martes 21 de noviembre de 2006
viernes 26 de agosto de 2005
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DEL DIARIO DE LA GOLETA ANCUD |
El 26 de agosto llegó la chalupa de regreso de su comisión, trayendo correspondencia y avisando que la lancha que conducía los víveres quedaban como a 12 millas del puerto, esperando viento y marea. Al día siguiente salió con la chalupa en busca de la lancha regresando en la noche con el señor Philippi, los machos nuevos para el timón de la goleta y otros artículos de que carecían dejando en la lancha a Miller para que le sirviese de práctico.
El día 29 se transportaron parte de los víveres a la goleta. El 30 continuamos las refacciones de la goleta y en las mismas operaciones lo pasamos hasta el 3 de septiembre en que caló el timón. El 4 de septiembre arribaron al puerto dos embarcaciones menores pertenecientes a otras tantas lanchas madereras de Chiloé con el fin de negociar con el bergatín N:A Enterprise, que se hallaba fondeado en el puerto desde 7 meses ha; y sabiendo que tenía a su bordo gran cantidad de tabaco breva y que procuraba cambiarlo por carne salada y otros víveres, con lo que perjudicaba a los tripulantes de la Ancud, resolvió el capitán Guillermos notificar al capitán del Enterprise, abandonase el puerto y el archipielago, haciéndole comprender al mismo tiempo el riesgo que corría como contrabandista.
Viendo el comandante de la Ancud que el capitán del bergantín Enterprise no cumplía la orden que había recibido de abandonar el puerto, le embargó las dos chalupas que tenía en tierra componiendo para despacharlas a la pesca, poniendo un piquete de tropa para su resguardo. Mandó en seguida al bergantín anunciándole que los botes le serían devueltos cuando se hicieran a la vela; pero no haciendo caso el Capitán del Enterprise, la Ancúd cargó su cañón y amenazó formalmente de hacer fuego sobre aquel si no zarpaba en el acto. Sólo así consiguió el capitán Guillermos que se cumpliesen sus órdenes. La Enterprise salió a remolque, fondeando nuevamente a dos millas afuera.
El día 6 la goleta Ancúd dio la vela a las 10 de la mañana y con los remos atracó al bergantín Enterprise, notificando a su capitán que si lo encontraba después de esa fecha, en alguna caleta, rada o bahía de la Repúblican donde no hubiesen autoridades, comisaría su buque y lo remitiría a Chiloé a disposición de las autoridades de esa provincia. Después de esto siguió la Ancud su viaje tomando NO; pero habiéndole faltado el viento bordearon un poco y tomaron el estero de Yates, situado en una isla cuyo nombre deja en blanco la narración. Los días 7 y 8 esperaron viento para continuar la campaña.
viernes 22 de julio de 2005
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Carlos Vega Delgado: Cuando los trabajadores "se tomaron" Natales |
El fatídico año 1919
"Con anterioridad al 23 de enero, los obreros Carlos Viveros y Enrique Espinoza tuvieron dificultades con el administrador de aquella época, un señor de apellido Kid, por incumplimiento de parte de la Administración de Puerto Bories de aquella época, un señor de apellido Kid, por incumplimiento de la Administración de un contrato de trabajo de pintura. "Después de agotarse todos los medios conciliatorios, sin resultado favorables alguno, los obreros del establecimiento decidieron solidarizar e hicieron suya la causa defendida por sus compañeros ya nombrados. Reunido en asamblea general el subcomité de la Federación Obrera, después de considerar la situación creada por la intransigencia patronal, acordó designar una comisión que se acercase a la Administración del Frigorífico en busca de un avenimiento que pusiera fin a las dificultades producidas. Así se hizo, trasladándose la comisión al sitio indicado, tomando parte en ella los compañeros afectados, Viveros y Espinoza. "Cabe recordar que el Administrador había hecho destacar policías en las partes más estratégicas del establecimiento, lo que indicaba claramente que lo que iba a ocurrir esta planeado y bien premeditado".
El disparo fatal
"En presencia del Administrador, la comisión hizo varias proposiciones de arreglo, que fueron rechazadas, continuando después una breve y acalorada discusión. La comisión defendía la razón que asistía a los reclamantes, mientras el administrador se encerraba en una porfiada negativa. De súbito sacó éste su revólver y disparó contra el compañero Viveros matándolo instantáneamente. Después de lo ocurrido Kid huyó hacia el interior del establecimiento, siendo perseguido algunos miembros de la comisión, lo que dio origen a la nueva intervención de los policías que estaban ubicados por donde Kid pasó. En este acto murieron los compañeros Teherán y Espinoza y un policía. Mientras esto ocurría, grupos de obreros que desde Natales se dirigían a Bories para imponerse de la situación, fueron atacados desde el retén próximo al Chorrillo Natales, muriendo algunos de ellos".
Batalla campal
"Los hechos señalados provocaron entre los obreros y el pueblo en general, tal indignación que no es posible describirla. Se habían encendido los ánimos en su grado máximo, iniciándose en eso mismos instantes la batalla campal que duró todo el día 23 de enero. Para suplir la falta de armas, los obrero requisaron las que tenían la policía y las casas comerciales Stuberauch y Compañía Braun y Blanchard. El fuego cesó debido a la intervención de la Cruz Roja que sirvió de mediadora, procediendo al mismo tiempo a recoger a los muertos y a los heridos. Cayeron Aquí los compañeros Juan Saldivia, Alejandro Muñoz y Ramón Mansilla. Hubo también numerosos herido, yendo la mayor parte de ellos a curarse a sus propias casas para evitar compromisos, y el resto fueron atendidos por la Cruz Roja. En esat misma acción murieron cinco policías. Restablecida la calma, los obreros armados patrullaban la ciudad, haciendo el recorrido a pie y en camiones, para evitar abusos y mantener el orden en la población".
Fuerzas de Punta Arenas
"Días después llegaron fuerzas militares desde Punta Arenas, a cargo del capitán Numa Herbaje, para tomar el control de Natales. Recién entonces hizo su aparición el mayor Bravo, subdelegado de Última Esperanza, que había permanecido escondido varios días. Casi simultáneamente con la llegada de las fuerzas militares, un barco fondeó en la bahía, trayendo a su bordo al señor juez señor Miranda Aguirre, quién venía para instruir el sumario correspondiente. Instalado a bordo de la misma nave, comenzó a tomar las declaraciones del caso y a ordenar la detención de numerosos compañeros, que fueron trasladados a la cárcel de Punta Arenas. En el mismo buque llegaron detenidos los compañeros Francisco López Seiza, Francisco López Hernández y Florindo Zúñiga Aguilar, que fueron comisionados especialmente por la Federación Obrera de Magallanes, cuando se supo del estallido del conflicto. Después de algunas diligencias judiciales, fue puesta en libertad la mayor parte de los compañeros, quedando encarcelados por varios años, entre otros, los obreros José Labra, Ventura Muñoz, Francisco Vásquez, Angel Legnazzi y Luis Ojeda González".
Epílogo
"En el cementerio de la vecina ciudad, en un mausoleo de Carabineros, descansan los restos de los miembros de la policía que murieron en estos sucesos. Una tumba aparte guarda los despojos mortales de los trabajadores que sucumbieron en la cruenta lucha, que tiñó de sangre el pacífico pueblo natalino".
Lo fondearon en el estrecho
Ulises Gallardo tuvo muchas experiencias en su vida. La más dramática fue, sin dudas, cuando lo "fondearon" en el Estrecho de Magallanes. El escritor Francisco Coloane, refiriéndose a la personalidad y a la aventura del personaje, dijo: "Su infancia de obrero sólo le permitió asistir tres meses a una escuela primaria; pero con esta ínfima base ha llegado a ser un luchador obrero de cultura, que ha dirigido y redactado diversos periódicos que José Ingenieros recomendaba como la primera que debía aprenderse: LA DE SER HOMBRE: Ulises Gallardo la aprendió cuando era un niño aún. Pero un hecho puede sintetizar toda una vida de este hombre del sur: en 1920, a raíz de uno de los sangrientos sucesos que han jalonado la luchas obreras en Magallanes, después del trágico incendio de la Federación Obrera con un buen número de trabajadores en su interior, Ulises Gallardo fue fondeado con otros cuatro compañeros en la bahía de Punta Arenas. Frente a la desembocadura del Río de las Minas lanzaron al mar a este hombre, con pesos de fierro amarrados en los pies; después de darle algunos remazos en la cabeza; pero los remazos nolo aturdieron, logró zafarse de las amarras en el fondo del mar y salvarse gracias a uno de esos característicos bancos de arena, movedizos, que se forman en la desembocadura de los ríos. Los compañeros de Gallardo perecieron ahogados".
Relato
En su obra "Las grandes masacres", Patricio Manns recogió el siguiente testimonio de Gallardo: "Me amarraron una piedra a los pies, que ya tenían preparada. Como a cuatrocientos metros de la orilla, yendo hacia bahía Catalina, una ola casi dio vuelta la chalupa. Tuvieron miedo los carabineros. Uno de ellos, con quién nos conocíamos, insinuó al que hacía de jefe que me dejaran allí, a lo que éste accedió. Siempre he creído que el carabinero hizo la insinuación con el fin de que yo tuviera alguna posibilidad de salvarme. Grandes fueron mis esperanzas cuando pisé fondo y el agua de la resaca me dejaba descubierta la cabeza, lo que me permitía respirar cada cierto tiempo, aprovechando el vaivén de la marea. Así, me inclinaba cada vez que podía, tratando de desatar la piedra que tenía amarrada con alambre a los pies. Las ansias de vivir me permitieron mantenerme sereno hasta que estuve seguro que los carabineros habían llegado a tierra. Entonces empecé a gritar, llamando al guardafaro. Luego vi una llama y una sombra que se acercaba. Era el farero. Me sostuvo fuera del agua hasta que logré desprenderme de la piedra. Entonces él me trasladó a tierra y me ocultó por varios días. Después tuve la oportunidad de huir por mar".
Revista Impactos. Punta Arenas, 2 de junio de 1990.
sábado 5 de marzo de 2005
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ANTONIO PIGAFETTA: de "PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO" |
Habíamos apenas fondeado en ese puerto cuando los capitanes de las otras cuatro naves formaron un complot para matar al comandante en jefe. Estos traidores eran Juan de Cartagena, veedor de la escuadra; Luis de Mendoza, tesorero; Antonio Coca, contador, y Gaspar Quesada. El complot fue descubierto: se descuartizó al primero y el segundo fue apuñalado. Se perdonó a Gaspar Quesada quien algunos días después meditó una nueva traición. Entonces el comandante que no osaba quitarle la vida porque había sido creado por el emperador en persona, lo arrojó de la escuadra y lo abandonó en la tierra de los patagones con cierto sacerdote, su cómplice. En este lugar nos aconteció otra desgracia. La nave "Santiago", que se había enviado a reconocer la costa, naufragó entre las rocas, aunque la tripulación se salvó por milagro. Dos marineros vinieron por tierra hasta el puerto en que nos hallábamos a darnos noticias del desastre, habiendo el comandante en jefe enviado en el acto algunos hombres con sacos de bizcocho. La tripulación se quedó durante dos meses en el sitio del naufragio para recoger los restos de la embarcación y las mercaderías que el mar arrojaba sucesivamente a la playa; y durante este tiempo se les llevaba víveres, aunque la distancia era de cien millas y el camino muy incómodo y fatigoso a causa de las espinas y malezas, en medio de las cuales se pasaba la noche, sin poseer otra bebida que el hielo, que había que romper, y esto mismo no se hacía sin trabajo. En cuanto a nosotros, no nos hallábamos tan mal en este puerto, aunque ciertas conchas muy largas que en él se encontraban en gran abundancia no todas eran comestibles, si bien contenían perlas, aunque muy pequeñas. Encontramos también en los alrededores avestruces, zorros, conejos mucho más diminutos que los nuestros y gorriones. Los árboles producen incienso. Plantamos una cruz en la cumbre de una montaña vecina, que llamamos Montecristo, y tomamos posesión de esta tierra den nombre del Rey de España.
Partimos al fin de este puerto, y costeando, hacia los 50° 40' de latitud sur, vimos un río de agua dulce en el cual entramos (2). Toda la escuadra estuvo ahí a punto de naufragar, a causa de los vientos deshechos que soplaban y embravecían el mar; mas, Dios y los cuerpos santos (es decir los fuegos que resplandecían en las puntas de los mástiles) nos socorrieron y nos salvaron. Pasamos ahí dos meses para abastecer las naves de agua y leña. Nos proveíamos también de una especie de pescado de escamas, bastante bueno para comer, aunque no cogimos la cantidad que no hubiera sido necesaria. Antes de abandonar este sitio, dispuso el comandante que todos se confesasen y comulgasen como buenos cristianos. Continuamos nuestra derrota hacia el sur, el 21 del mes de Octubre, hallándonos hacia los 52° de latitud meridional, encontramos un estrecho que llamamos de las "Once Mil Vírgenes", porque ese día les estaba consagrado. Este estrecho, como pudimos verlo enseguida, tiene de largo 440 millas o 110 leguas marítimas de cuatro millas cada una; tiene media legua de ancho, a veces más y a veces menos, y va a desemboca a otro mar que llamamos Mar Pacífico. Este estrecho está limitado por montañas muy elevadas y cubiertas de nieve, y es también muy profundo, de suerte que no pudimos echar en él ancla sino muy cerca de tierra y en veinticinco o treinta brazas de agua. Toda la tripulación estaba tan persuadida que este estrecho no tenía salida al oeste, que no se habría aún pensado en buscarla sin los grandes conocimientos del comandante en jefe. Este hombre, tan hábil como valeroso, sabía que era necesario pasar por un estrecho muy oculto, pero que él había visto figurado en un mapa que el rey de Portugal conservaba en su tesorería, construido por Martín de Bohemia, muy excelente cosmógrafo. Tan pronto como entramos en estas aguas, que sólo se creían ser una bahía, el capitán envió dos naves, la "San Antonio" y la "Concepción", para examinar donde desembocaban o terminaban; en tanto que nosotros, con la "Trinidad" y la "Victoria", las aguardábamos a la entrada. En la noche sobrevino una borrasca terrible que duró treinta y seis horas, que nos obligó a abandonar las anclas y a dejarnos arrastrar dentro de la bahía, a merced de las olas y del viento (3). Las dos naves restantes, que fueron tan combativas como las nuestras, no lograron doblar un cabo para reunírsenos; de suerte que, abandonándose a los vientos que la empujaban siempre hacia el fondo de los que suponían ser una bahía, esperaban naufragar ahí de un instante a otro. Pero en el momento en que se creían perdidos, divisaron una pequeña abertura que tomaron por una ensenada de la bahía, en que se internaron; y viendo que este canal no estaba cerrado, comenzaron a recorrerle y se encontraron en otra bahía a través de la cual continuaron su derrota hasta hallarse en otra angostura, de donde pasaron a una nueva bahía todavía mayor que las precedentes. Entonces, en vez de ir hasta el fin, juzgaron oportuno regresar a dar cuenta al capitán general de lo que habían visto. Habíanse pasado dos días sin que hubiésemos visto reaparecer las dos naves enviadas a averiguar el término de la bahía, de modo que las creíamos perdidas por la tempestad que acabábamos de experimentar; y al divisar humo en tierra, conjeturamos que lo que habían tenido la fortuna de salvarse habían encendido fuegos para anunciarnos que aún vivían después del naufragio. Mas, mientras nos hallábamos en esta incertidumbre acerca de su suerte, les vimos regresar hacia nosotros, singlando a velas desplegadas, los pabellones al viento; y cuando estuvieron más cerca, dispararon varios tiros de lombardas, lanzando gritos de alegría. Nosotros hicimos otro tanto, y cuando nos refirieron que habían visto la continuación de la bahía, o mejor dicho, del estrecho, unímonos a ellos para proseguir nuestra derrota si fuera posible. Cuando hubimos entrado en la tercera bahía de que acabo de hablar, vimos dos desembocaduras o canales, uno al sudeste y el otro al sudoeste. El capitán general envió las dos naves, la "San Antonio" y la "Concepción" al sudeste, para reconocer si este canal desembocaba en un mar abierto. La primera partió inmediatamente e hizo fuerzas de velas, sin querer aguardar a la segunda, que quería dejar atrás, porque el piloto pensaba aprovecharse de la oscuridad de la noche para desandar el camino y regresar a España por la misma derrota que acabábamos de hacer. Ese piloto era Esteban Gómez, que odiaba a Magallanes por la sola razón de que cuando vino a España a hacer al Emperador la propuesta de ir a Las Molucas por el oeste, Gómez había demandado y estaba a punto de obtener algunas carabelas para una expedición cuyo mando se le había de confiar. Tenía por propósito esta expedición realizar nuevos descubrimientos; pero la llegada de Magallanes fue causa de que se le negase su petición y de que no hubiese podido obtener más que una plaza subalterna de piloto; siendo, sin embargo, lo que más le irritaba encontrarse bajo las órdenes de un portugués. Durante la noche se concertó con los otros españoles de la tripulación y aprisionaron y aún hirieron al capitán de la nave, Alvaro de Mezquita, primo del capitán general, y le conducieron así a España. Esperaban llevar vivo también a uno de los dos gigantes que habíamos cogido y que se encontraba a bordo de su nave, habiendo sabido a nuestro regreso que había muerto al aproximarse a la línea equinoccial, cuyo gran calor no había podido soportar. La nave "La Concepción", que no podía seguir de cerca a la "San Antonio", no hizo más que cruzar en el canal esperando su regreso, aunque en vano.
Habíamos entrado con las dos naves restantes en el otro canal que quedaba hacia el sudoeste; y continuado nuestra navegación, llegamos a un río que llamamos de las Sardinas, a causa de la inmensa cantidad de este pescado que allí vimos. En ese lugar fondeamos para esperar a las otras dos naves, y estuvimos cuatro días; aunque durante este tiempo se despachó una chalupa bien equipada para ir a reconocer el término de este canal, que debía desembocar en otro mar. Los tripulantes de esta embarcación regresaron al tercer día, anunciándonos que habían visto el cabo en que concluía el Estrecho, y un gran mar, esto es, el océano. Todos lloramos de alegría. Ese cabo se llamó el "Deseado", porque en efecto, desde largo tiempo ansiábamos por verlo. Volvimos hacia atrás para reunirnos a las otras dos naves de la escuadra, pero sólo encontramos a la "Concepción", y habiendo preguntado al piloto Juan Serrano qué había sido del otro buque, nos respondió que lo creía perdido porque no le había vuelto a ver desde el punto en que había embocado al canal. El comandante en jefe dio entonces orden de que se le buscase por todas partes, especialmente en el canal en que había penetrado; despachó a la "Victoria" hasta la desembocadura del Estrecho, disponiendo que si no lo encontraba, en un lugar bien alto y bien prominente plantasen una bandera, a cuyo pie debía dejar en una olla una carta que indicase la ruta que se iba a seguir, a fin de que se pudiese unir a la escuadra. Esta manera de avisarse en caso de separación había sido acordada en el momento de nuestra partida. De la misma manera se pusieron dos señales más en lugares culminantes de la primera bahía y en una pequeña isla de la tercera, en que habíamos visto una cantidad de lobos marinos y pájaros. El comandante en jefe, que con la "Concepción" aguardaba el regreso de la "Victoria" cerca del río de las Sardinas, hizo plantar una cruz en una pequeña isla al pie de dos montañas cubiertas de nieve de donde él deriva su origen. En caso que no hubiésemos descubierto este estrecho para pasar de un mar a otro, el comandante en jefe tenía determinado continuar su derrota al sur hasta el grado 75 de latitud meridional, donde durante el verano no hay noche, o, al menos, muy poca; así como no hay día en el invierno. Mientras nos hallábamos en el Estrecho no teníamos sino tres horas de noche, y estábamos en el mes de octubre. La costa de este Estrecho, que del lado izquierdo se dirige al sudeste, es baja; dímosle el nombre de Estrecho de los Patagones. A cada media legua se encuentra en él un puerto seguro, agua excelente, madera de cedro, sardinas, marisco en gran abundancia. Había también yerbas y aunque algunas eran amargas, otras eran buenas para comer, sobre todo una especie de apio dulce que crece en la vecindad de las fuentes y del cual nos alimentamos a falta de otra cosa mejor: en fin, creo que no hay en el mundo un estrecho mejor que éste". (1) "Pingüinos" y "Los Leones", situadas al sur de la desembocadura del río Deseado. (2) El Río Santa cruz, llamado así por Rodrigo Serrano, piloto de la "Santiago", por haberlo descubierto el 6 de mayo, Día de la Exaltación de la Santa Cruz. Allí mismo se perdió la nao exploradora. (3) La bahía de que habla Pigafetta es la "Posesión". Pasaron en el orden que hoy se expresa geográficamente: Primera Angostura, Bahía San Gregorio y, más adelante, la Segunda Angostura.
Revista Impactos, Año 3. N° 26 Punta Arenas, 2 de noviembre de 1991
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PIGAFETTA Y LA AVENTURA DE HERNANDO DE MAGALLANES |
jueves 10 de febrero de 2005
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LORENZO CAGLEVIC BAKOVIC: ¡HOMBRE AL AGUA! |
El peso del fierro perforó el agua, como un cristal, en el silencio de un mar excepcionalmente calmo. Eran las once de la noche, del primer día de Agosto del año 1898.
Punta Arenas dormía en el frío semipolar de la noche austral. Sólo una que otra luz se podían divisar desde la nave. Eran luces mortecinas, que más bien se distinguían por la gran oscuridad reinante que por su luminosidad. De los barracones en la orilla, salían tenues los humos de las salamandras único indicio de vida en ese poblado. El silencio permitía escuchar, incluso, el lamido de las olas sobre el casco de la nave.
Los pasajeros, arrebozados en gruesos abrigos y mantas, observaban tiritando sobre la cubierta. En su mayoría eran italianos, españoles, portugueses y algunos provenientes de la Croacia Dálmata, en aquel tiempo bajo el dominio del imperio Austro-Húngaro. Entre estos últimos, Luka, un gigantón rubio y joven, trataba de infundir ánimo al resto de sus coterráneos, percibiendo la decepción que causaba en ellos esta primera vista del poblado.
-Mañana, con luz de día, verán como esto no es tan feo. No será nuestra Brac, - dijo refiriéndose a su isla natal- pero allá la situación no da para más. Acá, en cambio, muchos dicen que el oro abunda y así, en poco tiempo, podremos volver ricos y famosos.
La voz del capitán, un italiano cincuentón y jovial, interrumpió sus palabras:
-Todo el mundo a dormir! Vendrán temprano a bordo las autoridades locales para la revisión de los documentos de los que desembarcan aquí. Calculo, si todo marcha bien, que antes de mediodía el buque será declarado fuera de cuarentena y ustedes podrán estar en tierra a la hora del almuerzo.
Acercándose al grupo palmoteó, sonriendo burlón, la espalda de Luka y le dijo:
-Espero que las niñas de Punta Arenas te den crédito, a cuenta del oro que vas a encontrar.
Pero la broma del capitán, no causó, ni remotamente, efecto en el grupo de croatas. Apenas sonrieron. La preocupación de haber llegado al fin del mundo, un territorio tan frío y desolado, terminó con el entusiasmo demostrado en todo el viaje. Sólo, Luka, le siguió la corriente:
-¡Seguro Capitán! También le abriré, a mi cargo, cuenta a usted. Ya verá.
La respuesta del joven tampoco les causó mucha hilaridad. Ante esa situación el capitán optó, comprensivo, brindarles un gesto de simpatía y diciéndoles "dobra noc" (buenas noches en croata), se retiró a su camarote.
Todos se fueron a dormir. Sólo Luka, so pretexto de fumarse un cigarrillo, fue el único que permaneció en cubierta. Arrimándose al calor del tubo de la chimenea, próxima al palo mesana, lloró angustiado. . .
