Todo a Babor. Revista divulgativa de Historia Naval
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La Guerra de Sucesión española - Batalla de Rande - Ocupación de Menorca - Apropiación de Gibraltar - Tratado de Utrecht- Revindicación militar y diplomática.

(por José Antonio García Merino)

La Guerra de Sucesión al Trono de España por la muerte de Carlos II se recuerda fundamentalmente por la ocupación y usurpación inglesa del Peñón y Plaza de Gibraltar, pero en este mismo periodo se dieron otros acontecimientos igualmente importantes como la Batalla de Rande en 1702 (Vigo) o la ocupación, igualmente inglesa, de la isla de Menorca en 1708, si bien estos acontecimientos no han tenido la perdurabilidad de la toma y ocupación del Peñón y Plaza de Gibraltar motivos todavía, en estos tiempos, de reclamación diplomática.

LA CUESTION DE LA SUCESIÓN AL TRONO DE ESPAÑA
Felipe IV se casó en 1615 con Isabel de Borbón, con quien tuvo, además de otros hijos malogrados, al príncipe heredero Baltasar Carlos (1629) y a la infanta María Teresa (1638), futura esposa del rey de Francia Luis XIV y en 1649 nuevamente se casa con su sobrina Mariana de Austria, de cuyo matrimonio sólo dos hijos alcanzaron la edad adulta: la infanta Margarita Teresa (1651), futura emperatriz (por su matrimonio con el emperador Leopoldo I), y el que sería heredero del trono, Carlos II (1661), conocido como El Hechizado.

A la muerte de Felipe IV en 1665, le sucede el hijo habido con su sobrina Mariana de Austria Carlos II (1661),que fue rey de España en el período de 1665 a 1700, Carlos II heredó el trono cuando aún no había cumplido los cuatro años, por lo que, de acuerdo con el testamento de Felipe IV, su madre, Mariana de Austria, ejerció la regencia, asesorada por una Junta de Gobierno.

Carlos II fue un ser débil y enfermizo, poco dotado física y mentalmente. Casado en dos ocasiones, con María Luisa de Orleans (1679) y Mariana de Neoburgo (1689), no logró tener hijos. Su carácter débil, que no excluía esporádicos accesos de cólera y una cierta terquedad, le hizo depender, en exceso, de las opiniones o caprichos de su madre y su esposa. Las frecuentes enfermedades del rey y la falta de sucesión alimentaron durante su reinado las negociaciones entre los príncipes europeos para el reparto de los territorios de la Monarquía. Carlos II fue el ultimo Rey de la dinastía Habsburgo en España y con su muerte el 1 de Noviembre de 1700 se abre el problema sucesorio a la corona de España.

El candidato inicialmente designado como heredero había sido José Fernando, hijo del elector de Baviera, pero su muerte, en 1699, volvió a abrir el problema de elegir entre el archiduque Carlos, hijo del emperador Leopoldo y futuro emperador a su vez como Carlos VI, apoyado por la reina Mariana de Neoburgo y el partido austriaco de España, y Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV y María Teresa de Austria. El siempre moribundo Carlos, aconsejado por el cardenal Portocarrero y el partido nacional, decidió que sólo el apoyo de Francia, cuyas tropas se encontraban en la frontera española, podían garantizar la conservación de la monarquía en toda su integridad. La obsesión por mantener unida la herencia de sus mayores y a pesar de las fuertes presiones, fueron seguramente los motivos que determinaron mantener la decisión en el último testamento de 3 de octubre de 1700 en la elección de Felipe de Anjou, el futuro Felipe V, con dos condiciones: no reunir nunca las coronas de España y Francia en una misma persona y no enajenar parte alguna de los territorios españoles. De esta manera se entroniza la casa de Borbón en la Corona de España.

Cuando murió Carlos II las potencias europeas, salvo el emperador Leopoldo, reconocieron a Felipe V como rey de España. Sin embargo, la actitud de Luis XIV, ocupando algunas plazas de los Países Bajos españoles y haciéndose confiar su gobierno por el nuevo rey, contribuyó a formar la opinión de que España pasaría a formar, de hecho, un potente bloque con Francia, dirigido por el monarca francés, que rompería el equilibrio europeo. Este temor empujó a las potencias marítimas, Inglaterra y Holanda, opuestas a la hegemonía borbónica a apoyar las pretensiones del archiduque de Austria formando la Gran Alianza (La Haya, 1701) que el 15 de mayo de 1702 declaró la guerra a los Borbones.

A Inglaterra, sin embargo, en el fondo, no le interesaba la sucesión en sí, lo que le interesaba era parar en seco la hegemonía creciente de Francia, que iba a incrementarse si la corona de España era ceñida por uno de los Borbones. Si Inglaterra se opone a Felipe V y presta su ayuda militar al pretendiente austríaco, es sólo y en tanto que aspire a mantener el equilibrio europeo

Europa se dividió en dos bloques que, con una excusa legitimista, buscaban sacar beneficios de un futuro desmembramiento de los territorios hispánicos y ventajas económicas de la apertura del monopolio de su comercio americano. Frente a Francia y España, a los que se unirá Baviera, militaron los aliados de La Haya, que pronto contaron con Dinamarca, la mayor parte de los príncipes alemanes y Prusia; más tarde se unirá Saboya y por el tratado de Methuen, en 1703, Portugal, que aportará una excelente base de operaciones en la península Ibérica.

