jueves, 14 de julio de 2005

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Una crónica de Mandradel

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Somos los más trabajadores del mundo, pero nos gana laURSS

Lo descubrieron 50 mil inspectores. Los yanquis son más falleros.
Hemos sentido un gran alivio. Algo así como si nos hubieran quitado un enorme peso de inferioridad y de complejos, al saber que la gente que trabaja en Chile pasa de un millón, y no de 272.139 individuos, como lo hacían ver censos económicos anteriores que adolecían de errores garrafales, presentándonos ante el extranjero como un Chile pequeñito e inferior en todo sentido, pues sólo trabajaría, según el mismo, el 32,2% de su población, los demás serían flojos, atorrantes, borrachos y "sanluneros", cuando la realidad es muy distinta.

CHILE OCUPA EL SEGUNDO LUGAR EN EL MUNDO

Según la estadística sobre Chile y obras consultadas, del extranjero, Rusia ocupa el primer lugar en el mundo respecto a gente que trabaja con un 57,5%; Chile ocuparía el segundo lugar; el tercero lo ocupa Francia con un 52,4%.
Lo curioso del caso, afirma el señor Keller, jefe chileno de nuestras estadísticas, es que todos repiten como el papagayo y se informan de esas falsas estadísticas. Hay gente cultísima que está en la obligación de propalar la verdad, y exhortar con su voz fuerte y rotunda que se desfigure la realidad de los hechos, presentándose ante el mundo con tremendos complejos de inferioridad, lo que es sencillamente derrotismo culpable.

HAY AUSENTISMO PERO POCO

Encaramándonos siempre en las estadísticas, vemos que el ausentismo del obrero de Chile, no es tan alarmante como llegamos a creer. Hay gente que hace el "San Lunes", evidente, pero poco, si tomamos en cuenta los guarismos de otros países. ¡Asombro! Los pueblos más "sanluneros" y que más faltan al trabajo son el inglés y el yanqui. Y nosotros que estábamos casi en la seguridad de afirmar que estos pueblos eran los más laboriosos del mundo. ¡Oh, el milagro de los números!.

PORQUE FALLABAN LAS ESTADÍSTICAS ANTERIORES

Las estadísticas económicas anteriores fallaban porque eran incompletas, faltas de información y hechas a la ligera. Sólo se tomaban en cuenta las grandes industrias y el comercio mayoritario. Jamás se tomó en consideración a los pequeños, a los que trabajan en sus casas, hombres y mujeres, los agricultores que trabajan ellos mismos sus tierras, como en Chiloé y otras regiones al sur de Chile, etc. Por pequeña que sea esa industria, la agricultura o el comercio, es gente que trabaja y se gana honradamente la vida, por humilde e ínfimo que sea la labor que efectúan. "¡Hay que tomarlo en cuenta!", agrega el sr Keller. De esta forma su estadística resultó completa. En ella trabajaron en años atrás 50 mil inspectores asesorados por 261 Alcaldes de la república.

EL PUEBLO CHILENO ES TRABAJADOR
Y esta afirmación la agregamos por nuestra cuenta y riesgo. No trabaja, sencillamente, si no se le da una oportunidad, o se le niega redondamente el derecho de ganarse la vida con sus músculos.
Esto lo hemos visto y lo vemos a diario en la Patagonia. Aquí es el chileno quien hace los trabajos más pesados, los que necesitan más esfuerzo físico, los más sucios si se quiere. En cambio otras nacionalidades, se buscan siempre el trabajito más aliviado, el más limpio, el que menos esfurzos le ocasione. No es ningún chisme, ni un falso orgullo nacional, sino la realidad de las cosas, que puede comprobar quien lo desee.
El chileno de la Patagonia ha ayudado a levantar fortunas con sus músculos hace quizás mucho más de 50 años a esta parte. Sin embargo, a veces se le ha pagado con ingratitudes, como en el año 21, por no citar otras fechas que más vale no recordar… aunque dichas fechas ya quedaron muy atrás en la historia.

NOTICIAS GRAFICAS DE MAGALLANES, 15 de noviembre de 1946.

miércoles, 28 de julio de 2004

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Osvaldo Wegmann: Los relatos de Mandradel

