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Jueves 18 de octubre de 2012 | Publicado en edición impresa

Superpoderosas

Tema: mi mamá

Un ping-pong de preguntas y respuestas en el que algunos diseñadores se toman unos minutos y hacen memoria para compartir recuerdos de su infancia. Cada uno se reencuentra, a modo de homenaje, con el niño que fue y esos años en los que su cariño fue sinónimo absoluto de seguridad y confort

Por Paula Cipriani  | LA NACION

 
 

Rubén Troilo, Garza Lobos

Mi mamá me... habló siempre con la paciencia de una maestra y con el entusiasmo de una guía turística.

Un roma de la infancia: la manteca, la ralladura de limón. Mi mamá es una experta repostera.

Un recuerdo inolvidable: la primera vez que viajé solo, me fui 3 meses a Inglaterra, a los 15 años. La saludé fuera de Migraciones y ella se quedó mirándome por el vidrio hasta que yo me diera vuelta y la volviera a saludar. Me imaginé que todavía estaba ahí, del otro lado, pero no me di vuelta porque era para peor.

Su mejor plato: empanadas de hojaldre caseras, rellenas con atún, clásico de Semana Santa.

Cuando era chico me encantaba: más que encantarme, me divertía que su ropa siempre tuviera una estampa floreada o un bordado un poco exagerado. Entendí su estética recién llegando a ser diseñador profesional.

Siempre me acuerdo de ella cuando escucho: algún cantante francés como Yves Montand o Charles Aznavour.

Un mimo especial: en invierno me ponía una bolsita de agua caliente, religiosamente, en mi cama.

La rutina que recuerdo con más cariño: la preparación de tortas los domingos a la tarde, siempre encontraba alguna tarea para hacerme sentir parte.

Su mejor enseñanza: me enseñó a maravillarme con todo lo que me rodea, a tratar de compartirlo con alguien, hacer una foto o un dibujo para recordarlo y poder después transmitirlo. Básicamente, la importancia y la belleza de mirar y escuchar.

Odiaba que... los fines de semana en el campo, me hiciera tomar leche recién ordeñada.

Constanza von Niederhäusern, Garza Lobos

 
Foto: LA NACION 

Mi mamá me... ponía nueces y almendras en los tuppers.

Un aroma de la infancia: la fragancia de Anaïs Anaïs que usaba mamá. Me hacía muchos mimitos en el cuello y me quedaba todo el perfume en mi ropa, en las toallas, todo tenía su olor. Éramos muy pegotes.

Un recuerdo inolvidable: siempre que llegaba el verano nos íbamos a la playa y al campo en la Patagonia. Y para mí el mejor programa era ir en su auto de copiloto arriba de un almohadón los 1300 kilómetros. ¡Parábamos en lugares geniales a comer asaditos y cantábamos como locas!

Su mejor plato: los huevos fritos con papas fritas. Era comida de domingo a la noche, en la cama y con tele.

Cuando era chica me encantaba: ¡el look entero de mi mamá! Siempre muy arriba. Impecables sus uñas, las faldas, las camisas, los tailleurs, las joyas. Todo. Hasta cuando duerme está impecable. Es una crueldad.

Siempre me acuerdo de ella cuando escucho: ópera y boleros. Todas las mañanas cuando me llevaba al liceo me ponía los casetes de Madame Butterfly, los tres tenores y el Trío los Panchos. ¡Me encantan hasta el día de hoy!

Un mimo especial: cuando estábamos en el campo durante el invierno, mamá me calentaba el toallón en la estufa rusa para que cuando me sacara de la bañera no me agarrase frío.

La rutina que recuerdo con más cariño: la de los sábados de golf. Eran muy divertidos.

Su mejor enseñanza: que hay que tener palabra y nunca, nunca faltar a ella.

Odiaba que... llegara el boletín. Me retaba mucho, mucho, mucho. ¡Era terrorífico!

María Cher

Mi mamá me... llevaba a su cama cuando tenía miedo.

Un aroma de la infancia: Poison, el perfume de mamá.

Un recuerdo inolvidable: una vez de adolescente me había mandado una y estaba muy angustiada. La llamé a mamá a las 4 y en vez de retarme, me contó historias y me dio la mano hasta que me dormí.

Su mejor plato : bagna cauda y tiramisú.

Cuando era chica me encantaba: las fotos de mamá con hot pants, en los años 70. ¡Era increíble !

Siempre me acuerdo de ella cuando escucho: tango.

Un mimo especial: en invierno mamá y mi abuela me planchaban la cama para que esté calentita.

La rutina que recuerdo con más cariño: mamá no es nada rutinaria. Más bien recuerdo sus sorpresas constantes.

Su mejor enseñanza: disfrutar de lo que se tiene al mango y nunca mirar el rancho ajeno. Ella es una entusiasta de lo que tiene y es feliz de como es por dentro y por fuera.

Odiaba que... me dejara salir el viernes o el sábado. ¡Nunca los dos días!

Guadalupe Villar, Lupe

 
Foto: LA NACION 

Mi mamá me... mima.

Un aroma de la infancia: el perfume Halston de mamá.

Un recuerdo inolvidable: que nos llevara a bailar a New York City cuando a mis amigas y a mí no nos dejaban entrar.

Su mejor plato: su postre con chocolate.

Cuando era chica me encantaban: sus tacos de brillitos plateados, sus remeras cuello polo rayadas tipo rugby, sus jeans de Guess y su pollera negra de chiffon (la usé hasta hace unos años).

Siempre me acuerdo de ella cuando escucho: Donna Summer, porque le encantaba. Además me remite a los años 80, cuando más se imprimió en mí todo su estilo.

Un mimo especial: los días de invierno, cuando amanecía con tormenta, ella me invitaba a meterme en su cama para seguir durmiendo calentita en vez de mandarme al cole.

La rutina que recuerdo con más cariño: en pleno apogeo del Italpark nos llevaba a mis amigas y a mí todos los sábados a sarandearnos horas en el zamba.

Su mejor enseñanza: alentarme a un estilo de vida independiente, a correr riesgos, a animarme a ser quien quisiera por mi cuenta.

Odiaba que... ¡no me dejara cortarme el pelo!

Benito Fernández

Mi mamá me... cocinaba con amor y sentí su presencia y su cariño con sus recetas.

Un aroma de la infancia: los olores a comida ¡y el de mi café con leche y tostadas!

Un recuerdo inolvidable: el placer de sus caricias con sus manos tan suaves.

Su mejor plato: milanesas, pollo al horno, niños envueltos y su isla flotante.

Cuando era chico me encantaba: ver cómo cambiaba su look. ¡Era muy desprejuiciada!

Siempre me acuerdo de ella cuando escucho: el rock de los 50.

Un mimo especial: a la noche, cuando yo ya estaba acostado ella venía a darme un beso y a ajustarme las sábanas. ¡Eso era lo más!

Una rutina que recuerdo con cariño: todos los años íbamos a pasar el Año Nuevo a Mar del Plata y yo moría por la fiesta en el Hermitage. Practicaba los bailes y el outfit.

Su mejor enseñanza: la buena educación, tener buenos modales y la vivencia de una infancia en la que su ejemplo de trabajo y honestidad me permitieron llegar a lugares impensados.

Odiaba que... me despertara con ¡Arriba, arriba, hay que ir al colegio! sin parar..

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