Hasta 1705, la guerra se desarrolló especialmente fuera de España, en el Rin, Flandes e Italia. A partir de esta fecha se convirtió en una guerra civil azuzada por los intereses de Francia e Inglaterra. Los austriacos comenzaron las hostilidades atacando los dominios españoles en Italia, y Felipe V pasó a tierras italianas para resistir sus agresiones, obteniendo las victorias de Santa Vittoria y Luzaro (1702). Luis XIV inició una ofensiva en Alemania, y después de vencer en las batallas de Friedlingen y Hochstädt (1702-1703) se unió a las tropas bávaras con el objetivo de entrar en Viena, pero no sólo no lo consiguió sino que en 1704 sus ejércitos fueron aplastados en Blenhein por el duque de Marlborough y Eugenio de Saboya.

BATALLA DE RANDE (VIGO)
El 11 de junio de 1702 zarpa del puerto de Veracruz una flota en direcci ón a La Habana bajo el mando de un marino experimentado, el general D. Manuel de Velasco y Tejada, Almirante Real del Océano, que ya había cumplido con éxito anteriores misiones similares, se transportan importantes cantidades de doblones de a ocho y otras muchas mercancías con destino a la Corona, al Consulado de Sevilla y diversos comerciantes, partiendo de este puerto el 24 de julio. La flota estaba compuesta por 23 galeones, de los que tan sólo tres de ellos eran de guerra: la Capitana, al mando de D. Manuel de Velasco, la Almirante, mandada por D. José Chacón y la Almirante de azogues, a cargo de D. Fernando Chacón. Esta flota venia escoltada por una escuadra francesa compuesta por23 navíos de distintos tonelajes, mandados por el Almirante Conde de Chateaurenaud y el vizconde de Coetlogon dado que Francia se había percatado de la importancia de estas flotas de las Indiasnecesarias para sostener los enfrentamientos de España aliada de Francia.

Ya en septiembre de 1700 preocupaba en la Corte la posible captura de la flota de Nueva España, con lo que este hecho hubiera supuesto para las necesitadas arcas del Tesoro, y el rey escribe a Velasco ordenándole que tome toda clase de precauciones para evitar el ataque de los muchos corsarios que navegan por las proximidades de las costas españolas: ".. y con este cuydado naveguéis con el vigilante desvelo que combiene para cautelaros quanto sea posible y asegurar vuestro arrivo al Puerto de Cádiz". El sistema para hacer llegar estas cartas es el habitual, utilizando dos avisos marítimos o navíos ligeros, de escaso tonelaje, que se dirigen a las Islas Terceras (Azores) donde esperarán a la flota que deberá hacer escala obligada en estos parajes.

En las Islas Azores Velasco y Chanteaurenaud son informados de la rotura de hostilidades entre España, Inglaterra y Holanda y, por otra parte, la posibilidad de que una armada enemiga estuviera al acecho de la flota. En efecto, una flota inglesa al mando del almirante Sir Cloudesley Shovel, tiene instrucciones de localizar y atacar a los galeones españoles.

Reunidos en consejo los mandos de la flota hispano-francesa, se discute sobre los posibles puertos de arribo en el atlántico francés a lo que se opone Velasco cuyas instrucciones eran la llegada a un puerto español.Por todo ello se decidió que los navíos se dirigieran al puerto de Vigo, evitando, los cabos, de San Vicente y Finisterre posiblemente vigilados. El Capitán General del Reino, príncipe de Barbanzón, y el Maestre de Campo D. Felipe Araujo, salieron de Vigo al encuentro de la flota informando a sus capitanes que una gran escuadra al mando del Almirante Rooke había atacado Cádiz el pasado mes (agosto de 1702), y se encontraba en algún punto del Atlántico a la espera de recibir información sobre el destino final de la flota de Indias.

Barbanzón era partidario de que la flota se dirigiera a El Ferrol puerto mucho más adecuado para la defensa que el de Vigo, pero, al fin, prevaleció la opinión de Chateaurenaud, decidido a no arriesgar un enfrentamiento con Shovel y convencido de que al fondo de la Ría de Vigo era un lugar suficientemente resguardado, llegando el día 22 de septiembre de 1702. Los galeones se internaron hasta la ensenada del Ulló, isla de San Simón e inmediaciones de Redondela. Los buques de guerra se situaron entre las puntas de Rande y Corbeiro, que forman un canal de unos tres cuartos de milla, defendido por dos fuertes en estado ruinoso.

