sábado 30 de junio de 2007

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La pareja de Patricia

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Me lo presentaron como la pareja de Patricia, me dijo Alberto: "Te presento a la pareja de Patricia". Estábamos en el bar Melissa encantados con la pareja de Patricia, luego llegó Alejandro a quien Alberto le presentó a la pareja de Patricia, le dijo: Te presento a la pareja de Patricia. Noté a Patricia un poco incómoda. De repente todos nos pusimos incómodos, hasta que llegó Spiro, obviamente que también le fue presentado a la pareja de Patricia. Spiro contó anécdotas de Groucho Marx y la reunión se tornó interesante, allí estuvimos un par de horas bebiendo cervezas, fumando y riéndonos con Spiro.

Pasaron un par de días cuando recibo un llamado. Era la pareja de Patricia que me dice: Hola, mira yo soy la pareja de Patricia ¿no sé si te recuerdas de mí?. Le dije que sí, que lo recordaba. Me llamaba para ver si el fin de semana podríamos ir a la casa de Patricia en donde nos regalarían con un asado. También estaban invitados Alberto, Alejandro y Spiro. Le dije que sí, que no habría problemas,que aquel fin de semana estaba disponible. Más tarde me llaman Alberto, Alejandro y Spiro, diciéndome que los había llamado la pareja de Patricia y que lo del asado iba.

Llegó el día del asado y todo transcurrió por carriles aceptables hasta que la pareja de Patricia se emborrachó. Tiró del mantel, sus manos convertidas en garras se pusieron a girar como aspas. Nos trató de pobres tipos muertos de hambre, se sacó la camisa y nos invitó a pelear. Le dio una patada al aparato de música y nos echó de la casa de Patricia. Nunca supimos su nombre. De esto ha pasado medio año. No hemos sabido nada más de Patricia ni de la pareja de Patricia.

domingo 24 de junio de 2007

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¿Y tú cómo estás?

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Acabo de recibir un correo de la mujer que algún día rompió mi corazón. Me cuenta que murió Gonzalo. Me dice que tenía tres bypass. Que aún así seguía bebiendo y fumando. Que murió de un ataque masivo y fulminante. Al finalizar me pregunta: ¿Y tú cómo estás?

miércoles 20 de junio de 2007

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El Secretario de la Cosa

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Me llama mi amigo el poeta Carlos Besoaín. Me dice que tiene ganas de brindar un par de charlas en los colegios de Puerto Natales. Solo hace falta una invitación a la Secretaría de Cultura de Río Gallegos, Argentina, en donde trabaja. Él se encargará de los pasajes y la estadía. Todo gratis. Una verdadera ganga. Besoaín es un poeta maravilloso. Poeta, músico y pintor.
Entonces me dirijo donde El Secretario de la Cosa. Llegó allí y prontamente El Secretario de la Cosa me hace pasar a su oficina. Le explico. Le llevo un libro de Besoaín que ni siquiera mira. Me dice que bueno. Que es una propuesta interesante. Que es bueno que haya cultura en Puerto Natales. Que visto los antecedentes de éste escritor haré lo atingente para traer a... ¿Cómo se llama el escritor? Besoaín le digo-, Carlos Besoaín. Claro, me dice, para traer a Carlos Besoaín a Puerto Natales.
Le dejo la dirección y el teléfono del poeta de Río Gallegos y me voy. Confiado.
De esto -como las condenas- hace un año y un día. El secretario de la Cosa nunca llamó. Y era gratis. Una ganga.
Verdaderamente una absoluta pérdida de tiempo en ir a hablar con El Secretario de la Cosa.

martes 19 de junio de 2007

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El amigo Campos Menéndez

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La muerte del escritor Enrique Campos Menéndez, la semana pasada, hizo de recordatorio de uno de los temas silenciados expresamente durante la asombrosa transición a la chilena: la colaboración de escritores e intelectuales con la dictadura militar.

Apenas conocida su muerte, arreciaron las declaraciones de pesar, las notas blandamente evocativas, los artículos o cartas a los diarios, con frecuencia de quienes fueron sus propios colegas. La reacción que prevaleció fue la habitual en estos años de ceniza: el blanqueo. Esa suerte de empate moral sustentado en la desmemoria y la manipulación. Se le hizo un homenaje en Punta Arenas, se evocaron pormenores de su vida con tono de nostalgia; alguien recordó incluso el "coraje" que tuvo al "salvar" a algún izquierdista tras el golpe militar (como una y otra vez se ha hecho con el apóstol Jaime Guzmán), sin que por cierto jamás se especificara un solo caso en concreto.

Todos, o casi todos, se apresuraron en perdonar a un hombre que jamás pidió perdón.

Este tipo de postura la sintetizó, tal vez, el texto publicado el viernes por la escritora y periodista Elizabeth Subercaseaux, en su momento una férrea opositora al régimen de Pinochet: "Campos Menéndez se distinguió por su honestidad y consecuencia (...). Respetó a los opositores al gobierno que apoyaba. Tuve el honor de conocerlo de cerca, y puedo dar fe de que si hubo alguien bien intencionado, fue él".

¿Honestidad y consecuencia? ¿Respeto a los opositores?

Autor de Chile vence al marxismo (1973), Campos Menéndez se ufanaba de ser el primer civil de la cultura. "Yo era el regalón de los militares. Fui el primero que entró el 12 de septiembre a La Moneda. Fueron a buscarme para escribir los primeros mensajes de la Junta Militar", recordó una y otra vez. Por si alguien hubiese olvidado el tenor de esos mensajes, el Bando Nº 30, del 17 de septiembre de 1973, decía así: "Cualquier acción de resistencia de parte de grupos extremistas será pagado no sólo por los agresores, sino por quienes permanecen detenidos. Por cada inocente que caiga, serán ajusticiados diez elementos marxistas indeseables, de inmediato y con arreglo a las disposiciones del Código de Justicia Militar".