-¡Apuren la maniobra de los botes! Gritaba un oficial al contramaestre y a los marineros que, en esos momentos, arriaban las embarcaciones desde la nave.
El viento, comenzaba a hacer cabecear al buque y el mar a rizarse de espuma. Una vez que estuvieron embarcados en los botes a remos, la corta distancia a la orilla parecía no mermar, pese al esfuerzo de la boga. En un momento comenzó a precipitar nieve y agua sobre los entumecidos pasajeros. Era la declaración anticipada de la dura vida que les esperaba en esas latitudes.
Llegaron a los barracones de la orilla muertos de frío. La mayoría no conocía en absoluto la zona, pero unos cuantos adelantados que habían viajado poco tiempo antes los esperaban alegres. Entre abrazos requerían ansiosos noticias de su terruño y sus parientes.
Se reunieron todos cerca de una gran cocina a leña, ubicada en el centro de la construcción principal. Junto con un café hirviendo, les informaron someramente del sistema de alojamiento, comida y las posibilidades de reclutarse como trabajadores. Luka, inquieto por la ausencia de Ivo, su amigo de infancia llegado seis meses antes, requirió de inmediato información sobre él, a los adelantados.
-Ivo está bien- respondió uno- pero no creo que aparezca antes de una semana Se contrató en una partida de loberos dirigida por un portugués. Dicen que el hombre es un abusador y que paga poco, pero es el comerciante que vende más pieles y, siendo así, Ivo se entusiasmó y partió trabajando para él.
La semana transcurrió lenta. Sirvió para ir aclimatándose al frío, buscando un lugar donde dormir y, por supuesto, trabajo.
Al sábado siguiente, entre risas y lagrimones se produjo el esperado encuentro con Ivo.
-¡Querido compadre Luka !. Cómo quedó mi pequeño ahijado y mi hermana Liubitza.
-Ellos quedaron muy apenados, pero están bien. Viven ahora en la casa de mis padres, mientras dura mi ausencia.
-¿Y mis viejos? ¿Qué hay de ellos?
- Tu mamá no para de llorar y se queja que tu papá la reta por eso. Sin embargo, cuenta que él se va al patio y se desahoga solo, para que no lo vean.
-¡Pobrecitos!. . . ¿Me mandaron una carta, algo?
-Este paquete tiene como una docena de tortillas de higos secos que te envía tu madre, junto con esta estampita de San Roque. Tu papá por su parte me entregó estas dos cantimploras con Rakija, hecha por él para ti. Fue lo único que me atreví a traer en el barco. Tú sabes, la humedad y la larga travesía no lo permiten.
Luka advirtió que Ivo, sin decirlo, esperaba algo más...
-Ah!. Casi me olvido. También Milena, tu noviecita, te mandó esta carta y este gorro tejido de sus propias manos.
No bien terminó Luka de hablar, cuando Ivo ya leía la carta.
Todavía suspirando, se puso su gorro nuevo e invitó a su amigo a la posada, para celebrar el reencuentro y hacer planes.
Las cosas hay que hacerlas al modo que acá se estilan -dijo, Ivo, a su compadre que lo escuchaba atento.
-Casi todas las actividades, al menos las más lucrativas, ya están en manos de algunos capos y, entonces, hay que trabajar para ellos. Nadie te dice que no puedas hacer negocios por tu cuenta, pero de pronto descubres que los capos se sienten invadidos y te envían algunas señales o advertencias. Tú puedes entenderlas y acatarlas o bien terminar "perdido", "muerto por los indios", "ahogado en el mar" o con un balazo en el cuerpo producto de una "riña o robo" inventado.
Así son los trabajos en las pieles, la madera, el carbón, las casas de remolienda y, para qué decir, el oro. Hay un tal Popper, un rumano temible, a quien es mejor tenerlo de amigo. El es el capo mayor de esa actividad en los lavaderos de tierra del fuego. Es cierto que hay otras actividades menores en el poblado, pero también son menos rentables y para hacerse de unos pesitos debes trabajar tres o cuatro veces más.
Luka, nervioso, interrumpió:
-¿Quiere decir, que nuestro sueño de hacernos ricos trabajando oro, no será jamás posible?
-Creo que, para hacer una fortuna, se requieren de varios años. Eso es, siempre y cuando logres sobrevivir en esta tierra. Es tan inclemente como su tiempo y tan despiadada como algunos de sus habitantes, sin ley ni temor de Dios.
-¿Entonces?. . . ¿Me estás diciendo que hemos venido en vano hasta este fin del mundo?
-Yo sólo te digo la verdad, Luka -replicó, Ivo, muy serio. -Podremos surgir acá algún día, sin embargo, no será pronto. Tendrás una situación para volver o para pensar en traer a tu mujer e hijo en. . . ¿diez. . . quince años?. Tal vez más. Somos hombres jóvenes, pero, en lo personal, no quiero que Milena me espere hasta que sea una vieja.
-Y bien amigo, qué piensas que deberíamos hacer? Yo te advierto que estoy dispuesto a romperme el espinazo trabajando, pero tampoco quiero dejar a mi familia sola por tantos años. Ellos me necesitan y yo los extraño mucho.
-Creo que tenemos una sola posibilidad- afirmó Ivo con tono misterioso - Es una alternativa que, más que audaz, es peligrosa, muy peligrosa.
-Existe un canal en la zona- continuó Ivo- que se conecta con el Estrecho de Magallanes llamado Canal Beagle. Pues bien, en su comienzo, al oriente, hay tres islas muy pequeñas, llamadas Lennox, Picton y Nueva. Me han contado un par de capitanes, que en sus riachuelos existe oro de lavadero en abundancia, pero las condiciones climáticas y de soledad existentes hacen casi imposible la vida humana. Ellos las han conocido cuando, en más de una ocasión, temiendo zozobrar buscaron resguardo en algunas radas pequeñas, protegidas del viento y, no pudiendo zarpar durante varios días, bajaron alguna chalupa para explorar esos peñones, mal llamados islas.
-Conozco también, al cojo Meléndez -prosiguió -es un capitán español, bravo para la mar, pero de trato muy duro con la reducida tripulación de de su goleta. Antes de aventurarse en estas tierras, el cojo navegó por todo el Adriático, recalando en varias de nuestras islas y conoció de cerca a nuestros marinos. Así entonces, desde que yo llegué a Punta Arenas, me ha tratado de convencer que forme parte de su tripulación. Yo me he rehusado, al igual que otros paisanos. No quiero estar acá por mucho tiempo y con la paga del cojo serían muchos años. Sin embargo, creo que él podría aceptar llevarnos a las islas, si nosotros le pagamos el viaje por adelantado con un par de meses de trabajo como tripulantes de su goleta "La Macarena".
El Capitán Meléndez, a pesar de su rudeza, trató una vez más de convencer a Ivo y Luka, con sus mejores maneras, para que se enrolaran como tripulantes estables de "La Macarena", pero viendo su empecinada determinación, se dio por vencido. Estableció, finalmente, un trato con ellos. Navegarían, durante dos meses, acompañándolo en la caza de lobos marinos y, al mismo tiempo, le ayudarían a entrenar, lo mejor posible, al resto de la tripulación con sus conocimientos náuticos. Finalizado este trabajo, Meléndez los llevaría a Lennox, donde las condiciones para un desembarco eran mejores en relación a las otras dos islas. Haría, además, un viaje cada cuatro meses para reaprovisionarlos de víveres y cerciorarse que aún permanecieran vivos. Por su parte, cuando Ivo y Luka decidieran regresar, debían participarle de un quinto del oro que hubieren obtenido en esa faena.
Así las cosas, a poco menos de un mes de la llegada de Luka, los compadres, cuñados y amigos se embarcaron en" La Macarena".
En los trabajos de a bordo y en la caza de lobos, ambos se distinguían por su pericia y capacidad. Luka servía el cargo de contramaestre, Ivo el de timonel Casi toda la tripulación aprendía de su experiencia y los apreciaba, aún cuando, en alguna ocasión, no faltó algún puñete del irascible Luka, al perezoso que no quería cubrir su puesto en la maniobra cuando él necesitaba todos los brazos disponibles en cubierta. El cojo Meléndez lo observaba todo desde su puente de mando. Se sentía cómodo y satisfecho. Estaba viejo y cansado de pasarse la vida increpando a sus tripulantes. Prefería admirar el paisaje de los canales fueguinos y echarse, de vez en cuando, un trago de la petaca metálica, que usaba como un pisapapel, sobre la sebosa carta de navegación que mantenía en el puente.
Las semanas transcurrieron lentas para los ansiosos amigos, pero rápidas para el capitán Meléndez, quien disfrutaba de este recreo brindado por sus transitorios colaboradores.
El día en que "La Macarena" debía arribar a Lennox, amaneció con una neblina cerrada por lo que Meléndez prefirió fondear a la gira, al socaire del viento, y no se aventuró a bajar la chalupa con los croatas ni la otra, con las provisiones y herramientas.
Al cabo de algunas horas el sol penetró la densa capa de niebla que cubría la goleta, despejando la vista al minúsculo trozo de playa por donde Meléndez pensaba desembarcar a sus pasajeros. No obstante, en breves minutos el mar se encabritó y el viento comenzó a soplar con tal fuerza que Meléndez no dudó en levar el ancla y largarse del fondeadero a capear el temporal, esperando una ocasión más propicia para el desembarco.
Sólo dos días después, con los hombres débiles por el maltrato infligido, en este caso por el prolongado temporal, fue posible arriar la chalupa. El propio Meléndez acompañó a los croatas a tierra y les indicó los lugares que él pensaba eran los más aptos para instalar un lavadero. Se despidió con admiración y fe en sus socios. Si realmente existían posibilidades de obtener buen oro, sabía que ellos lo obtendrían. Percibía, en ambos, la decisión irreductible de lograrlo. Meléndez, estaba convencido que no había mejor modo de probar el temple de los hombres que en momentos de peligro los cuales a menudo se presentan en la vida del mar y, sus ahora socios, ya le habían dado prueba suficiente de aquello.
-¡Adiós cojonudos ! -les dijo en la playa- Que tengáis éxito, para vosotros y para mí. Regresaré en el verano a ver si aún estáis vivos o si los caranchos han dado cuenta de vosotros -dijo burlón- y, subiéndose a la chalupa, comenzó a insultar a los remeros para que apuraran la boga.
Los dos hombres, ya solos en la playa, se abrazaron contentos por su llegada y también, como para darse ánimo en la tarea que les esperaba, elevaron una oración en su idioma. Enseguida, animosos, comenzaron a instalarse.
Tan pronto quedó levantada la tienda, consistente en una mezcla de tablas, ramas y lona de vela, comenzaron las faenas.
Los dos hombres se turnaban la tarea de cocinero o pescador. Desde que la luz permitía distinguir algo, se iniciaba el trabajo en el lavadero, hasta que la oscuridad y el cansancio los rendía.
Marcaban los días transcurridos en un tronco. El Domingo se trabajaba como cualquier otro día, salvo si el tiempo era muy malo. En ese caso, hacían un rezo especial al almuerzo, el cual era mejorado un poco, se empinaban un buen trago de licor y descansaban el mediodía que restaba.
Muchas veces, el viento y la lluvia casi no dejaban ver. En esas ocasiones, se trabajaba en forma intermitente, tratando de no entumirse por la inactividad, siempre con el fuego encendido, contiguo a la precaria vivienda.
Las pepitas de oro que iban obteniendo, después de besarlas, como si se tratara de un rito, eran guardadas en unas botellas que se comenzaban a llenar muy lentamente. . .
Así transcurrieron dos años y varias recaladas de "La Macarena", para aprovisionarlos y llevarles correspondencia.
Los dos hombres, aunque fuertes y animosos, lucían flacos, de largas barbas rubias y su pelo amarrado en cola de caballo para que no les fastidiara en su constante trabajo.
El cojo Meléndez era un hombre severo y hasta un poco cruel, pero sentía cierta lástima por los croatas. Sentimiento que no tardaba en esfumarse, cuando pensaba en que su quinta parte del oro, podía significarle una pequeña fortuna.
-¿Cuántos viajes más tendré que hacer, chavales ? -les preguntaba- siempre preocupado por que la faena de descarga fuera lo más corta posible. Temía que los habituales y bruscos cambios de tiempo lo retrasaran o, peor aún, pudieran terminar su viaje en el fondo del Beagle. Por algo, ya varias veces, el cojo había discutido sus derechos con Neptuno.
-No sea impaciente Capitán- le respondía Luka- nos queda mucho trabajo aún.
Ivo, no opinaba, sólo asentía con una actitud resignada. No tenía el valor de enrostrarle a su compañero, que los indicios de una ambición embrutecedora, comenzaban a manifestarse en él, con bastante claridad.
Llegó otra Navidad y el cambio de siglo. Luka no quería detener su trabajo. No poco esfuerzo le fue necesario a Ivo para convencerlo que si, hasta en las guerras, se planteaban treguas para esas ocasiones, bien debían ellos hacerlo en su trabajo. Sólo apelando a sus acendradas creencias católicas, pudo convencer a Luka de celebrar, al menos, Navidad.
El día de la víspera, amaneció totalmente despejado, pero, unas cuantas horas después, el viento norte arreció y costó mantener el fuego encendido. Aún así, con un poco de harina y azúcar Ivo se atrevió con un cierto remedo de dulces dálmatas y, Luka, por su parte, se lució con una cena donde combinó centollas locales con castradina traída de Punta Arenas, las que trozó en pequeños pedacitos lo mismo que el abundante cochayuyo.
Los hombres se felicitaron mutuamente e hicieron recuerdos de su familia y de su tierra. Terminada su merienda pascual, Luka, dijo sentencioso y algo triste:
Ivo, seremos recordados por nuestros hijos y sus descendencias como " los viejos que, mucho más allá de una fortuna, les dejaron una lección de amor construida con mucho sacrificio. "
Ivo llenó los jarros del café con el aguardiente proveído por Meléndez y, con emoción, brindó diciendo:
-Sretan Bozic, Kum (feliz navidad, compadre). Los dos hombres se bebieron el trago al seco, se abrazaron y con el llanto contenido, hicieron un esfuerzo para ponerse a cantar "Tamo daleko"
Tamo je selo moje, tamo je ljubav moja.
Hajdemo duso da sretno zivimo mi
Jer mladost prolazi brzo i zivot taj nesretni
(Allá lejos, lejos, cerca del mar
Allá está mi pueblo, allá está mi amor.
Vamos alma vivamos felices
Porque la juventud pasa rápido y esa vida desdichada)
El aguacero no cesó, hasta que el fuego fue extinguido por el viento y los hombres por el cansancio.
Llegó el invierno siguiente. A pesar de no haber grandes diferencias climáticas entre las distintas estaciones, la luz del sol acortaba muchísimo los días; la temperatura disminuía ostensiblemente y los aguaceros se convertían muchas veces en granizos, más grandes que las pepas de oro que los dos hombres atesoraban.
A causa de la humedad y del frío, un día Ivo enfermó gravemente de pulmonía. Luka debió cuidarlo en forma exclusiva, abandonando las faenas y temiendo por la vida de su cuñado, como también por su propia suerte si permanecía sólo en la isla. El enfermo deliraba constantemente. Afiebrado, balbuceaba palabras inconexas, pero claramente relacionadas con su novia y con su madre.
Aunque los días críticos fueron tres o cuatro, la recuperación de Ivo tardó casi un mes.
-De buena te salvaste compadre. Ya me imaginaba escribiéndole a tu Milena y a la familia que te habías quedado tieso, como bacalao seco, en esta isla de mierda.
-Yo también, Luka. Cuando la fiebre me tenía liquidado, creí que no iba a verlos más. Eso me ha hecho pensar mucho y creo que debemos volver -le espetó sorpresivamente.
-Pero, Ivo, si todavía podemos lavar mucho oro más. No podemos darnos por vencidos ahora que las botellas se empiezan a llenar.
-Creo que la vida y la familia valen más que todo el oro del mundo- respondió débil y melancólico.
Nada de tirar el poto para las moras en este momento- dijo enérgico Luka. -Ya verás como se te pasa pronto el susto de que te lleve la parca y estaremos otra vez en plena producción.
-¡ No, Luka ! Yo quiero irme apenas aparezca el capitán Meléndez. Prefiero regresar pobre, pero dejar mis huesos en Brac, junto a los míos, y no en estos confines malditos.
-¡Bogati! (por Dios) Eres un maricón que se rinde a la primera. - Y, a pesar de su estado convaleciente, le asestó una bofetada que le rompió la boca.
Ivo sintió el golpe en el alma, más que en sus labios y dientes. Se percibía como un gusano. Cobarde. Con los ojos preñados de lágrimas se incorporó como pudo y corrió sin dirección fuera de la choza.
Luka, aún sin admitirse capaz de haber agredido a su compañero, se sentó al lado del fuego, estático y meditabundo, con la vista fija en las brasas. ¿Valía la pena ese esfuerzo? -se replanteaba- ¿Qué sucedería con su familia, si producto de un accidente, enfermedad o, por último una pelea sin sentido, sus huesos quedaran para siempre en esas latitudes ?.
Ivo no regresó a la choza de pena y vergüenza. Luka salió a buscarlo y lo halló sentado en la húmeda arena de la playa, absorto. Sólo atinó a decirle:- ¡Kum !(compadre)- con voz quebrada y en un tono tal, que no le fue necesario decir perdón, o alguna otra palabra, para que se abrazaran y regresaran en silencio, reconciliados.
Se acostaron, sin probar comida ni dirigirse la palabra hasta el otro día.
Tan pronto amaneció, Ivo tomó su chaya y pretendió dirigirse al lavadero, como para recuperar el tiempo perdido por su enfermedad y su flaqueza, pero la voz autoritaria de Luka lo detuvo:
-¡Espera!, tenemos que hablar.
Ivo retrocedió, murmurando suave : -No te preocupes, no volverá a ocurrir.
-Yo, -contestó vacilante Luka- sólo quería decirte que también siento miedo de no regresar, y si tú mantienes el deseo de volver no te recriminaré. Será una decisión que tomaremos los dos. Le decimos adiós a este infierno frío, le entregamos algunas pepitas al cojo Meléndez y nos vamos a Punta Arenas para tratar de embarcarnos, cuanto antes, de vuelta a nuestra tierra.
Los compadres iniciaron una larga conversación, donde ambos se encontraron con buenas razones. Convencidos, acordaron que su estadía en Lennox debía tener un límite. Este sería fijado al completar cinco botellas con pepitas. Calculaban que, en total, estas pesarían unos doce kilos de oro. Dos para pagarle a Meléndez y cinco para cada quien.
La goleta de Meléndez efectuó dos viajes más de aprovisionamiento a la isla.
En la penúltima recalada, Luka, advirtió al español :
-Capitán, volveremos en su próximo viaje. La meta que hemos decidido cumplir está casi lista.
-Enhorabuena chavales, -respondió el español -ya pensaba yo que el frío les había congelado los sesos.
Todos rieron de buena gana y se despidieron hasta la primavera.
La proximidad del regreso, animó a los hombres a tal punto que superaron, con creces, la meta de recolección de oro. El día que divisaron a "La Macarena" para llevarlos de regreso a Punta Arenas, gritaban y brincaban como chivos en la playa, esperando la chalupa junto a sus pocas pertenencias y al preciado cargamento de botellas con oro, que habían puesto en un cajón de madera hecho con las tablas que resultaron de desarmar la choza.
El cojo Meléndez hizo la faena más corta que nunca. Aprovechando el viento favorable, de inmediato viró la proa con rumbo a Punta Arenas y zarpó. Lennox quedó rápidamente marcada sólo por la estela que la popa iba dibujando en el canal. En tierra, abandonado, junto a unos cuantos vestigios del paso de estos dos seres humanos, un tronco con muescas que indicaban; tres años, ocho meses y cuatro días.
El viaje no tuvo más contratiempos que los acostumbrados. Cuando arribaron a Punta Arenas, a pesar de lo avanzado de la hora, aún estaba claro y se pudo desembarcar sin problemas.
Se dirigieron enseguida, junto al cojo Meléndez y el oro, a la posada de un paisano croata donde, con una balanza de precisión, contaron cerca de trece kilos de oro puro. El cojo, ni lerdo ni perezoso, retiró en el acto su quinta parte.
Después de beber unos cuantos tragos con sus socios, les confesó entre emocionado y eufórico:
-Pensé muchas veces que no lo lograríais y que yaceríais para siempre en Lennox. Hombres de vuestro cuño se requieren en el mundo. ¿Por qué diantres no formamos una empresa y explotamos juntos las loberías?
-Con mi quinto- continuó diciendo, con su lengua ya traposa- adquiriré otra goleta que, en vuestro honor, bautizaré Jadran (Mar Adriático). Estoy poniéndome cada día más viejo y creo que no sólo necesitaré un capitán sino dos, porque la tierra ya me empieza a llamar. . . de a poco.
-Gracias -respondió Luka- pero pienso que Ivo y yo necesitamos descansar un poquito primero. Después veremos.
-Esta bien chavales. Pero prometedme que, al menos, lo pensareis.
-Prometido- dijeron a coro los compadres.
-Una última cosa- dijo con gravedad, Meléndez-. No digáis a nadie acerca de vuestro oro o del mío, ni hagáis ostentaciones estúpidas. Hay muchos alquimistas por aquí que lo podrían transformar en plomo, pero dentro de nuestras barrigas. Vosotros me entendéis, he?- sentenció cachondero, descubriendo al sonreír uno de sus colmillos, que también era de oro.
-Sí capitán, tendremos mucho cuidado. Ni ropa nueva, ni mujeres, ni festejos, aunque ganas sobran. Diremos con el Ivo que fracasamos y que apenas nos alcanzará para el pasaje de vuelta.
-Bien pensado chavales. Fuera de ser buenos marinos y cojonudos, veo que sois unos tíos inteligentes. - Y encasquetándose su gorra grasienta, se despidió con un - ¡Hasta pronto!
Los dos nuevos ricos, sólo pidieron que les prepararan un baño caliente y una buena cena. Después de tan largo tiempo, el poder disfrutar de una cama, sábanas limpias y el calor de una casa amiga, era más que suficiente, por el momento.
Punta Arenas seguía su rutina habitual. Gran cantidad de personajes de variadas lenguas y nacionalidades circulaban por sus calles de barro. Sus bares y casas de remolienda eran los mejores centros de información de la ciudad, al mismo tiempo que prósperos negocios.
Habían unas pocas oficinas, donde se agenciaban las necesidades de carga y pasaje para los buques que recalaban al puerto. Las primeras casas bancarias y de cambio ya comenzaban a surgir. Dos o tres bodegas de vituallas y víveres, atendían las necesidades de las embarcaciones locales y proveían a otras actividades de la zona. También existía una oficina local del gobierno y de policía.
Una de las primeras cosas que Luka e Ivo hicieron- después de cortarse la barba y el pelo -fue averiguar la fecha de un próximo zarpe a Europa.
Un inglés deslavado, encargado del pasaje, les informó que sería en cuarenta días más. Agregando la frase ceremonial, "all going well and weather permitting" (si todo marcha bien y el tiempo lo permite), procedió a anotar sus reservas.
Ivo y Luka, acostumbrados al rigor del trabajo, no encontraban manera de emplear su tiempo y decidieron efectuar pequeñas labores para, por un lado entretenerse y, por otro, aparentar que no contaban con mayores recursos.
Luka, le colaboraba al capitán Meléndez en las actividades de mantención de "La Macarena" y de alistamiento de la "Jadran" la cual, el cojo, para disimular el buen estado de sus finanzas, adquirió a crédito de un italiano. Ivo, por su parte, le ayudaba en la posada a don Nicolás, un paisano que se había manejado muy bien en su negocio pero, después de doce años sin su esposa e hijos, sólo quería regresar.
