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A qué se parece 2012

De la economía depende cómo lo percibirá la sociedad. Continuidad de 2011 o reedición de 2009. Lecciones en clave política.

Por Manuel Mora Y Araujo

20/01/12 - 10:41

 
A qué se parece 2012

Primer Damo. Amado Boudou. Dibujo: Pablo Temes

Enero sigue dominado por el calor y la sequía –días difíciles de sobrellevar para la gente que no está de vacaciones, circunstancias inquietantes para todo el país–. Sólo hay violencia en el fútbol (nada nuevo, por cierto), pero el verano viene, si no violento, caliente. Además, hay ruidos políticos. No interesan mayormente a la gente corriente, son sólo alimento para la reducida franja de los políticamente informados; y no parecen anticipar nada nuevo. Lo que cuenta sigue siendo la economía, y se percibe que ésta depende muy esencialmente del contexto internacional y de la meteorología.

En el frente externo, el Gobierno hace “buena letra”. Parece clara la voluntad de jugar en la región como un actor previsible. Emprolijando el vínculo con Estados Unidos se mejora la posición del país para afrontar lo que sea que venga del difícil contexto económico global. Y eso sirve, además, para ir aislando a Inglaterra en el tema Malvinas.

Un ruido mayor sigue siendo el generado por las importaciones. Resuena dentro y fuera del país. En el frente de la política económica, el Gobierno no juega como un actor previsible. Haciendo de la imprevisibilidad un eje de su política, pone a la incertidumbre en el centro de la escena. Todo tiene, a la postre, una explicación, pero lo cierto es que, a la corta, los demás actores no la descubren y, por lo tanto, encuentran difícil tomar decisiones teniendo en vista un horizonte más allá de lo inmediato y circunstancial. Es un hecho que el mundo no reconoce un “modelo argentino”; registra, sí, un largo ciclo de crecimiento, en gran medida asimilable al de casi todo el continente; y, también, asigna a nuestro país los mismos riesgos que afectan a cualquier país (o un poco más, por los antecedentes de varias décadas de conductas no previsibles). No hay nada cercano a identificar una lógica sólida del Gobierno argentino detrás del amplio conjunto de medidas económicas que más bien parecen ocasionales y con frecuencia, imprevisibles. Desde luego, el Gobierno sostiene que hay una lógica y un “modelo”; el problema es que los demás no lo ven.

El escenario que aparece como el más probable para 2012 es una moderada desaceleración de la economía. La situación, en definitiva, será de bastante más escasez que la conocida en los últimos años. Lo mismo está previsto para toda la región. Posiblemente, el Gobierno  explicitará un diagnóstico y, por lo tanto, no cambiará su discurso. El diagnóstico habrá que buscarlo, implícito, en las medidas que vayan adoptándose; aparecerá como una línea que pueda unir los distintos puntos de cada decisión gubernamental. En ese contexto, sectores del oficialismo buscarán preservar, o ganar, posiciones políticas, generando focos de conflicto internos que se suman a los que el Gobierno establece voluntariamente para distribuir, fuera de su propio ámbito, culpabilidades de los problemas que aparecen.

La opinión pública acompaña esta situación todavía con expectativas no demasiado definidas. Cuando eso sucede, generalmente la ciudadanía tiende a apelar a sus experiencias pasadas más recientes. Hay dos escenarios que pueden “activarse” en la memoria de la sociedad: 2009 y 2011.

El año 2009 fue difícil y generó una reacción electoral manifiesta que acabó en la derrota de Néstor Kirchner en la provincia de Buenos Aires. Disminuir la relevancia de ese escenario sobre la base de que Néstor, finalmente, no fue un ganador de elecciones fuera de su provincia y que la campaña estuvo plagada de errores tácticos, es voluntarismo puro; la imagen del Gobierno durante ese año había caído fuertemente y hay más razones para concluir que el resultado electoral reflejó un mal humor social que para atribuirlo a factores puntuales. El año 2011 fue espectacularmente bueno para la economía, para la mayor parte de la sociedad y para el Gobierno, que encontró una sintonía perfecta con la opinión pública. De nuevo, es posible atribuirlo a factores circunstanciales, a aciertos puntuales, pero no por eso deben desestimarse las lecciones derivadas de un contexto donde casi todo funcionó positivamente. Una conclusión es que si la economía no anda bien, el escenario 2009 puede reeditarse, y que si la economía anda bien,  2011 puede prolongarse.

Infiriendo el diagnóstico del Gobierno sobre la situación que prevalecerá en 2012, parece claro que se piensa que la tendencia va hacia un desequilibrio entre los ingresos y los gastos previstos; esto es, un contexto más parecido al de 2009.

Desde el día siguiente de la elección presidencial en octubre pasado, se actuó como si se estuviesen encendiendo luces de alarma. Al no existir una oposición capaz de marcar contrapuntos, discutir diagnósticos y transmitir una visión del futuro, lo que sucede es como un libreto donde hay un solo personaje –el Gobierno– y monólogos sin interlocutor. Hay, desde luego, focos de protesta y de conflicto en la sociedad, pero parecen absolutamente puntuales y específicos, desconectados de un diagnóstico o una visión del país distinta.

Hoy, la Argentina no tiene otra oferta política que la generada por el Gobierno nacional. Está claro que la sociedad está dividida, más o menos en los términos reflejados en el recuento de los votos en la elección presidencial: un poco más de la mitad de los argentinos apoyando al Gobierno; un poco menos de la mitad no apoyándolo. Pero no está claro, para nada, cuál es la naturaleza del vínculo entre el Gobierno y la opinión pública. ¿Quién debe más a quien?, cabe preguntarse. ¿La ciudadanía le concedió la gracia del voto, una muestra de confianza en la gestión actual –y de desconfianza en las ofertas opositoras–, y está preparada para retirarle ese apoyo tan pronto cambien las condiciones del contexto? ¿O más bien cabe al Gobierno el mérito de haber adoctrinado a una gran parte del electorado que venía siéndole esquivo, cambiando sus expectativas, persuadiéndolo de que hay un camino a sostener más allá de las circunstancias ocasionales? La primera interpretación, que es más bien la de los distintos grupos opositores, supone que es esperable un pronto cambio de humor político de la sociedad. La segunda interpretación, la del Gobierno, implica que la sociedad está detrás de un proyecto de ruptura histórica, refundacional.

Todo eso es materia de interesantes debates intelectuales. Pero para la toma de decisiones, la disyuntiva se resume en pocas palabras: ¿la situación puede recaer en el escenario de 2009 o 2011 está para quedarse, aunque la economía se desacelere?
 

* Profesor de la Universidad Torcuato Di Tella.