Navidad en la prisión. El viento magallánico emergía con fuerza en el paralelo 53 sur de este mundo y en silencio nos acordábamos de nuestras novias, esposas, madres, hijos, cada uno a su manera, entonando nuestro himno "Tamo Daleko", que al escucharlo hoy nos estremece el alma.
Los torturados estaban convalecientes en las barracas del Campamento Río Chico y otros permanecían incomunicados en las celdas de los regimientos de la Patagonia. Las mujeres estaban confinadas a cientos de kilómetros en el regimiento "Ojo Bueno", según nos informó en noviembre la Cruz Roja Internacional.
Los generales Pedro Espinoza y Manuel Torres de la Cruz habían sobrevolado la Base Naval un par de semanas antes y estaban satisfechos de su obra según informaron al Alto Mando. Nelson Reyes ensayaba un número musical junto a Carlos González Jacksic, mientras Sergio Bitar recorría con el Dr. Arturo Jirón el Patio de Alarma lleno de metralletas y soldados. A lo lejos, patrulleras de la Armada navegaban en el mar furioso y sombrío que durante el verano tiene más oleaje.
Pelle Urrutia, Jerónimo España, Baldovino Gómez preguntan sobre el destino de José Tohá y en esos instantes ya los verdugos habían decidido su muerte en el Hospital Militar de Santiago. Daniel Vergara aún no se repone de las balas que penetraron su mano derecha cuando junto a otros confinados eran conducidos en tanquetas desde el aeropuerto de Punta Arenas al recinto de Asmar, en pleno centro de la ciudad sitiada, en septiembre de ese año. Eliecer Valencia y Miguel Loguercio están sentados sobre el tronco de un árbol milenario junto a Alfredo Joignant, Aníbal Palma, Julio Stuardo, Anselmo Sule , Camilo Salvo, Jorge Tapia, Luis Corvalán, Hugo Miranda, Carlos Morales, Benjamín Teplisky, Erick Shnake, Alejandro Olate, Pablo Jeria, Alejandro Ferrer.
Osvaldo Puccio hijo, hace un grabado para tallar una piedra a su madre. Héctor Avilés dibuja a Edgardo Enríquez, Hugo Miranda, Carlos Zanzi, nuestros Delegados ante el Infierno. También a Francisco "Che" Márquez, y Custodio Aguilar nuestros grandes dirigentes sindicales.
Las Barracas "Alfa", "Bravo", "Remo", "Isla" se ven imponentes. El Mando Naval nos observa desde los alambrados. El "Loco" Valenzuela, un Capitán delirante, tiene granadas en sus manos. Se pasea con ellas y su pistola todos los días en los comedores del Campo de Concentración. En la noche su figura es fantasmagórica. Un par de perros juegan en los alambres de púa, Orlando Letelier sigue cantando, alguien recuerda a Salvador Allende, Pablo Neruda, Víctor Jara, nuestros primeros muertos. Las estrellas nos miran con atención, los árboles nos contemplan con tristeza, la vegetación dawsoniana es impresionante. Los pájaros nocturnos parecen sombras como en los poemas de Nazim Hikmet en las prisiones turcas.
Hace frío. Dónde estará Dios?, preguntamos. Un sacerdote observa desde el ventanal de la Cámara de Oficiales. El Campamento Río Chico es un lugar secreto. La muerte ronda. El niño Dios También.
A todos quienes compartimos esa noche dawsoniana, a nuestros muertos.