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El viento frena a Ferrer

La amenaza de un tornado obliga a suspender su semifinal ante Djokovic cuando dominaba 5-2 y servía para ganar el primer set ● Por quinto año consecutivo el torneo se resolverá el lunes

Ferrer y Djokovic en el momento en el que les comunican la suspensión del partido / MIKE SEGAR (REUTERS)

Apenas se habían disputado 32 minutos de partido cuando la amenaza de un tornado sobre las pistas de Flushing Meadows obligó a suspender el partido de semifinales del Abierto de Estados Unidos entre David Ferrer y Novak Djokovic. Para entonces, el español que había comenzado arrollador, tenía una ventaja de 5-2 en el marcador y sacaba para apuntarse el primer set, después de haber roto el servicio a Djokovic en el primero y quinto juego. Ferrer mandó desde el comienzo (0-2 y 0-30) mientras el serbio, descentrado, se quejaba del viento racheado que cruzaba la pista y que acabó por detener el impulso del tenista español. El encuentro se reanudará esta tarde (17.00, C+ Deportes) y Ferrer buscará su primera final grande, en la que ya espera Murray tras vencer a Berdych 5-7, 6-2, 6-1 y 7-6 (7).

Mientras se desalojaban las gradas, el director del torneo, David Brewer, confirmó resignado que por quinto año seguido el Abierto de Estados Unidos terminará el lunes. Durante la jornada de las semifinales masculinas, a las que debía seguir la final femenina (Serena Williams-Victoria Azarenka), la lluvia volvió a caer sobre el Corona Park, donde se disputa el torneo, y rugió con vehemencia el viento. Hubo que retrasar el inicio de la jornada. Se avisó a los espectadores de que buscaran refugio por la violencia de la tormenta. Se desalojó a los periodistas que ocupaban las cabinas de televisión de lo más alto del estadio. Primero, hubo que posponer la final femenina. Después, Murray y Berdych se midieron en la pista central entre sillas que caían y gorras que volaban. Por último, Ferrer y Djokovic tuvieron que aplazar su pulso por la amenaza de fuertes lluvias acompañadas de vientos y posibilidades de tornados para todo el área metropolitana de Nueva York.

Momento de la evacuación de la pista central ante la amenaza de tormenta / DON EMMERT (AFP)

El resultado es que el Abierto queda enfangado y al borde del colapso, con los tenistas agotados por el estrés de preparar un partido que nunca llega y el público espantado por una cita que sufre del mismo mal desde hace un lustro. El agua anegó el Supersábado, la cita estrella del torneo, porque sigue sin haber una pista con techo.

Sorprendentemente, la central del Abierto de Estados Unidos se construyó en 1997, ya a las puertas del siglo XXI. Costó unos 200 millones de euros y fue el resultado de sesudos estudios que debían servir para elegir el mejor emplazamiento dentro del complejo y asegurar la mayor visibilidad posible a los espectadores. Nadie pensó que fuera interesante ponerle un techo que asegurara la disputa del partido ni tuvo en cuenta que la estructura, formada por anchísimos pasillos interiores que derivan en decenas de vomitorios, acabaría generando remolinos de viento en la pista, el otro sello de la infraestructura. En consecuencia, tenistas, espectadores y programadores televisivos, las tres patas sobre la que descansa la competición y la generación de ingresos para mantener el torneo, viven al albur del cielo.

La central del Abierto de Estados Unidos se construyó en 1997 y costó unos 200 millones de euros, pero nadie pensó que fuera interesante ponerle un techo

De los cuatro grandes, el de Nueva York es el que está peor preparado para afrontar las tormentas, y el único que no tiene pensado hacer nada al respecto: en el Abierto de Australia hay dos pistas con cubierta retráctil; en Wimbledon, la central puede cubrirse; y Roland Garros planea incluir esa infraestructura cuando acabe su remodelación. Hasta el torneo de Madrid, que es de inferior categoría (Masters 1000) cuenta con tres pistas que pueden ser cubiertas, lo que asegura que la programación se cumpla y los tenistas mantengan su ritmo de competición y descanso.

No en Nueva York. No en el Corona Park. No en el Abierto de Estados Unidos, cuya organización siempre ha preferido invertir los beneficios en la cantera a reconstruir la pista más grande del planeta, con un aforo de 24.000 personas y un problema estructural cuando se trata de diseñar una cubierta: sus potentes focos, la marca que distingue a la Arthur Ashe, se levantan sobre unos pilares exteriores que rodean a las paredes de la pista. Eso imposibilita colocar un techo, según la organización. Eso, también, tiene otro efecto: el riesgo de acabar el lunes está siempre presente y durante una quincena es obligatorio vivir mirando al cielo.

En el siglo XXI, la cita ha quedado anegada por la lluvia. Es un constante baile de paraguas que desespera a los tenistas: las tormentas, dicen en el vestuario, son incontrolables, pero… ¿por qué nunca se tapan las pistas con lonas? ¿Por qué se deja que se empape el cemento? ¿por qué se recurre a esos gigantescos secadores a modo de segadora únicamente en la central, mientras en el resto de pistas se afanan los operarios con sus toallas?

Son ya cuatro las finales disputadas en lunes. Es seguro que en la quinta volverán a escucharse las quejas de los tenistas.

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