Editorial

Un relato numérico

Si bien en otras latitudes los presupuestos nacionales confeccionados por los gobernantes suelen basarse en previsiones optimistas que raramente se cumplen, durante años los presentados por las autoridades kirchneristas se caracterizaron por el pesimismo en cuanto a la tasa de crecimiento. No se trataba de una manifestación de cautela por parte de un gobierno sobrio y ahorrativo reacio a prometer demasiado, sino de un ardid: al subestimar el aumento de los ingresos públicos, el Poder Ejecutivo se las arreglaba para apropiarse de la diferencia –"la caja"– para usarla de acuerdo con sus prioridades políticas. Así las cosas, podría motivar cierta extrañeza el que, según el presupuesto 2013 que acaba de difundirse, el gobierno haya previsto una tasa de crecimiento del 3,4% para el año corriente, ya que según las cifras disponibles dicha meta es inalcanzable, y del 4,4% para el 2013, lo que es factible pero poco probable. Sin embargo, aunque parecería que en esta ocasión el gobierno ha optado por no recurrir nuevamente al método patentado por el ministro de Economía del comienzo de la era kirchnerista, Roberto Lavagna, es de suponer porque entiende que no le convendría del todo brindar la impresión de haberse resignado al fin del crecimiento "a tasas chinas", contará con otra fuente de ingresos para gastar a discreción: las reservas del Banco Central. Como han señalado voceros de distintas agrupaciones opositoras, el aumento del llamado Fondo de Desendeudamiento le proporcionará aproximadamente 4.000 millones de dólares adicionales. En opinión de algunos especialistas en la materia, el Banco Central corre peligro de terminar "desfondado", puesto que nunca recuperará el dinero que le "presta" al Poder Ejecutivo, pero tal eventualidad no parece preocuparles en absoluto a los responsables de manejar el modelo kirchnerista.

Tampoco les preocupa la inflación. Antes bien, la ningunean, como si a su entender fuera cuestión de nada más que un cuco neoliberal. Al presentar el proyecto de ley de presupuesto 2013, el ministro de Economía Hernán Lorenzino se abstuvo de mencionar la palabra, aunque según los números difundidos su equipo estima que el costo de vida subirá el 10,8%, lo que, por desgracia, luce imposible a menos que el país se someta a un ajuste fenomenal o, tal vez, se precipite en una recesión equiparable a la del 2002. También ha ocasionado escepticismo la previsión oficial de que el valor promedio del dólar estadounidense será de 5,10 pesos, ya que en la actualidad la versión "blue" es de aproximadamente 6,30.

En opinión de todos los opositores, tanto los izquierdistas como los centristas y derechistas, el país del presupuesto, uno en que a pesar de una tasa de inflación más alta que en los demás sigue creciendo a un ritmo respetable sin enfrentar graves dificultades, existe sólo en la imaginación de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Según el diputado de Coalición Cívica, el expresidente del Banco Central Alfonso Prat-Gay, Cristina es víctima de "los aduladores que no le dejan ver" la realidad. Se trata de una explicación caritativa de lo que está ocurriendo. Aunque Cristina no es una economista, sería muy poco probable que se permitiera engañar por funcionarios adulones. Si es víctima de algo, es de la teoría del "relato" según la cual los hechos importan muchísimo menos que las impresiones, y que con tal que una proporción sustancial del electorado siga convencida de que, en vista de las deficiencias de las distintas alternativas opositoras, es de su interés apoyarla, lo demás carece de importancia. Con todo, si bien hasta ahora la estrategia de subordinar absolutamente todo, incluyendo, desde luego, la realidad económica, a la política le ha brindado buenos resultados, de prolongarse la recesión que ya se ha hecho sentir en muchas partes del país y de continuar cayendo el poder de compra del grueso de la población, la mayoría no podría sino rebelarse contra "el relato" gubernamental, con el resultado de que el gobierno tendría que enfrentar no sólo cacerolazos protagonizados por integrantes de la despreciada clase media sino también manifestaciones mucho mayores de pobres que necesitan para vivir algo más que "fútbol para todos" y dosis diarias de propaganda oficial.

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