Coautor junto a Jaime Guzmán de la Declaración de Principios de la Junta Militar, más tarde nombrado director de la Biblioteca Nacional y luego embajador en España, Campos Menéndez redactó personalmente listas de libros que debían ser censurados, quemados públicamente o sacados de las bibliotecas. Convertido en el principal asesor cultural del régimen, hizo que el Premio Nacional de Literatura recayera en autores ignotos como Sady Zañartu (autor del himno del Regimiento Buin) y Arturo Aldunate Phillips (un ingeniero autor de Los robots no tienen a Dios en su corazón), en desmedro de escritores como José Donoso, Enrique Lihn o Jorge Teillier. Se opuso también a que le fuera otorgado el premio a María Luisa Bombal.
"Reconozco sus méritos, pero ella ya dejó de escribir", "está fuera de circulación", declaró. "Se dedicó al trago y eso la agarró fuerte. Da vergüenza verla".

Él sí obtuvo el Premio Nacional de Literatura, en 1986, con los votos del ministro de Educación de la época (un tal Gaete) y de sus amigos de infancia Tomás Mac Hale y Antonio Carkovic. Dos detalles: Campos Menéndez no renegó de Pinochet cuando cayó en desgracia, como tantos otros como él. Y cuando llegó la democracia, en 1990, no fue premiado con un alto cargo o una destinación diplomática, como Liliana Mahn, Federico Willoughby y tantos otros como él.

Pablo Azócar. Periodista y escritor

Publicado en El Mostrador

martes 12 de junio de 2007

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Una vida interesante

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Tocan la puerta y abro. Era mi amigo con un amigo. Mi amigo viene embriagado y su amigo borracho. Las palabras tienen sus sutilezas. Nada más pasar mi amigo dice: Parece que no fue buena idea venir. Dice lo que dice y se queda profundamente dormido. Entonces me toca lidiar con su amigo que se encuentra con su hígado lleno de copas. Me dice: Tú podrías escribir sobre mi vida. Busco a alguien que pueda escribir sobre mi vida. Mi vida es muy interesante. Yo podría escribir un libro. Pero no puedo. Tú podrías hacerlo. Mientras lo escucho yo pienso que tendré que llamar un taxi para que mi amigo se vaya a dormir. Creo que tú podrías hacerlo. Escribir sobre mi vida. Si yo te contara...Es que tiene que haber alguien que escriba sobre mi vida. Sé que tú lo podrías hacer, y muy bien. Escribir sobre mi vida. Mi amigo entra en sueño profundo y yo pienso en que un taxi sería la solución para él. Al otro día tiene que trabajar y debe descansar. Todavía es temprano y podría dormir por lo menos unas seis horas. Su amigo me dice: Te voy a contar algo, resulta que hoy fui a ver por cable en el bar Evasión al Colo Colo. Estábamos con mi hermano y recibe una llamada en su celular y sabes qué.... Le digo cómo podría saber yo qué tipo de llamada había recibido su hermano. Le digo que no. Que no sabía. Me dice: Recibe la llamada en donde le comunican que su mujer estaba dando a luz. ¿Lo puedes creer? ¡Estaba dando a luz! Tú tienes que escribir sobre mi vida. Inmediatamente llamo un taxi. Mi amigo se incorpora y al salir me dice: Parece que no fue buena idea venir. Al otro día llamo a mi amigo y le pregunto cómo se encontraba y me dice que bien y qué por qué se lo preguntaba. Le comento que la noche anterior no se encontraba muy bien. Cómo lo sabes- me dice, bueno le digo, anoche cuando viniste a casa no estabas muy bien que digamos. Me dice: ¿Es que anoche fui a tu casa?. No se acordaba. En cuanto al pelmazo aquel que quería que escribiera sobre su vida. Lo estoy haciendo. Su vida es un par de pinceladas en donde lo único rescatable es que, cuando estaba en el bar Evasión mirando un partido de Colo Colo, su hermano recibió una llamada en que le comunicaban que había sido papá. Una vida la mar de interesante. ¡Que vida! ¿Qué vida?