Los fuertes o torres de Rande y Corbeiro fueron restauradas y fortificadas con ocho cañones de bronce y doce de hierro cada una, procedentes de los buques; ambas fueron rodeadas de foso y entre ellas se tendió, sobre el mar, una cadena realizada a base de maderos, cables y vergas que cerraban por completo el acceso al fondo de la Ría. Detrás de esta línea defensiva se situaron los navíos de guerra. El fuerte de Rande se guarneció con 200 marineros franceses y 150 españoles, mandados por el almirante Chacón; el de Corbeiro se puso bajo el mando de D. Manuel de Velasco con dos compañías de soldados de su nave capitana reforzados por 200 milicianos, a Vigo se destinaron 1.000 hombres de esta tropa, 500 de ellos a la ciudadela de El Castro y 300 al fuerte de San Sebastián; 1.000 más se situaron en la ensenada de Teis (entre Vigo y Rande) y 3.000 se mantuvieron en reserva. Las tropas que guarnecían los fuertes eran en su mayoría campesinos que sirven en las Milicias, pobremente armados, sin experiencia y que a la primera ocasión están dispuestos a huir a sus casas; el ejército regular es tan escaso que no tiene oportunidad de intervenir.

Días antes del combate llegaban a Vigo informaciones que anunciaban que la escuadra de Rooke se había dividido en dos fuerzas, encaminándose una de ellas a las Indias y la otra a Inglaterra. Pero en realidad la escuadra de Rooke se dirigía hacia Vigo.

La armada anglo-holandesa se componía de un número indeterminado de navíos que se calcula en 150, de los cuales unos 50 eran buques de línea: 30 ingleses y 20 holandeses. La flota inglesa estaba compuesta, entre otros, por los navíos"Royal Sovereing" al mando del Almirante en jefe Sir George Rooke, el "Prince George" al mando del Vicealmirante Hopson, el "Saint George" al mando del Contralmirante Fairbone y "Triumph" al mando del Contralmirante Graydon. Las tropas de desembarco inglesas ascendían a 9.663 hombres, al mando del General Duque de Ormond, que tenía como segundo al Teniente General Sir Henry Bellasis.

retrato
Almirante ingles Sir George Rooke

La flota holandesa estaba compuesta por veinte navíos de línea al mando del Almirante Van der Goes, asistido por el también Almirante Kallenberg y los Vicealmirantes Barón de Wassanaer y Pieterfon. Las tropas de desembarco holandesas se componían de 3.924 hombres, mandados por el Barón Sparr y el Brigadier Pallandt.

La flota franco-española se componía de unos cuarenta barcos aproximadamente. Nave Capitana"Jesús, María y José" al mando del General D. Manuel de Velasco, nave Almiranta, al mando de D. José Chacón y nave Capitana de azogues, al mando de D. Fernando Chacón. Los navíos de guerra franceses que arribaron a Vigo fueron 20

La armada enemiga poseía un poder artillero considerable, encabezado por los 110 cañones del buque insignia "Royal Sovereing" al que seguían los 96 del «Saint George»,etc. En relación con el armamento, los navíos franceses estaban provistos de un número de cañones sensiblemente inferior a los anglo-holandeses.

La escuadra de Rooke llega a la Ría de Vigo el día 20 de octubre y el 21 el almirante inglés ordena un reconocimiento de la ría. En un Consejo de Guerra se decide dividir la flota de combate en dos grupos de veinticinco barcos cada uno; pero antes de entrar en acción debe desembarcar la infantería y entablar batalla con las tropas franco-españolas, que protegen los accesos a la ensenada donde están fondeados los buques que transportan la plata, al tiempo que se intenta romper la cadena tendida entre Rande y Corbeiro.

A las diez de la mañana del día 23 un cuerpo de infantería de 4.000 hombres, al mando del Duque de Ormond, desembarca en la ensenada de Teis y ataca el fuerte de Rande que opone una vigorosa resistencia, aunque cede ante la superioridad numérica enemiga. Simultáneamente, otro cuerpo de infantería desembarcaba en la playa de Domayo, en el lado opuesto de la Ría, sin encontrar resistencia alguna y se dirige hacia el fuerte de Corbeiro. La lucha fue aquí más tenaz, debido a la fuerte oposición de los defensores que mantuvieron la posición por espacio de una hora, hasta que se vieron obligados a retirarse por las rocas cercanas al mar, ocasión que esperaba Rooke para ordenar el ataque de los buques.

El Almirante Hopson al mando del "Prince George" formó a la cabeza de la línea de combate y, con gran decisión, lanzó su navío contra la cadena defensiva y consiguió romperla, logrando la escuadra anglo-holandesa aproximarse a la hispano-francesa e iniciándose de inmediato un desigual combate de artillería a corta distancia, en el que nuestros barcos llevaron la peor parte.

En efecto, Chateaurenaud y Velasco, viendo la imposibilidad de ganar la batalla ante la abrumadora superioridad del enemigo, ordenaron incendiar la flota para que no fuera aprovechada por él, logrando estos propósitos con la mayor parte de los barcos.

El día 27 de octubre apareció en la Ría la escuadra de Sir Cloudesley Shovel con veinte navíos de guerra, y fue autorizado por Rooke a tomar parte en el despojo final de los barcos españoles y franceses, tratando, al mismo tiempo, de poner en condiciones de navegar a los que permanecían a flote a fin de incorporarlos a su escuadra. Reembarcadas las fuerzas terrestres del duque de Ormond, Rooke ordena partir a su armada que abandona la Ría de Vigo el día 30 de octubre, dejando allí al Almirante Shovel y a los Contralmirantes Graydon y Fairbone con 27 buques.

