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Decenas de millones de personas viven a menos de 75 kilómetros de una central nuclear

De las 211 plantas atómicas existentes, 21 están rodeadas por más de un millón de habitantes en un radio de 30 kilómetros y seis superan los tres millones

Las evacuaciones tras el desastre de Fukushima han afectado a las 172.000 personas que vivían a menos de 30 kilómetros de la central. La revista Nature, en colaboración con la Universidad de Columbia, en Nueva York (EEUU), ha calculado la población en torno a las 211 centrales nucleares activas en el planeta, y el cómputo indica que hay 21 centrales rodeadas por más de un millón de personas en un radio de 30 kilómetros. En seis centrales se superan los tres millones.

Bate el récord la planta KANUPP en Karachi, Pakistán, con 8,2 millones de personas a menos de 30 kilómetros, seguida por las centrales taiwanesas Kuosheng, con 5,5 millones, y Chin Shan, con 4,7 millones. Si el radio se amplía a 75 kilómetros destacan las centrales chinas de Guangdong y Lingao, próximas a 28 millones de habitantes -el círculo cubre Hong Kong-; la estadounidense Indian Point, cerca de Nueva York (17,3 millones), y la india Narora (16 millones).

'Nature' advierte que no se trata de un mapa de riesgo, porque cada reactor tiene un perfil único

De las seis centrales que operan en España, Cofrentes (Valencia) y Santa María de Garoña (Burgos) son las que están en zonas más densamente pobladas, con 2,55 y 2,12 millones de personas en un radio de 75 kilómetros.

Nature explica, no obstante, que este no es un mapa de riesgo, y se basa en opiniones de expertos en el sector nuclear para afirmar que "es casi imposible elaborar un ranking de riesgo objetivo, puesto que cada reactor tiene un perfil único de riesgo". Aún así, la densidad de población es un parámetro que debe ser tenido en cuenta a la hora de evaluar los demás peligros. La publicación cita a Laurent Stricker, ingeniero nuclear que preside el foro internacional sobre seguridad nuclear WANO (siglas en inglés de Asociación Mundial de Operadores Nucleares), creado tras Chernobil: "Debemos analizar la seguridad de los reactores teniendo en cuenta dónde están situados".

En España, el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) explica que al conceder la autorización de explotación se hace un Estudio de Seguridad de las centrales que incluye análisis de distribución de población actual y proyecciones de crecimiento a futuro. "No hay restricción expresa establecida de antemano, como no hay distancia mínima expresa a un centro de población", señala el CSN. Las proyecciones de crecimiento se revisan periódicamente.

En los comentarios al mapa de población se repasa de qué depende la seguridad: sobre todo de una "cultura de la seguridad", relacionada con la calidad del mantenimiento, la formación y la profesionalidad del operador y de los trabajadores, y el rigor de los sistemas de vigilancia. Eso significa que la seguridad no es sólo cuestión de tecnología ni de edad de la central. El accidente de Three Mile Island (EEUU) en 1978 se produjo tras sólo tres meses de funcionamiento de la central. Chernobil (Ucrania) llevaba operando dos años. Los expertos hablan de la 'curva de la bañera': las máquinas nuevas complejas pueden tener fallos al empezar a funcionar por falta de ensayos, o porque son nuevas para los operarios; esta fase da paso a otra más estable, y de nuevo vuelve a haber problemas cuando el paso del tiempo deteriora la central. La novedad del diseño tampoco es una garantía. Los expertos recuerdan que los modernos reactores de agua presurizada tendrían las mismas dificultades que Fukushima si se estropearan los sistemas de enfriamiento.

La propia estimación de riesgos externos -terremotos, tsunamis, ataques...- puede ir en contra de la seguridad, básicamente porque es muy difícil acertar. En el mapa de riesgo sísmico de Japón, la planta de Fukushima Daiichi figura en una zona con probabilidad relativamente baja de sufrir un gran terremoto y un tsunami; la realidad ha superado con creces la planificación de los ingenieros. En conjunto, los expertos resaltan dos riesgos principales: la autocomplacencia de los operadores, y el posible aumento -si siguen adelante planes declarados- de las centrales en países como Egipto, Indonesia, Jordania, Lituania, Malaysia y Marruecos, con gobiernos potencialmente inestables y poco transparentes.