Navío San Fulgencio

Construido en Cartagena con planos de José Romero y Fernández de Landa. Fue botado el 3 de noviembre de 1787

Al mando de Antonio de Escaño hizo la campaña contra la República Francesa (1793-1794), este era uno de nuestros mejores marinos y que por entonces era capitán de navío obtiene el mando del San Fulgencio cuando el navío se dispone a su armado para la guerra.

En un principio tiene muchos problemas para armarlo, pertrecharlo y completar su tripulación, que tiene que recurrir a levas. Una vez completado implantó la nueva Ordenanza de 1793 (en cuya redacción contribuyó y por tanto las conocía y sabía de su importancia) y para asombro de muchos logró un navío modelo en cuanto al entrenamiento y enseñanza que propugnaban dichas Ordenanzas.

Escaño, siendo muy trabajador, organizó la marinería para que conociese perfectamente sus funciones y ejercitó continuamente a la Tropa para su adiestramiento. También se desvivió por la mejora de las condiciones de sus hombres, sobre todo en los ranchos en los que evitó el fraude en la comida haciendo que todos sus hombres comiesen lo que les correspondía. No se entrometía con sus subalternos, especielmente los experimentados contramaestres, a los cuales escuchaba siempre con gran respeto haciendo que todo esto se reflejara en una tripulación y guarnición bien adiestradas y, sobre todo, muy respetuosas con un comandante que se preocupaba por ellos, a lo cual respondía positivamente los hombres.

Con este navío y otras fuerzas navales puestas bajo su mando concurrió a las operaciones del golfo de Rosas en apoyo del ejército del general Ricardos, llevando una dotación reforzada con veteranos marineros de los jabeques de la escuadra y atacó los puestos enemigos de la costa.

Un rayo, por esas fechas, descargado sobre el palo mayor, mató a un hombre en la bodega, y una de las derivaciones de la chispa saltó un anteojo del propio Escaño, que salió ileso del percance. Escaño probaría en esta campaña sus conocimientos de química para poner remedio, mediante desinfección, utilizando la ceniza de leña quemada, a una epidemia de "calenturas pútridas" que se desarrollo entre miembros de la dotación.

El San Fulgencio, siempre al mando de Escaño, se distinguió en el transporte de tropas a Tolón para reforzar las escuadras de Lángara y Hood, siendo muy felicitado por la rapidez de dichos transporte.

Trasportando en aquella ocasión trigo desde Cerdeña para las tropas aliadas en Tolón, se halló en un fuerte temporal que causó la muerte del capellán y heridas a Escaño por un golpe. Fue llevado a su cámara, pero volvió a tomar el mando al notar que el temporal arreciaba. Levó anclas y sabedor de las buenas condiciones para ceñir del San Fulgencio se lanzó a navegar a lo largo de una costa llena de peligros, pudiendo fondear en Caller, aunque con grandes averías. Estando aún convaleciente aprestó con rapidez su navío y consiguió llegar a Tolón con el trigo a tiempo. Después de la campaña el mando del San Fulgencio y su magnifica dotación que había creado Escaño fue pasada a otro capitán de navío por favoritismos, siendo Escaño mandado al San Ildefonso, de menores cualidades de tripulación.

En 1794 y mandado por Cayetano Valdés apresan por el Cabo de Palos los buques suecos la Margarita y bergantines Albión y Duque de Smoland, y el bergantín danés Cristina, que fueron marinados a Cartagena.

Llevó tropas a México en 1797.

En 1798 y bajo el mando de Alcalá-Galiano, logra forzar el bloqueo que los británicos imponen a Cádiz. Junto con el navío San Ildefonso y las fragatas Esmeralda, Clara y Medea, aprovechando una tormenta en la oscuridad de la noche y pasando a través de la escuadra británica, pone rumbo a Cartagena de Indias y después a Veracruz para traer caudales a España, siendo perseguido por unidades británicas que no pudieron alcanzarlo. De Veracruz a La Habana, la división de Galiano navega acompañada por las fragatas Juno y Anfitrite y continua viaje a España burlando la persecución de una ecuadra inglesa al escoger una ruta de regreso muy alta en latitud de partida -la del golfo de San Lorenzo, inusual en la navergación oceánica.

El éxito alcanzado en el transporte de plata- siete millones duros- hace pensar al ministro en la repetición de la hazaña, esta vez al mando del San Pedro Alcántara, otro navío y tres fragatas. Misión también exitosa. Los españoles eran maestros en las singladuras atlánticas y poquísimas veces eran alcanzados o interceptados por los ingleses, no hay que olvidar que los españoles eran los marinos que más tiempo llevaban navegando por el Atlántico, desde los tiempos de Colón y los oficiales españoles eran los depositarios de toda esa gran experiencia y sabían cómo moverse por el Océano. En tiempo de guerra y desde 1797 hasta Trafalgar hubo al menos 34 cruces del Atlántico y ninguna de las veces tuvieron percances con el enemigo. Los ingleses simplemente veían imposible atrapar un buque español en el Océano, y pocas veces se molestaban en iniciar la persecución.

En 1805 pudo haber participado en Trafalgar, en aquella ocasión el navío era mandado por don Joaquín Rodríguez de Rivera quien hizo saber que: "La mitad de los marineros y las 3/4 partes de los grumetes no han navegado". La falta de dotaciones en otros buques y el mal estado de los fondos del navío, hicieron que se desarmara y su dotación pasase al Santa Ana.

En junio de 1808 participa en la captura de la escuadra francesa de Rosilly en Cádiz.

Posteriormente, también en 1808, viajó a El Callao y La Habana para traer caudales y regresó en 1809.

Participó en el sitio de Cádiz. Se trasladó a La Habana en 1810 y allí se fue a pique en 1814 por falta de carena.

• (RHN), (TAB)