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“¡Qué extraña la publicidad! La gente le cree al que paga para decir que su producto es el mejor.”
Jorge Luis Borges

* * *

Hoy se cumplen 36 años del golpe que dio inicio a la última dictadura. La revista Veintitrés decidió recordarlo publicando una tapa cuyo texto sintetiza la tesis de la nota: “Exclusivo: a 36 años del golpe. La sangrienta pauta oficial. Por primera vez una investigación muestra los avisos oficiales publicados en Editorial Perfil, Clarín y La Nación con los que la dictadura compró el silencio de esas publicaciones y las campañas que justificaban la represión, exaltaban a Martínez de Hoz y mentían sobre Malvinas. Además: Mientras denunciaba que su director, Jorge Fontevecchia, estaba ‘secuestrado’, La Semana seguía publicando avisos de la dictadura”.

Qué extraños argumentos. ¿Para qué la dictadura me habrá “secuestrado” y después ordenado mi arresto a disposición del Poder Ejecutivo si total compraba mi silencio con publicidad oficial?

Pero lo más llamativo es que confunde publicidad con contenidos editoriales. Esa línea de pensamiento quizás explique toda la política de medios del Gobierno. Algo así como un sincericidio. Los medios no comparten los mensajes de los avisos. Hasta un chico que aún no sabe leer entiende que las propagandas de las tandas son algo muy diferente a las tramas de sus programas, o que los jugadores o directores técnicos de los partidos de Fútbol para todos no juegan para compartir los avisos de la Presidencia de la Nación.

Ni los argumentos de la sentencia de la Corte Suprema –que tanto irrita al Gobierno– condenando al Estado por discriminar a Editorial Perfil con la publicidad oficial, como tampoco los de la demanda de Editorial Perfil, reclaman a las autoridades por el contenido de los avisos. No solicitan que digan que el Indec no miente, por ejemplo. Sino por el sistema de censura que se instala al retirarles la publicidad a aquellos medios que se atrevan a ser críticos, sobreinvirtiendo simultáneamente en los medios afines.

Es obvio, ¿no?
El tema no es que haya o que no haya publicidad oficial. Si la hay, que sea equitativa.

La misma falacia producen los voceros del Gobierno cuando argumentan que utilizan la publicidad como un subsidio para fomentar la diversidad. Sería tan insustentable como que otorgaran subsidios a personas carenciadas que votan al Frente para la Victoria y no a quienes votan por otros partidos.
Si el Gobierno desease ayudar a los medios gráficos pequeños, especialmente de localidades chicas, además de la publicidad oficial debería tomar medidas igualitarias, como cuando se declara una actividad en emergencia, eximiendo del pago de impuestos a todos (pero a todos y no sólo a los amigos) los diarios –por ejemplo– de menos de 5 mil ejemplares.
Pero es evidente que no es eso lo que buscan.

* * *

Coquetería. Hace 36 años yo tenía 20. La foto muestra que no correspondo a la generación de quienes me acompañan en la tapa de la revista Veintitrés. Agradezco igual que coloquen a Editorial Perfil al nivel de importancia de Clarín y La Nación, pero la editorial de revistas que por entonces ocupaba esa posición era Editorial Atlántida. El 24 de marzo de 1976 Editorial Perfil ni siquiera había sido fundada. Tampoco la revista La Semana cuya influencia inicial, además, fue equivalente a la de una publicación amateur (comenzamos sin teléfono). Recién tres años después, en 1979, cuando estuve desaparecido en El Olimpo (algo que la revista Veintitrés prefiere recordar como “secuestro”) había comenzado a tener una circulación mediana.
En síntesis, no soy tan viejo.

 

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