De cualquier forma, el desastre fue total y ni un solo barco de la flota hispano -francesa se salvó, pues, fueron apresados siete buques de guerra, seis franceses y uno español, la Almiranta de azogues. Con respecto a los mercantes, la cifra asciende a nueve barcos apresados todos ellos españoles y los que no fueron apresados se hundieron en unión del "Prince George", único barco enemigo que sucumbió en la acción de Rande. Las pérdidas en vidas humanas se cifran en unos dos mil españoles y franceses y ochocientos hombres por parte del enemigo.

Previamente al combate Barbanzón, habia dispuesto desembarcar la mayor parte de la plata y algunos géneros que fueron transportados en carromatos, pero algunas cantidades se encontraban aún en los galeones y su pérdida fue inevitable.

El primer problema que se presento a la hora de estudiar las cantidades que se salvaron, se hundieron o fueron capturadas por ingleses y holandeses de la flota de D. Manuel de Velasco, es el desconocimiento de la suma total de valores embarcados en Veracruz.

Ingleses y holandeses, una vez que abandonaron Vigo, demostraron un enorme interés en que se conociera su victoria y la importancia del tesoro capturado, especialmente los ingleses, muy interesados en acallar las protestas que los excesivos gastos de la expedición habían hecho surgir en Inglaterra.

El Consejo de Indias conocía la cifra que venía consignada a la Real Hacienda, como lo demuestra el hecho de que en el estado final de cuentas que se realizará en Segovia en 1703, se detalle esta cifra exactamente, además, era preciso conocer dicha cifra para poder afirmar que la plata perteneciente a la Corona se recuperó en su totalidad y se remitió a la corte.

3.650 cajones a 3.000 pesos de plata cada uno, arrojan una cifra de 10.950.000.- pesos. Si la mayoría de esos cajones transportan 3.000 doblones de a ocho, equivalentes cada uno a algo más de cinco pesos de plata, la cifra total se puede elevar a una cantidad enormemente superior. Finalmente, el total de caudales transportados por la flota se estimó en 13.639.230,-- pesos de plata, de los cuales 6.994.293,- fueron directamente a las arcas reales, convirtiendo a Felipe V en el primer monarca español que recibió una suma tan elevada de América , aunque fuera perjudicando a los comerciantes sevillanos y gaditanos o a los que en su nombre realizaban en relación con los posibles caudales hundidos es preciso reseñar que después de la batalla, y tanto por parte de los enemigos como por parte española, se buceó en los pecios, extrayendo diferentes cantidades de plata y géneros que aún no había corrompido el agua, labor que se continuo en los siglos XVIII, XIX e incluso en el XX las exploraciones submarinas de los galeones de Rande con el fin de rescatar del fondo del mar algún resto del tesoro hundido.

La batalla de Rande y la consiguiente destrucción de la flota de Indias, produce en la política española de la época dos hechos totalmente opuestos: uno negativo, cual es la dependencia española de Francia para realizar el comercio con América; el otro positivo y de extraordinaria importancia, pues pone en manos del rey el efectivo necesario para afrontar la larga Guerra que se cernía sobre la Península, al tiempo que es posible pagar a Francia parte de la ayuda militar que prestaba a nuestro país.

Síntesis del articulo de D. Manuel TOURON YEBRA. Licenciado en Historia, publicado en la Revista de Historia Militar, 1986, 30

OCUPACIÓN Y APODERAMIENTO DE GIBRALTAR
Una flota combinada anglo-holandesa de 45 nav íos de línea británicos y 10 holandeses al mando del almirante ingles Sir George Rooke fue enviada al Mediterráneo para sublevar a las poblaciones costeras en favor del pretendiente el archiduque Carlos fracasando en sus intentos de Barcelona y Cádiz. Por lo que para resarcirse de estos fracasos decidieron atacar la plaza y puerto de Gibraltar, asaltando previamente las poblaciones de Rota y Puerto de Santa Maria, (ambas en la provincia de Cádiz), sosteniendo un combate indeciso con la escuadra francesa del Conde de Tolosa en Velez-Malaga, por lo que el1 de agosto de 1704,se presentó ante la plaza de Gibraltar junto con una fuerza de desembarco de 10.000 hombres entre ingleses y holandeses bajo el mando del Príncipe George of Hesse-Darmstadt.

La fortaleza estaba al mando de D. Francisco de Castillo, marqués de Villadarias,con una guarnición de 80 soldados y algunos voluntarios y vecinos hasta un total de 400 defensores, con escasa o ninguna instrucción militar, 120 cañones, bastantes de ellos inservibles aunque con abundante munición, a las ordenes del sargento mayor D. Diego de Salinas, causando a las fuerzas asaltantes 350 muertos.

La fuerza enemiga instó a la rendición, hacienda llegar a los defensores la carta del Archiduque de Austria, que se autoritativa Carlos III de España, fechada en Lisboa el 5de mayo de 1704. En esa carta se promete a cuantos quieran quedarse en la ciudad los mismos privilegios que tenían en tiempo de Carlos II, permaneciendo intactos la religión y los tribunales. La guarnición de Gibraltar contestó que obedecía a Felipe V. Reiterada y desobedecida de nuevo la orden de rendición dela plaza, a las cinco de la mañana del 3 de agosto comenzó el bombardeo naval. Duró cinco horas, 1.500 cañones hicieron 30.000 disparos, las mujeres y los niños se refugiaron en el Santuario de Nuestra Señora de Europa. El día 4 se negoció la capitulación, y la plaza fue ocupada en nombre de Carlos III, Reyde España.