-Ahora tengo buena situación - decía orgulloso don Nicolás, inflando su panza- pero no tengo efectivo para viajar o pagarle el pasaje a mi familia- añadía quejumbroso. -Todo está ahí. Invertido. Casa, muebles, utensilios y mercadería. Si tuviera alguien que me lo comprara en lo que vale- no pido más ni menos- me voy feliz para Europa.
Poco a poco, las palabras de don Nicolás fueron promoviendo cierto interés en Ivo. Un día le confesó a Luka, que le agradaba el negocio de la posada y que, si se traía a su novia, muchacha hacendosa y trabajadora, luego podrían, convertirla en el mejor hotel de Punta Arenas.
Luka, por su lado, le confesó que él pensaba asumir como el primer capitán del "Jadran" y, probablemente, comprarle también "La Macarena" a Meléndez pero, en su caso, primero partiría a Europa a buscar a su mujer hijo y a dejar a sus padres y parientes en una mejor situación económica.
-Kum, todos los días sueño con que mi hijo, es decir tu ahijado, es capitán y mi negocio ya está en sus manos.
-Pero Luka, estás loco -rió Ivo- si sólo es un niñito.
-Tienes razón, Kum, pero el tiempo pasa pronto. No te olvides lo que dije - repitió a su amigo. -"Quisiera ser recordado por mis hijos como el viejo que, más que oro, les deja una lección de sacrificio. Es decir, de amor". Para eso ya debo empezar enseñando a mi hijo que, antes de administrar la plata de su padre, hay que trabajar duro, muy duro. Sólo el sacrificio vale para tener éxito en la vida. Otra cosas, son puras payasadas no más.
Cincuenta días después del regreso desde Isla Lennox ; el capitán Meléndez, Ivo y don Nicolás - estos últimos quienes, secretamente, ya habían llegado a un acuerdo, en oro, por la venta de la posada - y varios otros croatas amigos, fueron a despedir a Luka al embarcadero.
Ivo, cambió su reserva por un pasaje que enviaba, por mano, a su Milena. También le pidió a su amigo adelantar algún dinero para sus padres y hermanos, como asimismo la promesa de traerlos, uno por uno, a trabajar a la empresa hotelera que había comenzado.
Finalmente -orgulloso- confidenció a Luka que, cuando su novia apareciera en Punta Arenas, la primera sorpresa que ella tendría, sería un llamativo letrero de grandes letras rojas : "Nuevo Hotel Milena".
Don Nicolás, no alcanzando a embarcarse junto con Luka, por tener varios asuntos que finiquitar aún en la zona, le pidió anunciar a los suyos su próximo y triunfal regreso.
El capitán Meléndez, quien ya consideraba a Luka como un socio comprador, le pidió volver tan pronto como pudiera.
El resto de los croatas, le entregaron un sinnúmero de paquetitos con pequeños regalos y cartas donde, de seguro, la esperanza de un próximo reencuentro era el tema principal.
Luka, se embarcó en el bote que lo llevó a bordo, contento y satisfecho. Calculaba que, dentro de un mes y medio o dos, ya estaría con los suyos narrando sus odiseas y haciéndolos participar de su éxito en las remotas tierras de Chile.
Seguramente a sus coterráneos quienes, en esa época, sólo entendían a América como un todo, sin preocuparse de mayores precisiones, les interesaría conocer que, al menos, había un lugar en el mundo donde realizar sus sueños, lejos de guerras y pobreza.
Ansiaba volver a ver a su esposa, a su hijo y a sus padres como también, a varios amigos de su pueblo, los cuales no habían creído en su aventura. Con indisimulado orgullo les confirmaría que, la voluntad irreductible de ese hijo del rigor -como le gustaba autodenominarse- había vencido.
Días antes del zarpe, Don Nicolás había sugerido a Luka que acudiera a la oficina de un inglés, representante de una casa bancaria, para cambiar su oro en libras esterlinas acuñadas, pero Luka al enterarse que el cambio sería a la par, no se entusiasmó. El argumentaba que el oro de las monedas eran de un quilate menor al oro puro de las pepas.
En definitiva, fue imposible lograr algún acuerdo con el banco en ese sentido, mucho menos con otras alternativas planteadas por el inglés, consistentes en entregarle órdenes de pago en Europa o alguna equivalencia en billetes de la época.
Luka optó entonces por confeccionarse un ancho cinturón de cuero con alforzas donde, equilibradamente, enfundó sus más de cinco kilos de oro puro en pepitas. Como no quería despertar mayores sospechas, viajó con ropa ordinaria, en la misma tercera clase en que había llegado, con una vieja maleta de herramientas y muy pocos enseres personales.
Durante las noches tendido en su litera, sólo aflojaba un poco su cinturón para descansar. En el día, permanecía largos momentos sobre cubierta y a menudo debía acomodarse los pantalones con un ademán que se fue haciendo rutinario, motivado por el peso del oro oculto.
Poco a poco, los marineros de la dotación de la nave fueron sospechando de aquellos gestos tan extraños y repetitivos, toda vez que la contextura de Luka era la de un hombre alto y macizo, pero en ningún caso la de un barrigón a quien la curva de su prominencia le obligara a arreglar sus aperos constantemente.
En el arribo de escala al puerto de Buenos Aires, la nave permaneció dos días y medio para las faenas de alimentos frescos y embarque de pasajeros. Todos los procedentes de la costa oeste sudamericana, aprovecharon de ir a tierra para conocer la gran ciudad, descansar un poco de tantos días en la mar y, más que nada, prepararse anímicamente para la larga travesía del Atlántico.
Luka, contrariando sus deseos y la natural curiosidad que le despertaba el mentado Buenos Aires prefirió permanecer a bordo, para evitar así cualquier contratiempo en tierra con su preciosa carga. Sin embargo, su actitud precavida, fue otra nota que desafinó el pentagrama a los oídos de algunos de los tripulantes más suspicaces.
-Se ha fijado en el croata ese? - interpeló a su jefe, uno de los dos marineros de guardia en el portalón- torciendo su nariz hacia Luka que, metros más allá apoyado en la barandilla, contemplaba lo poco que se podía ver de la ciudad.
-Sí, me llama la atención que siendo joven y solo no baje a tierra- le respondió su jefe, un hombre delgado y colorín.
-Mírelo bién, jefe. Verá como a cada rato se arregla el cinturón. O tiene hernia, o algo raro hay con él. Pasa largo tiempo en cubierta y casi no participa en las conversaciones que los pasajeros suelen tener con nosotros.
-Hum. . . -asintió el colorín a modo de toda respuesta y un tanto fastidiado. Su mente estaba más bien ocupada en imaginar qué podría estar haciendo en tierra y no en el control de la salida y llegada de los pasajeros. Mucho menos en las infantiles observaciones de su subordinado.
-Le preguntaré al jefe de camareros de la tercera clase- insistió el subalterno un tanto defraudado- ¡A ese no se le pasa una! ¡Viera Ud. Jefe, las historias que me cuenta en sus visitas a mi puesto de cocinero!
Hum. . . - repitió el colorín- Y el cocinero entendió que su jefe, definitivamente, no tenía ganas de conversar.
La nave, hizo sonar estruendosamente el pito y abandonó el puerto, entre señas, pañuelos y gritos de adiós.
La navegación entró en la rutina habitual. Luka contaba el tiempo para la llegada a su pueblo. Tenía tantas imágenes en su cabeza, que las iba acomodando permanentemente, como si se tratara del más dedicado escritor.
En el intertanto, el cocinero y el jefe de cámara siguieron observando a Luka. No perdían ocasión en hacerle una que otra pregunta capciosa, las que Luka esquivaba con destreza. Sin embargo, la atención de los dos marineros continuaba puesta en el cinturón. El jefe de cámara lo vio muchas veces vestido sobre su litera, de tal modo que buscó la ocasión en que Luka tomara un baño, para poder examinar el extraño cinto.
Luka evitaba bañarse durante el día, sólo lo hacía durante la noche mientras el resto de los pasajeros descansaban. Esto fue descubierto por el jefe de cámara quien lo vigiló ocultamente y cuando una noche se percató del ruido del agua en el baño común, se deslizó sigiloso tomando la ropa que Luka había amontonado en un banquito de madera.
Luka vió algo, de soslayo, por la cortina entreabierta, y preguntó con firmeza:
-¿Quién anda?
-Jefe de cámara en ronda nocturna- contestó el marinero -con voz tranquila.
-Aprovechaba la noche cálida para refrescarme un poco -dijo Luka a modo de explicación asomando el cuello por el lado de la cortina de baño.
-Buena idea- le dijo, afable, el otro- El cruce del trópico hace las noches insufribles. Buenas noches.
-Buenas noches- respondió Luka aliviado, al ver que su ropa se mantenía en el banquito.
A primera hora del día siguiente, fue el jefe de cámara a visitar al cocinero:
-Anoche le hice la pillada al croata. -le dijo- Aún cuando no alcancé a revisar bien su cinturón, no cabe duda que transporta oro en pepas. Al tacto se aprecia rugoso y ¡por todos los diablos! pesa como un zapato de buzo. ¡ Hay varios kilos ahí! ¡ Seguro !
El cocinero, mudo de codicia, escuchaba atento el relato de su colega:
-Y. . . entonces? ¿Qué se te ocurre?. . . ¿O estamos pensando lo mismo?- dijo el cocinero mirando a su compañero en forma sibilina.
-Es algo muy grande. . . no podemos fallar- respondió el jefe de cámara evitando mencionar la palabra asesinato. -No sé si los dos solos podríamos pensar en una acción segura. . . ¿Me entiendes?
Creo entender -murmuró el cocinero, en voz baja. ¿Qué sugieres tú?
-Pienso que necesitaremos la colaboración del colorín. El, como jefe de nuestro turno, tiene muchas maneras de cubrirnos bien. Sólo tendríamos que participarlo de nuestras intenciones y, obviamente, de nuestro botín.
Los dos hombres concertaron una reunión con su jefe en la cocina y le explicaron su idea. El colorín, cauteloso, prefirió no pronunciarse, pero sí consultó cuánto sería, eventualmente, su parte en el botín.
-Por partes iguales -respondieron los otros dos.
-Hum… - fue toda la respuesta del jefe, y sólo añadió - mañana conversaremos.
Al día siguiente el colorín -consciente de la gravedad de cubrir una acción criminal y, por otro lado, que su conocimiento del plan de los conspiradores dejaba a estos en la estacada- les pidió, sin inmutarse, la mitad del botín.
Después de una prolongada discusión, el cocinero y su amigo, negociaron con su jefe para participarlo en un cuarenta por ciento y repartirse ellos el saldo. Por su parte, el colorín -de evidente mayor alcance intelectual- accedió a ese acuerdo a condición que él elaboraría el plan del asesinato. Además, les dejó en claro, si eran descubiertos en la acción, ellos dos debían asumir toda la responsabilidad. El, como jefe, jamás habría escuchado una sola palabra del siniestro plan.
Aunque los conjurados poco conocían acerca de Luka, era evidente que era un hombre de mar el cual disfrutaba de la navegación y permanecía largos ratos en cubierta.
Muchas veces, lo habían observado colaborando casualmente en pequeños detalles de las maniobras, como tomar vueltas a una espía o cazar un foque, cuando un viento fuerte se lo arrebataba a algún marinero inexperto.
Así entonces, basado en esas cualidades de la víctima, de colaborador y experto, fue que el colorín preparó la trampa, instruyendo a sus cómplices sobre la manera de actuar.
Poco días después, junto con el descenso del barómetro, el colorín, puso en alerta a los otros dos. Se acercaba una tormenta que estaría atravesando el curso de la nave al anochecer. Ese sería el momento exacto para llevar a cabo su abyecto propósito.
A la hora de comida, la nave quedó sometida a constantes balances y cabeceos. Estos, fueron intensificándose a medida que se aproximaba el temporal. Al cabo de algunos minutos, el comedor se fue quedando vacío y,
muchos, bajo los claros efectos del mareo, prefirieron sus camarotes a la cena. Incluso, Luka, se dirigió al entrepuente de la tercera clase, más temprano de lo habitual. El jefe de cámara, tan pronto lo divisó, se acercó a él simulando gran alarma.
-¡Gran Dios!. Se rajó el foque a proa y los muchachos del turno no hallan cómo controlarlo. Ojalá que puedan lograrlo ya que el capitán ordenó, por seguridad, arriar todo el velamen para enfrentar el mal tiempo a palo seco y con la pura fuerza de la máquina.
Luka no lo pensó dos veces. Sin siquiera contestarle subió, de cuatro brincos, las escaleras hacia cubierta. Tras él, el Jefe de cámara fingiendo, también, ir a colaborar en la emergencia.
La cubierta estaba oscura y mojada por el rebalse de las olas que azotaban el casco. Sólo se distinguían las luces de navegación, ubicadas a ambos lados del puente y dos fanales, uno iluminando la popa y otro a proa adonde Luka se dirigió rápidamente. Tras él, siguiéndolo a corta distancia, el jefe de cámara.
Al llegar a la proa, Luka se percató que todo el velamen ya estaba cargado, y no había velas expuestas al viento. Mucho menos alguna vela rota, ni marineros en cubierta. El buque, luchando contra las olas, continuaba su navegación con dificultad, pero todavía en forma segura.
Volvió su cuerpo y vio, a corta distancia, al jefe de cámara con sus piernas muy abiertas, tratando de mantenerse estable a pesar del gran movimiento de la nave. Este, lo miró y sólo atinó a hacer un movimiento de hombros, diciendo:
-Parece que los muchachos superaron el problema rápido. En todo caso le agradezco que haya venido. No tenía porqué.
-No se preocupe. No es problema para mí. - dijo Luka- y volvió caminando con cuidado para no resbalar.
No alcanzó a dar unos cuantos pasos. Desde la oscuridad, surgieron las sombras que, agazapadas, esperaban a su presa. Una le cubrió con un saco la cabeza y casi medio cuerpo en forma ágil y sorpresiva. La otra sombra, con una suerte de collar de cable, en forma diestra y con la ayuda de un palo corto, lo torniqueteó alrededor de su cuello. El colorín también colaboró botándolo sobre cubierta y ayudando al cocinero a concluir su macabra tarea.
Luka, no pudo evitar el accionar del cable en su cuello. Trató de gritar, pero sólo quejidos guturales emanaron de su garganta. Los tres hombres presionaron el cuerpo contra la dura teca de la cubierta sin aflojar el torniquete hasta que los estertores de la muerte, anunciaron el fin de Luka.
El colorín lo despojó del cinturón con prontitud y, alzándolo en vilo, junto con sus cómplices, lo arrojaron por la borda al enfurecido Atlántico.
-¡Rápido, a mi camarote! -ordenó el colorín.
Los hombres mojados de sudor y agua de mar que, en ese momento, ya barría la cubierta, bajaron trémulos las escalas y buscaron refugio.
-Creo que nadie nos vio -murmuró el jefe- cerrando la puerta y evitando hacer mayor ruido.
-Parece que todo salió impecable- asintió el cocinero con voz baja y cínica.
El jefe de cámara, con la culpa de Judas a cuesta, enmudeció.
Los asesinos esperaron hasta que sus corazones y su respiración se aquietaran. Sólo una hora antes del relevo de su turno, subieron a cubierta, donde asidos a los pasamanos y a la jarcia, para no ser arrastrados por las olas, se pusieron a gritar desaforados:
-¡Hombre al agua por babor!. . ¡Hombre al agua!. . .
Hicieron aparatosas señas para ser advertidos desde el puente de mando. El oficial de guardia, dio la alarma y procedió con los pitazos de emergencia, pero no le fue posible detener la nave ni, mucho menos, tratar de cambiar el rumbo que cortaban las olas por temor a una vuelta de campana.
De todos modos, cualquier maniobra habría sido estéril. Luka ya había abandonado este mundo, antes de ser arrojado al mar.
Vino la calma. La nave siguió rumbo a Génova. Hubo un sumario de rigor, donde los asesinos consignaron que un pasajero imprudente fue barrido por una gran ola desde la cubierta, en medio de un fuerte temporal, y ellos, en su ronda habitual alcanzaron a dar la alarma pero. . . el resto de la historia ya es sabida.
Ni el capitán, ni el oficial a cargo del sumario hicieron las cosas difíciles. Total sólo se trataba de un pasajero de tercera clase. Se limitaron, una vez que llegaron a puerto, a entregar a los representantes de su compañía los efectos personales de Luka y su pasaporte, acompañado de un escueto parte del accidente.
Días después, llegó a Split y de ahí a Brac la noticia que Luka, el hombre que quería ser recordado por los suyos como: "Un viejo que, más que una fortuna en oro, dejaba un ejemplo de amor y sacrificio", no llegaría nunca. Tampoco su oro.
Sólo a modo de pequeña compensación póstuma, para este joven y desventurado pionero, podemos agregar que -como él lo quiso- su memoria sí fue evocada con gran cariño por su descendencia. En especial, por su bisnieto.
martes 8 de febrero de 2005
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Los últimos alacalufes en la pupila de Paz Errázuriz |
Entre todas estas identidades/desidentidades marginales que la fotógrafa recupera en su obra, ésta tiene algo distintivo: su marginalidad no radica en su falta de lugar, sino en la pérdida del nolugar, del movimiento. Boxeadores pobres, artistas circenses, vagabundos, prostitutas: todos parecieran siempre añorar un topos, un sitio claro y distintivo que puedan hacer suyo. Los alacalufes, en cambio, han sido asentados por otros, perdieron su movilidad y su nomadismo. La imagen atrapa ahora este desamparo invertido, disociado de la falta de territorio y asociado a una cierta pesantez de los cuerpos. El extravío yace ahora en la inmovilidad, no en el vagabundeo. La misma foto opera doblemente en esto: por un lado es la imagen de los últimos alacalufes, los que han sido sedentarizados, fijados en el espacio, asentados. Por otro lado la propia foto, en su exagerada objetividad, exacerba también esta fijeza, esta estática propia de una cultura nómada que ha perdido su carácter dinámico. Fotos que en su deliberada convencionalidad ratifican esta sedentarización-chilenización de lo que sólo podía afirmarse permaneciendo irreductible, y que parecen querer asumir esta contradicción: fijar para hacer sobrevivir, pero a la vez mostrando a aquellos que, al quedar fijados, no podrán sobrevivir.
La verdad es cruda: no quedan sino veintiocho alacalufes entre Puerto Edén, Puerto Natales y Punta Arenas. Entre ahogados, asimilados, domesticados, enfermos y alcoholizados, se va la última generación Kawésqar. Esta exposición puede ser su último registro consagrado en vida. ¿Eternización de una agonía en la cámara, celebración de lo que perdura todavía, crónica de una muerte anunciada? Por cierto, un poco de todo: allí están los últimos en fotos frescas. No fueron aniquilados ni confinados. La muestra fotográfica niega su extinción, los pone de este lado del tiempo. La fotógrafa salva al nómade fijándolo, revelando en esta inmovilidad la verdad de su presente, su eminente final. No hay desenlace, sólo rostros que se van apagando entre el blanco y el negro, pliegues del devenir que hacen arrugas en las caras y texturas en las fotos, y atenúan cada vez más la tensión entre el otro y nosotros. Retrato de la diferencia y colapso de la diferencia.
¿Pero qué has hecho, Paz Errázuriz, con los originales, los que mantienen una lengua intacta y resisten la copia? ¿Están en las fotos veladas o navegarán hasta morir sin dejar registro? Y estas mismas preguntas que te hago: ¿serán otro tic de la blanca pretensión de ubicuidad? ¿Hasta dónde pretendimos domesticar la diferencia de los otros mediante el simulacro oficial de protección especial a las minorías autóctonas? ¿Quién les devuelve ahora la procreación perdida?
Están las expresiones perpetuadas en las fotografías: el abandono, la melancolía, la impotencia perfecta. Pregúntenle a Paz Errázuriz, ella les disparó en el rostro con más rostro. Hasta aquí nos trae esa marginalidad a prueba de estados nacionales y mercados de trabajo. Nómades del mar, no sobrevivieron al plan de radicación del gobierno de Pedro Aguirre Cerda. Fue ése el abrazo del oso, el remedio peor que la enfermedad. La fotografía retiene los efectos de esta política de radicación en la mirada perdida de sus "beneficiarios". El confinamiento fotográfico habla por lo que el discurso político calla. Lo dicen también las narraciones: el material de las cabañas pasó de pieles de focas a viejas telas de buque, la higiene se hizo más vulnerable, el hacinamiento atoró la vista y el olfato. Sólo pervive la milenaria resistencia al frío y ahora, contra la pared del museo este frío incontestable del blanco y negro de la foto que destapa la gotera por donde la herida de una incesante despedida surca el rostro. La fotografía los paralizó en lo que son: largo viaje por la geografía y la semántica-irónicamente-desde el Golfo de "Penas" hasta Puerto "Edén".
Vayan donde vayan, siempre en el margen. Contradictoriamente, sólo en las, fotografías ocupan el centro del espacio. Pero fuera de ellas son desde siempre los otros, incansables perdedores. Los que están desde antes pero a la vez los que llegaron tarde. Los que habitan la frontera entre lo reconocido y lo descartado. Son ellos los alacalufes occidentales, y huelen a alcohol y a un panal de enfermedades que los sorprenden indefensos. Los que al perder el nombre perdieron el habla, o viceversa. Es cosa de mirar las fotos y sus títulos. Los nombres han sido "chilenizados", su designio es ser designados desde fuera o desde otros. Sólo unos pocos mantienen todavía doble nombre, conservan el original y pueden nombrarse tanto sobre el agua como en tierra firme.
(Jérwar-asáwer se llama también Fresia Alessandri Baker. Habita un lenguaje de dos orillas. Se sentó sobre un banco a esperar una última canoa que no ha pasado. Esto ocurrió hace siglos, y desde entonces el tiempo se mide en antes y después de esta sentada, delante y detrás de esta espera sin nave. Mientras Jérwar Fresia y Asáwer Alessandri dialogan, la una con nombre de hueso y la otra con apellido de prócer).
Se dice de las primeras fotografías de los alacalufes que los muestran "hirsutos, con el rostro hundido en una inmensa cabellera, deambulando completamente desnudos y muy a sus anchas sobre el puente de un buque, fumando un cigarrillo con supremo desdén por los espectadores" (Joseph Emperaire). Pero en esta otra punta del tiempo, en el último testimonio fotográfico bajo el lente de Paz Errázuriz, quedan puestos en lo que queda de ellos, como "máscaras funerarias" (Claudia Donoso). Los rostros revelan lo que la fotógrafa dice de ellos en una reciente entrevista: conciencia de la fatalidad, dejados de la mano de Dios. Nada pintoresco, ni bonito, ni divertido, ni tremendamente interesante. Fotos poco discursivas, replicando y duplicando la tosquedad de la realidad que padecen los sujetos de las fotografías. "Portan en los cuerpos las huellas por las que la historia pasó y decidió, consciente más que inconscientemente, olvidarlos... el horror de la muerte, la alegría de la supervivencia" (Eugenia Brito). Como dice Paz Errázuriz, es como acercarse al fin de algo, transitar por la metáfora de la muerte. Yo agregaría: perpetuar lo terminal en la imagen.
(Cierto: todavía están los canales como surtidero de alimentos, pero ya no como el sustrato móvil que los cobijaba. Quizás circulan todavía, fuera de las fotografías, herramientas que fueron siempre muy simples, largos cementerios de chozas dispersas en los lugares de paso, arpones de hueso mimetizados en la arenilla, troncos ahuecados que tanta canoa dispensaron y ahora parecen nichos para náufragos).
