Capaz de decir y hacer cualquier cosa

Por Martín Kohan

17/03/12 - 10:38

 

Yo escuchaba a Baby Etchecopar cuando estaba al mediodía. Desde que pasaron su programa a la noche, ya no me resultó posible hacerlo. Ese toque de profunda angustia que me invadía al oírlo, esa especie de opresión en el pecho que me quedaba después, podía diluirlos hacia la tarde, con otros programas, con otras ocupaciones. Pero a la noche era letal: me dejaba completamente desvelado, los ojos abiertos de miedo, temeroso del insomnio consumado, al ver que no podía dormirme, no menos que de las eventuales pesadillas, en caso de que me durmiera.

De Baby me interesaba lo mismo que me estremecía: la impresión de estar escuchando a una persona perfectamente capaz de decir cualquier cosa. Y también me interesaba, a la vez que me deprimía, la incomprensible disposición de los oyentes de la radio para llamarlo y exponerse, temerarios, al peligro verbal absoluto: el maltrato, la sorna, el desprecio, las mil y una formas de la discriminación sexual o social, el corte intempestivo de la comunicación, no escaseaban para nada en su programa. Y pese a eso no dejaban los oyentes de llamarlo. Y pese a todo no dejaba yo, el morboso, de escuchar.

Cito un ejemplo. Un día llama una abuelita a la radio. Baby averigua qué es lo que se le ofrece. La abuelita comenta su problema, que no es otro que el de verse aquejada de hemorroides. Baby entonces le pregunta cuál es su edad. Noventa y dos, responde la abuelita. “Entonces deje”, concluye Baby, “y después quemamos todo junto”. Por alguna razón, que se me escapa, la abuelita no corta y yo no apago. La charla sigue. No me explico cómo.

Un hombre que es capaz de decir cualquier cosa, absolutamente cualquier cosa, no puede sino suscitar una intriga: qué sería capaz de hacer. Su homofobia, su xenofobia, su misoginia, su fervor por la Ley del Talión, todo eso que ejecutaba con palabras en la radio, ¿qué clase de traducción al lenguaje de los hechos podía llegar a tener? Meter bala a los delincuentes es una frase frecuente. No hace falta simpatizar con la delincuencia, y ni siquiera ser contemplativo con ella, para sentir un escalofrío al escucharla por la radio.

Baby Etchecopar, que tanto lo dijo, ahora lo hizo, contra todas las recomendaciones establecidas para casos semejantes. Ahora sólo queda esperar su pronta recuperación, y también la de su hijo. Y ver qué cosas dice cuando se restablezca y hable de nuevo, cuando regrese a la esfera de las palabras.