Toma de Gibraltar
Momento de la toma de Gibraltar por la flota anglo holandesa.

Después, el Almirante Rooke tomó la bandera inglesa, arrancó de cuajo la que antes había izado el Príncipe George of Hesse-Darmstadt y colocó la suya, haciéndola tremolar tres veces y tomando posesión de la ciudad en nombre de la Reina Ana de Inglaterra. Los Ingleses se apropiaron de la Plaza no obstante lo pactado en el Convenio de Lisboa de 1.703 que prohibía a las potencias extranjeras aliadas de la Casa de Austria en la Guerra de Sucesión posesionarse para sí de ningún puerto o territorio español, sino únicamente en nombre del Archiduque Carlos.

Luego comenzó la destrucción del santuario por los anglicanos, enemigos del catolicismo, la violación de las mujeres y el éxodo de la población, que en masa se trasladaron a la ermita de San Roque, fundando en su contorno una ciudad en la que reside "la muy noble y más leal ciudad de Gibraltar", donde se conservan las llaves de la fortaleza y los registros de nacimiento y bautismo de los auténticos pobladores originarios de Gibraltar, se veneran a las imágenes que ellos rezaron y se conserva el glorioso Pendón de Gibraltar bordado en Tordesillas por Dª. Juana La Loca.

Apenas unos setenta habitantes (según un testigo del conflicto y además panadero de la localidad) se quedaron en Gibraltar que, posteriormente, hubo de ser repoblado con ciudadanos de diferentes nacionalidades, especialmente genoveses y malteses como queda evidenciado a tenor de los apellidos de sus habitantes.

  • “Yo, Alonso Carrión, maestro panadero avecindado en San Roque a sus excelencias los alcaldes de la villa respetuosamente expongo que queriendo hacer un horno de pan de ladrillo y obra en el que ejercer honradamente mi oficio y en virtud de los méritos que tengo contraídos en servicio de Su Majestad el Rey creo merecer la exención de tributos que pesan sobredichas industrias, lo que solicito de su justicia y equidad.

  • Los señores alcaldes repararán en cuán injusto es que mi antiguo convecino Roque Mata, que es de los 70 gibraltareños que se quedaron en el Peñón (y además con mi horno de pan, de lo que según me dicen se congratula mucho el taimado) vive en la prosperidad y ha engordado y casado a tres hijas mientras que yo, que he arrostrado muchas calamidades por servir al Rey Nuestro Señor, malvivo en estos destierros por mi fidelidad a la Corona de España...”. Tomado de JUAN ESLAVA GALÁN en el diario “El Mundo” del 18 de Enero de 2004

Por un Decreto Especial de febrero de 1706 la Reina Ana de Inglaterra declaró a Gibraltar Puerto Libre.

En la España interior, Castilla, aunque contó con alguna oposición, apoyó a Felipe V, mientras que Cataluña y Valencia desde 1705 y Mallorca y Aragón en 1706, temerosos del centralismo borbónico, se declararon decididos partidarios del archiduque, que desembarcó en Barcelona, donde comenzó a ejercer como monarca efectivo. Con estos hechos, la nueva Dinastía Borbónica, presionada entre Levante y Portugal, se vio en serias dificultades, hasta el extremo de que Felipe V se vio obligado a salir de Madrid, donde entró el pretendiente Carlos (1706), que fue proclamado Rey como Carlos III. Mal recibido por el pueblo madrileño, las tropas aliadas tuvieron que retirarse hacia Valencia y Murcia. Felipe, gracias a la lealtad de Castilla, salvó la situación. Los ejércitos hispano-franceses, dirigidos por el duque de Berwick, derrotaron a las tropas aliadas mandadas por lord Galloway en la batalla de Almansa (1707), sometiendo a casi todo el reino de Valencia.

Felipe V
Retrato de Felipe V.

LAS DIVERAS OCUPACIONES DE LA ISLA DE MENORCA
La historia de Menorca es la historia de una sucesi ón de invasiones padecidas a lo largo del siglo XVIII como consecuencia de la Guerra de Sucesión al Trono de España. Es un constante cambio de dominio alternándose ingleses, franceses y españoles desde la primera ocupación inglesa en 1708, hasta la firma del tratado de Amiens en 1802, por el que Inglaterra devuelve Menorca a España.

La causa de las ambiciones europeas fue el puerto de Mahón, ya que se trata del mejor puerto natural del Mediterráneo Occidental, capaz por sí sólo de proteger a la mayor flota de la época con su magnifica rada y punto estratégico para controlar el comercio y el trafico marítimo por el Mediterráneo.

