Una ola de cambio

La pobreza, el hartazgo por el inmovilismo político y la falta de democracia han encendido la mecha de protestas sociales en el Magreb y Oriente Próximo. Primero cayó el presidente de Túnez, Ben Ali, y después el de Egipto, Hosni Mubarak, como consecuencia de una presión popular que, tras dos semanas de protestas, se volvió insoportable para el régimen.

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Irán

Revueltas en Irán

Irán

Ali Hoseini-KHAMENEI
Ali Hoseini-KHAMENEI
71 años.
Población 14-29 años:
28%
Edad media:
26.3 años
Renta per cápita:
8.300 euros
Paro:
14.6%
IDH:
70º de 169
Alfabetización:
77%
Musulmanes:
98% (Chií 89%, Suní 9%)
Otros (incluye judíos, cristianos, zoroastrianos y bahai)
2%

El sistema teocrático y occidentalófobo

ÁNGELES ESPINOSA

El 60% de la población tiene menos de 30 años, una buena formación, escasas perspectivas laborales y menores aún de poder influir en el sistema que les gobierna. La descripción encajaría como un guante para Túnez, pero se refiere a Irán, donde el detonante para las protestas no ha sido la inmolación de un vendedor ambulante sino el fraude electoral. Casi un año y medio antes de que los jóvenes tunecinos se echaran a la calle para cambiar su Gobierno y abrieran las puertas a un cambio mundial, los iraníes ya habían salido a denunciar la dictadura que les ahogaba.

Poco importa que en un caso la opresión viniera de un tirano laico y pro occidental, y en el otro la ejerza un sistema teocrático y occidentalófobo. Sí una cosa han dejado claro los sucesos de las últimas semanas es que las dictaduras, amigas o enemigas,  son un tormento para quienes las sufren. Y es que bajo las apariencias de un sistema que permitía elecciones (una por año, se vanaglorian sus apologistas), un cierto debate y contrapesos al ejercicio del poder, las últimas elecciones presidenciales, en junio de 2009, revelaron una alianza poco sagrada de clérigos y militares para mantener el control absoluto.

Después de tres décadas de tensiones entre las instituciones elegidas de forma democrática y las designadas, la disputa se ha resuelto a favor de las segundas

Después de tres décadas de tensiones entre las instituciones elegidas de forma democrática (presidente y Parlamento) y las designadas (líder supremo y Consejo de Guardianes), la disputa se ha resuelto a favor de las segundas. Eso sí, con la inapreciable ayuda del ejército paralelo, la Guardia Revolucionaria, que ha sabido transformar su mandato para reconstruir Irán tras la guerra contra Irak en una poderosísima palanca económica y política.

Así sus intereses financieros, en todos los sectores desde el nuclear hasta el petrolero pasando por la construcción, han convertido a los pasdarán en el principal anclaje del régimen, muy por encima de los clérigos que un día le dieron legitimidad. De ahí la represión que ahogó los seis meses de protestas en 2009. Los jóvenes iraníes lo tienen más difícil que tunecinos y egipcios, quienes han encontrado en sus militares, si no un aliado, al menos un socio dispuesto a compartir el nuevo proyecto político.

Resulta paradójico que los iraníes hayan tomado la delantera a otros países árabes en la exigencia de sus derechos como ciudadanos

Para un país acostumbrado a mirar por encima del hombro a sus vecinos árabes, no deja de resultar paradójico que éstos le hayan tomado la delantera en la exigencia de sus derechos como ciudadanos. Los observadores solían decir que Irán era el país de Oriente Próximo más maduro para la democracia. Con toda seguridad esta nación multiétnica en la que los persas son la minoría mayoritaria, sigue estando preparada. Pero antes tendrá que resolver la fractura interna que le impide llegar a un consenso sobre si quiere ser dirigida por instituciones electas o de inspiración divina.

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