jueves 7 de junio de 2007

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Edad de imputabilidad

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Y la noticia se repite. Constantemente. Se trata de jóvenes bandoleros. Asaltantes. Drogadictos. Matan por pocos pesos. Se llevan un teléfono público. Un computador. Asaltan. Son malos. Muy malos. No tienen piedad. Y la gente se arma para defenderse. Y también los matan. Y mueren los chicos asaltantes. Y cada vez son más. Y más. Destruyen jardines infantiles. Se emborrachan. Se drogan. Una y otra vez vuelven a delinquir. Y cada vez son más los que comienzan la carrera delictual antes de la pubertad. Tienen 11, 12, 13 años. Y la cosa se torna imparable. De todas partes se alzan voces que dicen que hay que hacer algo. Y saltan los pedagogos. Los psicopedagogos. Los sociólogos. Los psicólogos. Los políticos. Los senadores. Los diputados. La señora presidenta. Los que saben. Todos saltan y saltan y saltan. No dejan de saltar. Y cada vez son más, más, más y más. Los que están fuera del banquete. Fuera de la fiesta. Fuera del jolgorio. Fuera del acceso. Fuera de lo mínimo. Muchos de ellos sin padres, sin madres, ni perro que les ladre. Sin posibilidad de educación, con dietas cercanas a un fakir, sin viviendas, sin gas, ni luz, ni agua. Sin agua. Sin agua. Sin agua. Y así no se puede vivir. Sin trabajo, sin un trabajo digno, sin un trabajo. Debe ser muy duro pasar un invierno sin trabajo. Pasar un día sin trabajo, una hora sin trabajo. Sin ni siquiera la posibilidad de tener un trabajo. Mirando por las vidrieras. Los artículos relucientes, mirando a gente bajar de sus automóviles, mirar a gente en los restaurantes. Comiendo. Mirar a los políticos desplazándose fugaces. Mirar a otra gente con buenos zapatos, con zapatos. Y en la casa nada, nada de nada. Ni arroz, ni pan, ni agua. Ni agua. Ni agua. Ni agua. Y gente de gobierno inaugurando tonterías. Un puente. Una plaza. Un hotel. Y ellos los abandonados de siempre sin acceso a nada. A nada. A nada. A nada. Y la fiesta continúa. Y en la periferia cientos de miles caminando alrededor de la noria. Buscando migajas. Pidiendo por favor. Anotándose en planes de desesperación a ver si consiguen un subsidio. De algo. De lo que sea. ¿Qué hacemos mientras tantos con nuestros jóvenes delincuentes? Bajamos la edad de imputabilidad y así nos protegemos de ellos. De ellos, de los desheredados, los olvidados, los marginados, los orilleros, los que danzan junto al desamparo. Las cosas seguirán así, hasta que a algún patán brillante que nunca falta, se le ocurra cobrar el aire. Entonces se lo cortarán. Y los chicos, nuestros chicos; se irán, se irán comprendiendo que este nunca fue un país digno de ser vivido. En donde la brecha entre rico y pobre es la misma que existe entre Andrómeda y la Tierra, 2,5 millones de años-luz.

Sin padre, sin madre, sin trabajo, sin educación, sin agua; yo no necesitaría un blog, no; necesitaría una pistola. Y buena puntería.

domingo 3 de junio de 2007

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La orientadora

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Fui citado al colegio de mi hijo a una entrevista con la orientadora. La Real Academia Española de la Lengua dice que el Orientador/Orientadora, es la que orienta. Bueno, fui citado por la orientadora a una entrevista. Se trataba de alguna conducta inapropiada de mi hijo en el colegio. Vivo en un pueblo chico en donde todos nos conocemos. La orientadora vivía a dos cuadras exactas de mi casa. Cuando se casó se trasladó al centro del pueblo. La cosa es que la orientadora fue mi compañera de juegos y de horarios. Compartimos los mismos derroteros pueblerinos. El mismo cine, la misma plaza, el mismo colegio, el mismo loco, loco afán.

Llego a la cita y cuando me apronto a darle un beso en la mejilla a mi amiga de la infancia y de barrio, me dice buenas tardes. Pase por favor. Usted estaba citado a las cuatro de la tarde y ahora son las tres. Verá que hay otra persona que debo atender por lo tanto le ruego me dispense y que debe esperar su turno. Le comunico que debe haber un error ya que la nota decía las tres de la tarde. Bueno me dice- lo atenderé ya que aún no han llegado los apoderados que estaban antes de usted. Y así se desarrolló toda la entrevista. Usted, sabrá, señor, por lo tanto, en cuanto a, nuestras normas, le ruego señor, como habrá visto, no podemos tolerar, y le comunico, a usted, espero tenga a cuenta, estará de acuerdo conmigo que, por el bien de su hijo y el colegio, era lo que tenía que decirle.

Salí de allí pensando que tendría que haberle dicho: "Oye Eva: ¿te cuesta mucho tutearme?".

sábado 2 de junio de 2007

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Licor de menta

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Era la tercera vez que venía a comprar licor de menta. Yo le dije entonces... ¿cuándo nos vamos a tomar un licor de menta juntos? Me respondió: Cuando tú quieras, siempre que no sea el fin de semana, porque está este otro. Este otro era el marido que trabajaba en el campo y llegaba solamente los fines de semana.
Por la noche viene Jorge y le cuento el cuento. Me dice: Oye Hugo dime, ¿y quién no ha sido en Puerto Natales este otro?. Pero me quedé pensando que es tan lindo ser este otro cuando en determinado momento uno no es este otro.
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Apuntes de un viaje

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LA MINA DE CARBON DE DOROTEA FUENTE DE RIQUEZA Y DE TRABAJO


Movidos por el deseo de conocer y de saber lo que ocurre en la región de Dorotea, a 25 kilómetros de nuestra ciudad aproximadamente, nos trasladamos a ese lugar invitados gentilmente por el propietario de la mina Natales, señor Miguel Rodriguez, el miércoles último.
La impresión recogida en general es desalentadora. Para empezar diremos que el camino que conduce a esa industria es tan malo que los vehículos deben hacer el recorrido en el doble de tiempo, con el consiguiente riesgo de romper la máquina, que como se sabe llega hasta Dorotea para extraer leña y carbón para abastecer las necesidades del pueblo. Lamentable es que haya tanto abandono por quienes tienen la obligación de habilitar y mantener en buen estado esa arteria de tráfico.
Como consecuencia del pésimo estado del camino que ocasiona roturas de consideración a los vehículos motorizados, la leña y el carbón deben pagarse cada vez más caros y esto podría evitarse en parte si el camino ofreciera mayores seguridades, con lo cual como es lógico, el recorrido se haría en menos tiempo. Muchos son los que han reconocido este mal y el beneficio que reportaría el acondicionar mejor este sector y basado en esto, han prometido su ayuda, es decir, obtener el dinero para que esto se haga, pero estas promesas sólo en mínima parte han sido cumplidas y el problema cada vez va adquiriendo mayores proporciones, corriendose el riesgo de que las personas que hacen este trabajo lo abandonen por no convenir a sus interese.