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En la "Antología Magallánica", tomo 2, aparece un cuento titulado "El arreo del gringo Johnny" del escritor Manuel Andrade Leiva, que pinta la vida de los ovejeros con los colores más fieles y, junto a las duras faenas de los arrieros, cuenta las penas y las alegrías de estos vagabundos de los caminos, que él tan bien conocía y que describía con mano maestra en sus relatos. Fui amigo de Manuel Andrade Leiva y tuve el privilegio de leer todo lo que él escribió, tanto lo publicado como lo inédito, menos "El infierno de los hombres solos", cuyos originales que me habían ofrecido, se perdieron en Puerto Natales poco después de su muerte.
Leer a Manuel Andrade Leiva es lo mismo que ponerse a escuchar un cuento, contado por un viejo campesino al amor del fuego, en una fría noche magallánica. Es que Manuel Andrade Leiva, como Jack London o James Oliver Curwood, es un autor que vivió la vida que cuenta, que convivió con sus personajes, durante el tiempo en que fue campesino en las estancias de la Patagonia. Antes había sido periodista en el diario "El Magallanes" y había colaborado en la "Revista Austral". En esos tiempos publicó sus primeros cuentos en el decano, no sabemos si antes o después de Coloane. Se nos ocurre que fue primero, debido a que Andrade Leiva era algunos años mayor que el autor de "Cabo de Hornos".
El año 1936 cayó en nuestras manos el primer libro de Manuel Andrade, editado en Punta Arenas, en los talleres de la Imprenta Yugoslava. El mismo decía en un "artículo a manera de entrada", que eran narraciones que posiblemente no llegaban al cuento, pero que eran la vida en pedazos, ajena y mía - según sus palabras - que he ido tirando a manos llenas, cual millonario a lo largo del enmarañado y abrupto camino. En este libro se incluyen quince relatos o cuentos, destacando entre ellos "Los tres puntos", que da el título al libro; "El hombre que peina diariamente a su muerta", "La venganza de Truco", "Y se entregaba llorando", "El impostor", "Eso no es miedo, es susto", "Murió en su propio ataúd" y "La flor de hielo". El libro fue prologado por el periodista José Kramarenko, con una hermosa portada de José María Robledano.
Al año siguiente, después de un viaje al Norte, con una prolongada permanencia en la Isla Grande, donde había nacido publicó un librito titulado "Chiloé visto a vuelo de pájaro por uno de sus hijos". Fue editado en la Imprenta "La Nacional" de nuestra ciudad, firmado con el seudónimo Mandradel, compuesto por las iniciales del nombre y apellido materno, con el paterno al medio. Como Mandradel firmaría más tarde muchas crónicas en la Revista "Ercilla", de la que fue corresponsal; en "Noticias Grádicas de Magallanes" y en "Actualidad Magallánica". En este opúsculo escrito a manera de diario de viaje, relata sus impresiones de un recorrido en barco, describiendo su reencuentro con la tierra nativa; los problemas de la isla, destacando el de los caminos, para el desarrollo de la agricultura; se refiere a la mitología chilota, destacando al Caleuche. Y tiene palabras de estímulo para señalar la labor constructiva de algunas autoridades de la época.
Mandradel no se quedó ahí. Siguió escribiendo y publicando. A comienzos de 1939, en un viaje por la Patagonia argentina, encontramos en una librería de Comodoro Rivadavia, el tomo de cuentos "Pa...thagón", de Manuel Andrade Leiva, publicado nada menos que por la editorial Tor de buenos Aires, con prólogo del prestigioso escritor chileno Juan Marín, el autor de "Paralelo 53 Sur". El libro contiene doce narraciones y cuentos entre los cuales destacan "Pa..thagón", "Flor sensitiva", "Para chilenizar a Magallanes", "El don Juan de las pampas", "El cortejo fúnebre de una sola persona", "Preferencia", "El misterio de los tres cerros", "Cuando caen los zeppelines" y "El hombre que se reprochaba a si mismo".
Mandradel nació en Castro en 1906. Estudió en el Liceo de Puerto Montt y comenzó a escribir muy joven, cuando llegó a Magallanes. Aquí colaboró en diarios y revistas, publicó varios libros y dejó inédito un libro de cuentos y una novela. Obtuvo premios en el género del cuento en diversos concursos literarios. Murió en Puerto Natales hace alrededor de diez años.
Conocimos a Mandradel en Natales en 1940. El autor trabajaba como carpintero en la "Estancia Sofía", cercana a la frontera, y solía llegar al vecino puerto, donde tenía una hermana casada y un gran amigo periodista, que era el Gobernador de Última Esperanza Salvador Sackel. Solíamos reunirnos a menudo para hablar de literatura, frente a una mesa cordial. Mandradel era un hombre amistoso, muy parco, modesto hasta la exageración. Un día nos entregó un cuento, para que le diéramos nuestra opinión. Resultó ser este "El arreo del gringo Johnny", que conservamos tantos años y que la Sociedad de Escritores de Chile, filial Magallanes, seleccionó para la Antología del Cuento Magallánico, que acaba de aparecer. Es un justo reconocimiento a la capacidad de este escritor, que está entre los primeros cuentistas de Magallanes, como Francisco Coloane, Juan Marín, Enrique Campos menéndez, Rosa de Amarante y José grimaldi.


La Prensa Austral, 3 de diciembre de 1981

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