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Tiroides y opinión pública

  • Por Artemio López | 14/01/2012 | 00:13
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Cuando fuimos consultados, antes de la operación de tiroides a la que fue sometida Cristina Kirchner, sostuvimos y fue publicado oportunamente que la relación de la Presidenta con la opinión pública era ya muy sólida, producto, fundamentalmente, de la aceptación mayoritaria de su gestión de gobierno.

A su gran respaldo electoral agregaba una imagen de 70 por ciento de menciones positivas. Frente a ese contexto tan favorable, no podían esperase grandes cambios sino en el margen, tanto respecto de la aceptación de gestión como de imagen.

Como se observa en el gráfico elaborado en base a un relevamiento nacional de Consultora Equis realizado con anterioridad a la intervención quirúrgica a 800 argentinos mayores de 18 años y residentes en los principales conglomerados urbanos del país –Capital, provincia de Buenos Aires, Salta, Córdoba, Mendoza, Tucumán y Santa Fe–, si  hubiera elecciones nuevamente, Cristina Kirchner obtendría el 58 por ciento de los votos, y esa circunstancia no se habrá modificado sustantivamente tras conocerse la noticia de su afección.

En efecto, transcurrida la intervención, más allá de las polémicas de ruleros desatadas en los medios en base a la información pública y publicada sobre temas estrictamente médicos, no hubo cambios en los niveles de popularidad de la Presidenta, que no le debía nada a su afección y tampoco le debe nada tras resolver su problema de salud.

La tiroides, aun la de Cristina (¡perdón!), no tiene la propiedad de modificar el estado de opinión pública. No lo hizo antes, no lo hace después; los ciudadanos que daban respaldo al Gobierno lo siguen haciendo y los que lo adversan continúan en esa posición.

El Gobierno, según los medios opositores –y hasta la propia Presidenta, como sostienen los más talibanes–, dieron como seguro que ella padecía un cáncer, y la confirmación de que esto fue un “falso positivo” generó impacto negativo en la opinión pública. Es una afirmación sencillamente falsa.

Es muy evidente, pero hay que decirlo una y otra vez, que no hay episodios circunstanciales de carácter personalísimo, y una enfermedad lo es, que promuevan cambios drásticos y permanentes de opinión pública, a favor o en contra. Sí cambia la “opinión publicada”, pero ese es otro tema en el que no ingresaremos por falta de espacio.

En este sentido, ya fue utilizada abusivamente por medios y políticos opositores (valga la redundancia) la tragedia de la muerte de Néstor Kirchner para justificar la popularidad “circunstancial” de Cristina Kirchner.

Se pretendía ocultar con esto que en la base de su extenso reconocimiento comunitario, luego traducido en más de nueve millones de votos, estaba y está la gestión de gobierno que viene desplegando en medio de enormes dificultades locales e internacionales desde diciembre de 2007.

Así las cosas, tal como está hoy la credibilidad pública en los medios masivos, los cambios de opinión pública (no publicada, insistimos) sólo sucederán si y sólo si algún episodio de gestión afecta la vida cotidiana de los que acompañan al Gobierno, que son muchos pero (¡increíblemente! ) no todos.

Los cambios de opinión positiva no serán consecuencia de la crítica periodística opositora, como tampoco, hay que decirlo, se sostendrá por los méritos que señalen del Gobierno los medios oficialistas.

Mientras la gestión del Gobierno nacional sea evaluada adecuadamente en función de la mejora en las condiciones materiales de existencia por una mayoría ciudadana muy consistente, como ocurre hoy, los dimes y diretes, pullas, chascarrillos y cornetines que circulan serán parte del “relato” mediático, sea oficialista u opositor.

Igualmente, las chicanas mediáticas son las reglas de juego, muy comprensibles, y no deben ser dramatizadas. Imaginamos que en las acaloradas redacciones acechadas (¡ay!) cual Eduardo Buzzi por la sequía de noticias, se parafrasea habitualmente al paquidérmico Alvaro Alsogaray –pater familias de una parentela de empleados públicos que estragara la vida comunitaria nacional por más de medio siglo–, modificando ligeramente la sentencia que fuera su único recuerdo perdurable: hay que pasar el verano.
 

*Director de Consultora Equis.

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