LA MINA DE CARBON


Después de un viaje lento y propenso a quedar en el camino, ya que el vehículo sale de un profundo hoyo para entrar en otro, llegamos a la mina de carbón conociendo en detalle el proceso de la industrialización de este metal. Para ello fue necesario entrar por la boca de mina y llegar al fondo de la galería donde esforzados obreros extraen de las profundidades de la tierra el ansiado carbón.
Simultáneamente se dan a la tarea, en ese lugar, los cortadores de leña y los camiones que son cargados para trasladar este producto al pueblo y un aserradero que elabora madera para las necesidades de la mina, construcciones y otros en pequeña escala.
Es fácil comprender la riqueza maderera y carbonífera que encierra la región del Dorotea y el porvenir que le aguarda, cuyo futuro, tiene que ser obligadamente de enormes proporciones, ya que estállamada a ser, con el correr del tiempo, un campo industrial magnífico.
Con respecto a la explotación del carbón sus actuales precarios medios, deberían ser reemplazados por otros, cuya mejor mecanización y sistema aseguren un mayor rendimiento, ya que este producto de calidad y de incalculable abundancia constituiría una de las grandes fuentes de riqueza y de trabajo con que contará Natales en el futuro.
Pero esto tendrá que ocurrir cuando el Estado se proponga ayudar y estimular a esta industria, proporcionándoles buenos caminos y créditos que permitan a su dueño explotarla en mayor escala, en tal forma que el carbón, aparte de bastecer las necesidades locales, sea vendido en otros mercados.
Constantemente nos estamos quejando de la falta de industrias y trabajo olvidándonos que ahí precisamente hay una, donde se puede absorver a muchos brazos cesantes y que junto con ello, se levantaría una industria que estápropensa a desaparecer porque no encuentra apoyo ni comprensión.

LOS POBLADORES DE DOROTEA


A medida que se aproxima al lugar de la mina, se va encontrando con las casas todas dispersas, de los obreros que se dedican unos al corte de leña, otros al trabajo del carbón y los más prestan servicios en la mina argentina de Río Turbio, distante de dos mil metros, más o menos de la frontera. Todos estos viven con sus familias precariamente y son sus hijos los que mayormente sufren las consecuencias, ya que se crecen en un ambiente que no es propicio para su edad. Viven, además en completa libertad, sin que nadie controle sus actos. Muchos de ellos al amparo de esto, se dedican a explotar a sus propios hermanos de miseria.
Consecuencia de esto es que hace unos días atrás, como ya era costumbre, culminó un hecho que ya es de dominio público, cuando gendarmes argentinos al traspasar la frontera y después de beber abundante alcohol, dispararon en contra de indefensos hombres, mujeres y menores, precisamente porque algunos pobladores de Dorotea viven al margen de la ley y las buenas costumbres, circunstancia que aprovecahn nuestros vecinos para violar la frontera cuantas veces quieran y sin respeto para nadie.
Para terminar debemos decir que es imprescindiblemente necesario que nuestras autoridades conozcan en detalle la vida y el proceso industrial que se observa en la mina Natales del Cerro Dorotea y se adopten medidas que den más seguridad a cada uno de sus habitantes y a la industria que allí existe.

Publicado en El Austral, 9 de abril de 1954, firmado por TRES A.

viernes 1 de junio de 2007

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Carlos Vega Delgado

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La increíble vida de Herr Pagels


Secuencia del hundimiento del Dresden.

