Usted está en : Portada : Reportajes Domingo 17 de agosto de 2008

A 50 años del incidente del islote Snipe

El patrullero “Lientur”, que comandaba el entonces capitán de corbeta Hugo Alsina Calderón, estuvo a punto de ser acribillado por tres fragatas argentinas, luego de que el personal del buque chileno desmantelara un faro que los trasandinos habían instalado en el islote, que era y ha sido siempre chileno. Los hechos se agravaron tiempo después, cuando un destructor argentino bombardeó el Snipe y desembarcó infantes de marina. La presencia cercana de la flota nacional provocó el retiro del navío, momentos antes de que se desencadenara un ataque armado.

ALFREDO LARRETA

 

“Yo estoy vivo por el desorden que existía en la Armada argentina”. Quien así reflexiona es el capitán de navío en retiro, Hugo Alsina Calderón, que cuando estaba al mando de un patrullero estuvo a punto de ser acribillado, junto a su tripulación, por tres fragatas argentinas que apuntaron sus cañones hacia la nave chilena cuando navegaban en el Canal Beagle.

Era 1958, hace cincuenta años. Hugo Alsina, entonces capitán de corbeta, era el comandante del patrullero “Lientur” y había recibido la orden de reponer un pequeño faro chileno en el islote “Snipe”, que había sido arrancado por los argentinos y arrojado al mar.

La misión debía cumplirla a cualquier costo y empleando la fuerza y las armas si fuere necesario, de acuerdo a las órdenes recibidas directamente del comandante en jefe de la Tercera Zona Naval, almirante Jacobo Neumann.

Los chilenos del “Lientur” salvaron de ser masacrados por las poderosas fragatas argentinas, debido a que, como se supo posteriormente, el comodoro de la flotilla ignoraba la misión que estaba cumpliendo el casi indefenso patrullero.

 

LOS HECHOS

 

A cincuenta años de estos acontecimientos, que estuvieron a punto de transformarse en una guerra con Argentina, al igual como ocurrió veinte años después, en 1978, el comandante Alsina recuerda nítidamente cada detalle de la arriesgada misión encomendada por el alto mando naval chileno.

Una narración de estos hechos, de la pluma del propio autor, fue publicada hace diez años en la Revista de Marina y formó parte, junto a otros relatos, del libro “Páginas del Mar, editado ese mismo año, el cual ya ha enterado tres ediciones.

Con sus 85 años de edad muy bien conservados, el comandante Alsina recuerda con precisión cada detalle y los diálogos sostenidos, como si hubiera sido ayer.

Todo se originó cuando recibió la comisión de instalar un faro en el islote Snipe, en el Canal Beagle, indiscutiblemente chileno.

El 1 de mayo de 1958, luego de zarpar desde Punta Arenas, su puerto base, instalaron en la parte baja del sector sur del islote, una luz sobre la base que había preparado el transporte “Micalvi” en enero del mismo año. Una vez que comenzó a funcionar y que se dieran los avisos internacionales de rigor para alertar a los navegantes, regresaron a Punta Arenas.

Solo habían pasado unos días, cuando en la madrugada del 9 de mayo fue llamado a la oficina del almirante Jacobo Neumann, quien se encontraba acompañado de un comandante de grupo de la Fuerza Aérea, quien informó que el día anterior había sobrevolado el lugar y no estaba el faro en la ubicación indicada. Y al contrario, en la parte más alta del islote, había otro faro, tipo mecano, de unos cinco metros de altura.

Era de suponer, dice Alsina, que la Armada argentina había desembarcado en el islote, sacando o destruyendo el faro chileno e instalando el suyo en otro lugar, lo que constituía en todo caso, un grave atropello a la soberanía chilena.

Entonces recibió la orden de reponer el faro chileno y desmantelar el argentino, a como diera lugar. “Como hasta esos momentos la medida difería de la política seguida por el Ministerio de Relaciones Exteriores, agrega Alsina, le solicité al almirante que la orden fuera dada por escrito, a lo que accedió de inmediato”.

Añade que había que prepararse en pocas horas y con grandes precauciones. Se trataba de una misión secreta, típicamente militar, con riesgo de un enfrentamiento armado y cuyo éxito dependía grandemente del factor sorpresa. No se podía informar a la tripulación, pues el servicio de inteligencia argentino era muy activo en Punta Arenas.

El armamento del patrullero era un pequeño cañón de 57 mm y no se contaban con fusiles ametralladoras ni granadas de mano.

De inmediato se dirigió al destacamento de Infantería de Marina Cochrane, en Río de los Ciervos, y solicitó tres infantes de marina que fueran tiradores escogidos, seis fusiles ametralladoras y un par de cajas de granadas de mano, que luego de cuatro horas llegaron al “Lientur” en cajas de madera rotuladas “Víveres”.

 

INYECCIÓN DE ENERGÍA

 

Luego del zarpe le comunicó a la tripulación la verdadera misión, puesto que creían que iban al rescate de una señora enferma.

“Es en ocasiones como esa cuando uno se da cuenta del excelente material humano con que están conformadas nuestras tripulaciones. Fue como una inyección de energía, como un golpe eléctrico. Todos se pusieron en acción de inmediato, limpiando y alistando el armamento, aprovisionando la munició, revisando el instrumental del buque, ajustando los motores. El buque era todo actividad y entusiasmo”.

Al día siguiente, cuando navegaban por los canales fueguinos Magdalena, Breckpock, Bahía Desolada, Balleneros y O’Brien, se probó todo el armamento.