Además del puerto de Mahon la isla tiene varios puntos en su costa por donde fácilmente podría saltar a tierra un ejército invasor. Entre estos varios puntos pueden citarse, en primer término, las calas de Alcaufar y Molí, elegidas por los ingleses en 1708 y 1798; el puerto de Ciudadela, adonde arribaron los franceses en 1756; la cala Mesquida, que utilizaron los españoles en 1781; el puerto de Fornells, bombardeado y ocupado su castillo por los ingleses en 1708; y otras que, por no haber sido utilizadas en la historia, no dejan de ser menos accesibles con la entrada del nuevo siglo: Punta Prima, las calas de la zona de Santa Galdana y, sobre todo, las extensas playas de Son Bou y Talix.

Vista de Menorca
Vista del Puerto de Mahón (Menorca)

Las distintas ocupaciones de la isla tuvieron estas duraciones:

  • - Primer dominio británico de 1708 a 1756
    - Primer dominio francés de 1756 a 1763
    - Segundo dominio británico de 1763 a 1782
    - Dominio español de 1782 a 1798
    - Último dominio británico 1798-1802
    - El 14 de junio de 1802 fueron entregadas las llaves de la ciudad al gobierno español, y se izó la bandera española.

La primera ocupación inglesa va desde el año 1713 hasta el 1756, pero es el 19 de septiembre de 1708 cuando llega a Menorca la flota anglo-holandesa dispuesta a mantener al pretendiente austriaco al trono de España el Archiduque Carlos contra los Borbones. Pero esto fue sólo un pretexto, el general inglés Stanhope venía a ocupar la isla para Inglaterra. Un acuerdo secreto entre el rey de España y Ana de Inglaterra, hecho público más tarde en el tratado de Utrecht de 1713, anticipó al octubre del año anterior la toma oficial de la isla por el plenipotenciario británico duque de Argyle.

El primer gobernador inglés fue Sir Richard Kane. Siendo coronel, ejerció el cargo de Teniente Gobernador de Menorca desde 1713 hasta 1725. Después de una estancia en Gibraltar, volvió a la isla y la gobernó desde 1733 hasta su muerte, siendo ya Capitán General, el 19 de diciembre de 1736. Residía habitualmente en San Felipe. En febrero de 1722, disgustado por la oposición que el pueblo de Ciutadella presentaba a los ingleses, trasladó la capitalidad insular a Mahón.

Cansadas las naciones de sufrir los ataques de la flota inglesa, cuyo norte era enriquecerse con las presas de buques en alta mar y el pillaje en todas partes, decidió al fin Francia apoderarse de Menorca; lo que realizó en a las dos de la tarde del domingo de Pascua de Resurrección, el 18 de abril de 1756.Un ejército francés desembarcaba en la cala Santandria, cerca de Ciudadela. El mismo 19 de abril salía hacia Mahón el grueso del ejército francés. Los ingleses sitiados dentro del castillo de San Felipe, mandados por el gobernador general sir William Blakeney, se defendieron heroicamente, pero sin poder resistir el numero muy superior de los franceses. Estos dieron el asalto general el 27 de junio y la capitulación fue firmada el 29 de junio de 1756.

La dominación francesa fue breve, solo siete años, del 1756 al 1763. Entonces el tratado de París obligó a Francia a devolver Menorca a sus antiguos dominadores británicos, iniciándose así la segunda dominación inglesa que duró hasta el año 1782.

En el año 1771 el General Moystin ordenó que el arrabal de San Felipe, que estaba tocando al castillo, se destruyese para edificarse de nuevo un poco mas lejos, con tal de no impedir las acciones bélicas; así nació el "Arrabal Nova" de los menorquines, oficialmente "George-Town".

En el año 1778 estalló nuevamente la guerra entre Inglaterra y Francia; el gobernador Murray pidió urgentemente refuerzos, los recibió, pero poco después llegaba la orden de enviarlos a Gibraltar.

Un ejército hispano-francés al mando de Crillón, con el auxilio de la escuadra de Buenaventura Moreno, desembarco en Cala Mesquida y Alcaufar, logrando ocupar toda la isla el 6 de enero de 1782, En el mes de febrero de 1782 se rindió el ejército británico después de haber resistido el ataque de las tropas hispano-francesas desde el mes de agosto de 1781, firmándose treinta días después la rendición y recuperándose Menorca, permaneciendo bajo el dominio español durante el periodo comprendido entre 1782 y 1798

Carlos IV al firmar la paz con la República Francesa se había indispuesto con Inglaterra y así el 7 de noviembre de 1798 desembarcaba en el puerto de Addaia y en Cala Moli, el ejército británico. Dos días después eran ocupadas Mahón y las restantes poblaciones, excepto Ciudadela, que después de ser sitiada por los ingleses, el 15 de noviembre de 1798 el gobernador Quesada se rendía, dando origen a la tercera y última dominación británica, para regresar definitivamente la isla a España en 1802 con la Paz de Amiens, firmado el 25 de marzo de 1802.