-"¡Albert! ¡Corre a la playa! ¡Qué hermoso velero!" El grito de su amigo Helmut lo despertó de la modorra veraniega en ese primer año de la última década del siglo XIX. Todos los habitantes de Rügen, esa pequeña isla del mar Báltico, conocían su debilidad por los veleros y el mar. Con sus doce años, sin abrocharse los zapatos, corrió hacia las cálidas arenas, quedando estupefacto al observar el paso de una hermosa fragata de casi cien metros de eslora, que surcaba el mar con más de tres mil metros cuadrados de velámenes desplegados en sus tres palos encandela. -"Algún día viajaré en esos barcos y recorreré el mundo"-, pensó, mirando el horizonte con una sonrisa ilusionada, intentando tapar con sus vivaces ojos la aventura que presentía en las lejanas costas que fueran el imperio de vikingos y hábiles navegantes. Con la lengua se humedeció los labios, mojándose los dedos con saliva para arreglarse el desordenado cabello. El galopar del navío sobre las olas tomóel ritmo de su corazón, que cada vez que se enfrentaba al mar sentí la urgente necesidad de la aventura. Era un llamado atávico... un grito que superaba la razón. Rügen, región de Pomerania, Alemania, poseía entonces una economía centrada básicamente en la actividad pesquera y marítima. Albert, desde que dio sus primeros pasos, conoció los botes y las lanchas en sus juegos, disfrutando de la labor de las mujeres cuando reparaban las velas y las riñas de los marineros a la salida de las cantinas. Estaba decidido. ¡Hablaría con sus padres y saldría a conquistar el mundo! Europa vivía un clima de aparente paz. Hacía siete años que el continente no conocía de conflictos y, con la sola excepción de los Balcanes, desde los tiempos de Napoleón no se registraban guerras generales. El "heroico anciano", Guillermo I, y el "Canciller de Hierro", Otto Bismark, había logrado la ansiada unificación, modernizando los medios logísticos, las comunicaciones y creando un disciplinado y, por lo tanto, poderosísimo ejército. Sin dudas era la mayor potencia de Europa, con un estándar económico que superaba todo lo hasta entonces conocido que superaba todo lo hasta entonces conocido. El país, cuya población no alcanzaba los cuarenta millones, gozaba de una prosperidad inesperada, poseía la mejor red de ferrocarriles, la mayor producción de hierro y estaba a la cabeza de la industria. Alto, macizo, colorín, con pulcras vestiduras y un incipiente bigote, Albert Pagel Phnke, con la destreza que le permitían sus joviales 14, subió la escalerilla del nuevo velero de la compañía Sloman, llevando sólo un atado en su espalda. -"¡Qué deseas, niño"-, preguntó el contramaestre. -"Buenos días... quisiera embarcarme"-, respondió tímidamente Albert Pagels, inhibido ante la dominante personalidad del contramaestre, sin atreverse a revelarle que ya era un hombre que hacía muchos años que esperaba la hora de encontrarse con el mar. Hans Foester, hercúleo y broncíneo, sabía que no tenía un niño enfrente... olía el alma marinera a kilómetro de distancia. Tenía la experiencia que dan las singladuras en los siete mares, conciente de haber encontrado un verdadero marinero. -"¿Y tus padres? ¿Qué dicen?"- le consultó. "Me despedíde ellos. Mi padre me bendijo y mi madre me deseo la mejor fortuna. Siempre supieron que algún día el mar me necesitaría.- dijo Albert. -Habla con Hermann, en la cocina. El te indicará donde podrás instalar tu coy. La paga es poca, pero se vive mucho-, murmuró, girando sobre sus talones, al tiempo que inhalaba el humo de una pipa que tenía tallada en su casona la cabeza de un bucanero. Desde el primer instante se transformó en el predilecto de sus jefes. Una carrera meteórica lo llevó a grados inimaginables en corto plazo. No tenía problemas para desengancharse. Navegaba en una línea hacia Nueva York, a los 20 años, cuando lo sorprendió la guerra hispano-norteamericana. Por sus distinguidos antecedentes fue llamado a participar en el conflicto. ¡Era sus primeros contactos con el fuego de los cañones! En las costas aledañas de Manila, Filipinas, la escuadra norteamericana al mando de George Dewey atacó con denuedo a la española comandada por el almirante Patricio Montoja, destruyéndola el 1 de Mayo de 1898 en Cavité. ¡Terminaba así para siempre el dominio español de ultramar! La aventura, al igual que el nuevo siglo, recién comenzaba. Mil novecientos lo sorprendió con el grado de contramaestre y 22 años de edad. En Pekín el asesinato del embajador alemán movilizó a las potencias. Fanáticos nacionalistas chinos cometían terribles excesos contra los extranjeros... nacionalistas expertos en artes marciales que al ser vistos en acción por los occidentales fueron bautizados como boxers (boxeadores), lo que daría su denominación a una guerra cruenta, breve y brutal, donde Pagels destacó combatiendo a las órdenes de von Waldersee en las orillas del río Pei-Ho. Las fuerzas internacionales eran dirigidas por Seymour, quien incentivaba a la batalla con la famosa frase "¡The germans to the front!". Finalmente, el 15 de agosto de 1900 las tropas inglesas, francesas, italianas, austríacas, alemanas, rusas y japonesas, ocuparon Pekín. ¡Era la primera manifestación conjunta de la Liga de las Naciones, que años más tarde daría origen a la Organización de las Naciones Unidas. Terminado el conflicto continuóviajando, conociendo nuevas gentes y lugares. El término del primer año del siglo lo sorprendió con tres naufragios en el cuerpo. En uno de ellos incluso fue distinguido por haber rescatado al cocinero, quién no quería salir del bote, lo laceó al más puro estilo "Far - West", permitiendo así que el marino fuera arrastrado hasta la embarcación de salvamento. En España fue testigo de una insurrección y, por su temperamento, se vio envuelto en un romance que terminó con un sumario. Decidido a comenzar una nueva vida llegó al continente americano. Junto a dos compañeros de viaje emprendió la aventura con destino al "Chaco". Dormía confiado en los alrededores de Varadero cuando los amigos lo atacaron. Mientras uno le quitaba su puñal de caza, el otro le extrajo el revólver. Pagels despertó e intentó defenderse, recibiendo una herida cortopunzante en la clavícula izquierda que por poco le comprometió el corazón. Sin embargo, pese a la desgracia, la fortuna lo salvó en el último instante. Cuando lo iban a rematar con un balazo el arma no funcionó, pues tenía puesto el seguro. "Cogoteado" y herido por sus amigos llegó hasta la estancia de un alemán, que lo atendió como a un hijo. Tres meses duró su convalecencia, parte de la cual transcurrió en un hospital. Pagels, percatándose que las intenciones de su samaritano compatriota eran casarlo con su hija, decidió emprender un rápido viaje a Buenos Aires. En la capital argentina debe laborar intensamente para sobrevivir. Trabaja lavando botellas y haciendo de pintor de brocha gorda en la cervecería de Palermo, pero cada día que transcurre se siente más enfermo. La malaria contraída en las orillas de Manila se agravaba ostensiblemente con el clima bonaerense. Necesitaba un aire fuerte, parecido al de su tierra escandinava. ¡Debía viajar hacia el sur! ¡La Patagonia sería su destino! Allíaguardaban la aventura y la riqueza. Era la tierra promisoria, donde incluso fecundos placeres aguardaban a las manos trabajadoras. En 1903 desembarcó en el puerto de Punta Arenas, pero la vida no fue fácil. El clima era hostil, pero sano. Para poder comer no se hizo de rogar en la elección de su primer trabajo: faenar una ballena, lo que le permitióganar su primera libra de oro, moneda corriente entonces en Magallanes. La lucha por la existencia fue acrisolando su carácter. Primero se transformó en pirquinero y más tarde en trampero, hasta que reunió el dinero suficiente para adquirir un bote de encina de 20 pies, constituyéndose en el primer lanchero a motor de Punta Arenas y rey de los pescadores de los canales. ¡Era toda una personalidad en la ciudad austral! No obstante, las malas relaciones entre el imperio y otras potencias colonialistas comenzaron a perjudicarlo en su relación social. El gobernador del puerto lo distinguió con una aversión inaudita, mientras los ingleses sospechaban en él actividades de espionaje, quizás debido a que presidía los amigos de la Liga Naval alemana, donde se agrupaban los colonos germanos residentes relacionados con actividades marítimas. La salida de su embarcación era todo un espectáculo. Con su pujante motor danés monocilíndrico "Alfa" a parafina producía un característico sonido de "chuc-chuc", lo que motivóque la comunidad lo motejara con el nombre de capitán "Chucu-chucu". Pero no todo era odio. Pagels no sabía odiar... sólo amar. Amaba el mar, su patria, su trabajo. Y aprendió a amar más cuando conocióa Augusta Berndt, hija de colonos alemanes radicados en Llanquihue, con quién se casó en 1912. De este matrimonio nacerían 16 hijos, 8 de los cuales fallecerían prematuramente, lo que demuestra las duras condiciones de la zona. Sólo la mitad de los hijos llegaría a la edad adulta.

