lunes 18 de agosto de 2008
7¡Salame, salame, salame!
martes 12 de agosto de 2008
2En esta época tengo muchos amigos
viernes 8 de agosto de 2008
1¡Rayos y Truenos vengan a mí!
jueves 7 de agosto de 2008
5Efecto Abu Gosh
domingo 3 de agosto de 2008
1No era un mal tipo
viernes 1 de agosto de 2008
5El manantial de la doncella
Ese era otro Natales me dice Juanito Colo Colo. Me siento al lado de él durante el velatorio de Doña Blanca Mattioni Predolin. Ahora todo es distinto. Llegó mucha gente del norte. Internet y la televisión hace que la gente no salga de sus casas. Los clubes sociales están vacíos y no existe más la solidaridad que existía antes. Yo lo escucho en silencio, muevo la cabeza y asiento. Me comenta que ya no existen los bares que existían antes, que era un lugar de encuentro y de charlas. En donde iban los amigos a conversar y tomarse unos tragos. En donde se discutían problemas mundiales y se preparaban las huelgas. Incluso en los bares se discutían los convenios de trabajo. La gente era educada y todo el mundo leía. Ya Natales no es como era antes. Dice que me va a contar una historia. Yo lo escucho. No recuerda bien la fecha pero que a él le parece que fue en el año de 1960, que en el Cine Palace que ya no existe, dieron una película que se llamó El manantial de la doncella. Aún recuerdo la historia de la película, se trataba de una joven doncella que vivía en el campo e iba a la iglesia del pueblo a ofrecer unos cirios a la virgen, en el trayecto fue violada y muerta por tres bandidos. Después el padre venga la muerte de su hija y mata a los bandidos. En el lugar donde muere la doncella surge un manantial. Fue una película muy hermosa y terrible, recuerda Juanito Colo Colo. Mucha gente en el cine lloraba, otros gritaban y maldecían a los rufianes. Otra gente se salió del cine por la mitad, no pudieron seguir. Juanito Colo Colo aún recordaba El manantial de la doncella y a un Natales que ya no existe. Le prometí que iría el día siguiente a su casa y le llevaría la película. Le conté que era del director sueco Ingmar Bergman y que yo la tenía. La había bajado de Internet. Le dije que seguramente Blanquita Mattioni a la cual velábamos, también la vio, ya que era la señora que vendía las entradas del desaparecido Cine Palace. Sus ojos se llenaron de lágrimas, estuvimos unos largos minutos en silencio. Luego nos retiramos por la calle Bulnes entumidos de frío.