El acta que Rusia y la Alianza Atlántica firmarán el 27 de mayo no borra la línea divisoria de Europa, sino que, según Moscú, la desplaza hacia el Este, concretamente al contorno de la antigua frontera soviética. Así se desprende de las explicaciones que dio ayer el presidente Borís Yeltsin a los líderes parlamentarios, y también de lo que afirmó a este diario el jefe del Comité de Exteriores de la Duma (Cámara baja del Parlamento), VIadimir Lukin, que ha leído el documento firmado por el ministro de Exteriores, Evgueni Primakov y el secretario general de la OTAN, Javier Solana.
Las estrellas ascendentes de la primera constelación poscomunista compiten entre sí por un lugar en el firmamento donde Yeltsin es algo parecido a la estrella polar. La élite política rusa está en proceso de asentamiento y definición. Eso explica la fugacidad de algunas figuras que aparecen generando enormes expectativas y desaparecen poco después en una especie de limbo, para ser relevadas por otros inesperados rostros. Este fue el caso de Evgueni Saburov, el ex ministro de Economía de la Federación Rusa.
Los líderes de las repúblicas soviéticas preparan su propia política exterior
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