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El ave de la paz y la discordia

Urracas, gorriones, cigüeñas, mirlos o estorninos, entre otras, conviven con nosotros en la ciudad. Pero ninguna tan polémica como las palomas

Compartir espacio con los humanos acarrea a las palomas muchos detractores. Hay quien las compara con ratas voladoras y a quien le gusta darles de comer y tenerlas cerca. Los expertos aseguran que el problema de las palomas es su excesivo número. Solo en Barcelona hay alrededor de 300.000. Sus excrementos y el hecho de que habiten en nuestros edificios son dos de las cuestiones que más rechazo provoca.

Raúl Alonso, de la asociación Brinzal, dedicada a la recuperación de rapaces nocturnas, afirma que proliferan tanto porque en la ciudad tienen un lugar idóneo donde refugiarse y encontrar alimento fácil. Las palomas bravías (variedad más común en las ciudades) tienen sus hábitats naturales en los acantilados, donde se alimentan de semillas. Es por ello que encuentran tan atractivas las oquedades y los rincones de los edificios. El ser humano las introdujo en su vida hace siglos para alimentarse con su carne y usarlas como mensajeras.

CAPTURA Y ELIMINACIÓN

En Barcelona, cada año se capturan con redes y se sacrifican unas 25.000. Para Carmen Méndez, presidenta de la Asociación Defensa Derecho Animal (ADDA), "los métodos de captura son crueles porque las cogen de mala manera y las gasean; tardan en morir y sufren".

ADDA ha elaborado un informe en 2010 sobre las palomas de Barcelona en el que se afirma que la captura y eliminación de estas aves agrava el problema de su número excesivo. Si una cuarta parte de la población de las palomas se elimina, la colonia recupera su densidad en menos de 24 meses. Esto es debido, según Raúl Alonso, a que hay una "población flotante esperando ocupar el hueco que dejan sus congéneres".

El biólogo de Brinzal señala que se conseguiría reducir el número de palomas a una cifra sostenible si no se las alimentara en la calle. "No se les hace un favor a las palomas dándoles de comer cosas que no son recomendables para su salud", añade.

Carmen Méndez, de ADDA, está a favor de esta medida, así como del control de los lugares de nidificación. Pone de ejemplo la estrategia que aplican en ciudades como Basilea (Suiza) y París. Allí se buscan actuaciones conjuntas y de larga duración, con las que se respete a los animales y en las que los ciudadanos se impliquen. En las dos ciudades europeas se han instalado "palomares ecológicos" alejados de sus núcleos urbanos. En ellos se colocan huevos falsos para conseguir que las aves se queden en estos palomares y no acudan a la ciudad. De esta manera se ha reducido la población de palomas en un 50%.

En Madrid, donde habitan unas 70.000 palomas bravías, el Ayuntamiento apoya las campañas de información y concienciación para que no se las alimente. "Nuestro objetivo es no tener que capturar ni una paloma", afirma José María Cámara, del departamento de Salud Ambiental madrileño. Las consideran una plaga, no por su número, ni por el riesgo que suponen para la salud de la población, sino por la polémica que generan a su alrededor debido a molestias generadas al nidificar en las viviendas y al ensuciar enseres, vehículos y ropa.

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