La prueba de ADN confirma que era de Romero la sangre en la mochila de la desaparecida en 1998
Como en unas encías donde han quedado los huecos de muelas y dientes sacados de raíz, así quedan, dolorosamente, los espacios vacíos de las casas que fueron en otro tiempo y que arrasó la riada de Valdepeñas el pasado día 1 de julio. Calles y solares, limpios ya de aquel fango, dentro de lo que cabe, señalan que la villa manchega recobra, poco a poco, su vida normal. Nunca se olvidarán los veintidós muertos. Pero ahora la lucha es por ayudar a quienes quedaron vivos y dañados. Allí ha ido Jesús de las Heras.
El Consejo de Ministros adoptó ayer una serie de medidas para tratar de reducir el consumo de energía. Se trata de «un primer paquete, que se establece en función de los datos actuales», afirmó el secretario de Estado para la Información, Josep Meliá, y puede variar de acuerdo con los nuevos datos que se produzcan. La impresión general es que el abastecimiento de combustibles está asegurado para el segundo semestre del año; pero lo cierto es que si alguno de los países que ha amenazado con suspender las exportaciones llevase a cabo su propósito habría que replantear la situación y acudir a medidas más drásticas de reducción del consumo.
Veintiuna personas muertas, treinta heridas leves y cerca de 2.000 millones de pesetas en daños materiales ha causado un fuerte aguacero de cuatro horas y media de duración, caído el domingo, día 1 de julio, sobre el pueblo manchego de Valdepeñas (Ciudad Real). «Era el diluvio, señor; como el fin del mundo. Algo espantoso. Ya ni tenemos palabras, ni lágrimas para explicarlo», dice y gime una mujer enfangada de barro, mientras saca a cubos el agua terrosa de su casa.
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