Vamos finalmente a la exposición. Lo primero que entrampa al ojo son las serigrafías, enormes y porosas. Como si el tamaño y la textura estuvieran allí para no olvidar la viscosidad de la colonización: una asimilación forzada pero a la vez vetada. Por su tamaño y porosidad, la serigrafía ostenta cierta falta de piedad.
Exacerba la fijeza, patentiza el encuadre al llevarlo casi a un tamaño natural y a una textura verosímil, más próxima a la aspereza propia del mundo real. En la serigrafia este ser humano perdido en la inmovilidad cobra vida precisamente por tamaño y textura. Pero de manera contradictoria, pues se trata de una vida a punto de extinguirse. Cuanto más fuertes los rasgos, las miradas propias de la tribu, los gestos no mediatizados, la amargura más textual, más se disipa la vida más cerca se palpa la agonía del grupo de pertenencia. A medida que aumentan el tamaño y la textura de la imagen, también se hace más patente esa muerte que puja desde dentro de los rostros por mostrarse al otro, más grita el silencio de esas miradas contra la mirada del espectador. Más cerca estamos de la humanidad de esas gentes, pero también más se adivina su pérdida de humanidad.
Al final, el mutismo de las fotos amplifica el mutismo de la impotencia. Alguien de espaldas al mar renuncia. Alguien se sienta sin entender. Alguien sólo mira de soslayo mientras otro ríe todavía. Alguien no oculta el desaliento y alguien rema con perro en popa. Pero sobre el agua una roca se partió en dos. Así muere la descendencia.
© EL MERCURIO, domingo 8 de septiembre de 1996
sábado 1 de enero de 2005
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Tierra del Fuego |
También aquí,
donde los castores desvían el curso de los ríos
y los guanacos miran con esbelta tristeza,
ha surgido la vieja voz envolviéndome en vagos sueños.
En esta tierra seca donde los grandes lagos escarchados
inician su deshielo y las avutardas, siempre en pareja,
gris el macho, marrón la hembra,
picotean el suelo, algo irreprimible
me ha obligado de nuevo
a tratar de decir la vida
con palabras insuficientes.
A pensar en la blanca euforia de la nieve
y en el caparazón rosa de las centollas
cambiando de color a medida que cambia
el día incierto.
Cuántos años, cuánto tiempo,
sin más ley, que la ineluctable
que rige las mareas.
Que la de los bosques de lenga
envueltos en su barba verde,
muriendo y renaciendo
incluso antes de la llegada
del hombre a la Tierra.
Por tal razón trabajo los vocablos
que deben introducirse
en algún remoto pecho
como quien miles de años después
recoge un pedazo de vidrio
golpeado hasta conformar una punta de flecha,
o como quien derriba todo un árbol
para extraer de su tronco, ya pulido y desbastado,
apenas un arco matemáticamente perfecto.
Que me sea dada la paciencia
con que la estalactita
elabora su cuchillo transparente
o la tenacidad con que el albatros
viaja 20.000 kilómetros
desde las Canarias hasta esta América.
Me pregunto, entonces,
si nuestra tarea podrá hallar tales
equivalencias.
Sin embargo en éste,
el lugar más austral del planeta, donde los continentes a la deriva
parecen concluir su errante viaje por la Tierra,
algo que aún no sé nombrar te advierte sin remedio.
Poesía, fatalidad del instinto
reconociendo su cría
entre los centenares de miles
de ese rebaño que bala y se atropella.
Desaparecen los últimos onas
en medio de la peste del progreso
y se esfuma el recuerdo de los anarquistas
grabando en un fósforo, y desde su celda,
himnos de independencia,
pero del mismo modo,
con la misma minuciosidad estéril,
enciendo en la alta noche
los extraños fuegos
para que los perdidos navegantes
a punto de naufragar
(como don Hernando de Magallanes)
encuentren su rumbo
y sigan viaje en pos de su presa.
Esa voluble, frágil y sonámbula quimera
tras de la cual los hombres viajan
y luego desaparecen.
miércoles 29 de diciembre de 2004
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EL PADRE DE AGOSTINI Y LA PATAGONIA |
¿De Agostini? Lo recuerdo muy bien todavía. Había venido a nuestro instituto para hablarles a los niños acerca de sus exploraciones. Era un hombre alto, delgado, pero la cosa que recuerdo con mayor nitidez era su mirada, siempre en movimiento. Parecía que las cuatro paredes que delimitaban el aula lo hiciesen sentir en una ratonera, y tal vez era exactamente así. Habituado a los grandes espacios, al sentido de ilimitada y salvaje libertad de las tierras magallánicas, él debía sentirse efectivamente incómodo y quizá con el pensamiento se perdía en los extensos bosques, entre los montes y los hielos de la Patagonia".
Diríase que es suficiente este brevísimo testimonio de monseñor Gandini, párroco de Seregno y alpinista también él, para hacer una primera presentación del último gran explorador de la Patagonia y de la Tierra del Fuego. Padre Alberto María De Agostini: un misionero salesiano que como ninguno ha sabido fusionar la obra de caridad cristiana con aquella, aparentemente opuesta, del explorador. En esta monografía nos ocuparemos, pues, de uno de los mayores exploradores patagónicos, de sus obras, de sus fotografías documentales y de su montañismo, pero también tendremos la manera de conocer al hombre De Agostini. Y tal vez sea por cierto ésta la empresa más ardua, por cuanto se conoce bien poco de su vida privada.
TIERRAS MAGALLÁNICAS: LA PRIMERA EXPLORACIÓN DE DE AGOSTINI
Inmediatamente después del descubrimiento del continente americano, cuando se comprendió que no se trataba de las Indias Orientales sino de una tierra completamente nueva, se iniciaron los viajes de exploración con el propósito de hallar un paso que permitiese superar el obstáculo y penetrar en el Océano Pacífico. El honor de este descubrimiento corresponde al portugués Fernando de Magallanes, quien, habiendo partido de la península ibérica en setiembre de 1519, se internó en el estrecho que después tomaría su nombre el 10 de noviembre de 1520. Magallanes prosiguió el viaje y entró en el Océano Pacífico, alcanzó las Indias Orientales y perdió la vida en las Filipinas, en un encuentro con las tribus indígenas. La "Victoria" fue la única de las cinco naves que retornó a su punto de partida, el 7 de noviembre de 1522. Era la primera embarcación había circunnavegado el globo, pero retornaba con tan solo dieciocho sobrevivientes a bordo.
Los años sucesivos vieron aumentar cada vez más la importancia del Estrecho de Magallanes, que fue pronto aprovechado también por Francis Drake, el corsario inglés, para tomar por sorpresa a las colonias españolas del Pacífico. A esta incursión España respondió intentando fundar dos colonias que controlaran el paso, pero por desgracia la iniciativa tuvo corta vida y todos sus habitantes perecieron en el lapso de pocos años.
No obstante esta infortunada iniciativa, tanto Inglaterra como España procuraron obtener el mayor número de informaciones topográficas y oceanográficas con el fin de mejorar su presencia en aquellas latitudes.
Entre 1826 y 1834 el Almirantazgo Británico organizó el primer gran relevamiento de los mares de la América Latina y de la Tierra del Fuego. La empresa fue capitaneada por Philip Parker King y por Fitz Roy sobre las naves "Beagle" y "Adventure". En 1831 se unió a la expedición el célebre naturalista Charles Darwin, quien con Fitz Roy remontó el Río Santa Cruz casi hasta el Lago Argentino. El imponente trabajo de los ingleses iniciaba la era de la colonización y de un más profundo conocimiento de esas tierras.
Bien pocos habían sido hasta entonces los viajes a las zonas no costeras, que permanecían, en la práctica, desconocidas. Constituyen excepción las exploraciones del misionero italiano Nicolás Mascardi y, más tarde, la de Tomás Falkner, quien durante veinte años realizó diversos viajes por el interior. Ulteriores conocimientos de la región cordillerana y de la pampa provinieron del trabajo de otros estudiosos, como Antonio Viedma y Alberto Malaspina, seguidos, a fines del ochocientos, por los argentinos Piedrabuena y Moyano, cuyo aporte al conocimiento de la Patagonia es, sin duda, uno de los mayores en sentido absoluto. Después de Moyano y otros pocos, la historia de las exploraciones de las tierras magallánicas nos toca de cerca porque, a partir de 1910, es también la del padre Alberto María De Agostini.
Alberto María De Agostini nació en Pollone, pequeño pueblo de Piamonte, en las cercanías de Biella, el 2 de noviembre de 1883. Fue ciertamente la feliz ubicación de la región natal, al pie de los Alpes, y la vecindad de Biella, cuna del alpinismo italiano, las que influyeron, desde la juventud, en el ánimo y las preferencias de De Agostini. La pasión por la montaña, por los grandes espacios y las zonas inexploradas creció con él, y ya sobre los Alpes supo destacarse como experto alpinista que acompañaba, junto a la acción, la investigación, los escritos y la documentación fotográfica.
En 1909, a los veintiséis años, consagrado sacerdote en la orden salesiana, abandonó inmediatamente Italia y partió como misionero hacia una de las regiones menos conocidas y más inhóspitas del globo: la Tierra del Fuego. ¿Qué era lo que lo impulsaba hacia allá? Ciertamente, la vocación sacerdotal y las exigencias de su orden, pero también, sin duda, ese espíritu de exploración en el cual apenas se ha mencionado la influencia de su hermano Juan, fundador del Instituto Geográfico que lleva su apellido.
Ya Don Bosco, fundador de la orden de los salesianos, hablaba de aquellas lejanas tierras con conocimientos superiores a los comunes. En sueños había tenido la visión de las riquezas y bellezas naturales aún ocultas en las regiones interiores de la Patagonia y de la Tierra del Fuego. En la obra de exploración de De Agostini podemos entrever por cierto también una voluntad permanente que tendía al propósito de demostrar en forma cabal que el sueño de Don Bosco era verídico, lo que, ante la magnitud del material reunido puede considerarse logrado.
Fue con estos antecedentes que inició una de las más completas obras misioneras que se conozcan: el eclesiástico se conjugó con el antropólogo, con el fotógrafo, con el geólogo, con el etnólogo y con el montañista, y todos estos aspectos, actuando como fuerzas conjuntas, permitieron a De Agostini alcanzar aquella estatura humana y espiritual que todos le reconocen.
El joven sacerdote llegó a Punta Arenas en 1910 y halló a sus hermanos de orden empeñados en la tentativa de sustraer de la declinación y de la destrucción a los últimos núcleos de los indios fueguinos. Desde varios anos atrás esa obra era llevada adelante con tesón por el prefecto apostólico de los territorios magallánicos, monseñor José Fagnano. Con gran habilidad diplomática, Fagnano logró obtener el apoyo de las más importantes familias de colonos, los Menéndez y los Braun, pero la situación era ya comprometida y se precipitaría muy pronto. La introducción de la cría de ganado desencadenó la caza del indio y dio definitivamente el golpe de gracia a la cultura indígena. Los salesianos se empeñaron esforzadamente en preservar de la invasión de la cultura occidental a los indios, agrupándolos en misiones adecuadamente construidas, pero la empresa no era fácil, dado que se debía también mantener una buena convivencia con los colonos y con los ricos propietarios que habitaban en los grandes centros.
En este cuadro De Agostini inició su obra, enseñando en las misiones y en los centros salesianos. Tan solo en el tiempo libre se dedicaba a las exploraciones que lo hicieron tan famoso. No obstante, ese escaso tiempo fue suficiente para permitirle documentar de manera completa todos los territorios magallánicos.
ÚLTIMA ESPERANZA Y MONTE MAYO
Desde los años 1912 a 1915, el padre Agostini exploró la cordillera Darwin en Tierra del Fuego. Allí se encontró con el monte Sarmiento que le deparó una profunda imprensión. Y entre 1916 y 1917 las exploraciones de De Agostini tuvieron como campo de acción la Patagonia y, precisamente, los grupos del Balmaceda y del Paine. El primer macizo surge al fondo de la bahía Ultima Esperanza, unos setenta kilómetros al nordeste de Puerto Natales. Alrededor de las laderas de la montaña De Agostini realizó algunos relevamientos para mejor definir la orografía. Bastante más laboriosa e interesante fue la exploración del macizo del Paine, situado un poco más al norte del Balmaceda.
De las descripciones conservadas es fácil comprender que ese grupo montañoso suscitó en el misionero una muy fuerte impresión, ya sea por la majestuosidad de las cimas como por la belleza del ambiente natural. En la región Última Esperanza, De Agostini veía (y no se equivocaba) un rincón del paraíso terrestre que había quedado oculto, durante años, a los ojos humanos. Varias veces efectuó excursiones por la zona, dejándonos una admirable descripción en sus libros y acompañándola de espléndidas fotografías.
A propósito del Paine se expresa así: "El lugar es de los más salvajes y grandiosos. Selvas, lagos, ríos, cascadas, constituyen el pedestal de este fantástico castillo torreado, con murallones gigantescos, acorazado de hielos, sobrepasado por agujas de terrible aspecto que tanta seducción ofrecen al denuedo de los montañistas."
En 1929 De Agostini efectuó la exploración del último extremo de territorio aún desconocido de la cadena, la cuenca terminal del Paine, que, por su forma perfectamente circular, fue confundida por Moyano, quien la entrevió a la distancia, con el cráter de un volcán extinguido. Del mismo año es la travesía de la Sierra de Los Baguales, macizo basáltico que separa el Paine del Lago Argentino. El grupo montañoso, aislado y salvaje, reservaba nuevas e inusitadas vistas al explorador, quien, en sólo siete horas de caballo, llegó de la estancia "Los Leones" a la estancia "Anita", sobre las orillas del Lago Argentino.
Concluida esta campaña, el salesiano proyectó su interés más al norte, sobre el mismo Lago Argentino y hacia los glaciares que allí se precipitan alimentándose en el corazón de la Cordillera. La región estaba prácticamente inexplorada, y eran desconocidos el paisaje y la orografía interna. Entre diciembre de 1930 y enero de 1932 De Agostini colmó estas lagunas geográficas visitando los fiordos Mayo y Spegazzini. Como siempre, su primera preocupación fue procurar alcanzar alguna cima que pudiese ser punto panorámico para los relevamientos. Con los guías Croux y Bron y con el doctor Egidio Feruglio, el padre De Agostini se dirigió primeramente al glaciar interno y después intentó la ascensión de la imponente pirámide del Monte Mayo. Favorecidos por un poco común período de buen tiempo, los cuatro lograron escalarlo y alcanzaron sin problemas los 2430 metros de la cima, de la cual podían dominar el fiordo y las tierras que se extienden lejos del mar. Era el 14 de enero de 1931, y desde la cima De Agostini tuvo una vista completa del territorio que lo circundaba. "Un panorama estupendo, indescriptible por la profunda vastedad del horizonte y por la sublime grandiosidad de los centenares de cumbres... son las primeras miradas humanas que contemplan estas soledades de hielo entre arrebatos de alegría y atónito recogimiento... La mirada se dirige ávida a través de aquella inmensa extensión de nieves, de hielo y de cumbres, que la cristalina transparencia de la atmósfera y la fulgurante luz del sol tornan aún más nítida, y procuro escrutar sus secretos."
Bastan estas palabras para aclarar las ideas acerca de qué tipo de explorador fue De Agostini: un científico riguroso, pero también y sobre todo un hombre sediento de conocimientos, impulsado por un fuerte deseo romántico hacia las soledades y lo desconocido, y además, un hombre de fe siempre pronto para asombrase ante las maravillas de la creación.
LA TRAVESÍA DEL HIELO CONTINENTAL Y EL FITZ ROY
También de 1931 es la primera travesía del Hielo Continental y de la Cordillera Patagónica Austral, cumplida asimismo con los tres compañeros que lo habían seguido en la ascensión al Monte Mayo. La empresa fue llevada a cabo entre el 24 de enero y el 13 de febrero. Bastante laboriosa fue, sobre todo, la travesía del inmenso glaciar Upsala, uno de los más extensos de la Cordillera. Más allá de la impresionante avenida helada, en las laderas del Monte Cono, los exploradores hallaron un oasis de verdura hasta con algunas hayas enanas, perdidas entre las morenas y los hielos. "Es un pequeño oasis verdegueante y florido entre la aridez de los glaciares y de las rocas, en una espléndida posición para establecer nuestro campamento."
Prosiguiendo la travesía, el grupo entró en un glaciar desconocido, que fue bautizado "Bertacchi". Luego fue descubierta una inmensa altiplanicie, que tomó el nombre de Meseta Italia. Los cuatro alcanzaron finalmente la cima virgen del Monte Torino, de donde contemplaron el subyacente fiordo Falcón y la costa del Pacifico. Si bien no concluida en todos sus objetivos, bien se puede decir que la travesía se cumplió, y el retorno se llevó a cabo por el camino de ida.
Esta realización es una de las piedras miliares de la historia de las exploraciones patagónicas, y solo muchos años más tarde será repetida y completada enteramente (1955-56) expedición de la Royal Geographic Society; H.W. Tilman y el chileno Jorge Quinteros, desde el fiordo Calvo hasta el Lago Argentino).
Con metódica progresión, siempre en busca de nuevos horizontes, de 1932 a 1935 el padre De Agostini visitó otras veces el macizo del Fitz Roy, seguramente el grupo montañoso más complejo e imponente de toda la Cordillera. En sucesivas campañas de exploración se adentró en los valles que, de las laderas de las montañas principales, confluyen en el Río de las Vueltas. Huésped de la estancia "Masden", pasó Navidad al pie de la Cordillera, escuchando las narraciones de su anfitrión, quien recordaba los tiempos en que esos lugares eran aislados y salvajes. Y así fue como decidió establecerse allí.
Encontramos, en este breve período de descanso, a un De Agostini hombre de Dios. Por otra parte, cuando se detenía en las estancias, el salesiano abandonaba siempre los hábitos del explorador y retomaba los del sacerdote, celebrando misas, consagrando matrimonios, administrando los sacramentos o también pronunciando tan sólo palabras de consejo o confortando los espíritus. Pero el llamado de la naturaleza salvaje y de la investigación estaban siempre presentes y los reposos no hacían más que dar a esos impulsos mayor vigor. Terminadas sus funciones como sacerdote, De Agostini volvía a ser hombre de aventura.
Ya en 1931 había podido admirar de cerca la elegante pirámide del Fitz Roy y había recibido una vivísima impresión. "Pero la atracción más imponente la constituye el Monte Fitz Roy ... Es el señor de toda esta vasta región montañosa, es otro Cervino, algo más modesto en cuanto a elevación pero no menos terrible por la verticalidad de sus paredes y la majestuosidad de su cúspide. El Fitz Roy es sin duda una de las montañas más bellas e imponentes de la Cordillera Patagónica..."
En aquella primera expedición de ensayo, De Agostini efectuó el reconocimiento del valle del Río Fitz Roy y penetró hasta el círculo terminal, encerrado entre las muy audaces agujas del Cerro Torre, ("que se yergue imponente al oeste, ostentando su grácil cima, altísima, coronada por un penacho de hielo, y sus formidables paredes de granito...") y la impresionante muralla noroeste del Fitz Roy.
Durante el segundo viaje a la región, el padre salesiano se adentró en el amplio valle del Río de las Vueltas, todavía entonces desconocido en su parte superior. Obviamente, tampoco eran conocidos los valles tributarios, aun cuando algún occidental los hubiese visto. En 1909 había penetrado en esos territorios un aventurero alemán en busca de fabulosos tesoros de las minas. Ese hombre se estableció definitivamente en la región, en un valle cuyo topónimo recuerda su sobrenombre: en efecto, él era conocido como Milodón, por haber sido el descubridor de la célebre gruta del Milodonte, en la región de Última Esperanza. El hombre llevó en aquellos lugares una vida solitaria que duró de 1913 a 1931, año de su muerte. Su verdadero nombre era Alberto Conrad y su cadáver fue hallado en su barraca con sus supuestos tesoros: algunos cristales de cuarzo.
En aquellos años se hablaba también de otra leyenda viviente, un individuo que podríamos describir como una mezcla de Robin Hood, Billy the Kid y Robinson Crusoe. Se trataba de un bandido uruguayo, Asencio Brunel, ladrón de caballos y de rebaños, terror de los indios tehuelches y de los primeros estancieros. Vestido de pieles de puma, Asencio dominó, como señor indiscutido, la región, y cumplió gestas casi legendarias, para terminar muerto por algunos colonos en un tiroteo digno de las mejores películas del Oeste.
Retornemos, pues, al protagonista de nuestra monografía, el cual proseguía sin pausas el reconocimiento de las montañas. Bastante provechosa fue la expedición al valle del Río Eléctrico en busca de una completa visión y conocimiento de las vertientes septentrionales del Fitz Roy. Formaba parte del grupo también el guía alpino Carrel, de la región de Aosta. El campamento de base fue instalado en el valle, cerca de un gigantesco peñasco errático que desde ese día, en memoria del sacerdote explorador, es conocido como Piedra del Fraile. Construida una cabaña de troncos, a causa del mal tiempo el grupo fue obligado a permanecer inactivo durante cerca de un mes. Al término de la forzada espera, el retorno del buen tiempo permitió recorrer la parte superior del valle del Río Eléctrico, asomarse al Hielo Continental y de allí dirigirse a la ladera noroeste de la Gorra Blanca. En el curso de la excursión, fue localizada y descripta una nueva cadena montañosa al norte del Cerro Torre, que fue llamada Cordón Guillermo Marconi. Se pudo además establecer la posición geográfica de los glaciares tributarios del lago San Martín.
Y, luego, durante buena parte de 1937, el padre Agostini se entregó a la exploración del lago San Martín y del Monte San Lorenzo.
DE AGOSTINI AMBIENTALISTA Y LA ASCENSIÓN AL SAN LORENZO
Junto a los muy precisos informes de viaje, a las descripciones de valles y sistemas montañosos que otorgan a menudo a las narraciones de De Agostini una atmósfera más bien monótona y fría, se agregan a veces consideraciones de carácter ambiental que testimonian, por el contrario, el amor por la naturaleza del gran explorador. Hallamos en ellas una constante preocupación del autor respecto de la progresiva invasión de los valles por parte de los colonos, invasión que conducía a inevitables perturbaciones del equilibrio ecológico.
Podemos hallar descripciones en este sentido cuando, por ejemplo, con gran tristeza describe las grandes y súbitas destrucciones forestales de Ultima Esperanza. "Cuando llegó allá don Orosimbo, inmensas zonas boscosas jamás holladas por ser humano alguno cubrían esta vasta región premontañosa, pero en pocos años, por causas fortuitas o intencionales, fueron destruidas por colosales incendios, que duraron semanas y meses enteros, favorecidos por la extraordinaria fuerza y continuidad de los vientos. Esta es la suerte que ahora les ha correspondido a todos los bosques precordilleranos de la Patagonia en su vertiente oriental". Otros fragmentos relativos al ambiente nos describen, por otra parte, algunas especies de animales en vías de extinción, como por ejemplo el huemul o ciervo de la Cordillera. "El huemul (Hippocamelus bisulcus, Mol) es todavía numeroso en los valles cordilleranos, pero, a medida que estos se van poblando, desaparece rápidamente. Sus principales enemigos son el león y el hombre. El primero lo caza para saciar el hambre; el segundo, por diversión o por razones aún menos justificables, aprovechando de su extrema timidez y docilidad".
Con esta pequeña digresión hemos llegado a la última exploración de De Agostini: el viaje a los valles del Río Baker y del Río Chacabuco. El salesiano alcanzó así los límites septentrionales de la Cordillera. De esta experiencia nos deja en sus libros más impresiones sobre la gente y sobre sus condiciones de vida que notas geográficas. Puntualiza las graves carencias respecto de caminos, cosa que llevaba a los colonos a un grave aislamiento y permitía que los bandidos se enseñorearan de la región. Uno de los colonos, conocido por De Agostini, quien tuvo ocasión de ser su huésped, le contó de un individuo que le robaba y mataba su ganado. El colono fue asesinado por ese mismo bandolero poco después de la partida del misionero.