La vida parecía apacible cuando comenzaron a retumbar los tambores de la guerra. Magallanes se dividió entre las facciones, los rencores se incrementaron y la torre de Babel patagónica comenzó a tomar partidos, ya que el primer encuentro naval serio había tenido lugar en aguas chilenas, cayendo bajo el fuego de las baterías alemanas los navíos ingleses Good Hope y Monmouth el 1 diciembre de 1914. Alemania poseía gran cantidad de simpatizantes entre los marinos mercantes, cazadores de nutrias y loberos, por lo que el cónsul de ese país buscó ayuda entre quienes ejercían actividades marítimas en la zona. Conocía a cada uno de sus súbditos, mientras que el cónsul enemigo, el inglés, un viejo marino, no contaba con personal disciplinado y entrenado como lo era el caso de los germanos. Pagels regresaba a su hogar tras una salida de pesca. Era habitual que estuviera en los canales. Algunas veces pescando, otras como guía. En 1907 había servido de guía a varios expedicionarios, siendo el más importante Skottberg, científico que agradecido había destacado su ayuda en un libro. La apacible y templada tarde del 6 de diciembre de 1914 Rodolfo Stubenrauch, cónsul alemán en Punta Arenas, se conmovería con un telegrama urgente proveniente de Montevideo. El "Invencible" y el "Inflexible", dos cruceros ingleses, además de otros buques menores, singlaban el Atlántico ya próximos a Puerto Stanley. El drama era inminente. ¡Allí estaba la escuadra alemana! Había que avisar a Von Spee, pues de lo contrario caería en la boca del lobo. La preocupación de los súbditos germánicos era comprensible y Stebenrauch, sin pensarlo dos veces, corrió a la casa de Albert Pagels, quién estaba en cama, después que resultara herido en su mano derecha al explotarle la recámara de su viejo rifle, que había guardado como souvenir de la guerra de los boxers. El diplomático no tuvo piedad y le sobraron argumentos. Le habló de los intereses de la lejana patria, le ordenó levantarse y dirigirse de inmediato con destino a la Bahía Hewett, al sur este del Cabo Pilar, donde encontraría al vapor "Amasis", buque alemán de la línea Kosmos, que se hallaba fondeado y que debería transmitir el telegrama de aviso al almirante Von Spee. Pagels no titubeó. Se levantócon rapidez, se abrigó lo que se consideró suficiente para no empeorar su enfermedad y, junto a su viejo camarada Hans Schindich, se embarcó en su querida lancha a motor, la "Elfreda", que además poseía una pequeña vela. A poco de salir del puerto los mares se contagiaron con la bravura de los vientos australes. Las densas nubes polares se fueron oscureciendo para comenzar a parir un temporal que hacía que el bote pareciera una cáscara de nuez en la bañera de un niño. La inestabilidad era absoluta, pero la decisión de continuar superaba los riesgos. ¡Proa al sur! Del éxito de la misión dependía la vida de más tres mil hombres. El 9 de diciembre, cansados, con hambre, sintiendo gruñir las vísceras y con un frío que traspasaba el cuero de los "calamorros", vieron a la distancia un crucero que navegaba a toda velocidad a su encuentro. La maniobra de ocultamiento no se habló. Pagels y Schindich se movilizaron sin intercambiar palabra y lograron esconderse. ¡Los ingleses!, pensaron, pero un rictus de rabiosa ira apareció en sus rostros cuando se percataron que se trataba nada menos que el "Dresden", que, herido, pero manteniendo su altivez, huía de la persecución de los buques ingleses después del desastroso combate de Las Malvinas, donde el almirante inglés Sturdee había alcanzado la flota alemana el 8 de diciembre de 1914, hundiendo los blindados Sharmhorst y Gneisenav y los cruceros Leipzig y Nuremberg. Desesperados comenzaron a emitir señales para que la nave se detuviera. ¡Era tarde! Los mensajes no fueron captados y el "Dresden" -único sobreviviente del desastre- continuó su rumbo. Los desalentados marinos de la "Elfreda" siguieron su viaje, llegando hasta el "Amasis" para cumplir su misión. El inalámbrico quebró el silencio radial: -Graf Spee, responda... Graf Spee, conteste... No hubo respuesta. En las Malvinas todo había terminado; sin embargo, aún quedaba un barco en corso: "El Dresden". El buque de guerra alemán apenas alcanzóa detenerse en Punta Arenas. Apresuradamente debió zarpar perseguido por el "Kent", navío británico que le pisaba los talones. Los alemanes, ya sin combustibles, orientaron el timón hacia el canal Beagle. Tenían pocas esperanzas y mucho frío, por lo que el capitán resolvió que un grupo de tripulantes bajara a tierra a cortar leña para las calderas. Cuando la desgracia se ensaña todos los males son pocos, y asífue como, por casualidad o exceso de custodia, un buque de guerra chileno los sorprendió en el Beagle, ordenándoles perentoriamente salir del lugar y continuar viaje. Pese al gigantesco riesgo