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Miguel Delibes El 'inventor' de Castilla

El ‘inventor’ de Castilla

Con una literatura sencilla y un lenguaje cristalino, el autor consiguió sin pretenderlo que se hablara de la Castilla de Delibes como se habla de la Praga de Kafka o del Dublín de Joyce.

JAVIER RODRÍGUEZ MARCOS

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Miguel Delibes consiguió a la vez el favor de los críticos y el fervor de los lectores. Era un escritor de los de antes: se dio a conocer con un premio, el Nadal, cuando era un perfecto desconocido y siguió fiel hasta el final a su primera editorial, Destino. Nacido en Valladolid en 1920, consiguió sin pretenderlo que se hablara de la Castilla de Delibes como se habla de la Praga de Kafka, del Dublín de Joyce o de la Lisboa de Fernando Pessoa. Fue, así, un escritor de los de antes y el cronista de un mundo también de antes, el campo, un territorio siempre a punto de extinguirse que él convirtió en mítico sin moverse un milímetro de la más cruda realidad.

Entre La sombra del ciprés es alargada (1947) y El hereje (1998), su primer y su último libro, el novelista construyó una literatura basada en la sencillez y la falta de artificio, en la precisión y el uso depurado de un lenguaje cristalino que siempre ha sabido ahorrar al lector los sudores que el propio escritor había vertido para alcanzar esa difícil sencillez.

Periodista durante décadas (fue director de El Norte de Castilla), fue cazador y aficionado a los deportes. También miembro de la Real Academia Española desde 1973. Recibió además todos los premios de prestigio: del Príncipe de Asturias (1982) al Cervantes (1993) pasando por el Nacional y el de la Crítica. Fue candidato al Nobel pero rechazó la “invitación” a ganar el premio Planeta.

Popular ya por títulos como El camino (1950) o Las ratas (1960), que los estudiantes españoles han leído durante décadas en las escuelas, Delibes multiplicó su popularidad con adaptaciones teatrales de obras suyas como Cinco horas con Mario (1966), protagonizada por Lola Herrera. En 1984, la adaptación cinematográfica que Mario Camus hizo de su novela Los santos inocentes, publicada dos años antes, llevó a la historia del cine algo que ya estaba en la de la literatura: la perra vida de los trabajadores de una finca en Extremadura cuyos dueños son verdaderos señores feudales en pleno siglo XX. Los actores Francisco Rabal y Alfredo Landa quedaron para siempre unidos a los inolvidables personajes creados por Miguel Delibes, el hombre que con sus palabras inventó Castilla.