Entre las notas de este ultimo viaje, muy característica es también la descripción de Vilches, extraño tipo de colono que vivía en un mísero tugurio. "No llegábamos en verdad a comprender cómo este singular ermitaño, con tanta madera del bosque a su disposición y con tanto tiempo disponible, no se había construido una habitación más confortable en un clima tan tempestuoso y frío, pero, por lo que parecía, el buen hombre estaba plenamente satisfecho y contento, sin demostrar ningún deseo de procurarse otras cosas fuera de las que poseía". En el corazón de De Agostini, ya sexagenario, permanecía empero el deseo de alcanzar la cima del monte San Lorenzo, cuya ascensión podía también simbolizar el digno coronamiento de un trabajo de treinta años en la Cordillera.
El momento propicio se presentó en la primavera de 1943. A causa de la situación bélica mundial, le fue imposible llamar a la Argentina a los guías alpinos italianos de los cuales siempre se había valido. Con todo, en el Club Andino de Bariloche encontró dos compañeros que parecían ser más que adecuados para la empresa: el guía suizo Alexander Hemmi y Heriberto Schmoll. Favorecidos por una serie de nuevas carreteras, los tres llegaron rápidamente a las laderas de la montaña, pero luego perdieron un tiempo precioso a la espera de 500 kilogramos de materiales para la expedición.
Una vez resuelto el problema, gracias a un casi increíble período de tiempo espléndido (quince días) el grupo logró instalar un campamento de avanzada en la cota de los 2320 metros, sobre el glaciar del San Lorenzo. El día 3 de diciembre, un primer asalto a la cima fue frustrado por el mal tiempo. Los tres se detuvieron en la cota de los 2925 metros y de allí descendieron hasta el campamento base, en el valle del Río del Salto. Hasta el día 14 el tiempo se mantuvo malo, impidiendo cualquier actividad, pero el alba del día siguiente despuntó grávida de promesas y el grupo decidió partir. Habiendo alcanzado el campamento de avanzada, un breve empeoramiento obligó a los escaladores a una pausa forzada, y sólo el 17 pudieron partir hacia la cima gracias a un inesperado mejoramiento del tiempo. Toda la ascensión se desarrolló entre dificultades técnicas, nieve y hielo, y con la preocupación de que el tiempo, ya inseguro, pudiese llegar a ser de nuevo malo e impidiese alcanzar la meta.
"...Nuestra mirada se dirige con ansiedad hacia las cadenas de montañas que se yerguen en el horizonte como para asegurarnos que continuarán los indicios de buen tiempo". Una espesa niebla acompañó el trecho final de la expedición, manteniendo a los escaladores en un constante estado de tensión y expectativa que se relajó tan solo en la cima. "Han transcurrido tres horas desde que emprendimos la ascensión de esta pared de hielo (vertiente noroeste) y Hemmi, que avanza cautamente, me pregunta con frecuencia: ¿En qué punto estamos?".
Llegados a una altura cercana a la cima, la niebla se disipó por un instante, dejando entrever la cumbre principal. "...Aparece frente a nosotros hacia el sur, en toda su grandeza y majestad, la cúspide excelsa del San Lorenzo. Un estremecimiento de alegría invade nuestro espíritu, mientras en coro exclamamos: ¡la cima! ¡la cima!".
Hacia las 16:30: "Hemmi se interna en una canaleta de hielo... Avanzamos con mucha cautela, uno por vez, con toda la cuerda tendida sobre el inseguro trayecto, porque una caída representaría un salto vertical de 2400 metros. En pocos minutos alcanzamos la inmaculada cumbre. Son las 17:30... Extraigo de la mochila una estatuilla de María Auxiliadora y, después de haberla asegurado a un asta preparada a propósito, la clavo profundamente en la nieve. La Virgen Santísima, desde esta cumbre dominante que constituye el confín entre la Argentina y Chile, velará por la paz de las naciones hermanas y por la prosperidad y el triunfo de la obra salesiana en la Patagonia. Schmoll, entre tanto, ha atado a un asta la bandera argentina y el gallardete del Club Andino de Bariloche... Agregó una banderita tricolor italiana... las dos banderas flamean gallardas sobre la cima augusta... y la noble enseña argentina parece fundir sus colores blanco y celeste en una admirable armonía con la candidez de las nieves y el azul del cielo. Festejamos nuestra victoria bebiendo una copita de coñac...".
La noticia de la ascensión fue recibida con incredulidad y se difundió por doquiera en la pampa. Durante una etapa del viaje de retorno, De Agostini tuvo ocasión de escuchar el juicio que un gaucho formulaba sobre la increíble empresa, presumiendo ante los allí presentes: "A mí no me la cuentan (decía): yo he visto de cerca la cima del San Lorenzo: es terrible. Si no la han enlazado, no es posible que la hayan escalado".
DE AGOSTINI, AVIADOR, ESCRITOR Y FOTÓGRAFO
En 1937, el padre Agostini sobrevuela parte de la cordillera en el monoplano "Saturno", en un vuelo que duró cuatro horas. Ahora ya seguro que el sueño de San Juan Bosco, en el cual el santo vió las riquezas y las posibilidades aún no aprovechadas de las tierras magallánicas, influyó no poco en la actividad de De Agostini. Su misión en la Patagonia no consistía sólo en ser pastor de almas: a ello debía sumarse la actividad de exploración, actividad encaminada también a confirmar con datos tangibles el sueño de Don Bosco.
Evidentemente, para hacer esto se necesitaba ser un apasionado de la aventura, alpinista, fotógrafo, aviador, escritor. Sin lugar a dudas, estas características se hallaban reunidas en el padre De Agostini. Tenía por coetáneos a numerosos alpinistas-fotógrafos de aquella que se podría considerar la "escuela de Biella", que tuvo sus máximos representantes en Vittorio Sella y en los hermanos Piacenza. Y ya antes de partir para América del Sud había manifestado dotes no comunes de fotógrafo, participando en algunos concursos de temas paisajísticos en Italia, habiendo obtenido también un primer premio. Si bien muy inclinado hacia la fotografía artística, que caracterizó también parte de sus primeras realizaciones americanas (con las cuales participó en concursos fotográficos en Río de Janeiro, Santiago, Valparaíso y Concepción), el salesiano debió renunciar a esta inclinación para dedicarse a la fotografía meramente documental. No fue por cierto una elección difícil, y de cualquier modo era necesaria por cuanto la documentación de tierras y montañas desconocidas ocupaba, por su importancia, el primer puesto. El tiempo físico y meteorológico no permitían, por cierto, entregarse a elaboraciones extravagantes y laboriosas: lo más importante era reunir la mayor cantidad posible de datos, sobre todo desde el punto de vista fotográfico.
De Agostini cumplió en efecto plenamente esta tarea, considerando que sus libros y las fotografías que los ilustran son aún hoy un precioso cofre de informaciones sobre las tierras magallánicas. Junto al voluminoso trabajo fotográfico debemos recordar también dos filmaciones, Tierras Magallánicas y Tierra del Fuego, difundidas tanto en América Latina como en Europa.
Si fotografías y documentales fueron tal vez el instrumento más importante usado por el explorador nacido en Pollone, no debemos con todo olvidar la inmensa obra literaria que se agrega a ellos. Veintidós son los libros y las guías, aun turísticas ("Guía Turística de Magallanes y Canales Fueguinos" y "Guía Turística de los Lagos Argentinos y Tierra del Fuego"), escritos entre 1924 y 1960, ya sea en italiano o en castellano. Ciertamente los más conocidos son "Ande Patagoniche - viaggi di esplorazione nella Cordigliera Patagonica australe", de 1949, "Trent'anni nella Terra del Fuoco", publicado en 1955, y "Sfingi di ghiaccio" ("Esfinges de hielo"), de 1958. Además de los libros existe una increíble cantidad de artículos y ensayos aparecidos en diarios y revistas en Italia, la Argentina y Chile.
En todos estos escritos, la parte de la geografía y las ciencias naturales ocupa un lugar preponderante, hasta el punto de hacerlos parecer por momentos monótonos y tediosos. No obstante, de una más atenta lectura es a menudo posible captar la dimensión humana del autor, su sed de espacios desconocidos, su búsqueda de un mundo todavía incontaminado y primordial, donde la divinidad fuese todavía bien perceptible y mostrase sin velos sus rostros.
La obra escrita, como la fotográfica, constituye un importante testimonio tendiente por entero a mejorar y difundir el conocimiento de las regiones magallánicas, pero en ambas se encuentra algo más, que sin duda las torna más ricas y completas. Este algo es la constante voluntad de confirmar a aquel sueño de Don Bosco que vio: "...en las vísceras de las montañas, en las profundidades de las llanuras. Tenía en vista las riquezas incomparables de estas regiones, que un día serían descubiertas..."
EL PROBLEMA DE LOS INDIOS
En muchos textos de De Agostini hallamos un espacio especial dedicado a estudios etnográficos y a consideraciones sobre las condiciones de las tribus indígenas que iban gradualmente desapareciendo bajo el acoso de la civilización blanca. Evidentemente, el salesiano tomaba muy a pecho el problema; él, por lo demás, como muchos de sus hermanos de orden, se hallaba casi impotente frente a la progresiva declinación de esas gentes. En su peregrinar tuvo ocasión de familiarizarse con los representantes de todas las etnias: los onas, los yamanas y los alacalufes de la Tierra del Fuego; los tehuelches y los araucanos de la Patagonia. También en este caso De Agostini se muestra muy capacitado para describir y nos deja precisas apuntaciones sobre las características antropomórficas de las diversas tribus, sobre sus tradiciones y usos, sobre sus creencias religiosas y vínculos sociales. La obra del misionero reviste en este sentido enorme importancia, pues permite conocer una realidad hoy desaparecida.
La precaria situación de los indígenas y las continuas persecuciones de que eran objeto fueron gran motivo de congoja para el sacerdote, quien por decirlo así se hallaba entre dos estados de ánimo diversos. Por un lado, como hombre de caridad, debía mirar por las poblaciones indígenas: era preciso deber suyo protegerlas y procurar integrarlas de manera lo menos traumática posible en la nueva situación social que estaba imponiéndose.
Por otra parte, empero, De Agostini se daba perfecta cuenta de ser él mismo, junto con la civilización blanca, un perturbador de los equilibrios seculares derivados de un milagroso acuerdo entre hombre y naturaleza. No obstante, no podía tampoco olvidar a sus fieles, los colonos, los mineros y todos los que habían llegado a aquellas tierras en busca de fortuna.
No obstante ello, muy a menudo De Agostini denunció abiertamente los delitos que los estancieros cometían contra los indios y llegó hasta a acusar en un libro suyo a Manuel Senoret, gobernador de Punta Arenas, Este había deportado tribus enteras, empujándolas hacia Punta Arenas con el pretexto de "sustraerlas de la miseria y asegurarles el alimento y el vestido de que carecían. La responsabilidad de estas guerras de exterminio contra los onas recae en gran parte sobre el gobernador Senoret... Para proteger los intereses de algunos... y también para oponerse a los misioneros salesianos que él habría querido expulsar de la isla de Dawson, de la cual codicia los bosques y los pastos, favoreció la más indigna de las persecuciones. Expuestos casi desnudos por las calles de la ciudad, los indios fueron distribuidos entre cuantos los requerían (remate de indios) sin tener en cuenta los antecedentes de tales solicitantes...".
Este no es sino el episodio más significativo de la lucha de De Agostini en favor de los indios, lucha verdaderamente difícil y perdida de antemano. En sus escritos todavía leemos: "Los pastores, en gran parte anglosajones, eran quienes veían en los indígenas el mayor impedimento para la propagación de sus rebaños, y de allí la caza sin piedad a que se los sometía como si fuesen animales feroces. El inglés Sam Jslop se vanagloriaba hasta de usar correas fabricadas con la piel de los indígenas, que obtenía de las espaldas de estos infelices. Otro terrible perseguidor de onas fue el escocés Mac Lennan, administrador de la estancia 'Primera Argentina'... Para gloriarse de sus nefandos exterminios, equiparaba el número de sus víctimas con el de los whiskies que había bebido, y que no debían de ser pocos porque se hallaba en perenne estado de embriaguez. Dado que los indígenas, para así mitigar el hambre, se cebaban sin repugnancia en los animales que encontraban muertos por el campo, los pastores envenenaban grandes trozos de carne con estricnina para triunfar más fácilmente en su inicua campaña".
Concluyamos este capítulo también con algunas consideraciones de De Agostini a propósito del problema indígena. "También aquí, como en el Lejano Oeste, como en la Pampa y en el Chaco, la suerte de los indígenas estaba inexorablemente marcada; también aquí, la idéntica historia de todas las colonizaciones... En este triste y rápido declinar de la raza fueguina les correspondió a los misioneros salesianos la noble aunque ingrata tarea de defender al indígena contra el blanco, al débil contra el pionero audaz e inteligente, ávido de lucro, al cual sonreía una fácil e inmensa fortuna en la conquista de esas tierras, hasta entonces dominio absoluto de los onas... Ya no escucharán más las selvas vírgenes, en la quietud profunda de una noche lunar, las antiguas leyendas del héroe Kuanip, hijo de la montaña roja, y de su infortunada esposa, la graciosa Oklta, transformada en murciélago. El koliot (forastero), venido de regiones lejanas, sediento de riquezas y dueño de armas mortíferas, ha cumplido con rapidez su obra nefasta, destruyendo para siempre la felicidad secular de esta raza primitiva, que desde hacía siglos vivía solitaria e innocua en la más singular región de la tierra".
No obstante su avanzada edad, De Agostini continuó trabajando activamente, reordenando sus estudios y pensando siempre en las tierras patagónicas. Le había quedado el deseo insatisfecho de conquistar la cima del Sarmiento, pero también esto debía ser alcanzado por su tesonera voluntad: fue De Agostini, ya viejo, quien guió la expedición italiana que en 1956-57 conquistó la cima con Clemente Maffei y Carlo Maun, grupo que después escaló el Monte Italia.
Vuelto a Italia, donde a menudo solía pasar los meses que en la Patagonia eran menos buenos, el padre De Agostini murió el 25 de diciembre 1960 en la Casa Matriz de los Salesianos de Turín.
Fuente:www.tecpetrol.com
miércoles 22 de diciembre de 2004
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LA CUEVA DEL MILODÓN |
TRAS LOS PASOS DEL MILODON
El Milodón, era un gran herbívoro y mamífero del género de los gravígrados que semejaba a un gran oso con cabeza de camello. Pertenecía a la misma familia el armadillo,el oso hormiguero y el perezoso actuales y, se calcula medía dos veces el tamaño de un hombre. Las causas de su extinción, hace 10 o 13 millones de años, no están del todo claras: pudo ser cazado por los primeros hombres que habitaron el extremo sur del continente, o porque los afectó un cambio climático muy importante, pues subió la temperatura y cambió en extremo la vegetación. Un tercer factor que pudo influir en la desaparición de esta especie, es la actividad volcánica, o bien pudo deberse a todos estos factores en su conjunto
VESTIGIOS
Fue un colono alemán, establecido cerca de Puerto Natales, el que en 1895, en compañía de unos amigos y su hijo, halló los restos de este animal prehistórico a 24 kilómetros de Puerto Natales. Lo que en realidad encontró Hermann Eberhard fue un trozo de piel de animal muerto que medía 1,50 de largo por 90 cms. de alto. El descubrimiento concitó la atención de muchos científicos que arribaron al lugar para denominarlo y desarrollar estudios paleontológicos, arqueológicos y morfológicos, sustentados en los vestigios hallados, vale decir, una garra, otros trocitos de piel y fecas del animal. Después de muchos análisis los científicos lo denominaron definitivamente como Mylodón Darwinii listai.
Las características ambientales propicias de la cueva hicieron que los restos del animal fueran encontrados en muy buena conservación. (El original fue vendido al British Museum).
LA CUEVA DEL MILODON
La Cueva del Milodón o Gruta Eberhard mide 30 metros de alto por 270 de longitud y 200 de profundidad. Está inserta dentro de un peculiar conglomerado de rocas denominado Silla del Diablo. A la entrada hay una réplica del animal en fibra de vidrio y un museo con la historia la paleontológica, arqueológica y morfológica del área. El lugar hoy se constituye en una gran atracción turística, siendo miles la personas que lo visitan diariamente entre octubre y marzo, aunque se puede visitar todo el año. En el lugar también se han encontrado abundantes restos de otras formas de fauna anterior a la ocupación humana. Actualmente, es quizás, el sitio más conocido por el público en el sector. Históricamente, ha sido tratado en novelas y libros de viaje, también ha sido escenario y motivo de extraordinarias aventuras míticas y fílmicas, por ejemplo: una expedición enviada a cazar un milodón vivo. Además ha recibido visitantes ilustres como los naturalistas Darwin, Nordenskjold y Skottsberg. Actualmente la entrada tiene un valor de $ 2.500 para los extranjeros y $ 1.500 para los chilenos.
SUGERENCIAS
Si viaja en forma particular después de salir desde Puerto Natales, diríjase aproximadamente 8 kilómetros, tome el desvío a la izquierda, hacia Puerto Prat, saliendo de este pueblo tome el camino de la derecha en el primer cruce, 4 Km más al norte encontrará otro cruce, esta vez tome el camino de la izquierda y recorriendo dos kilómetros más llegará a la guardería de Conaf. Camino señalizado, de ripio, transitable, todo el año, se recomienda en invierno el uso de vehículos altos y cadenas. Existe una guardería y un museo de sitio que tiene una oficina de atención de público. Se puede visitar todo el año. Cuenta con 2 áreas de merienda implementadas con mesones rústicos, basureros y letrinas sanitarias. Está a cargo de CONAF y no tiene cobro por su uso.
Senderos de Excursión: Sendero a la Cueva del Milodón (Sendero Cueva Grande):
Tipo de sendero educativo. Extensión: 800 m. y 30 minutos tiempo aproximado de recorrido. El sendero interpretativo cuenta con estaciones donde se explican diversas interrogantes relacionadas con el lugar que se visita. Es apto para todo tipo de público. En la parte exterior de la cueva del Milodón, el sendero está constituido con rodelas de madera y en la parte interior con piedra laja y cemento.
Sendero Cueva Chica:
Este sendero es de una extensión de 35 m. confeccionado en su totalidad de piedra laja y cemento sin estaciones explicativas.
domingo 19 de diciembre de 2004
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ESTA DESPARECIENDO UNA RAZA ABORIGEN |
Ha convivido dos semanas con los indios alacalufes. La curiosidad científica, la inquietud por el estudio y el deseo de aportar un grano de arena a la pauta del saber, llevó al etnólogo suizo, Sr Daniel Hammerly Dupuy, a recorrer las tolderías indígenas de Magallanes.
Visitó primero a los yaganes y a los onas del sur, estudió sus costumbres, sus características y regresó con un notable bagaje de conocimientos. Las palabras del señor Hammerly, si bien coincidentes con el pesimismo de otros científicos, respecto al triste porvenir de los pocos indígenas que aún existen en Navarino, fueron las de un investigador que llega a un final deseado.
Posteriormente, quiso saber de los alacalufes y se dirigió, tras notable odisea, a Puerto Edén.
Y allí, convivió dos semanas con los alacalufes.
Llegó a Punta Arenas, después de sortear dificultades de transportes, no por cierto muy lógicas, con los ojos enrojecidos por el humo del cubil alacalufe y alguna marca dejada en su pierna, por las fauces del perro amigo de los indígenas que desconocía las ropas civilizadas.
Nos habló con entusiasmo de algunas observaciones que pudo hacer; con extrañeza de otras y por último, con verdadera y legítima indignación de las más.
Su admiración hacia la resistencia orgánica del alacalufe, no tiene límites; su asombro por lo que se podría hacer en beneficio de todos y no se hace, es grande. Su indignación por el trato que recibe el indio es justa.
El indio alacalufe debe librar una lucha verdaderamente increíble, para subsistir, para vencer a la naturaleza cruel que envuelve al medio en que vive.
Busca su pobre alimento natural, en el fondo de los canales y obra en forma que era ignorada aún por los más grandes investigadores. La india alacalufe bucea como no lo harían los mejores nadadores del mundo. Usa de medios de protección casi nulos: calentarse los dedos con el aliento, durante el corto espacio de tiempo que se da, entre buceo y buceo.
Puerto Edén, sus alrededores y sus indios, podrían ser motivo de atractivo turístico sin igual. "Si el mundo supiera algo de aquello, la corriente turística sería de enorme importancia", es un verdadero Edén… pero en él reina la maldad llevada a su grado extremo.
Y el señor Hammerly Dupuy, descubriéndonos un estado de cosas inconcebibles nos dice:
PIEL DURA
- Los indígenas refugiados en Puerto Edén, se llaman ellos mismo "Kaueskar". Este nombre significa "piel dura" (Kaues: piel; Kar: designación de todo lo que es duro). Piel dura para soportar el frío; piel que templan desde la más tierna infancia en el agua del mar.
Piel dura si, pero no alma dura; piel insensible al frío pero que no recurre a un espíritu indiferente. Esto es lo que han olvidado muchos loberos y choreros al dar a los indígenas un trato peor que a las bestias".
Sus palabras nos hacen reaccionar sorpresivamente; a pesar de conocer la poca atención que se le da al indígena, cuya verdadera situación se conoce a través de estadísticas y estudios concienzudos, que llenarían un estante enorme, no podíamos concebir que la barbarie contribuyese a su extinción.
- No sabíamos que existiesen enemigos del indio… hasta tal grado.
DESPOJO Y ROBO
- Los enemigos del indio desfiguran el carácter de éste. Pero si el indio supiera llegar hasta la prensa tendría mucho que contar.
- ¿Es acaso la víctima de despojos?…
- No solamente es despojado de las pieles de lobos y de nutrias, mediante asaltos que permanecen en la impunidad, sino que se los despoja de sus hijos y se lo priva de las libertades fundamentales que corresponden a la naturaleza humana.
- ¿Hasta tal extremo puede llegar el abandono en que se encuentran?
- Las armas de fuego paralizan al hombre considerado como primitivo y que sólo conoce el uso del arpón. El trueno del estampido de la pólvora, seguido del derrame mortal de la sangre, representa un poder demasiado enérgico para los que necesitan estar mucho tiempo al acecho para atrapar una nutria o un lobo marino.
- ¿Así es que no hay protección para ellos?…
- Los indios de Puerto Edén se hallan, felizmente, bajo la protección material de la aviación, que reparte en forma de alimentos los sueldos de cuatro personas entre ellos. Esta es una obra muy meritoria. Lamentablemente dicha labor pierde gran parte de su eficacia por el hecho de que en la misma bahía se instalaron cerca de un centenar de choreros, que atropellan contínuamente a los aborígenes.
BRUTAL ATROPELLO
Continúa nuestro interlocutor:
"Cuando las indias bogan en sus canoas, en plena bahía de Edén, los sátiros que se dedican a la pesca, barcos naúfragos, esperan que esas pobres mujeres se alejen entre las islas para producir el asalto infame a mano armada.
- ¿ ….?
- Las mujeres indígenas bucean totalmente desnudas para extraer choros de las profundidades del mar. Es un buceo arriesgado que las obliga a someterse a un frío casi torturador. Para huir del ataque sexual de los "civilizados" deben nadar rápidamente hasta la piragua abandonando sus ropas en la costa…
La huida precipitada no siempre da lugar a recoger a todas las compañeras. Pero la experiencia les ha enseñado que es preferible que la tragedia caiga sobre unas pocas que sobre todas, sin excluir a las niñas de corta edad. A la pobre víctima que queda rezagada, deben pasar a recogerla más tarde o al día siguiente.
