vehemencias

Un fantasma recorre la Casa Rosada

Por Martín Kohan

16/03/12 - 09:53

 

Ya lo sabe Carlos Pagni: no existe dogmatismo alguno en los métodos rabínicos de lectura. Muy por el contrario, la premisa de esa práctica es que el sentido y la verdad son tan necesarios y tan inasibles, tan precisos y tan indecibles, como el propio nombre de Dios. Nada de dogma, por lo tanto, sino siempre versiones sucesivas e infinitas interpretaciones. Queda enterado entonces Carlos Pagni, pues la DAIA se lo ha hecho saber. Un artículo de su autoría, publicado en el diario La Nación, se ocupaba de Axel Kicillof, nuestro viceministro de economía. Con pluma diestra y firme, trazaba allí los tres pasos de una travesía en el dogma kicillofiano: primero lo señalaba como marxista; luego reparaba en su padre psicoanalista; por fin se remontaba hasta su abuelo rabino. Y colegía de todo eso una larga y sostenida aplicación familiar al dogma.

La DAIA ya lo interceptó, ni lenta ni perezosa, para hacerle saber su malestar, y de paso la riqueza y la pluralidad de las buenas hermenéuticas bíblicas. Del marxismo, sin embargo, no dijo una sola palabra. Y del psicoanálisis tampoco. ¿No era judío, acaso, Carlos Marx? ¿No era judío, acaso, Sigmund Freud? ¿No debería entonces la DAIA trinar también por ellos, apartarlos también del dogma, defenderlos también de Pagni? Es posible que pensaran que no, y que delegaran los respectivos alegatos al PC o al PO o al PTS, a la APA o a la EOL.

En rigor de verdad, sin embargo, el punto en cuestión no parece ser el discernimiento de si los versículos del Testamento son ambiguos o taxativos, mucho menos la determinación de si el sujeto es fijo y estable, o si por el contrario se escinde y se descentra. No es eso, es otra cosa: el dedo periodístico que apunta a Kicillof lo apunta con la palabra “marxista”. Y de ahí la derivación correspondiente: que existe una infiltración marxista en pleno gobierno de Cristina. O mejor: que todo el kirchnerismo como tal, en su fase inicial o en el presente, no expresa otra cosa que la implantación del socialismo en la Argentina.

El ex general Videla, hace apenas unos días, se expresó en ese mismo sentido. Tan luego él, que salvó a la Argentina del socialismo, cree ver ahora al socialismo erigirse en el poder como si nada: las tripas se le han de estar revolviendo. A su juicio, hay un fantasma que recorre la Casa Rosada y es nada menos que el comunismo. ¿El comunismo? El comunismo, sí: el comunismo. Esa cosa de judíos y de psicoanalizados. Por supuesto que distinguir a quienes creen que el Gobierno tiene tendencias marxistas de quienes advierten que no las tiene para nada, no tiene tanto un interés político como, en todo caso, un interés clínico. En cambio, sí puede que valga la pena distinguir entre aquellos que aprecian en el apartarse del marxismo un mérito y un motivo de apelación en favor del kirchnerismo, y quienes piensan en cambio que es una marca certera de sus insuficiencias y de sus limitaciones, de que le falta radicalidad, aun en sus vehemencias.