En todos los casos la táctica se reducía, con pequeñas diferencias, a correr y replegarse las tropas de la guarnición de la isla al fuerte de refugio cuando los vigías anunciaban la proximidad de la escuadra enemiga. Llegaban las escuadras enemigas a puntos de la costa desamparados y desembarcaban un ejército, en ocasiones más reducido que la guarnición que tenía la isla; el ejército invasor circulaba con entera libertad hallando recursos que sumaba a los que recibía de sus escuadras; mientras, la defensa, sin más campo que sus fortificaciones, consumía víveres en putrefacción almacenados de largo tiempo y los que podía acaparar en la retirada al castillo. Quizás fue esta la razón por la que, antes de que abandonara la isla el Duque de Crillón, empezaron los trabajos de demolición del Castillo de San Felipe.

LA PAZ Y EL TRATADO DE Utrecht
En 1705 las potencias en litigio dieron muestras de agotamiento e iniciaron contactos para lograr una paz que se alcanzaría años mas tarde. La situación se agravó en 1709. La rendición de las plazas francesas de Tournai y Mons llevó a Luis XIV al casi abandono de su nieto, pese a lo cual Felipe continuó el esfuerzo militar, y aunque sufrió el revés de Almenara, obtuvo los éxitos de Brihuega y Villaviciosa (1710), que le abrieron el camino hacia Cataluña. En el mismo año, a la muerte del emperador José, hermano del archiduque Carlos, éste accedió a tal dignidad como Carlos VI (abril de 1711), por lo que las potencias aliadas temieron que se pudiera reconstruir la situación geopolítica del emperador Carlos V (I de España) y que se rompiera el sistema del equilibrio europeo.

Inglaterra y Portugal convinieron una suspensión de armas con España y Francia, y el cambio de actitud de la diplomacia inglesa determinaron el comienzo de unas negociaciones de paz a las cuales no fueron admitidos los representantes españoles. Todo se hizo a nuestras espaldas. Luis XIV asumió allí y de forma bien peregrina y lacerante los intereses de España, y cuando nuestros diplomáticos quisieron intervenir, todo estaba resuelto. Los Preliminares de Londres (octubre de 1711) plantearon las líneas maestras de los futuros tratados. La Convención de Fontainebleau (agosto de 1712) propuso un armisticio general; los contendientes, excluida Austria, se dispusieron entonces para la paz definitiva, que implicaba el reconocimiento de Felipe V como rey de España, al que Inglaterra ya había reconocido como tal en 1711. El 11 de abril de 1713, Francia firmó en Utrecht una serie de convenios con Gran Bretaña, Portugal, las Provincias Unidas, Saboya y Prusia. España lo hizo el 13 de julio también de manera bilateral.

Austria continuó la guerra por su cuenta pero el agotamiento económico y militar le obligó a zanjar su contienda con los Borbones el 6 de marzo de 1714, firmando el Tratado en Rastadt.

A continuación el artículo X del Tratado de Utrecht, donde se menciona expresamente el tema de Gibraltar:

  • "Art. X

  • El Rey Católico, por si y por sus herederos y sucesores, cede por este Tratado a la Corona de la Gran Bretaña la plena y entera propiedad de la ciudad y castillo de Gibraltar,juntamente con su puerto, defensas y fortaleza que le pertenecen, dando la dicha propiedad absolutamente para que la tenga y goce con entero derecho y para siempre, sin excepción ni impedimento alguno.

  • Pero, para evitar cualesquiera abusos y fraudes en la introducción de las mercaderías. quiere el Rey Católico, y supone que así se ha de entender, que la dicha propiedad se ceda a la Gran Bretaña sin jurisdicción alguna territorial y sin comunicación alguna abierta con el país circunvecino por parte de tierra.

  • Y como la comunicación por mar con la costa de España no puede estar abierta y segura en todos los tiempos, y de aquí puede resultar que los soldados de la guarnición de Gibraltar y los vecinos de aquella ciudad se vean reducidos a grandes angustias, siendo la mente del Rey Católico sólo impedir, como queda dicho arriba, la introducción fraudulenta de mercaderías por la vía de tierra.

  • Se ha acordado que en estos casos se pueda comprar a dinero de contado en tierra de España circunvecina la provisión y demás cosas necesarias para el uso de las tropas del presidio, de los vecinos y de las naves surtas en el puerto.

  • Pero si se aprehendieran algunas mercaderías introducidas por Gibraltar, ya para permuta de víveres o ya para otro fin, se adjudicarían al fisco, y presentada queja de esta contravención del presente Tratado serán castigados severamente los culpados.

  • Y Su Majestad Británica. a instancia del Rey Católico consiente y conviene en que no se permita por motivo alguno que judíos ni moros habiten ni tengan domicilio en la dicha ciudad de Gibraltar, ni se de entrada ni acogida a las naves de guerra moras en el puerto de aquella Ciudad, con lo que se puede cortar la comunicación de España a Ceuta, o ser infestadas las costas españolas por el corso de los moros. Y como hay tratados de amistad. libertad y frecuencia de comercio entre los ingleses y algunas regiones de la costa de África. ha de entenderse siempre que no se puede negar la entrada en el puerto de Gibraltar a los moros y sus naves, que sólo vienen a comerciar.

  • Promete también Su Majestad la Reina de Gran Bretaña que a los habitantes de la dicha Ciudad de Gibraltar se les concederá el uso libre de la Religión Católica Romana.