CONSECUENCIA FUNESTAS
-Pero estas prácticas brutales deben tener consecuencias terribles…
-Las consecuencias de estos atropellos se hacen sentir en todos los órdenes de la vida del indio. La impiedad de los asaltantes desencadenan sobre los indios un trío demoniaco: enfermedad, hambre, muerte.
Enfermedades que arruinan a una raza y apresuran su extinción. Hambre de los aborígenes que se ven privados de sus derechos legítimos a la vida. Muerte bajo la ruca colectiva donde a falta de suficientes cueros para protegerse de las inclemencias de la región, tuvieron que recurrir a los cueros de varias familias para no quedar a la intemperie.
CLAMOR QUE DEBE SER OIDO
Termina el señor Hammerly Dupuy:
- El clamor del indio de los canales debe llegar hasta quienes puedan remediar esas condiciones que difícilmente tendrán parangón en cualquier otro lugar del planeta.
En las humildes chozas de los indígenas de los canales chilenos se llora de dolor e indignación. Las lágrimas de fuego corren dentro de las venas de una raza que se extingue sin ser defendida por quienes debieran ser sus hermanos mayores; los hombres blancos, que no siempre tienen un espíritu del mismo color…
Hasta aquí nuestra charla con el etnólogo suizo que ha llegado hasta nosotros para descubrir algo que sabíamos. La preocupación por el indio aborigen magallánico, ha sido mucha ultimamente: el color de su sangre; sus rasgos fisonómicos… antropología.
Y mientras se escriben libros científicos en los cuales se consignan los últimos datos recogidos entre ellos, el hombre blanco, brutal, les aprieta el cuello con el dogal de su barbarie civilizada.
"NOTICIAS GRAFICAS DE MAGALLANES" 21 de mayo de 1947.
martes 23 de noviembre de 2004
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OSVALDO WEGMANN HANSEN: EL MILODÓN Y EL LOCO |
La Prensa Austral, 7 de mayo de 1981
En el año 1894, poco después de arribar a estas latitudes, en busca de campos para iniciar la ganadería en la región, el capitán de la Marina Mercante alemana Hermann Heberhard, descubrió en la ladera del cerro Benítez, a 17 kilómetros al N.N.W. de Puerto Natales, una curiosa caverna, que poco tiempo después también llevó su nombre.
El año 1895, atraídos por el interés que Última Esperanza despertaba en Magallanes, llegaron a la región en viaje de estudios, el geólogo sueco Otto Nordenksjold, el sabio inglés Dusen y el zoólogo Ohlin.
Un marinero alemán llamado Alberto Conrad, que trabajaba con el capitán Eberhard, sirvió a los cientistas como guía, para explorar la zona, en busca de motivos de estudio, como ser ejemplares de flora y fauna y gea, sobre todo piezas de orígen volcánico. Entonces Conrad los llevó a la extraña caverna, decsubierta hacía poco tiempo por Eberhard y un guardiamarina inglés y les mostró semienterrados, los restos fósiles del milodón, despejados por Conrad. El animal prehistórico sería después de estudios, un desdentado del género glossotherium, llamado milodón, idénticos a los que Darwin descubrió en su época al sur de Bahía Blanca.
Expediciones científicas posteriores, como la de Hauthal, Roth, Lehmann y Nietche, encontraron todavía restos de ese animal prehístorico lo mismo que Emperaire muchos años después. Hallaron además esqueleto de un tigre desaparecido, félix listai, el terrible "tigre dientes de sable" que atacaba a los milodones. Todos estos huesos fueron llevados al Museo de la Plata y en mayor proporción al Museo de Londres donde aún estarían encajonados, según averiguaciones hechas en los últimos años por altos funcionarios de Magallanes.
La caverna del Milodón cobró gran importancia, en especial de parte de viajeros, de periodistas y de hombres de estudio. La caverna vecina, la cueva chica, en la que correteé en la infancia, es más impresionante, porque es estrecha, oscura, penetra en el cerro como un túnel, desciende y no se le conoce fin. Sobre ella se han hecho detalladas descripciones en libros, revistas y diarios nacionales y extranjeros.
Los curiosos que han logrado llegar hasta ella han querido siempre llevar un recuerdo y es así como a martillazos han destruído las estalactitas y estalacmitas de esta caverna y de la otra, para llevárselas como trofeos. De esta manera el gran atractivo de las cuevas, sobre todo de la chica, se va perdiendo y si no se toma una determinación enérgica, se terminará con la obra de cientos de años de la naturaleza.
La gente tenía una idea errónea de lo que fue el Milodón, pues creía que se trataba de un animal de proporciones gigantescas. Era grande sí, pero no tanto. Las dimensiones reales las da la estatua confeccionada en los últimos años por el escultor natalino Harald Krusseel, la que después de ser exhibida en el Museo de la Patagonia, fue trasladada definitivamente a la entrada de la gran cueva. Allí está, erguida, natural, idéntica, tal como lo vieron los hombres primitivos hace 10 mil años, con sus garras enormes, con que cogía las hojas de los árboles.
Lo que falta, para darle más vida y animación al paísaje, es una escultura del hombre primitivo, junto a la fogata, frente al Milodón, como fue realmente la vida en Ültima Esperanza en esos tiempos.
martes 9 de noviembre de 2004
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ZONA AUSTRAL |
Chiloé - Aysén y Magallanes, División Política Administrativa
Por el Coronel Ramon Cañas Montalva
"CHILE es algo más que una simple capital en vías de construcción; que un reducido centro agrícola, o un conjunto de comunas que oímos nombrar por primera vez en un computo electoral". - Chile o una loca geografía - De Benjamin Subercaseaux.
Puede decirse, que sólo los intereses secundarios, y no pocas veces, de orden político - electoral, han influido en las modificaciones de la división administrativa interior, mientras otros, un tanto simplistas, de carácter meramente sentimental, han inspirado las del plano internacional.
Hoy más que ayer, en que las orientaciones políticas tienden a buscar una "economía dirigida" en manos del Estado, corresponde al problema de la subdivisión administrativa un rol, no sólo preponderante, sino fundamental al buen gobierno de cada comarca.
Nada como la situación geográfica de un país, zona o provincia, determinada por su latitud y longitud; procura mayores posibilidades a su desarrollo y progreso. De ahí, que al considerar este aspecto en íntima relación con los factores que determinan su valor intrínseco, deba, su limitación política - administrativa o internacional, ser materia de consideraciones severamente apreciadas. En ello estriba sin duda gran parte de la acertada solución a sus problemas vitales; aparejados éstos, al clima, a la producción, a las vías de comunicación, densidad e idiosincrasia de sus poblaciones, etc.
Atendiendo a las condiciones geográficas generales de cada zona, podemos diferenciarlas en regiones continentales o interiores, marítimas y mixtas; y con relación a sus límites en: naturales y convencionales.
La Zona Austral de que nos ocupamos por su extensión y excepcional configuración. Presenta características favorables, a clasificar o dividir sus territorios, en sectores: "insulares" (marítimos), como en el caso de Chiloé; y mixtos (continentales - insulares), en las zonas de Aysén y Magallanes.
Por otra parte, un sinnúmero de notables accidentes geográficos facilitan una señalización natural.
Magallanes, Aysén y Chiloé, básicos eslabones de lo que insistimos en denominar "ZONA AUSTRAL" separadamente de las regiones continentales de Llanquihue al norte no han escapado a las inconveniencias de esta política. En este mismo momento procúrase una nueva revisión, aunque afortunadamente inspirada esta vez, en propósitos severos y definidos, como los que han informado la creación por parte de S.E. el Presidente de la República de la "Comisión de Estudios de la Zona Austral" y de cuya labor pende parte de los proyectos que deben ser sometidos a la consideración del congreso. Sin embargo, y aún cuando es de esperar positivas ventajas de las disposiciones que contengan, creo del caso puntualizar algunos aspectos tendientes a generalizar un mayor interés por tan delicado problema, cuya acertada solución sólo puede ser la consecuencia de - severos estudios geográficos - en relación como hemos dicho con los recursos naturales de cada región, sus posibilidades existentes de comunicaciones interiores, como en las zonas complementarias a su progreso.
Si del estudio que nos preocupa, se desprende la influencia a que está llamada toda distribución administrativa con relación al progreso nacional, que es su principal objetivo; lógico es empezar por terminar, una acertada división de las "diferentes zonas geográficas" que caracterizan al territorio nacional; asunto que hasta ahora fluctúa sobre apreciaciones más o menos personalistas.
Con sobrada razón el profesor Mann al analizar los factores básicos que determinan "el carácter de una nación en cualquiera de sus etapas evolutivas", señala como básicos a su formación: "el espacio que forma el teatro de la vida Nacional, o sea, su escenario geográfico, y la constitución racial de la población". En síntesis, clima y suelo, determinan la base materia lo física en que sentar la grandeza de un pueblo; de ahí que no sean pocas, las intenciones, movidas a señalar divisiones que faciliten su organización y desarrollo; aspecto de muchísima mayor trascendencia y dificultad de lo que a primera vista parece.
Como el espíritu de nuestro estudio se inspira en el deseo de obtener "conclusiones lógicas" en beneficio del progreso de las zonas australes que nos ocupan, expondremos dentro del límite prudencial de un trabajo como éste, opiniones tendientes a facilitar la solución perseguida.
PRINCIPALES SECTORES (ZONAS) DEL SUELO NACIONAL
Sin remontarnos a las históricas apreciaciones de geógrafos como Pisis y Domeyko, recordaremos lo señalado por los textos de don Julio Montebruno, ya que ellos han servido fundamentalmente a la orientación de las actuales generaciones, a quienes ha correspondido en mucha parte, el estado actual del problema.
Según Montebruno, el territorio de Chile se divide:
"I. - SECCION DEL NORTE.-
a) Región de los desiertos.
b) Zona comprendida entre el río Copiapó y la Cuesta de Chacabuco.
"II.- SECCION DEL CENTRO.-
a) Zona comprendida entre la Cuesta de Chacabuco y río Aconcagua por el Norte y el Volcán Copahue y ríos Laja y Bío-Bío por el Sur.
b) Zona entre el Laja y el Bío-Bío y el Canal de Chacao.
"III.- SECCION AUSTRAL DE CHILE.-
"Generalidades.- La Sección Austral de Chile, que se extiende desde el Canal de Chacao y Golfo de Reloncaví hasta el Cabo de Hornos, a través de 14 grados de latitud, contiene una escasísima población y actualmente influye muy poco en el desarrollo económico del país. Desde el punto de vista geográfico, es una de las comarcas más notables del globo.
"El rasgo dominante de esta parte de Chile es una extrema desmembración. El territorio chileno tan cerrado y uniforme más al Norte, se quiebra y fracciona aquí como en pocas regiones de la tierra.".
Don Ismael Gajardo, por su parte, asigna en ediciones modernas de su Geografía Física, cuatro regiones o zonas, basadas en su aspecto, clima y producción:
1ª.- Zona de los desiertos o región salitrera.
2º.- Zona de los valles transversales o región minera agrícola.
3º.- Zona del valle central o región agrícola;y
4º.- Zona patagónica o región ganadera.
Expresando con respecto a la Zona Patagónica lo siguiente:
"En la Zona Patagónica el Valle Central desaparece, convirtiéndose en numerosos canales y ensenadas; la cordillera de la costa se transforma en multitud de islas, granes algunas de ellas, entre las que se cuentan los archipiélagos de Chiloé, Guaitecas y Chonos.
"En esta zona, las lluvias son muy abundantes y precipitadas, la vegetación es exuberante; casi todo el terreno está cubierto de bosques de diferentes clases de árboles útiles para construcciones y mueblería.
"Los Andes se levantan hacia el Pacífico y bajan como escalones hacia el oriente. Se cubren de nieve y en las quebradas se forman grandes ventisqueros.
"Los ríos nacen en territorio argentino, atraviesan las cadenas que forman la cordillera andina y llegan a los canales, como el Puelo, el Palena y el Aysén.
"El clima es templado y lluvioso, y, por su aspecto, la Patagonia es un campo nevado, con valles muy fértiles y cubiertos de alerces, hayas, coligües y pastos.
"Los lagos Buenos Aires, Cochrane y San Martín envían sus aguas al Pacífico.
"Esta zona se distingue por la gran producción de maderas en la parte del Norte y de lanas, en la parte del Sur; los turbérculos se desarrollan muy bien, y no faltan los cereales y ciertasespecies de legumbres y frutas en su parte Norte.
"Es rica en lavaderos de oro, en carbón y en yacimientos de mármol, en la isla Cambridge, y se tienen fundadas esperanzas de encontrar pronto los ricos veneros de petróleo, que abrirán un horizonte inmenso a las espectativas industriales y comerciales de esta próspera y laboriosa región.".
El Dr. Salvador Allende sostiene en su interesante estudio Médico - Social, desde un plano más realista de las conveniencias nacionales, cuatro zona geográfico-económicas, bien diferenciadas:
"1º.- Zona Minera, que se extiende desde el límite con el Perú por el Norte, hasta el río Copiapó, comprende en consecuencia, las Provincias de Tarapacá, Antofagasta y Atacama.
"2º.- Zona minera-agrícola, que se extiende desde el Valle de Copiapó hasta la Cuesta de Chacabuco con las Provincias de Coquimbo, Aconcagua y Valparaíso.
"3º.- Zona Agrícola, desde la Cuesta de Chacabuco hasta el Canal de Chacao, que comprende todas las provincias del valle longitudinal.
"4º.- Zona maderera ganadera, desde el Canal de Chacao hasta el Cabo de Hornos, constituída por los territorios de Aysén y Magallanes".
Por su parte el Gobierno, en abril del año 41, por Decreto Supremo y persiguiendo un fin informativo a la Presidencia de la república, estableció cuatro Zonas administrativas, organizadas con el nombre de Subsecretarías Regionales.
Dicha división establece:
REGION NORTE.- Tarapacá - Coquimbo.
REGION CENTRAL NORTE.- Aconcagua - Valparaíso.
REGION CENTRAL SUR.- Linares - Concepción.
REGION AUSTRAL.- Cautín - Magallanes.
Aun cuando las divisiones mantenidas por los autores anotados, y que hemos transcrito con el propósito de un mayor abundamiento a la división propiciada, estimo como más aproximadas a las actuales posibilidades físico - económicas del territorio la siguiente subdivisión:
ZONA NORTE.- Semidesértica - minera y fertilizante (salitre).- Tarapacá a Coquimbo.
ZONA CENTRAL.- Semihúmeda - Agrícola.- Aconcagua a Bío-Bío.
ZONA SUR.- Agrícola - Forestal y lacustre.- Arauco a Llanquihue.
ZONA AUSTRAL.- Ganadera - Forestal - Pesquera.- Chiloé Aysén y Magallanes.
Considerada la división zonal dentro del país y obtenido para la Zona Austral, su delimitación definitiva comprendiendo las provincias de Magallanes, Aysén y Chiloé, podemos repetir, conceptos sostenidos más de una vez en estudios referentes a los "problemas" que con tan sobrada razón preocupan a las poblaciones de esta zona:
División administrativa interior de la ZONA AUSTRAL
Obtenida la división zonal para el país en la forma propuesta, se entraría a determinar la división administrativa de las Provincias de la Zona Austral de acuerdo a su realidad geográfica; escaso conocimiento (terrenos inexplorados), como sus problemáticas posibilidades de comunicación, son antecedentes que obligan a considerar separadamente para cada provincia, lo siguiente:
a) Chiloé: Dejar dentro de los límites de esta Provincia, una total responsabilidad sobre la "zona insular", desde el Canal de Chacao, hasta la península de Taitao inclusive; considerando en ella el Estero de los Elefantes y el Canal de Ofqui.
b) Aysén: Concretarla en la parte continental y más inexplorada hasta ahora. Zona comprendida desde el Estero Reloncaví - Río Puelo - Lago Tagua-Tagua - Río Manso hasta el Estero Falcón - Monte Fitz Roy, altura del Lago Viedma. En consecuencia, quedaría dentro de su jurisdicción, la parte continental que a Chiloé le resulta prácticamente imposible atender (Subdelegación Yelcho del Departamento de Quinchao); y la parte inexplorada entre el Río Puelo y Vodudahue. Asimismo la región del Lago San Martín, igualmente aislada de la Provincia de Magallanes, desde donde sólo puede llegarse en la actualidad mediante un largo y penoso viaje, a través de la Patagonia Argentina (Punta Arenas - Río Gallegos - Puerto San Julián - Lago San Martín).
La incorporación de la Provincia de Aysén de sectores como el continetal inexplorado de las Provincias de Llanquihue y Chiloé, y el del Lago San Martín, actualmente parte integral de la Provincia de Magallanes, permitiría abordar de inmediato un plan de comunicaciones terrestres a base de una ruta longitudinal. Dicha ruta atravesaría toda la Provincia desde la región del río Puelo al Lago San Martín, uniendo así, por territorio nuestro, la zona de Coyhaique (Baquedano) que está llamada a ser la futura capital de la Provincia, con las zonas hasta ahora totalmente aisladas de Futaleufú - Cisnes - Chile Chico, el Baker, Mayer y Lago San Martín.
Las características de alta montaña que distinguen gran parte de los sectores señalados, harán sin duda difícil las comunicaciones terrestres, pero en ningún caso imposible. Todo indica la urgencia de abordar con preferencia el problema de las comunicaciones, fundamental a todas las realizaciones que se pretendan a favor de tan ricos y vastos territorios. En materia de comunicaciones terrestres que son las más indispensables dentro de un estricto orden de urgencia en los problemas latentes, debería irse de inmediato a la construcción de "senderos" debidamente estudiados, y trazados dentro de un "Plan Caminero General"; de modo que, junto con procurar tráfico en toda época del año, sirvan desde luego, como primera huella al camino que ha de construirse en definitiva. Este solo recurso, y por el cual claman preferentemente y sin excepción, los numerosos pobladores de estas zonas, bastaría de inmediato de primer y fundamental paso, hacia progresos insospechados. En cuanto a su costo, podría éste rebajarse al máximo, mediante el empleo de personal del Ejército (tropas de ingenieros) en combinación con los mismos pobladores, buenas gentes, en quienes he encontrado la más decidida cooperación a estas ideas. Esta posibilidad de cooperación espontánea ha inspirado al suscrito, la creación de "Brigadas de Acción Social" como parte integrante de los Comités de Extensión Cultural que se han organizado bajo la tuición del Comando Militar en Coyhaique, Chile Chico, Baker, etc.; grupos que contribuirán voluntariamente a la iniciación de estas obras.
Estimando la considerable extensión que alcanzaría esta provincia, habría que determinar en su división administrativa, por lo menos, cuatro Departamentos.
En la actualidad pende de la consideración del congreso un proyecto de Ley de División Territorial de las Provincias de Aysén y Chiloé elevado con fecha 1º de Agosto de 1940 y publicado en el Boletín Nº 554 de la Sala de Comisiones de la Cámara de Diputados.
Aún cuando dicho proyecto consulta muchas de las necesidades anotadas, diferimos en parte de sus proposiciones:
Entre otras cosas estimamos que el límite norte de la Provincia de AYSEN debe correr en las inmediaciones del paralelo 41º 40' (frente al Seno Reloncaví) con el objeto de incluir en ella toda la zona "casi inexplorada" de la región continental. El proyecto en cuestión fija el paralelo 44º hoya hidrográfica del Lago Gral. Paz como límite Norte.
En concordancia con nuestra proposición, los límites asignados a los Departamentos cambiarían de acuerdo con un estudio más detenido.
Estimamos también que el asiento de la capital de este primer Departamento llamado Bilbao, en el proyecto aludido, y para lo cual fija Puerto Cisnes, debe ser por múltiples razones que no es el caso exponer, el que ocupa la incipiente población de "Futaleufú" sobre el río de este nombre e inmediaciones del Lago Espolón. Sitio de pasada del camino en construcción Puerto Chaitén, al límite con la república Argentina, el que a su vez empalma con el que va a la floreciente ciudad cordillerana de Esquel.
Asimismo, somos contrarios a la idea de mantener la capital de la Provincia en Puerto Aysén, uno de los sitios más inadecuados para tan señalado objeto. Tanto su clima, como los graves inconvenientes que presenta como puerto fluvial sobre un río de caudal sumamente variable y peligroso, de fácil embancamiento, le señalan como uno de los sitios más inapropiados a su finalidad.
Por el contrario abundantes razones indican como centro vital, y de confluencia a las actividades de la Provincia, a la población de Coyhaique, llamada antes Baquedano, la que debería tener como puerto principal de la zona, el que necesariamente tendrá que construírse en la bahía de Chacabuco, inmediata a la desembocadura del río Aysén.
c) Magallanes: Desde los contrafuertes del planchón de "hielo continental" a la altura del Estero Falcón, inmediaciones de la región de Ultima Esperanza, hasta la Antártica Chilena.
CONCLUSIONES
Acordada la subdivisión territorial del país en las cuatro zonas propuestas, deberíase acordar:
1. Crear la Subsecretaría Regional de la Zona Austral (Magallanes - Aysén - Chiloé) con asiento en la ciudad de Punta Arenas.
2. Crear las jefaturas de los diversos servicios públicos a semejanza de lo ya acordado para el Comando de los Destacamentos Australes y Servicio de Ganadería y Veterinaria; en Punta Arenas.
3. Dar a los servicios públicos de cada provincia, una organización y medios de trabajo, de acuerdo con las características y modalidades de sus respectivas regiones. Marítima (insular) para Chiloé; continental (montañosa e inexplorada) para Aysén; mixta para Magallanes.
4. Nombrar una Comisión especial compuesta del Comando Militar de la Zona Austral, el Jefe de la Oficina de Tierras de Magallanes, y de los tres Intendentes Provinciales de esta Zona, para estudiar y proponer, la subdivisión administrativa más aconsejable a las zonas de sus juriducciones. Esta comisión se haría asesorar por Subcomisiones compuestas por personal de las Gobernaciones, Subdelegaciones, miembros de las Fuerzas Armadas y de Carabineros, como personal de la Dirección de Tierras, que estudiarían en el terreno mismo, los trazados convenientes.
5. Aprovechar para efectuar una revisión de los nombres geográficos de aquellos puntos a señalar en la división, proponiendo los cambios más indispensables, por el de asuntos o personalidades, directamente ligados a la historia nacional.
6. Aprobar, en carácter de experimental por unos dos años, los límites que dicha Comisión proponga.
Recopilación: Jorge Díaz Bustamante
jueves 4 de noviembre de 2004
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NAUFRAGIO DEL "THEGUETTOF" |
Por Ignacio Garcia Henriquez
Los alumnos del Reverendo Padre Joaquín Agnon - una autoridad en Cosmografía que andando los años llegó a Rector del colegio que los padres tienen en Buenos Aires - bien arrebujados en nuestras abrigadoras mantas isleñas, mirábamos inquietos las ventanas de la clase, cuyos vidrios empañaban el azote del agua, haciendo esfuerzos para atender a las palabras del sabio maestro. A cada momento arreciaba más el temporal afuera. Nuestro desasociego culminó cuando comenzamos a escuchar los agoreros sones de la campana ubicada en el muelle. Eso significaba que una desgracia ocurría en la abierta bahía ancuditana. El padre Joaquín impresionado como nosotros, suspendió la clase. En los puertos chilotes la solidaridad con la gente de mar es muy profunda.
Mi calidad de secretario ocasional de la Intendencia me permitió doblegar al impertérrito Hermano Lete, guardian irreductible de la puerta de salida y llegar, calado de agua hasta los huesos, hasta la Aduana.