En la madrugada del domingo 11 de mayo, el “Lientur” se acercaba al islote, pero debía navegar a unos 300 metros de un puesto de vigías argentinos en el paso Mac Kinley, quienes no se percataron de la presencia del buque chileno.

Ya en el islote, ordenó el desembarco de dos chalupas al mando del teniente 1º Raul Flores Veas, para desmantelar el faro argentino. Iban acompañados por hombres armados para su protección, pues no se sabía si en el lugar había presencia de efectivos argentinos.

El islote estaba deshabitado y se procedió a desmantelar el faro trasandino.

Poco después de las ocho de la mañana, el buque regresó a Puerto Williams.

 

AL BORDE DEL ENFRENTAMIENTO

 

Días después, el 14 de mayo, el “Lientur” regresó al islote, con el propósito de rescatar las piezas del faro chileno, que habían sido lanzadas al agua por el personal del patrullero argentino “Guaraní”, el encargado de retirar el faro chileno.

“La presencia de una división de fragatas argentinas en la base naval de Ushuaia compuesta de tres buques de línea, recuerda Alsina, podría representar algún problema. Pedí al jefe de la Estación Naval de Puerto Williams que, en caso de que pasara cualquier buque argentino por el Canal Beagle hacia el Este, me avisara de inmediato por radio”.

Se envió una chalupa con un buzo para rescatar el faro. El día era tranquilo.

De pronto, dice Hugo Alsina, llegó al puente del patrullero el cabo señalero que estaba de vigía; venía lívido, sin poder hablar, indicando insistentemente con su mano hacia el paso Mac Kinley.

Y continúa: “Tomé los prismáticos. Lo que observé parecía increíble y extremadamente peligroso. Las tres fragatas argentinas navegando en línea de fila, acababan de cruzar el paso y ponían proa directamente hacia el “Lientur”. Como no podíamos huir de nuestro propio territorio, seguimos trabajando como si nada pasara y esperamos la reacción argentina. El aviso por radio, en forma cifrada, no alcanzó a llegar antes”.

 

PITAZOS Y SALUDOS

 

Las fragatas se acercaron hasta unos 3.000 metros de distancia y pararon sus máquinas. Se decidió recuperar el buzo y la patrulla, para lo cual se hizo la señal de reunión, que consiste en tres pitazos. El comodoro argentino lo interpretó como un pitazo de saludo y contestó esa señal.

Los buques argentinos reanudaron la marcha y pasaron a metros del “Lientur”, al mediodía del 14 de mayo. El comodoro saludó con un brazo en alto y su saludo fue contestado. Al alejarse, aumentaron su andar y desaparecieron en dirección al cabo San Pío.

¿Por qué no intervinieron las fragatas?

Averiguaciones posteriores del comandante Alsina establecieron que el comodoro ignoraba el problema ocurrido en el Snipe y al ver al patrullero chileno, consultó a Ushuaia donde no obtuvo respuesta. Luego consultó a Buenos Aires, sin lograr instrucciones. El comandante en jefe de la Armada, que se encontraba a 45 minutos en auto, informado de lo que preguntaba el comodoro y como estaba al tanto de la situación, dio una escueta orden: “¡Que lo hundan!” (al “Lientur”).

Cuando el jefe de la flotilla recibió el mensaje, ya era muy tarde para reaccionar.

“Debido al desorden argentino fue que no hubo enfrentamiento y yo estoy vivo”, reflexiona el comandante Alsina.

 

AVANZA LA FLOTA CHILENA

 

Los argentinos no habían quedado tranquilos con el incidente del faro, y el 9 de agosto del mismo año, el destructor trasandino “San Juan”, bombardeó el islote y después desembarcó una sección de infantería de marina y tomó posesión de el.

Ante esta invasión, la Armada chilena ordenó la movilización de toda su flota en dirección al sur, mientras la lancha patrullera chilena “Ortiz” se acercaba al “San Juan” para entregarle notas de protesta de su comandante, el teniente Calderón, instándoles a abandonar la zona porque de lo contrario sería atacado y hundido por la flota chilena.

A la sazón, el “Lientur” se encontraba en reparaciones en Talcahuano, donde fueron testigos del alistamiento de los buques de la Escuadra chilena para entrar en acción.

Cuando los buques chilenos llegaron a los canales fueguinos, tomaron posiciones y estuvieron listos para intervenir, hubo conversaciones diplomáticas para retrasar el ataque. Mientras tanto, la situación de los invasores argentinos era insostenible.

El comandante Alsina manifiesta que de improviso, los infantes de marina se reembarcaron y el destructor “San Juan” zarpó raudamente de regreso a su base, como si no hubiese pasado nada.

Así, la destrucción de un pequeño faro, estuvo a punto de provocar un enfrentamiento de proporciones.

 

HUGO ALSINA CALDERÓN

 

 

Nació el 15 de enero de 1923. Ingresó a la Escuela Naval en 1938 y se graduó de guardiamarina a fines de 1942.

Efectuó su viaje de instrucción en el carguero “California“ hasta Estados Unidos, desde donde regresaron en la recién adquirida fragata a vela “Lautaro”, destinada a buque escuela. En el año 1945 formaba parte de la tripulación de la fragata cuando naufragó frente a las costas peruanas luego de un incendio a bordo.

En la Armada prestó servicios durante 34 años. Cruzó 11 veces el Cabo de Hornos al mando de una nave y participó en dos expediciones antárticas.

En septiembre de 1973 asumió la dirección de la Empresa Portuaria de Chile hasta 1975, logrando su autofinanciamiento.

Luego de su retiro, ingresó al Cuerpo de Prácticos Autorizados de Canales.

Es miembro de la Cofradía de los Capitanes del Cabo de Hornos.

 
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