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Miliband defiende un Reino Unido sin diferencias entre ricos y pobres

El líder laborista arremete en el congreso de su partido contra la política económica de los conservadores

El líder laborista, Ed Miliband, hoy ante sus bases en Manchester. / DAVE THOMPSON (EFE)

Sin atril y sin notas y con mucha más confianza en sí mismo que en otras ocasiones, Ed Miliband ha intentado esta tarde convencer a los militantes laboristas y, sobre todo, al conjunto de los votantes británicos, de que es el hombre que puede cambiar el rumbo del Reino Unido y volver a situar la economía en la senda del crecimiento sin perjudicar a los segmentos más desfavorecidos de la sociedad. Consciente de que su imagen personal se vislumbra como uno de los principales obstáculos para el retorno de los laboristas al poder que perdieron en 2010 después de 13 años en Downing Street, Miliband centró su intervención en el congreso de otoño de los laboristas, en Manchester, apelando a su vocación política, nacida al calor de una familia de intelectuales de izquierda, lo que ha forjado no solo su interés por la cosa pública, sino su profunda preocupación por la justicia social. Aludió con ironía al poco apoyo que recibió de su padre, Ralph Miliband, un filósofo marxista que desconfiaba del sistema parlamentario.

Su mensaje se ha refugiado a ratos en el patriotismo, tan caro siempre a los políticos británicos, y en las cuestiones de principios, eludiendo entrar en el detalle de las propuestas políticas de Gobierno. Porque apenas las tiene, según los medios más próximos a los conservadores. O porque no le interesa todavía, a dos años y medio de las elecciones generales de mayo de 2015, empezar a desgranarlas. Miliband ha hilvanado su discurso en torno al concepto de “una nación”, el one nation que los conservadores menos radicales han hecho suyo desde tiempos de Benjamin Disraeli para subrayar las obligaciones de la clase alta hacia las más deprimidas. Miliband le ha querido dar un sentido menos paternalista: la obligación de crear una nación como contraste de dos naciones separadas, la de los ricos y la de los pobres.

Ha habido muy pocos anuncios concretos y casi todos los había adelantado ya en vísperas del Congreso. Como el de aplicar al completo el consejo de los expertos de que la banca británica separe por completo la actividad comercial de la banca de inversiones, –que la coalición de conservadores y liberales ha decidido suavizar– si los bancos no separan de hecho esas dos actividades. “Necesitamos bancos que sirvan al país, no un país que sirva a los bancos”, ha enfatizado para arrancar el aplauso de las bases. Ha propuesto también crear un Bachillerato Técnico que de lustre a la titulación de quienes acaban tomando la vía de la formación profesional.

El jefe de la oposición subraya las obligaciones de las clases altas hacia los más desfavorecidos

Pero, a pesar de sus ataques retóricos a los más ricos, no llegó a verbalizar su proyecto de recuperar el tipo del 50% en el tramo alto del IRPF. O el de imponer un máximo de 6.000 libras anuales (7.500 anuales) frente al actual tope de 9.000 libras (11.250 euros) a las tasas universitarias, a pesar de que fueron los laboristas quienes abrieron el camino al actual sistema de financiación universitario. A falta de un verdadero programa de propuestas concretas, Miliband ha arrancado el aplauso de las bases laboristas atacando a los conservadores y recordando las numerosas meteduras de pata de los últimos meses, con constantes marchas atrás en decisiones fiscales impopulares y de escaso impacto recaudatorio.

Los laboristas deberían estar henchidos de optimismo: el último sondeo, justo en vísperas del congreso, les otorgaba una ventaja de 10 puntos frente a los conservadores (39 a 29), con los liberales-demócratas hundidos en el 10%. Sin embargo, un análisis más detallado de ese sondeo, de Opinium para el dominical The Observer, obliga al laborismo a abrazar la cautela porque demuestra que la opinión pública aún confía más en los conservadores a la hora de gestionar el país y más en la capacidad de David Cameron que en la de Ed Miliband para llevar las riendas del Gabinete. Algo paradójico teniendo en cuenta que los conservadores han llevado al país a una segunda recesión y están aplicando un salvaje programa de recortes presupuestarios. Y de ahí su interés hoy en proyectar su imagen personal y lanzar el mensaje de que si está en política es porque cree que puede hacer que las cosas cambien.

Los británicos ven en Miliband a un hombre que se preocupa más de la vida de la gente ordinaria que Cameron (27% frente a 12%), que se preocupa por todos los sectores de la sociedad (22-13) y, aunque por los pelos, que es más fiable (19-18). Pero Cameron le aventaja a la hora de juzgar la capacidad de gobierno de cada uno: es más capaz de tomar decisiones difíciles que Miliband (40-14), tiene una visión más clara de adónde debería ir el país (29-18) y es, en definitiva, más capaz (33-19). A pesar de la recesión y los recortes, los británicos aún tienen más confianza para gestionar la economía en la pareja que forman el primer ministro Cameron y el responsable del Tesoro, George Osborne (26%) que en su equivalente laborista “los dos Ed”, Miliband y Balls (24%). Y sólo el 29% de los encuestados puede imaginar a Miliband como primer ministro y aún menos (25%), imaginan a Ed Balls en el número 10 de Downing Street.

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