Entre silencios y bostezos
El primer festejo de la Feria de Otoño transcurrió entre silencios a causa de la mala clase de una mansa y desabrida novillada de Alcurrucén y la tristeza de una terna afligida
La tarde transcurrió entre silencios, el sueño, la frialdad… Y el olvido. No hubo nada. La ilusión, quizá, por ver a tres novilleros que han cortado oreja en esta plaza, que dijeron algo en su día y que se espera que griten a voces su torería. Pero fueron los culpables los novillos, quizá, un derroche de mansedumbre y sosería y faltos de esa clase que exige el toreo de hoy; o fueron, tal vez, los chavales, tan barbilampiños y ya doctos en el pegapasimo imperante; valentones y conformistas a un tiempo, decididos y superficiales, también.
Pero, nada. No hubo nada; ni un novillo encastado y noble, ni un novillero que, a falta de ocasión para mostrar hondura, asustara al miedo con entrega. Y todo transcurrió entre silencios y bostezos, en esa neblina que provoca el frío del aburrimiento, en esa desesperanza que toma cuerpo novillo tras novillo.
ALCURRUCÉN/DEL PILAR, GERPE, CABALLERO
Dos novillos de Alcurrucén -primero y quinto-, y cuatro de El Cortijillo, correctos de presentación, mansos, desclasados y sosos.
Gómez del Pilar: pinchazo y estocada caída (silencio); dos pinchazos y estocada baja (silencio).
Luis Gerpe: estocada muy baja (silencio); dos pinchazos, media ladeada _aviso_ y dos descabellos (silencio).
Gonzalo Caballero: dos pinchazos y casi entera caída (silencio); estocada (silencio).
Plaza de las Ventas. Primer festejo de la Feria de Otoño. 4 de octubre. Más de tres cuartos de entrada.
Pero fue la ilusión despertada por la terna la que cubrió casi en su totalidad la plaza madrileña. Del Pilar y Caballero sorprendieron en San Isidro y se les esperaba con impaciencia; y Gerpe demostró sus buenas maneras allá por el mes de agosto. Pero en cuanto el oponente no es de carril, bonancible y repetidor, brotan el conformismo, la indecisión, la duda.
Quizá, eso fue lo que le sucedió a Gómez del Pilar en su primero, el más potable, a la postre, del encierro, huidizo, como todos, en los primeros tercios, que acudió a la muleta con cierta codicia pero sin dulzura; y ese detalle, quién sabe, impidió que el novillero se confiara y buscara la fusión necesaria de la que surge la emoción. Hubo muchos pases, pero faltó ligazón, confianza en sí mismo y comunión entre toro y torero. En fin, que Del Pilar no dijo nada cuando mucho se esperaba de él. Y tampoco en el cuarto, con menos clase, ante el que se le vio sin soltura, embotado y sorprendido de su aparente incapacidad. A sus dos novillos los esperó de rodillas en la puerta de chiqueros y salió con bien del envite. Genuflexo estaba, después de santiguarse tres veces, cuando su segundo se le paró a un par de metros, lo miró con cara de sorpresa y lo midió con descaro. Quiso el destino que tomara velocidad y pudo el torero sortear la embestida.
Tampoco dejó buen recuerdo Luis Gerpe, a quien no le faltaron ganas, pero sus maneras toreras tienen apagadas las cuerdas vocales. Ya se sabe que los novillos no colaboraron, pero el novillero demostró unas formas vacías, vanas y poca enjundia.
Y cabizbajo, como sus compañeros, se marchó Gonzalo Caballero, que parecía que llegaba con ganas de romper, pero sus oponentes le presentaron excesivas dificultades Muy desabrido resultó el tercero, con mala clase y dificultoso, y el novillero lo intentó siempre con la muleta retrasada, y así no es fácil decir nada. Violento resultó el sexto y de recorrido muy corto y la gente enfilaba la salida cuando Caballero lo intentaba por bernardinas que no pudieron arreglar en modo alguno el desaguisado de toros y toreros de la primera tarde otoñal de la plaza venteña.