que entrañaba, el capitán resolvióregresar a Punta Arenas, aprovisionando carbón y saliendo de inmediato en dirección a Hewett Bay. ¡Por fin los alemanes magallánicos conocían su ubicación! Pagels, en varias oportunidades, les llevó víveres, repuestos de máquinas e informaciones, en su cúter de hasta dos toneladas de carga. En sus conversaciones con el comandante del "Dresden" comenzaron a nacer las inquietudes cuando el alto oficial le contó haberse contactado con extranjeros que decían ser inocentes pobladores. Rápidas diligencias permitieron conocer la verdad: ¡Eran interesados en ubicar el paradero del "Dresden" para informar a las autoridades británicas! Su conocimiento geopolítico de la zona, de las costumbres y hábitos, de las gentes y de las circunstancias, motivaron a que Pagels brindara un consejo de inmediato: ¡Huir al Atlántico e intentar romper el bloqueo olvidando cualquier posibilidad de seguir de seguir en corso! Embarcándose en su "Elfreda" los llevóa Christmas Bay, en el canal González, sector que une el canal Bárbara con la bahía Stokes. Como lobos hambrientos los cruceros ingleses y sus chalupones mayores armados con torpedos portátiles sentían próximo el olor de la presa, por lo que el sigiloso navío germano cambiaba permanentemente de fondeadero, sin poder informar sobre su destino a los compatriotas residentes. Pagels buscaba y buscaba. Un día, fatigado por el viaje, cayó sobre el timón. Durmió plácido, como si estuviera en la cómoda cama de su hogar junto a su esposa, soñando que el "Dresden" se ocultaba tras una roca que en el sueño no pudo reconocer. Una ola lo sobresaltó. Se restrególos ojos, vio el peligro de la roca y viró el timón. -¡Salvado!- pensó, apretando los párpados aún aletargados por el descanso. Una gran mole lo desperezó absolutamente y, por instinto, gobernando en la oscuridad, dirigió su embarcación al lugar de su sueño, tras los montículos. ¡Allíestaba el "Dresden"! Los gritos de los tripulantes, que ya no solo lo identificaban sino que además comenzaban a quererlo, lo hicieron sentirse como disfrutando en su cálida isla Rügen, cuando celebraba las fiestas nacionales y junto a Hellmut y los demás barrabases de su edad corría descalzo sobre la arena de la caleta que lo había visto nacer. ¡Era su patria vigente sobre las olas en Tierra del Fuego! Cuando orgulloso volvía a puerto su vida cambiaba. Nadie comprendía su actitud. Lo miraban como espía. Algunos amigos le viraban la cara. Sentí un rechazo absoluto. Pero, lo que más le dolía es que pensaran que tenía precio. Las amenazas no le preocupaban. Lo que le molestaba era que lo conminaran a que permaneciera neutral ofreciéndole 2.500 libras esterlinas, pues en caso contrario, ¡lo ahorcarían! No tenía miedo. Sabía que debía cuidarse, pues podía sufrir un atentado. Estaba consciente que se trataba de una guerra y cualquier cosa podía ocurrirle a él y a su familia. La incertidumbre lo resolvióa comenzar a dormir con la carabina bajo el brazo, dispuesto a defender su vida de cualquier modo. A los pocos días tuvo una nueva misión. Otra vez faltaban combustibles y provisiones en el "Dresden". Se había dispuesto que el "Sierra de Córdova", ex buque de pasajeros de la línea Bremen, con capacidad para 12.5000 toneladas de carbón y un almacén de provisiones escogidas, ubicara y abasteciera al crucero de guerra. La tarea era difícil. Los buques ingleses merodeaban en los canales y el capitán del "Sierra de Córdova" no conocía el estrecho de Magallanes. El capitán, sin saber de la existencia de un gigantesco banco de arena, el "Orange", increíblemente logróatravesar la Primera Angostura. Ni siquiera a los oficiales de los cruceros enemigos se les ocurrió que alguien pudiera intentar una maniobra tan audaz y cualquier curso de navegación hubiera sido fatal, ya que sin dudas habría sido considerado por la inteligencia inglesa. Después de una breve recalada en Punta Arenas, el "Sierra de Córdova" huyó perseguido por los ingleses, escondiéndose en la ensenada Martínez, a cien millas de bahía Navidad, hasta donde el cónsul Stubenrauch envió un piloto -antiguo residente en Punta Arenas- con la misión de sacar de allí la embarcación para abastecer al "Dresden", oficial que había prestado grandes servicios a los barcos alemanes. Sin embargo, pasaban los días y la misión no se cumplía. El comandante del "Dresden" envió a Pagels hasta la ensenada Martínez portando un mensaje. La situación era alarmante y requerían combustible en forma urgente. Debían burlar el bloqueo y salir de inmediato de la bahía. -No podemos salir. Sería ir a una muerte segura-, dijeron el capitán y el práctico del "Sierra de Córdova". No necesariamente- replicóAlbert Pagels- Existe una forma de salir y yo la conozco. ¡Yo los saco! Los oficiales se miraron sorprendidos. Les parecía increíble