domingo 26 de junio de 2011

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Un chozno de William Low en Puerto Natales

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Fotografía del autor tomada por Yislen Oyarzo Silva.

Por Héctor Martínez Díaz
A Octavio, Bautista y Almagro

Hay quienes gustan sacarnos pica con eso de que a los natalinos el Cerro Dorotea nos tapa la visión del mundo. Suelo no hacerles caso, más aún si discrepo profundamente de aquello, pues, en lo que mi concierne, por ejemplo, sé, si mal no recuerdo porque lo vi por el canal National Geografic, que existe en las islas británicas una antigua leyenda popular transmitida de manera oral de generación en generación y que habla de que el carácter de un antepasado se repetirá en uno sus choznos.
Mi madre, me contó que mi abuelo, Octavio Díaz Low, alcanzó a tomarme en brazos cuando yo tenía 6 meses, imagino que cultivando eso del bajo perfil de siempre, quizás por el estigma de apellidarse Low (humilde o bajo en Inglés), me miraría silencioso con su callado anarquismo obrero, antes de que su delirante afición a los puzzles y una arteriosclerosis galopante lo llevaran a extraviarse en la pampa del frigorífico nuevo de Natales.
Casado con Ofelia García Alderete, era hijo de Carmen Low Garay, una chilota gringa de ojos verdes, que tuvo con su primer esposo -tempranamente fallecido en el mar- tres hijos Almagro, Bautista y Octavio, y que para los sucesos de 1920 en Natales, se cuenta que la diabla cerró su boliche de venta de vino para ir fascinada a cargar los rifles de los revolucionarios.


En la Patagonia, en un día cualquiera, el viajero puede encontrar a un galés, a un terrateniente inglés, a un hippy de Haaight-Asbury, a un nacionalista montenegrino, a un afrikáner, a un misionero persa de la religión Bahai o al archidiácono de Buenos Aires en gira bautismal.
O puede dar con personajes como Bautista Díaz Low, domador de caballos y anarquista al que conocí cerca de Puerto Natales en el sur de Chile; y quien con sus propias manos, se había hecho una estancia en medio del húmedo bosque.
Me sorprendió su conocimiento, un tanto embrollado, de la expedición del Beagle: no porque hubiese leído algún libro sobre el tema o tan siquiera supiese leer, sino porque su bisabuelo, el capitán William Low, había sido piloto de Darwin y de FitzRoy a través de los canales. Fue toda una generosidad por su parte atribuir a su "sangre británica" su coraje y absoluto mal genio.

Bruce Chatwin



Fue, precisamente, mi difunta abuela Ofelia la que me visitó en sueños contándome que los ancestros de mi abuelo eran indígenas, más un email del poeta Hugo Vera Miranda consultando por el hermano de mi abuelo Bautista Díaz Low, lo que me motivó a escudriñar el pasado no siendo yo diestro en la ciencias historiográfica y estando muy lejano mi amigo historiador el Cunco Iván Inostroza, para brindarme sus sabios consejos.
Pensé, primeramente, en seguir la sugerencia del amigo Mattioni, otrora Director Regional del Servicio de Registro Civil e Identificación y acudir a las fichas microfilmadas de las actas de bautismo en Chile, actas que tienen los mormones con las cuales casi de manera gratuita uno puede hacer su árbol genealógico. Desistí, inmediatamente, más por prevención que por temer a la escatología, sabiendo que los fieles a José Smith, acostumbran pedirle a uno como parte de pago que otorgue el permiso para bautizar en su clero a los difuntos, me inquietaba que las almas de mi parentela fueran un tanto iconoclastas y podrían venir todas las noches a tirarme las patas. Así, a falta de fuentes orales vivas y poco acceso a las documentales hube de sumergirme en la vorágine googleana.
Encontré que su bisabuelo fue Williams Low un lobero inglés que repartía su tiempo entre las Malvinas, los canales patagónicos y las islas del archipiélago de Chiloé, y que por su destreza y conocimiento de las mareas, fiordos y canales del Estrecho de Magallanes, fue contratado como piloto práctico ayudando en las dos Travesías de la Beagle por los canales del Sur comandada por Parker King primero, y por Robert Fitz Roy después, incluso a este último, dicen algunos que vende en Malvinas su Goleta Unicorne (Capricorn, según otros), transformándola Fitz Roy en la Adventure. Se sabe que en el viaje traba amistad con Charles Darwin, quien con esa novel curiosidad estigmatizadora, registra como veracidad científica, un cuento que William Low, en esas frías y oscuras de noches de tempestades con ese humor británico, y por el puro gusto de asustar a los marineros, les relataba:

"Yo, por mi experiencia de lobero, conozco el lugar donde vamos y sé, que allí los hombres que se llaman a si mismos yámanas son salvajes caníbales, en invierno y los tiempos de hambruna se comen a las viejas las cuelgan sobre un fuego de madera totalmente verde y cuando se encuentran casi totalmente asfixiadas son ahorcadas, descuartizadas y comidas con glotonería. Los yámanas se comen a las viejas y no a sus perros porque estos les sirven para cazar nutrias y las viejas no le sirven para nada".

Era el mismo William Low, que vivió también un tiempo en Puerto del Hambre y que había conocido Bernardo O'higgins en la guerra de la Independencia, y a quien el prócer desde el exilio en el Perú, se referiría en su última carta a Chile, como a quien era necesario ubicar en Chiloé, pues era único hombre capaz de comandar la expedición que tomaría posesión chilena en el Estrecho de Magallanes, pero cuando llegaron a buscarlo el año 1842, hacia dos años que había fallecido.
¿Y si el devenir el histórico fuera posible cambiarlo? entonces al viejo lobero Williams Low, no lo habrían encontrado muerto, comandaría la Goleta Ancud, siendo por ello recordado en Magallanes, la leyenda británica sería cierta y yo, su chozno, tendría también un carácter memorable, sería famoso y aparecería mi nombre en negrilla en el libro "Natales, 100 años de historia".

viernes 3 de junio de 2011

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Rencor chilote

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Por Héctor Martínez Díaz



La académica polémica suscitada tras la cita de los autores del libro "Natales 100 años de historia", recientemente publicado, discrepando con lo manifestado por el historiador Mateo Martinic en su libro Ultima Esperanza en el Tiempo (año 2000), puede estudiarse desde un perspectiva antropológica desde tres puntos de vista no siempre coincidentes pero, culturalmente, cercanos.

1.- El libro de los autores natalinos comprueba lo planteado por Martinic, en el sentido de que nuestra chilota idiosincrasia natalina es cómoda, floja y lenta ya que demoramos casi 10 años en darnos cuenta que en el libro del premio nacional, éste nos trataba como la mona.

2.- La cita de los autores del libro, criticando la postura Martinic, manifestada hace un decenio atrás, comprueba el mito urbano de que existe eso del rencor chilote y que cuando se ofende a un nativo o descendiente del gran archipiélago madre, tarde o temprano, se paga.

3. Tras la polémica suscitada lo cierto, y más seguro, es que el Chico Paredes no le entregará las llaves del pueblo ni honrará como ciudadano ilustre, más bien distinguirá como persona non grata al historiador croata, en ceremonia en la nueva plaza del pueblo y que finalizará con un público llamado a tirarle piedras.

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