  • Si en algún tiempo a la Corona de la Gran Bretaña le pareciere conveniente dar, vender o enajenar, de cualquier modo la propiedad de la dicha Ciudad de Gibraltar, se ha convenido y concordado por este Tratado que se dará a la Corona de España la primera acción antes que a otros para redimirla".

  • (Tomado del Ministerio de Asuntos Exteriores, Oficina de Información Diplomática, Textos Básicos sobre Gibraltar).

El Tratado de Utrecht no es, en realidad, un solo tratado sino un conjunto de ellos, dado que son varios los acuerdos y pactos a los que llegaron los pa íses europeos después de la guerra de Sucesión española (1702-1714), y que fueron firmados desde 1713 hasta 1715.

Utrechtt planteó un nuevo orden europeo regido por la 'balanza de poderes', un sistema de contraposición de fuerzas antagónicas, destinado a asegurar la paz mediante el equilibrio militar. El conjunto de pactos, concluidos según principios de inspiración inglesa, va a traducirse en la hegemonía de Gran Bretaña. El hecho real de esta hegemonía es más claro en las líneas generales que en las numerosísimas cláusulas de los acuerdos, que constituyen su fundamento jurídico internacional.

Esta realidad política está basada en el equilibrio entre las dos grandes potencias del continente, Austria y Francia. La primera de ellas salió favorecida con la anexión de las posesiones españolas en los Países Bajos del sur y en la península italiana (el Milanesado, los presidios de Toscana, Nápoles y Cerdeña), y actúa de contrapeso para una Francia encerrada en las fronteras acordadas en Ryswick y obligada a tolerar una serie de barreras en los Países Bajos, el Rin o los pasos alpinos, destinadas a fortalecer a un conjunto de pequeños estados (Saboya, Holanda y Estados Renanos); éstos servirán, a la vez, de frontera entre las posesiones de los dos grandes colosos territoriales y de recurso intervencionista, dada su debilidad, a Gran Bretaña, para proteger la paz ante posibles deseos expansivos de cualquiera de las dos partes.

Pero además, Utrecht sentó las bases del primer imperio colonial británico, puesto que Gran Bretaña recibió Gibraltar y Menorca, bastiones mediterráneos del control de las comunicaciones marítimas, y obtuvo importantes ventajas territoriales en el continente americano. Nueva Escocia, la bahía de Hudson, Terranova y la isla de San Cristóbal, pasaron a formar parte de sus posesiones. Por otro lado, aunque no consiguió, de derecho, compartir el monopolio del comercio americano con España, que era su aspiración, de hecho introdujo en él una presencia destacada. Se le otorgó el asiento de negros, en principio limitado a treinta años y al río de la Plata, y el “navío de permiso”, un barco con el que anualmente podían introducirse trescientas toneladas de productos ingleses en el territorio americano.

Europa entró en el siglo XVIII bajo el sistema de Utrecht. La ordenación política internacional se completó con los tratados de Estocolmo, Nystad y Passarowitz, base del equilibrio en el Norte, el Báltico y la zona oriental respectivamente.

El artículo X del Tratado, anteriormente reseñado, dice en cuanto ahora nos interesa: "El Rey católico, por sí y por sus herederos, cede por este Tratado a la Corona de la Gran Bretaña, la plena y entera propiedad de la ciudad y castillo de Gibraltar, juntamente con su puerto, defensa y fortalezas, que le pertenecen... y ... se ha de entender que la dicha propiedad se cede a la Gran Bretaña sin jurisdicción alguna territorial y sin comunicación alguna abierta con el país circunvecino por parte de tierra." que entre otras cosas ordena cortar el istmo dejando a Gibraltar conectada solo por mar.

En este Tratado, España cedía Gibraltar para siempre a Gran Bretaña, pero en caso de retrocesión a otro poder soberano España por su parte también sería la primera beneficiaria de una eventual devolución. Igualmente entre otras varias condiciones se estipulaba que Gibraltar estaría aislada por tierra y que su conexión legal sería por mar.

Como consecuencia inmediata de este Tratado Felipe V en 1731 mandó realizar una línea que cortaba el paso de Gibraltar de Levante a Poniente con varios baluartes en medio y dos fuertes, Santa Bárbara y San Felipe en sus extremos, que son los que figuran hoy en el Escudo de Armas de la ciudad de La Línea de la Concepción. La capital militar del Campo se establece en San Roque y en La Línea se despliega una pequeña guarnición permanente. Todo el área se declara Zona de Guerra y nadie puede asentarse en ella.

Por el Tratado de Utrecht Felipe V fue confirmado como rey de España.

Eso sí, la nueva dinastía no podría unirse nunca con la francesa. Pero España era en realidad la gran sacrificada en una guerra en la que, teóricamente, no se debatía más que la herencia de su corona. La Monarquía Católica perdía todos sus dominios extra peninsulares en Europa y además Menorca y Gibraltar.

En opinión de algunos juristas el Tratado de Utrecht en lo que se refiere concretamente al caso de Gibraltar no supone mas que una atribución inmobiliaria referente a construcciones superficiales, pero jamás del suelo que la sustenta; hubo cesión del ius utendi et fruendi (derecho de uso y disfrute), de un usufructo temporal, pero nunca cesión de la soberanía.

(Continúa en la siguiente página).

 

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