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Sábado 08 de octubre de 2011 | Publicado en edición impresa

Desde el jardín

El fresco perfume de las lavandas

Por Cristina Bugatti  | Para LA NACION

 
 
 

Las lavandas están en flor y son un fino punto de atracción en cualquier lugar. El follaje, verde grisáceo, y sus espigas, con flores color lila, atraen por la delicadeza de sus tonos y la armonía de la composición, pero además por el fresco perfume que exhalan, sobre todo sus flores. Es un subarbusto de fácil cultivo, originario de la región del Mediterráneo, muy bien adaptado a las condiciones de nuestros jardines. Su nombre, lavandula, deriva del latín lavare, y alude a la antigua costumbre de perfumar el agua para lavarse con aceites de lavanda o con espigas de sus flores. Hay unas 20 especies, pero la más cultivada es la Lavanda officinalis, cuya esencia integra los perfumes y aguas de lavanda, y que se puede describir como perenne, subleñosa, de 1 m a 1,50 m de altura, grisácea y muy ramificada. Su forma más estética, densa y redondeada se logra dejándola crecer libremente. Las hojas tienen borde curvado. Las flores, color azul violáceo, se agrupan densamente en los últimos cinco centímetros de los tallos florales; cortadas y secadas, guardan su perfume por mucho tiempo. En tiempos pasados, era común armar atados para aromatizar la ropa. Para eso se cortan los tallos bien largos, se forma un apretado ramo con las cabezas muy juntas y se va envolviendo con un hilo de seda, que se ata en la base de los tallos. Se doblan los tallos bien parejos debajo del hilo atado y se cubren con ellos las flores, que deben quedar totalmente cubiertas para que no se caigan, y entonces se vuelve a atar el extremo de los tallos. Así puede guardarse entre la ropa.

Las extensas plantaciones de lavanda que hay en el país se han establecido en regiones con suelo ondulado o en serranías, de manera que las ubicaciones en pendiente favorecieran su aprovechamiento de la luz, ya que es uno de los factores que incentivan la presencia de los valiosos aceites esenciales.

Además de la luz solar, esta especie requiere de suelo con buen drenaje, con humus, pero sin llegar a ser demasiado rico, que sería lo que llamamos tierra común de jardín. Esta Lavanda officinalis o Vera puede llegar a hibridarse naturalmente con una especie estéril llamada espliego frío y dar lugar a los llamados Lavandines o Lavandula media, que si bien difieren algo en su aroma, tienen mayor producción y resistencia. Algunos de los responsables de estos cultivos, y de la obtención de esencias y perfumes, tenían en mente la antigua producción de las colonias Atkinsons, tan valoradas décadas atrás.

La propagación puede lograrse por semillas que se sembrarían bajo vidrio, en primavera, pero la reproducción agámica, por medio de gajos tiernos en primavera o de estacas leñosas en otoño. Es decir, por medio de clones, que asegura la identidad con las plantas madres. En la primavera siguiente las plantas pueden ubicarse en su sitio definitivo, despuntarse para evitar que florezcan y favorecer así la formación de una mata compacta. Allí, en los cultivos comerciales, tienen dos años de vida útil; es decir, de floraciones abundantes, aunque se las deja de dos a tres años más. En los jardines, en cambio, suelen verse plantas más longevas, con gruesos troncos leñosos. De todas maneras, es un subarbusto de corta vida. Será por eso que se apuran a perfumar..

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