BERENJENAS FRITAS
Me considero un devoto de las berenjenas, preparadas de todas las maneras habidas y por haber. Las siento como de la familia, comparto su espíritu "solanáceo" -familia de plantas a la que pertenece la berenjena- y cuando las descubro en algún menú de restaurante me abrazo a ellas como el que se reencuentra con alguien muy querido tras los años.
Ya sean rebozadas y fritas, asadas (en escalibada a la catalana con pimientos rojos y cebolla están deliciosas), al permesano o en lasaña, a todas sus múltiples formas me entrego con fruición.
En esta ocasión, me decidí por la receta de las berenjenas fritas para que los oyentes de La Ventana tuvieran una fórmula fácil y sabrosa. A Sabina Cobo la encontré algo dubitativa, pero dispuesta a reconciliarse con este alimento. Pedro Sevcec compartió conmigo desde el primer momento la pasión por la berenjena, previo corte del pedúnculo a la solanácea. Unas risas que nos echamos con el tema del pedúnculo. O sea, el rabillo verde de la berenjena.
Ingredientes:
Dos berenjenas no demasiados grandes, tersas y brillantes (sin manchas ni demasiado maduras); harina; agua templada; sal; aceite de oliva.
En esta fórmula las berenjenas no se sumergen en leche, sino en agua templada.
Elaboración:
Le cortamos el pedúnculo (es decir, el rabillo verde) a la berenjena, la limpiamos bien con papel de cocina y la cortamos en rodajas más bien finas, o en tiras longitudinales.
Ponemos las rodajas en una tabla de cocina y salamos por las dos partes. Las dejamos sudar una hora aproximadamente. Pasado este tiempo ponemos o pasamos papel de cocina por las dos partes para absorber el agua que sueltan -el papel queda empapado de agua.
A continuación, pasamos cada rodaja (incluido los bordes) por harina en un plato.
Luego sumergimos muy brevemente cada rodaja en un bol con agua templada y sacudimos el agua. Simplemente se trata de meter y sacar de inmediato cada rueda de berenjena y sacudirla, para meterla de inmediato en un cazo o sartén honda con aceite de oliva bien caliente.
(Al mojarlas en agua previamente pierden algo de harina, todo el exceso y conseguimos que al freírlas de inmediato el aceite no se ensucie y quede más limpio al final.)
Las freímos por tandas de tres o así, no muchas a la vez. Las movemos en el aceite con unas pinzas o el tenedor hasta que tengan un bonito color dorado y estén crujientes, lo que se consigue en apenas tres minutos.
Las sacamos y pasamos a una fuente con papel de cocina para absorber la grasa. Y al plato. Ricas y saludables, ya que entre los beneficios de la berenjenas destacan su propiedades para reducir el colesterol, previene la arteriosclerosis y ayuda a la circulación.