En la galería de este establecimiento fiscal encontré ya reunidas a las autoridades de la capital de la provincia. Estaban allì el Intendente, don Oliverio Garay Enriquez, el juez don Narciso Sánchez, el jefe de la Aduana, don Daniel Sánchez, el del Resguardo, don Toribio Rogel, el Tesorero Fiscal, don Salustio Suárez, el Obispo Monseñor Augusto Klinke, el comandante del regimiento teniente coronel don Fernando Soto Cortés, el médico don Liborio Sánchez, el cura párroco don Braulio Guerrero y numerosos vecinos. Por una rara coincidencia todos los nombrados eran oriundos de la isla y si en esos días de bonanza se sentían orgullosos como todos los habitantes de Chiloé, de tener proporcionalmente la más baja cuota de analfabetos y mayor número de escuelas del país, aquella mañana mostraban acongojados ante el drama que se desarrollaba en la bahía. La barca de tres palos, la "Theguettof", mientras era remolcada por el "Intendente Rodríguez" para salir al mar abierto, había cortado sus amarras y comenzaba a garrear hacia las rocas de la isla de Cochinos, que cierra el estuario del río Pudeto.
Dada la braveza del mar no había posibilidad de que el vapor volviera a tomar nuevamente el remolque. El naufragio del gallardo velero se consideraba inevitable; y se produciría fatalmente a la vista de un pueblo que llenaba angustiado toda la playa, desde La Arena hasta el Fuerte Castillo, construído por los españoles de "cancagua", especie de ladrillo natural y de mucha consistencia y durabilidad.
La "Theguettof", impulsada por el viento y el oleaje, enfilaba en esos momentos su popa hacia los requeríos de la isla Cochinos, contra los cuales se hacían polvo de agua, al reventar, las inmensas olas. Lejos de amainar, el temporal arreciaba a cada momento y la lluvia caía en verdaderas cascadas.
Era imposible intentar un salvamento en tales condiciones. Pero el grupo de autoridades no se conformaba con lamentar la tragedia sino que hacía esfuerzos para poder salvar por lo menos al capitán de la "Theguettof", Oyarzo y sus tripulantes, todos ellos chilotes. El hecho que la esposa del capitán Oyarzo se encontrara a bordo - había sido embarcada el día anterior, después de haber permanecido varias semanas en el hospital, para ir a convalecer a Valparaíso - hacía más dolorosa la tragedia.
Algunos antiguos navegantes, ex capitanes de barcos a vela - como don Juan Banner, don Augusto Hollemberg y Yentzen, llamado paradojalmente el "capitán guagua" por su corpulencia, - después de cambiar ideas entre sí, opinaron que se podía intentar, con una arriesgada maniobra en bote, salvar a la tripulación.
Bastó la sola insinuación de este modo de salvataje para que de inmediato las autoridades resolvieran llamar a los fleteros que deseaban participar en esta hazaña que podía ser fatal para los que participaran en ella.
Para realizar la temeraria empresa se necesitaban ocho remeros y un piloto que tripularían uno de los grandes botes usados en ese mar tan abierto al implacable viento norte. Se designó para pilotear la embarcación y elegir a los remeros al "Chamaco". Era éste un mocetón de recia musculatura, aunque bajo de estatura. Se le sabía decidido y valiente, de mucho ascendiente sobre sus compañeros, y hábil hombre de mar capaz de desempeñarse audaz e inteligentemente para llevar a cabo la arriesgada maniobra.
Se trataba de conseguir que la "Theguettof" se varara de costado, en el lugar de popa como se veía que iba a suceder, sobre la implacable costa de la isla Cochinos, a fin de producir un remanso - aunque fuera por pocos minutos - el que sería aprovechado por el capitán Oyarzo y su tripulación para desembarcar.
En una tarea fatigosa y difícil. El bote tenía que acercarse lo suficiente al velero para poder coger una espía que desde él o lanzaran; aguantarse en esta posición hasta que la amarraran a la popa y luego hacer resistencia desde ese punto para que la nave se "atravesara" y se fuera de costado contra la playa
Entonces empezó la lucha titánica del bote contra el mar. Apenas abandonó la pequeña ensenada las olas comenzaron su asalto. Por un momento pareció que lo iban a azotar contra el muelle. Fue cosa de unos pocos minutos. Los audaces remeros aún no habían calentado sus músculos, pero pronto se vio como apoyando sus pies descalzos en las bancas del bote con las fuertes manos, semejantes a garras, en los remos, clavaban estos en las aguas turbulentas y salían victoriosos de ese primer encuentro con la marejada. Sus gorrras y chaquetones de hule resplandecían bajo la lluvia mientras ellos se inclinaban a compás para así tenderse luego hacía atrás en el poderoso esfuerzo de cada remada que hacía avanzar a la embarcación.
Desde la playa la multitud, con un impulso espontáneo, se había puesto a rezar en voz alta para que aquellos heroicos chilotes tuvieran la protección divina. A su vez desde la borda de la "Theguettof" la tripulación seguía ansiosa la arriesgada maniobra. Sabían bien que de su éxito dependía su salvación.
A ratos un silencio impresionante reinaba sobre la costa al ver el bote, como una cáscara de nuez, se perdía en las hondonadas de las enormes olas. Entonces la angustia hacia morir las palabras en los labios y el rezo se alzaba sólo en los corazones. Pero luego, al verlo reaparecer triunfante sobre la cresta de la nueva ola, la oración volvía a elevarse clamorosa y esperanzada sobre el rumor de la tempestad.
El suspenso de esta situación se intensificó cuando se pudo ver a través de la densa cortina de la lluvia y el chisperío de las olas, que el bote había conseguido su primer objetivo y enfilaba su proa resueltamente a la isla Sebastiana. Empezaba ahora la segunda y más difícil parte de la maniobra. Entonces todos, permanecieron en la playa en profunda y trágica expectación.
De pronto un solo grito de júbilo surgió del grupo más cercano a la isla de Cochinos al comprobar que la "Theguettof" viraba pesadamente para tomar la posición que indicara el plan de los viejos capitanes, maestros en dominar temporales. El buque seguía garreando, pero ya no en la forma peligrosa de antes. Los nueve chilotes redoblaron sus esfuerzos; y se reafirmó en la costa la esperanza de un salvamento tan pronto como la nave tocara las primeras rocas de la isla de Cochinos, donde numerosos isleños se aprestaban para cumplir la faena de salvamento asignada a ellos.
Unas últimas y poderosas remadas lograron que la "Theguettof" quedara de costado frente a la isla. En pocos minutos todos los tripulantes estuvieron a salvo, mientras la nave comenzaba a azotarse contra el roquerío. A la media hora de su encallamiento la "Theguettof" había sido destruida completamente por la furia de las olas, en tal forma que no quedaban vestigios de ella.
El salvamento de los tripulantes de la "Theguettof" había sido realizado en forma magistral y valerosa por esos lobos de mar: el "rucio", Navarro, Ojeda, Pérez, Calderón, Mansilla, Vera y Gutiérrez que dirigiera el recio "Chamaco"; y que ahora sin mayores aspavientos, como si hubieran cumplido una faena de rutina, comenzaron a remontar el río Pudeto, en unión de otros botes, conduciendo a los naúfragos de un hundimiento más en aquellas regiones.
Recopilación: Jorge Díaz Bustamante
"LA CRUZ DEL SUR", (Ancud) 12 de enero de 1957.
miércoles 3 de noviembre de 2004
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Olegario Cárdenas: Boxeo Regional en Magallanes |
Olegario Gómez Cárdenas, Premio Nacional de Periodismo Deportivo en 1978, nació el 10 de septiembre de 1915, falleciendo el 20 de junio de 1984. Cursó sus estudios primarios en el Instituto Don Bosco, secundarios en el Liceo San José e ingresó en 1934 en la Maestranza de la Armada, trabajando hasta 1963 como empleado civil, fecha en que se acogió a retiro. Desde muy joven ejerció el periodismo, básicamente deportivo. Fue arquero titular del Club Deportivo Naval e incluso logró el título oficial de entrenador de fútbol el 8 de abril de 1954, en un curso dictado por Máximo Garay, recibiendo un diploma que lo acreditaba como tal firmado por su profesor, por Carlos Dittborn y Reinerio García. Su actividad oficial como periodista comenzó en 1941, en la sección deportes del diario "La Verdad". Al cambiar de nombre la publicación, pasando a denominarse "La Prensa Austral", continuó desempeñándose en el cargo hasta agosto de 1982, fecha de su jubilación. Incursionó en la radio, haciéndose muy popular en las radionovelas como Enrique Mendoza, haciéndose muy popular en las radionovelas como Enrique Mendoza, haciendo los roles de "malo". Efectuó periodismo radial deportivo en las emisoras "La voz del sur", "Austral" y "Polar". Igualmente, fue de prensa de radio "Polar" y reportero de radio "Presidente Ibáñez". Colaboró en innumerables revistas y publicaciones, donde firmaba con varios seudónimos, siendo "Mirón" y "Contragolpe" los más destacados. Casado con doña Berta Gallardo Vidal, tuvo dos hijos: Gerardo Mauricio y Mario César. Hoy "Impactos entrega a sus lectores una trilogía de artículos boxeriles que se mantienen, como un recuerdo de este profesional que tantos miles de carillas aportó al periodismo magallánico.
Maichil: "El indio manso" Por Olegario Gómez
Uno de los boxeadores cuyo nombre tiene que ser recordado por todos aquellos que serenamente han analizado su labor, es indiscutiblemente Antonio Maichil, a quién debe Magallanes el haberle entregado la más grande satisfacción que púgil alguno de nuestra ciudad haya conseguido. Antonio Maichil recibió las primeras enseñanzas de este varonil deporte de manos de Jorge Prado, entrenador del Club Huracán, en cuya tienda deportiva se inició el popular "Indio Manso", apodo con que fue bautizado por la crítica metropolitana. Después de cumplir una campaña por demás halagadora dentro de los rings mallánicos, le cupo la honra de integrar la delegación que bajo la presidencia de don Armando Redondo (q.e.p.d.) y de la cual formaron parte también Ramón Ortega y Alfredo Medina, fue enviada a Santiago en 1933 a participar en el Campeonato Nacional. Sus colegas fueron eliminados del certamen por la mayor experiencia y capacidad de púgiles antagónicos, pero Antonio Maichil fue abriéndose paso bajo el peso firme de sus puños hasta llegar a conquistar el Campeonato Nacional en el peso mediano. Primero fue Ruiz, de Santiago, el que tuvo que rendir tributo; más tarde lo hizo Pérez, de Valparaíso, y Garrido, de Iquique, hasta que se colocó frente a frente con Oscar Giaverini, campeón del año anterior. Al presentarse en la noche del 9 de diciembre de 1933 al ring, el "Indio Manso" fue recibido con una ovación delirante. Su triunfo causó sensación. Al respecto, una noticia cablegráfica recibida por un diario local de parte de su corresponsal en la capital decía lo siguiente: "Desde el primer momento el magallánico asumió una lenta ofensiva que su contendor esquivaba, deteniendo los rectos de izquierda a la cara, recurriendo, enseguida a los clinchs. En esta condición le fue imposible evitar que Maichil lo golpeara a la cara con ganchos de ambas manos. Algo parecido ocurrió en el transcurso de las dos vueltas restantes, con lo cual Maichil dominó ampliamente. El vencedor recibió al finalizar el match una formidable salva de aplausos.
" Un catedrático del pugilismo"
Gran parte del progreso que experimentó el box magallánico en sus buenos tiempos, se debe, sin lugar a dudas a las sabias enseñanzas de ese famoso pugilista belga llamado Tato Schakels, figura descollante de los rings europeos, Norte, Centro y Sud América. En el año 1935 enfrentó en nuestra ciudad al pugilista natalino Guillermo Scholer, a quien venció ampliamente por puntos. Después de haber pasado largo tiempo como entrenador oficial de la Asociación de Box de Magallanes, se alejó de nuestra ciudad llevándose las simpatías de la afición y el agradecimiento de todos los muchachos que tuvo a su cargo y que experimentaron progreso bajo sus sabias enseñanzas.
El negro Enrique Barrington El padre del boxeo magallánico
El 20 de junio del año 1898 llegó a Punta Arenas, procedente de los Estados Unidos, su tierra natal, un negro de 21 años, poseedor de un físico extraordinario, músculos de atleta elásticos y bien templados al son de una niñez inquieta y aventurera. En su tierra había asimilado conocimientos del arte de la defensa propia y de la reglamentación. Sus primeras exhibiciones en Punta Arenas provocaron un manifiesto entusiasmo por este deporte. Innumerables peles sostuvo Barrington como profesional. La primera de ellas con el fornido escocés Bob Ferries, más tarde con John Morgan, pugilista galense; con el gigante De Felt, el inglés James Mitchels, Tomy Burns, George Booth, Manual Sarmiento, Juan Fariña, etc. Su fama y su gloria duraron hasta el año 1921, cuando empezó el descenso de su carrera, minado en su físico y agilidad bajo el peso de los años. Tenía 46 años de edad al caer arrollado bajo los puños de Ital Caorsi, cuando este último hizo su debut profesional. Un año más tarde Rafael Rosales, que a la sazón se levantaba como una amenaza de los púgiles de su categoría, en la noche del 21 de febrero de 1924, propinó otra paliza a Barrington ganando por K.O. El respetable, celoso como siempre, creyó en un "tongo" e interrumpió en manifestaciones hostiles. Barrington, perturbado en su celestial sueño por esas manifestaciones en su contra, se levantó a duras penas y afirmándose en los cordeles, con su cara frente al público, dijo estas palabras: "Esto no es un tongo, sino el lógico resultado de la juventud que se abre paso y de la vejez que aún no se decide a decirle adiós a este deporte". El público se conmovió con la palabra de Barrington y un aplauso atronador se escuchó en la sala de espectáculos. Alguien gritó: ¡Viva el padre del box magallánico! Y miles de gargantas apretujadas por la emoción, respondieron: ¡Vivaaa! Hoy Enrique Barrington yace olvidado en una tumba del cementerio de Avenida Bulnes.
Revista Impactos. Punta Arenas, 3 de febrero de 1990.
viernes 29 de octubre de 2004
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Carlos Vega Letelier: Filibusteros y contrabandistas de los mares australes |
Los filibusteros y contrabandistas
España, intransable, persistió en su empeño de reservarse el monopolio del comercio con sus colonias americanas. Pero, para hacer efectivo este propósito no contaba con el dominio efectivo este dominio marítimo tan necesario para defender un litoral tan dilatado. Nació así una industria muy productiva: el contrabando. Un numerosos grupo de audaces navegantes con inusitada astucia y temeridad, se dedicó de lleno al comercio ilícito. A estos "corsarios o piratas menores" se les denominó "filibusteros", palabra arrancada del vocablo inglés "free - booter" cuyo significado es "traficante" o "merodeador". Al igual que los corsarios, estos filibusteros encontraron en las solitarias aguas de la Patagonia, tranquilos y seguros lugares de recalada, con abastecimientos de agua y apercibimientos.
Internacionalismo
Estos navegantes avezados, sin escrúpulos, audaces y diestros, no sólo eran ingleses y franceses. Sin embargo, estas rivalidades desaparecían ante el odio que los unía contra España. La lucha contra estos filibusteros, cuidando la soberanía hispana en ultramar y su monopolio comercial fue preocupación constante de los gobiernos de La Plata, Capitanía General de Chile y el Virreynato en Lima.
Ruta de sangre
En 1599 zarpó desde Holanda la expedición comandada por Oliverio Van Noort, cuyo paso por el estrecho se caracterizó por el empleo de su violencia innecesaria. Atacó a los naturales ocasionando numerosas víctimas y, según By, organizó y realizó una cruenta matanza de pingüinos. Las depredaciones que llevaron a cabo impunemente los piratas holandeses culminaron en Valparaíso, rada en la que se apoderaron de tres naves que incendiaron luego de saquearlas y de degollar a treinta de sus tripulantes. El espíritu sanguinario de Van Noort quedó ratificado con el crimen cometido con el piloto Juan de Sandoval, al que arrojó a los tiburones en agradecimiento por los agradecimiento por los los servicios de navegación que éste le prestó rumbo al norte. Durante ese viaje, el filibustero hundió cinco naves, acción que dañó el comercio entre Chile y Perú.
Llegó "Charqui" a Coquimbo
De los contrabandistas ingleses justo es nombrar a Bartolomé Sharp, John Cook, Edward Davis, John Strong, John Clipperton y George Shelvovock. A decir la verdad, la acción filibustera de estos contrabandistas fue ejecutada fuera de los límites patagónicos propiamente tales, pero usaron estos mares para llegar a sus objetivos. Ese es el caso de Bartolomé Sharp que roló por estos mares australes entre 1680 y 1681. Bartolomé Sharp acosó los puertos del litoral chileno, principalmente el de Coquimbo. En este puerto nortino fue tal el pillaje y daños cometidos que hasta ahora se recuerdan las visitas del odioso filibustero: cuando se quiere señalas la prepotencia e inmoralidad de alguien, se dice "llegó charqui a Coquimbo", alterando Sharp por "charqui".
Woodes Rogers y Robinson Crusoe
Woodes Rogers merodeó por todas las costas de la América meridional entre 1705 hasta 1707. De regreso por el pacífico recaló en la bahía Juan Fernández, isla ubicada frente a Valparaíso. Y aquí comienza una curiosa historia que novelada por Daniel Defoe habría de concitar el interés de numerosas generaciones, ya que, traducida a casi todos los idiomas, sigue siendo, hoy, un "best seller" universal: "Robinson Crusoe". Cubierto con pieles de cabra y escondida su cara entre la barba y el cabello largos, encontraron a un ser humano solitario y salvaje aparentemente. Era el marinero escocés Alejandro Selkirk, que en castigo había sido abandonado allí por el pirata Stradling, hacía ya cinco años.
Tormenta decide una batalla
España e Inglaterra se hallaban en guerra. Corría el año 1740. El Almirantazgo decidió atacar a España en sus dominios de ultramar dañando el comercio hispano en sus propias colonias americanas. Para cumplir tal objetivo preparó una escuadra de cinco naves apertrechadas con doscientos treinta y seis cañones y tripulada por dos mil combatientes avezados. Al mando de dicha flota designó a George Anson, marino con sobrada experiencia y severa capacidad de mando. Las instrucciones determinaban una decisión de triunfo o la muerte. Ello lo rubrica el historiador magallánico Armando Braun Menéndez, acotando un detalle singular: "Como prueba de la índole de la lucha a muerte que se vaticinaba, mencionaremos el hecho que el interior de las cubiertas de estas naves de guerra se hallaba pintado de rojo, para que en el combate fueran menos visibles, y por consiguiente menos impresionantes las salpicaduras de sangre". El sigiloso y ágil y espionaje de Felipe V informó de estos aprestos al Rey de España, quién ordenó equipar una escuadra capaz de derrotar a los ingleses. Así fueron fuertemente armados cinco naves con trescientos ocho cañones y tres mil veteranos en guerra naval, al mando de José Alfonso Pizarro. No obstante haber zarpado ambas fuerzas navales desde sus respectivos puertos, con pocos días de diferencia y por más que se buscaron, no lograron encontrarse en el "Gran Charco". Ambas escuadras cruzaron simultáneamente por el estrecho de Lemaire y casi juntas por el Cabo de Hornos… y aquí ocurrió lo imprevisto. El mar hirvió y el viento huracanado dispersó las dos cuadras. De la escuadra española no logró salvarse nave alguna. Su comandante, el teniente general Marina José Alfonso Pizarro y algunos pocos sobrevivientes, después de soportar múltiples peripecias, debieron seguir por tierra a territorio chileno más benigno. De la flota inglesa, dos regresaron a Río de Janeiro, dos naufragaron y la "Centurión", nave almirante, penosamente logró singlar hasta Juan Fernández.
Revista Impactos. Año 2. N° 16 Punta Arenas, 5 de enero de 1991
lunes 25 de octubre de 2004
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A ellos le debemos el Estrecho |
Dentro de pocos días, el 21 de septiembre de 1943, celebrará Chile entero, en especial nuestra vecina provincia, el centenario de la Toma de Posesión Chilena del Estrecho de Magallanes. Es un acontecimiento que debiera revestir caracteres de gran festividad dada la importancia histórica y geográfica que ha tenido para Chile esta ocupación del Estrecho que une a los dos océanos.
La prensa, como fiel intérprete de los sentimientos del pueblo, no puede silenciarse ante este aniversario, y debe alzar su voz para rendir un homenaje, sincero caluroso y ferviente, a aquellos hombres a quienes debemos la chilenidad del Estrecho. Porque no debemos olvidar que se debió al adelanto de unas horas solamente, el hecho de que estas costas no fueran tierras extranjeras.
Los padres de la patria fueron los propulsores de esta iniciativa, O'Higgins murió pronunciando el nombre de "Magallanes", porque veía en sus territorios una región inmensa que sería fuente de riqueza, honor y orgullo de la República. Su nombre se une al del General Bulnes, cuyos mismos ideales, hicieron posible que más tarde se uniera esta provincia a los vastos territorios de Chile.
Junto con los nombres de los dos generales, se destaca el del gran periodista y escritor argentino don Domingo Faustino Sarmiento, quien desde las columnas centenarias del decano de la prensa chilena, "El Mercurio" que dirigió en Santiago, realizó una activa campaña e impuso al gobierno de la necesidad y urgencia de tomar posesión chilena del Estrecho de Magallanes. Sarmiento había estudiado las posibilidades de progreso que significaban para Chile la navegación por el Estrecho y la conveniencia de ocuparlo Chile. Dio datos geográficos y científicos, que fueron estimulando a nuestros mandatarios a ordenar la ocupación.
Así, junto a otros tantos hombres que hicieron grande a la patria, debemos recordar al capitán Juan Williams, comandante de la goleta Ancud, que el día 21 de septiembre de 1843, tomó posesión chilena del Estrecho con la anticipación de apenas un día, a la llegada de una nave francesa, la "Paethón" que traía la misión de su gobierno, apoderarse de estas tierras para hacerlas de Francia.
A recordar todos estos nombres y rendirles homenaje, dedicamos esta edición, con el sentimiento de gratitud para los héroes del progreso nacional cuyos nombres hoy evocamos. Unimos este homenaje a nuestros padres de la patria que nos dieron la Independencia Nacional, cuyo aniversario celebramos justamente hoy día.
Dos veces se tomó Posesión del
ESTRECHO DE MAGALLANES
Ladrillero y Williams, en su época fueron enviados a Magallanes para ocupar el Estrecho.- Se han postergado los festejos que debieran realizarse en conmemoración de este suceso.-
Magallanes celebra ya el centenario de la Toma de Posesión Chilena del Estrecho que lleva el nombre del gran navegante.
Es un acontecimiento, en verdad, pero no ha merecido; como lo demuestra la evidencia, la importancia histórica que le corresponde. Y ello se debe seguramente a ese olvido, voluntario o no en que siempre se ha tenido sumida a la provincia más austral de la República.
¡Que lejos están los tiempos de García Hurtado de mendoza, de O'Higgins y de Bulnes!. Si esas figuras de la historia desde un Más Allá ignorado, se percataran de la mportancia que se resta al estrecho que une a los dos océanos, verían sus esfuerzos y tenacidad defraudados. Ellos sólo han sabido comprender el valor y la importancia de Magallanes. Ellos habrían celebrado este centenario como lo merece la provincia, con grandes festividades que sólo quedaron en el papel.
La primera toma de posesión
Juan de Ladrillero, el famoso piloto español que descubrió Ultima Esperanza, tomó posesión del Estrecho de Magallanes en nombre del Rey de España, del Virrey del Perú y del Gobernador de Chile, en el año 1558, fue la primera vez que se tomó posesión del Estrecho.
Ladrillero había partido de Corral en el mes de noviembre de 1557 en la nave "San Luis". El piloto 2º Francisco Cortés Ojeda lo acompañaba a cargo de la nave "San Sebastián". Pero las tempestades de la región magallánica los separaron en el archipiélago Madre de Dios, donde naufragó la "San Sebastián". Cortés hizo reconstruir la nave con la cual regresó a Corral. Mientras tanto Ladrillero siguió su ruta por los canales de Ultima Esperanza.
