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entrevista | miguel poveda

“El flamenco lo tiene muy difícil para sobrevivir”

El cantaor regresa a Madrid para presentar en la Zarzuela su reivindicación del género puro

Miguel Poveda, en una imagen de archivo. / GIANLUCA BATTISTA

Desde que en 1993 se presentó como un ciclón que casi arranca y se lleva por delante el tablao del festival de Cante de las Minas de La Unión, la presencia de Miguel Poveda (Badalona, 1973) en el mundo del flamenco no para de crecer. Tal es su ascendiente sobre el género que ya se permite divisar desde las alturas de su trono el eterno debate entre antiguos y renovadores. Y este detalle tiene su mérito. Como se repite a menudo, Poveda no es ni gitano ni andaluz, y esas son las menores de sus afrentas a la tradición. Ha cantado copla, tango y versos en catalán, además de introducir trompetas y violines en algunas de sus grabaciones. En definitiva, ha hecho todo lo que podía hacer para que los puristas desvíen la vista al cruzárselo, pero ni por esas es sencillo encontrar malas palabras sobre él, más allá de algún exabrupto desafinado que suena al fondo de la caverna.

Esta noche el cantaor actúa en el teatro de la Zarzuela. Su presencia es parte del plan del nuevo director del espacio, Paolo Pinamonti, para sacudirle el olor a naftalina al coliseo. Poveda parece la baza perfecta para conseguirlo, basándose en la constatación de que por donde va remueve el aire. Él mismo lo reconoce así en una entrevista telefónica que parece una persecución policiaca, con el artista perdido en mil promociones y saltando de Sevilla a Madrid, los dos polos entre los que discurre hoy en día su vida. “La verdad es que esto es muy intenso, sobre todo lo fue en verano. Ya no es solo la música en directo, sino que el flamenco consume una barbaridad de energía”, cuenta. Poveda no para, pero la conversación se interrumpe constantemente: “La cobertura del AVE es lo que tiene”, dice con filosofía. Solo es posible rematarla con él caminando por Madrid maleta en mano. “Es verdad que no paro”, ríe: “Aquí me voy a quedar una sola noche; mañana vuelvo al sur, esta vez a Cádiz, que actúo allí”.

El recital de hoy devuelve a la capital su nuevo trabajo, ArteSano, que en su día presentó en el Real en un concierto que se grabó y está cerca de ser publicado. Poveda tiene ganas de tener entre las manos ese nuevo trabajo. “En realidad yo siempre concebí el disco como un directo, pero no se pudo hacer porque quería a muchos guitarristas distintos [entre los presentes está Paco de Lucía], pero creo que la solución que al final encontramos para grabar ArteSano sí que guarda esa frescura, con viveza y el encanto de pequeñas imperfecciones”.

En cualquier caso, lo que sonará esta noche será la versión más racial del cantaor, aunque con una presentación poco habitual que pretende resaltar el carácter prácticamente pedagógico del disco. Los temas irán acompañados de proyecciones de vídeo, y al baile estará la malagueña La Lupi. ArteSano parece el primer volumen de una enciclopedia sonora del flamenco, sin que eso le robe un ápice de fuerza. Incluye cantes poco conocidos por el público ajeno al género (tientos de pastora, coplerías o soleás apolás) casi con una vocación documental. Una vuelta al flamenco más puro que emparenta con la labor arqueológica que hizo el catalán con su disco Coplas del querer, su exitosa recuperación de la copla española. “Este es un trabajo que refleja lo que soy: mi base musical. Después de otros experimentos tenía ganas de hacer un disco que diga cosas sobre mí”, cuenta. Además del aspecto identitario, el cantaor no niega que en el trabajo subyace una motivación de monje amanuense por mantener el legado que ha recibido: “He incluido algunos cantes en desuso muy interesantes porque tengo un compromiso con el arte. Hay mucha gente joven que se está iniciando en esto y hay que mostrarles que el mundo del flamenco es muy amplio”.

Salvar el legado

Poveda es célebre por ser un hombre de misiones. No acepta medias tintas en su compromiso musical. Sus inicios en el cante fueron duros, sin padrinos y alejado del epicentro flamenco. Apoyándose en el talento, la entrega sobre las tablas y en el estudio ha sido el camino por el que ha transitado hasta la aprobación de la crítica y tanto del público general como del especializado. “Yo he hecho muchas cosas fuera del flamenco porque me apetecía, pero creo que los artistas de ahora, aunque tengamos la libertad de expresarnos de otras formas, no podemos descuidar el deber de mantener esta música para los que vengan”.

A pesar de esta reivindicación de las esencias, no se puede pasar por alto el detalle de que el que se ha presentado como primer single del trabajo sean unas bulerías de Cádiz, uno de los palos más atractivos para los legos. “Uf, pero no te creas que en el flamenco pensamos mucho en términos de singles”, responde Poveda a la observación. “A mí me apetecía esta bulería porque es un cante tradicional precioso. Y la canto con Rancapino, una referencia del cante tradional que quiero que la nueva generación conozca y respete. Y una cosa muy importante es que es una copla alegre con referencias desenfadadas a esta crisis”.

Efectivamente, la letra de ¡Qué disparate! se ríe del hambre y del precio del atún de Barbate. La desastrosa situación de la economía es un tema que preocupa a Poveda, en general y en sus efectos sobre la cultura concretamente. “El mundo del flamenco lo tiene muy difícil para sobrevivir. No hay dinero. Incluso como aficionado me doy cuenta de que se están sacando muchas menos cosas nuevas”. Esa es una de las razones en las que se apoyó hace dos años para crear su sello discográfico, Carta Blanca. “Me dolía en el alma ver que compañeros míos buenísimos se estaban quedando sin la posibilidad de grabar. A mí me está yendo bien, y no me puedo limitar a quedarme con los brazos cruzados. De momento es un negocio ruinoso, pero eso no me duele”. Su sello se ha ocupado de presentar a voces jóvenes como Kiko Peña y, recientemente, Jesús Méndez. Sin pontificar ni querer mojarse demasiado en la conversación entre lo que llega y lo que ya está,Poveda continúa con su misión de expandir y consevar la huella sonora del flamenco.

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