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1978, el año del conflicto:

Cuando Chile estuvo a escasos minutos de la guerra

El diferendo por las islas australes Picton, Nueva y Lenox pudo terminar en una “carnicería”, recuerdan oficiales de la época. Argentina confiaba en la superioridad de sus armas, pero Chile tenía preparada una resistencia feroz, que sólo se detuvo a último momento.

PABLO SOTO GONZÁLEZ

Una columna de blindados chilenos se moviliza durante ejercicios.

En los meses de noviembre y diciembre de 1978, los niños de Puerto Aysén se acostumbraron a una escena poco común para la zona: cazabombarderos surcaban periódicamente los cielos, irrumpiendo con el ruido de sus motores en la apacible vida de este pueblo de 15 mil habitantes de la XI Región.

Otras señales indicaban que una situación de máximo peligro estaba cerca, aunque los pequeños jamás se dieron cuenta de que la guerra estaba golpeando la puerta.

En los colegios, se repetían una y otra vez ejercicios de evacuación, y los techos de los hospitales fueron pintados con cruces rojas para ponerlos a resguardo de potenciales bombas.

Todos los padres de familia con instrucción militar fueron movilizados a la frontera, a cavar trincheras y esperar la guerra, pero las mamás, al igual que hizo el gobierno de la época, se esforzaban para evitar que la alarma se apoderara de las vidas.

Allí, en el sur de Chile, el país se preparaba para resistir la embestida argentina, durante el periodo de conflicto más crítico de nuestra historia reciente que, de haberse concretado, pudo transformarse en el peor escenario de guerra que recuerde América Latina.

Mientras en Santiago la cancillería, a cargo de Hernán Cubillos, hacía esfuerzos para evitar una guerra que parecía inminente, en el sur se ultimaban preparativos para impedir que Argentina saliera indemne de una guerra que ellos mismos amenazaban con iniciar.

El conflicto por las islas Picton (96 kms2), Nueva (103 kms2) y Lenox (144kms 2) en el canal Beagle, entraba en ese entonces en su etapa decisiva, luego de que Argentina desconociera el laudo arbitral de Gran Bretaña que favoreció a Chile y que, en cambio, lo declarara “insanablemente nulo”.

La postura Argentina de buscar un nuevo escenario de negociación, a pesar de haber desconocido un laudo que ellos mismos se habían comprometido a aceptar, chocó con la firmeza chilena, que se basaba en que el país no estaba dispuesto a perder ni un centímetro de su territorio.

En el frente chileno, un patriotismo que desbordaba

La movilidad de las fuerzas chilenas era clave para frenar la embestida Argentina. En la foto, vehículos artillados.

En Punta Arenas, en el extremo sur de Chile, los preparativos de defensa eran vertiginosos. La capital regional y pueblos cercanos, vivieron de cerca la posibilidad de guerra, y estaban dispuestos a enfrentar el conflicto en forma decidida.

El coronel de Ejército Sergio Silva, a cargo del regimiento Pudeto, tenía bajo su mando a alrededor de 3 mil hombres, una fuerza desplegada en la frontera desde Porvenir a Punta Arenas.

En esa época, Silva tenía 44 años –hoy tiene 70- y recuerda la actitud con que la población enfrentó el conflicto. “Nos juntamos con la población, se les habló en el gimnasio de Punta Arenas y se les dijo que el que quería podía tomar sus cosas e irse, porque había un peligro de guerra. Pero todos quisieron quedarse y participar. Había un patriotismo muy grande”, relata.

Con un escenario internacional adverso al gobierno que encabezaba Augusto Pinochet y con restricciones a la venta de armas a Chile, las fuerzas chilenas enfrentaban a un rival superior en cuanto al equipamiento y tecnología bélica, pero existía clara conciencia entre el mando militar respecto de la ventaja en la capacidad de su personal.

Según los cálculos de los estrategas chilenos, Argentina iniciaría el conflicto con un potente ataque aéreo a blancos estratégicos para mermar la capacidad chilena. En esa época, la fuerza aérea trasandina era su flanco más fuerte, como quedaría en evidencia en la posterior guerra de Las Malvinas, donde a pesar de una estrepitosa derrota con los británicos , se anotaron algunos éxitos en el aire.

Después, los argentinos intentarían invadir con blindados, momento en el que se encontrarían con la resistencia chilena.

Como contraposición, Chile esperaría ese primer golpe, pero un momento dado, la idea era avanzar y conquistar territorio enemigo, para después negociar potenciales canjes. Las versiones sobre esa estrategia nunca han sido oficializadas, pero oficiales de la época concuerdan en esta posibilidad, que incluso consideraba la ocupación militar chilena de la isla grande de Tierra del Fuego.

Para contrarrestar la limitaciones para adquirir material bélico –regía entonces la enmienda Kennedy que restringía la venta de pertrechos a Chile-, las fuerzas chilenas recurrieron a la inventiva.

El coronel Silva recuerda que se crearon diferentes sistemas, como “la moto cazatanques”: “Cada moto podía llevar cuatro cohetes desechables, que de pegarle bien a un tanque, lo liquida de inmediato, porque lo daña en las orugas”.

“Ellos tenían una fuerza aérea más grande que la nuestra, pero aquí también se trataba de entrar por tierra. El problema lo tenían ellos por la zona fangosa. Había un solo camino de Punta Arenas a Río Gallegos y ese era el único acceso que tenían los blindados. Con un solo acceso, es más fácil de lo normal poderlos detener”, explica Silva.

Jorge Feliú, quien en ese entonces era teniente coronel y jefe del Departamento Logístico de la V División de Ejército de Punta Arenas, explica el fervor que se vivía: “En el regimiento Pudeto hacían colas para que les pasaran uniformes y armas. Había mucho patriotismo”.

Feliú, que en esa época tenía 43 años –hoy tiene 69-, cuenta algunos errores de los argentinos que afectaron la moral de sus tropas. “Llegó a Río Gallegos una columna de camiones llenos de ataúdes. Si se está a punto de entrar en conflicto y aparecen unos ataúdes, la moral se va al suelo”, explica.

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