Buscando el Estrecho de Magallanes se introdujo por el Kirke, paso peligroso donde lo condujo como práctico un indio alacalufe. Descubrió el Seno de Ultima Esperanza, Obstrucción, Bahía Desengaño, etc., a los cuales dio sus nombres viendo que los pasos estaban obstruídos, volvió su recorrido, tomó el Canal Smith y llegó felizmente al Estrecho.
Ladrillero estuvo cuatro meses en Bahía Sonwy (Nuestra Señora de los Remedios) del 22 de Marzo al 22 de Junio de 1558. El 9 de Agosto sofocó una revuelta y colgó en el palo mayor al cabecilla portugués Sebastián Hernández. Finalmente tomo posesión del Estrecho, como dijimos en nombre del Rey de España, del Virrey del Perú y del Gobernador de Chile.
La posesión chilena por Williams
Fueron varios los patriotas chilenos que hicieron ver la necesidad y la importancia de dominar el estrecho. También hubieron extranjeros radicados en nuestra patria y encariñados con nuestro país, que estimularon a los gobernantes a tomar posesión chilena del Estrecho de Magallanes. Entre ellos nombraremos al periodista y político don Faustino Sarmiento y al piloto norteamericano Jorge Mebon, que prestó servicios activos en nuestra armada.
Por fin se resolvió la ocupación. Se comisionó al capitán inglés don Juan Williams, comandante de la goleta Ancud, en compañía del naturalista alemán Bernardo Phillipi, su asesor para que tomaran posesión chilena del Estrecho de Magallanes.
La expedición zarpó hacia el Sur, viviendo una gloriosa odisea sobre la que informan los historiadores con lujo de detalles. Se debía a que en esos tiempos se navegaba unicamente a vela y con recursos naúticos que están lejos de los sistemas de perfección que se emplean hoy día.
El 21 de septiembre de 1843, la expedición chilena, tomó posesión del estrecho en nombre del gobierno de nuestro país. Este hecho tiene una trascendental importancia en la historia: la goleta chilena se anticipó por unas horas al buque francés "Paethón" que con identicas órdenes arribó a las costas del Estrecho, donde ya flameaba al viento helado del sur, la bandera tricolor de la república de Chile.
La celebración del centenario
El 21 del presente se cumplen exactamente cien años del hecho histórico a que nos referimos ahora. Sin embargo, los festejos que lógicamente debieran realizarse ese día en la provincia entera han sido postergados para el mes de febrero de 1944.
Para esa oportunidad visitará la provincia S.E. el Presidente de la República don Juan Antonio Ríos, hombres de Gobierno, comisiones, etc. Se realizarán grandes festejos, que se habían programado para el 21, pero que fueron postergados para la fecha referida. Nuestra esperanza es que ellos se realizarán efectivamente, porque ya no es posible otra postergación.
Recopilación: Jorge Díaz Bustamante
EL AUSTRAL, Natales, 18 de septiembre 1943.
miércoles 13 de octubre de 2004
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TAMBURIZA EN MAGALLANES |
VAMOS A CASA DE DON FELIPE TURINA!
Y el grupo se metía por medio del barrial del Punta Arenas de principios del siglo, en busca de la alumbrada puerta de casa del slavo nombrado, el único que poseía en Magallanes una auténtica tamburica traída de la lejana Dalmacia. La tamburika es una especie de balalaika y en Yugoeslavia no hay casa donde no la toquen. En 1902, ¡cuánta agua ha corrido desde entonces!, le llegó de su patria al señor Turina un paquete con mil sellos y marcas: una tamburica. Con fruición, al instante le desgajó las notas evocadoras de la tierra madre y el corazón del ejecutante hacía eco al sonido estrangulante de las notas. Ese mismo día, la noticia corrió por el pueblo. ¡Una tamburica!. Le visitaron los vecinos y, desde entonces, todos los días, don Felipe N. Turina les daba un concierto gratuito. La colonia yugoslava aumentaba cada día. Y el ansia común rompió un día sus diques: había que formar una "Tamburaski", pero, ¿y los instrumentos?. Surgió rápido el diligente don Nikola Stambuk y presidió un comité que, en 1904 concluyó por formar la Estudiantina "Tomislav". ¡Cómo cantaban esos yugoslavos de aquel año!
LLEGARON LAS PRIMERAS TAMBURICAS
Después del comité vino el directorio, como es de rigor: a. Yuricic, D. Bonacic, P. Gasic, N. Milos, S.J. Paravisisc, S. Simini. Fue el 22 de mayo la fecha oficial en que, en ese año de 1904, formóse la estudiantina que ahora dirige Benjamín Dibasson. Pero, la fiesta fue grande cuando llegó el primer pedido de "tamburicas". Estas vinieron de la misma Yugoeslavia, de la Hrvasca Fábrica de S. Stjepusin, Susak. Los suertudos que salieron ufanos en grupos el mismo día en que llegaron los instrumentos, el 20 de septiembre de 1904, fueron S. Pavlov, R. Turina, J. Mikasic, A. Ruzic, N. Grcina, F. Turina, R. Ljubetic, P. Vrsalovic,, J. Masle, K. Yutronic, F. Tomsic, L. Yerkovic, F. Lauric, J. Turina y A. Grcina. Pocos ensayos bastaron para que, en conjunto, los músicos del Punta Arenas feliz y opulento de entonces hicieran su primera presentación, teniendo por escenario el salón de la casa de don Dragutin Bonacic, cuando éste tuvo un cumpleaños el 4 de noviembre. También el 22 del mismo mes, agasajaron a Santa Cecilia y otra vez al teatro el 18 de diciembre para la Cruz Roja. Desde entonces, 1904, hasta hoy, la Estudiantina "Tomislav" ha sido una sola, ininterrumpida, eficaz vehículo de cultura musical y magnífico exponente autóctono eslavo.
SON POCAS LAS "TAMBURASKI"
En Chile hay dos Estudiantinas Yugoeslavas: en Antofagasta y en Magallanes. En el resto de Sud América, se cree que existe en Rosario, Argentina, una. Todos los instrumentos son "tamburica" y de aquí proviene el nombre al conjunto: "tamburaski" (un montón de aquellas, piensa el cronista). Bien, pero no todas suenan lo mismo, porque las hay de registro graves y agudos, de tamaños gigantes y reducidos: las "berde", los "brac" (tipo de violines en 1ª, 2ª, 3ª, voz), los "Cellovic", los "Bzernica", etc.
Ahora, presidente de la "Jugoslovenki Tamburaski" es don Juna Zlatar. La dirige magistralmente, el excelente ejecutante y director, profesor don Benjamin Dibasson, que se da el tremendo trabajo de "traducir" a las "tamburica" la música a tocarse.
LOS ESTUDIANTES RITMICOS.- La Estudiantina tiene su ritmo propio, el mismo que la hace ser aplaudida al término de sus interpretaciones. Sus componenetes descienden todos de padres yugoeslavos, pero son más chilenos que las empanadas de horno. Sin embargo, cuando tocan la "tamburica", el alma vuela hacia la costa dálmata que presienten en las melodías eslavas. Estos son los integrantes de la "Tomislav", que ya tiene 41 años de ininterrumpida actividad.
martes 5 de octubre de 2004
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MITO TEHUELCHE: KOOCH, EL CREADOR DE LA PATAGONIA |
Nadie sabe por qué, un día Kóoch, que siempre se había bastado a sí mismo, se sintió muy solo y se puso a llorar. Lloró tantas lágrimas, durante tanto tiempo, que contarlos sería imposible. Y con su llanto se formó el mar, el inmenso océano donde la vista se pierde.
Cuando Kóoch se dio cuenta de que el agua crecía y que estaba a punto de cubrirlo todo, dejó de llorar y suspiró. Y ese suspiro tan hondo fue el primer viento, que empezó a soplar constantemente, abriéndose paso entre la niebla y agitando el mar.
Algunos dicen que fue así, por los empujones del viento, que la niebla se disipó y apareció la luz, pero otros opinan que fue Kóoch el inventor de la claridad. Cuentan que, en medio del agua y envuelto en la oscuridad, deseó contemplar el extraño mundo que lo rodeaba. Se alejó un poco a través del negro espacio y, como no podía ver con nitidez, levantó el brazo, y con su gesto hizo un enorme tajo en las tinieblas. Dicen también que el giro de su mano originó una chispa, y que esa chispa se convirtió en el sol.
Xáleshen, como llaman los tehuelches al gran astro, se levantó sobre el mar e iluminó ese paisaje magnífico: la inmensa superficie ondulada por el
viento,cuyo soplo retorcía cada ola hasta verla deshacerse bajo su tocado de
espuma.
El sol formó las nubes, que de allí en más se pusieron a vagar, incansables, por el cielo, matizando el agua con su sombra, pintándola con grandes manchones oscuros. Y el viento las empujaba a su gusto, a veces suavemente, y a veces en forma tan violenta que las hacía chocar entre sí. Entonces las nubes se quejaban con truenos retumbantes y amenazaban con el brillo castigador de los relámpagos.
Luego Kóoch se dedicó a su obra maestra. Primero hizo surgir del agua una isla muy grande, y luego dispuso allí los animales, los pájaros, los insectos y los peces. Y el viento, el sol y las nubes encontraron tan hermosa la obra de Kóoch que se pusieron de acuerdo para hacerla perdurar: el sol iluminaba y calentaba la tierra, las nubes dejaban caer la lluvia bienhechora, el viento se moderaba para dejar crecer los pastos... la vida era dulce en la pacífica isla de Kóoch. Entonces el Creador, satisfecho, se alejó cruzando el mar. A su paso hizo surgir otra tierra cercana y se marchó al horizonte, de donde nunca más volvió.
Y así hubieran seguido las cosas en la isla de no ser por el nacimiento de los gigantes, los hijos de Tons, la Oscuridad. Un día, uno de ellos, llamado Noshtex, raptó a la nube Teo y la encerró en su caverna.
Sus hermanas buscaron a la desaparecida a lo largo y a lo ancho del cielo, pero nadie la había visto. Entonces, furiosas, provocaron una gran tormenta. El agua corrió sin parar desde lo alto de las montañas, arrastrando las rocas, inundando las cuevas de los animalitos, destruyendo los nidos, arrasando la tierra en una inmensa protesta... Después de tres días y tres noches, Xáleshen quiso saber el motivo de tanto enojo y apareció entre las nubes. Enterado de lo sucedido, esa tarde, al retirarse detrás de la línea donde se junta el cielo con el mar, le contó a Kóoch las novedades, y Kóoch contestó;
-Te prometo que, quienquiera que haya raptado a Teo, será castigado. Si ella espera un hijo, ése será más poderoso que su padre.
A la mañana siguiente, apenas asomado, el sol comunicó la profecía a las nubes agolpadas en el horizonte y éstas, enseguida, se la contaron a Xóchem el viento, que corrió hacia la isla y difundió la noticia aquí y allá, anunciándola a quien quisiera oírla. Y el chingolo se lo contó al guanaco, el guanaco al ñandú, el ñandú al zorrino, el zorrino a la liebre, al armadillo, al puma. Después Xóchem sopló el mensaje en la puerta de las cavernas de los gigantes, para que no quedara nadie sin enterarse.
Así escuchó Nóshtex las palabras de Kóoch, y tuvo miedo de su pequeño enemigo, que ya vivía en el vientre de Teo. "Voy a matarlos", pensó, "voy a matarlos y a comérmelos a los dos". Golpeó salvajemente a Teo mientras dormía, arrancó al niño de sus entrañas y, sin mirar a su hijo abandonado en el suelo de la caverna, la despedazó.
Pero alguien más, adentro de la cueva, había escuchado a Xóchem. Era Ter-Werr, una tuco-tuco que vivía en su casa subterránea excavada en el fondo de la gruta. Dicen que fue ella la que salvó al bebé, la que, sigilosamente, en el mismo momento en que el monstruo levantaba a su hijo para devorarlo, le mordió el dedo del pie con todas sus fuerzas, la que escondió al niño debajo de la tierra antes de que el gigante pudiera reaccionar...
Sin embargo, el refugio era demasiado precario. Nóshtex cruzaba la caverna haciéndola temblar con sus pasos de gigante, recorría la isla buscando al cachorrito que apenas había visto, a ese hijo que en cuanto creciera iba a traicionarlo.
Entonces Terr-Werr pidió ayuda al resto de los animales: ¿dónde esconder al bebé?, ¿cómo ponerlo a salvo del gigante?
Cuentan que todos los animales hicieron una asamblea para discutir el asunto. Que el Kíus, el chorlo, era el único conocedor de la otra tierra que, más allá del mar, había creado Kóoch antes de recluirse en el horizonte, y que propuso enviar allí al niñito. Así comenzaron los preparativos para la fuga secreta.
Una madrugada, cuando el hijo de Teo y el gigante estuvo listo para partir, Terr-Werr lo llevó hasta las inmediaciones de una laguna y lo escondió entre los juncos. Desde allí llamó a Kíken, el chingolo, para que a su vez transmitiera el mensaje: todos los animales fueron convocados para escoltar al niño. Algunos, como el puma, se negaron. Otros, como el ñandú y el flamenco, llegaron demasiado tarde. El zorrino iba tan contento al encuentro de la criatura que, interceptado por el gigante, no supo guardar el secreto. Así enterado, Nóshtex se dirigió a grandes pasos hacia la laguna, pero el pecho-colorado, instruido por Terr-Werr lo distrajo con su canto. Por eso no llegó a tiempo para ver cómo el cisne se acercó al niño nadando majestuosamente y lo colocó sobre su lomo, ni cómo carreteó luego para levantar vuelo. Sólo alcanzó a distinguir en el cielo un pájaro blanco que, con su largo cuello estirado y las alas desplegadas, volaba decididamente hacia el oeste. Así, en su colchoncito de plumas, se alejaba el protegido de Kóoch hacia la tierra salvadora de la Patagonia.
LOS INVENTOS DE ELAL
Dicen los tehuelches que la Patagonia era sólo hielo y nieve cuando el cisne la cruzó, volando, por primera vez. Venía de más allá del mar, de la isla divina donde Kóoch había creado la vida y donde había nacido el pequeño Elal, a quien cargó sobre su blanco lomo hasta depositario sano y salvo en la cumbre del cerro Chaltén (1).
Dicen también que detrás del cisne volaron el resto de los pájaros, que los peces los siguieron por el agua y que los animales terrestres cruzaron el océano a bordo de unos y de otros. Así la nueva tierra se pobló de guanacos, de liebres y de zorros; los patos y los flamencos ocuparon las lagunas y surcaron por primera vez el desnudo cielo patagónico los chingolos, los chorlos y los cóndores.
Por eso Elal no estuvo solo en el Chaltén: los pájaros le trajeron alimentos y lo cobijaron entre sus plumas suaves. Durante tres días y tres noches, permaneció en la cumbre, contemplando el desierto helado que su estirpe de héroe transformaría para siempre.
Cuando Elal comenzó a bajar por la ladera de la montaña le salieron al encuentro Kokeske y Shíe, el Frío y la Nieve. Los dos hermanos que hasta entonces dominaban la Patagonia lo atacaron furiosos, ayudados por Máip, el viento asesino. Pero Elal ahuyentó a todos golpeando entre sí unas piedras que se agachó a recoger, y ése fue su primer invento: el fuego.
Cuentan que Elal siempre fue sabio, que desde muy chiquito supo cazar animales con el arco y la flecha que él mismo había inventado. Que ahuyentó al mar con sus flechazos para agrandar la tierra, que creó las estaciones, amansó las fieras y ordenó la vida. Y que un día, modelando estatuillas de barro,
creó a los hombres y las mujeres, los tehuelches. A ellos, a sus chónek, les confió los secretos de la caza: les enseñó a diferenciar las huellas de los animales, a seguirles el rastro y a poner los señuelos, a fabricar las armas y a encender el fuego. Y también a coser abrigados quillangos, a preparar el cuero para los toldos hasta dejarlo liso e impermeable... y tantas, tantas otras cosas que sólo él sabía.
Cuentan que hasta la Luna y el Sol están donde están por obra de Elal, que los echó de la Tierra porque no querían darle a su hija por esposa. Y que el mar crece con la luna nueva porque la muchacha, abandonada por el héroe en el océano, quiere acercarse al cielo, desde donde su madre la llama. Y también que si no fuera porque una vez, hace muchísimo tiempo, cuando hombres y animales eran la misma cosa, Elal castigó a una pareja de lobos de mar, no existirían el deseo ni la muerte. Finalmente Elal, el sabio, el protector de los tehuelches, dio por terminados sus trabajos. Dicen que un día, poco antes del amanecer, reunió a los chónek para despedirse de ellos y darles las últimas instrucciones. Les anunció que se iba, pidió que no le rindieran honores pero sí que transmitieran sus enseñanzas a sus hijos, y éstos a los suyos, y aquéllos a los propios, para que nunca murieran los secretos tehuelches. Y cuando ya asomaba por el horizonte, Elal llamó al cisne, su viejo compañero. Se subió a su lomo y le indicó con un gesto el este ardiente. Entonces el cisne se alejó del acantilado, corrió un trecho y levantó vuelo por encima del mar.
Inclinándose sobre el ave que lo llevaba y acariciando su largo cuello, Elal le pidió que le avisara cuando estuviera cansado. Cuando el cisne se quejaba, Elal disparaba una flecha hacia abajo, y con cada flechazo surgía en el agua una isla donde era posible posarse a descansar.
Dicen que varias de esas islas se distinguen todavía desde la costa patagónica, y que en alguna de ellas, muy lejos, adonde ningún hombre vivo puede llegar, vive Elal. Sentado frente a hogueras que nunca se extinguen, escucha las historias que le cuentan los tehuelches que, resucitados, llegan cada tanto para quedarse con él, guiados por el magnánimo Wendeunk.(*)
(*) Fuente: Leyendas de la Patagonia, Arnoldo Canclini compilador, Ed. Planeta.
(1) El cerro Chaltén, ubicado en la zona cordillerana de la provincia de Santa Cruz, en la Patagonia Argentina es conocido actualmente como cerro Fitz Roy.
lunes 4 de octubre de 2004
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EL NAUFRAGIO DE LAS "PINNAS" |
Dentro de pocos días se cumplirán 53 años del naufragio de la barca alemana "Pinnas", desarbolada por una tempestad al sur del Cabo de Hornos, y el salvataje de su tripulación, por el vapor chileno "Alfonso", de la firma regional Menéndez Behety, al mando de ese lobo de mar que fue el capitán Jorge Jensen Hansen. Yo era niño cuando ocurrieron estos hechos, pero me enteré de ellos por las noticias que propalaron los diarios y revistas de la época (no había radio) y la importancia que a la intervención de los marinos chilenos les atribuyeron los miembros de la colectividad alemana, con la cual me hallaba vinculado.
Varias veces en mi hogar en Puerto Natales, donde solía visitarnos el ingeniero Antonio Luksic, le oí contar a mi padre esta aventura (él tomó las fotos que aún circulan), que años más tarde le oí relatar con mucha modestia, al propio capitán Jensen. El capitán Enrique Inhoff, que era segundo piloto y le correspondió patronear la chalupa que rescató a los naúfragos, me hizo el relato una vez, a bordo de la antigua motonave "Carmen". Y me la contaron una y otra vez el viejo capitán Ricardo Toledo, que en esa época era tercer piloto del "Alfonso" y el ingeniero inspector Marcos Barría, que hacía su aprendizaje como aspirante. Todos ellos coincidieron en los detalles del relato verídico, emocionante, impresionante, que nos entregaron con la sencillez de quien relata una maniobra diaria. Así, sin alardes ni estridencias.
La barca alemana "Pinnas", que navegaba de Hamburgo a Valparaíso, con cargamento de cemento, artículos sanitarios y carga surtida, fue sorprendida por un temporal deshecho al sur del Cabo de Hornos. La nave de 2.400 toneladas había sido desmantelada, conservaba el palo real del mesana y una vela cuadra desgarrada, atravesada a la mar, que baldeaba sus cubiertas e inundaba sus bodegas. Se hallaba en los 50º 20' Sur y 73º 30' Weste, en la denominada "región de los temporales".
El capitán del vapor "Alfonso", don Jorge E. Jensen H., que navegaba de Valparaíso a Punta Arenas, informó a la Gobernación Marítima y a la empresa armadora, que el 23 de abril de 1929, a la altura del Cabo Tamar, en el Estrecho de Magallanes, había interceptado un llamado de auxilio de la barca alemana "Pinnas", pidiendo que le salvaran a la tripulación en peligro de muerte, pero no logró captar bien la posición de la nave. Las coordenadas transmitidas por el radiotelegrafista del buque náfrago fueron obtenidas por el Gobernador Marítimo, capitán de fragata Miguel Elizalde.
El "Alfonso" llegó al puerto, desembarcó sus pasajeros y, enseguida, con toda la carga, zarpó a la zona del Cabo de Hornos, llevando a un representante de la autoridad marítima. Siguió la ruta de los canales fueguinos, hacia el canal Beagle y por el paso Murray salió al mar abierto en demanda del sitio en que debería estar la nave. No fue fácil ubicarla, porque había derivado con el temporal, que no amainaba. El 25 de abril el "Alfonso" estuvo a la cuadra de la barca naúfraga, pero no pudo acercarse debido al viento que arreciaba y soplaba a más de cien kilómetros por hora. A bordo de la "Pinnas" los alemanes saludaban alborozados la llegada de los chilenos y luchaban denonadamente en los preparativos de la maniobra de salvataje; pero Jensen no los abordaba aún. Se mantenía alerta, en espera de un recalmón, de condiciones más favorables para un rescate, que esperaba realizar con cero faltas. Mientras tanto en el "Alfonso" la gente inquieta aguardaba el momento en que ordenaran el abordaje, para salvar a esos 25 hombres expuestos a una muerte inminente.
El temporal estuvo destruyendo los mástiles los días 24 y 25, y siguió el 26, sin que fuera posiblemente hacer humanamente nada para salvar a la gente. La tripulación advertía que el barco le escoraba cada hora más, que el agua subía y que estaba próximo el hundimiento y deseaban vender cara sus vidas. El viejo Jensen observaba calculando la hora del asalto. Se percata con satisfacción que el temporal decrece al anochecer, aunque sin disminuir el oleaje.
El 27 en la mañana las olas barrían la cubierta de la "Pinnas". El peligro es grande y el derrumbe se aproximaba. Jensen infunde valor a su gente resuelve la única maniobra posible en esas condiciones y a esa altura. A las 9 de la mañana envía un bote salvavidas, con cinco remeros, al mando del segundo piloto Enrique Imhoff, de ascendencia alemana, a rescatar a los naúfragos, que debían desembarcarse por un cabo desde el bauprés, al fin de que la embarcación no se estrellase contra el casco.
El bote parte. El piloto es apenas un muchacho, pero es un gran marino. Se suceden dos horas de lucha agotadora y el éxito corona los esfuerzos de estos bravos hombres de mar. En dos viajes son rescatados los 24 tripulantes y el capitán que baja el último.
Los naúfragos salvados se llamaban: capitán L. Lehmann; 1er oficial H. Kramer; 2º oficial Molitier; 3er oficial Troferin; carpintero Schomeyer; donquero Weissner; velero Zulage; telegrafista Holz; cocinero Svenssen; ayudante de cocina Nietsche; marineros Weihs, Boetchers, Schoumacher, Steffens, Nielsen, Storrs, Beckmann, Wickenning, Craulich, Hindermann, Natgius, Hirn, Monneishen, Heitling y Zakarías.
Osvaldo Wegmann
La Prensa Austral, 8 de abril de 1982.