa, la emblemática enciclopedia nos ofrece su vasto contenido con un solo clic. Aún atesoramos sus elegantes 30 tomos.

El desconcierto y las vivencias de extravío a que nos expone este fluir incesante que nos preanunciara Heráclito, se potencian por la vertiginosidad con la que se suceden los cambios. Allí adquieren dimensiones que van redoblando la apuesta. El miedo se convierte en pánico; la ansiedad, en desesperación; la tecnología, en motivo de adicción; la irritabilidad, en arrebato a la vida propia y ajena.

"Tanto la velocidad como la intensidad de los flujos actuales -escribe Paula Sibilia- conspiran contra la producción y la coagulación de los significados (...). Hoy se sufre por saturación y por dispersión, porque todo el aparato sensorio está ocupado y se han taponado las rendijas capaces de catalizar la experiencia."

Por otra parte, la ruptura de los bordes y contornos, que nos enmarcan y nos contienen, puede no sólo ser causa de desbordes indeseables. También puede ser una apertura a modos inéditos, novedosos, de encarar variantes propias de la vida contemporánea.

Escuché recientemente a una abuela tucumana relatar su estrategia para mantenerse en contacto con sus once nietos dispersos en distintas provincias: había cambiado el punto cruz por el punto com. Cierto ingenio y flexibilidad la habían ayudado en su desborde.

La desmesura, entendida literalmente como falta de medida, es tanto una amenaza para nuestro tiempo como un desafío. Cuando estamos frente a una hemorragia que no para, no vacilamos en improvisar un torniquete destinado a detener un peligro mayor. Pero, paradójicamente, es más difícil intervenir cuando se trata de excesos que no muestran una toxicidad evidente.

¿Cómo y dónde poner el punto? ¿Y de qué punto se trata? No tenemos respuesta. Punto seguido a veces nos alcanza, pero otras situaciones piden punto y aparte para no traspasar el umbral que lleva al desbarranco..

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