la seguridad que demostraba ese alemán que, disponiendo sólo de una pequeña embarcación a motor, asumía la responsabilidad de comandar en tan difíciles circunstancias el gigantesco carguero. El capitán sopesó las probabilidades. Al comprender que no tenía otra chance se decidió, manifestando: -No se hable más. Intentémoslo. La oscuridad era intensa y los vientos huracanados levantaban fuerte marejadas. Pagels, impertérrito en el puente de mando, daba las órdenes de zarpe, mientras a su lado el capitán y la oficialidad intercambiaban miradas de preocupación. Pagels observaba a los marineros atisbando en cubiertas. Recordaba sus primeros años en el mar, cuando ni siquiera hubiera soñado nunca que algún día capitanearía una embarcación como la que ahora conducía. No tenía los grados ni los cursos suficientes, pero la universidad de a vida le había entregado una indiscutible capacidad. El "Sierra de Córdova" singlaba con luces apagadas y con una malla de alambre sobre la chimenea para evitar chisperíos delatores. Todos trataban de hacer el menor ruido posible. Parecía un barco fantasma surcando un mar mitológico. Cada tripulante sentía que era un momento crucial, quizá único en su vida. Pagels no quitaba los ojos de la oscuridad, paseándose entre los voladizos del puente de mando. ¡Era el único que tenía conciencia exacta del gran riesgo que significaban las rocas! Apretaba los dientes temiendo escuchar el sordo sonido de la quilla rascando el fondo marino. ¡Sería el final no sólo para ellos, sino, además, para los marinos del "Dresden" y para la esperanza de la gloria de la armada alemana! Los minutos se hacían tan largos que parecían medirse en horas. No obstante, el tiempo transcurría inexorablemente y las distancias se acortaban. -¡El "Dresden" a proa!- resonó un grito que quebró el largo silencio. Un ¡Viva! Estentóreo atronó en cubierta, mientras los oficiales se abrazaban en el puente de mando. Pagels sonrió, encendió su pipa y degustóla mejor bocanada de toda su vida... sin siquiera imaginarse que a esa misma hora su mujer daba a luz a su primera hija. No hubo descanso. Las tripulaciones de inmediato comenzaron el trasvasije de carbón y provisiones, lo que concluyó con rapidez. ¡La tarea estaba cumplida! Pero habría una última vez que Pagels volvería al "Dresden". La nave ya estaba en la costa occidental cuando le ordenaron entregar una orden al capitán Luedecke. Burlando a los ingleses, que no le perdían pisada, llegó hasta el barco de guerra, entregándole el sobre al alto oficial. -Gracias- le dijo Luedecke- Sus servicio no tienen precio y algún día les serán reconocidos. Ahora nos vamos mar afuera y ya no requeriremos sus servicios. Sin embargo le voy a solicitar una última tarea. Siga navegando, para que los ingleses crean que nos continúa abasteciendo y que nos ocultamos en algún sector de los canales". No hubo abrazos ni mayores formalidades. Ambos se apretaron fuertemente la mano y con respeto se miraron. ¡Era un hasta siempre! Pagels continuó navegando. Sabía que lo vigilaban estrechamente y que corría riesgos, pero comprendía también la importancia de su tarea. Cada día ganado significaba mayor seguridad para el crucero germano. Al regresar al muelle de Punta Arenas después de una ardua jornada de pesca, el odiado gobernador marítimo lo miró con sorna y, sonriendo, le dijo: -Hundieron el "Dresden". Pagels sintió un estremecimiento, pero no movió un músculo. Tampoco respondió. Simplemente caminó lento en dirección a su hogar. Pensativo subióla larga avenida. La casa estaba muy calefaccionada. Augusta preparaba un strudel. Pagel la besó suavemente en la frente, soltando la pregunta que le quemaba el alma. -¿Hundieron el "Dresden"? -Sí- respondiósu mujer- La radio dijo que el 14 de marzo el "Glasgow" lo cañoneó en la bahía de Cumberland, en la isla de Juan Fernández. Según otros, el capitán ordenó abrir las válvulas y volar la santabárbara al ser descubiertos por el "Kent" y el "Glasgow". Sintió que una lágrima luchaba por salir. Disimulando su dolor tomó la tetera y se sirvió un café. -Estoy muy cansado- murmuró- voy a recostarme un rato. Augusta sabía lo que Albert estaba sufriendo. No respondió y siguió aderezando el dulce.

Terminada la guerra el capitán Pagels volvió a reencontrarse con varias de las amistades que lo habían evitado. Sin embargo, si vida básicamente se centraba en el hogar y en los canales. La guerra se había perdido, pero Alemania, cual Ave Fénix, comenzaba a resurgir de las cenizas. La asunción de Hitler al poder en 1933 tuvo especial significado para él y para gran parte de los alemanes de ultramar. Sentía bullir su nacionalismo. Con orgullo veía que cada vez eran más respetados. La personalidad del nuevo Canciller lo sorprendía; no obstante, el despertar general germano lo hacía sonreír de satisfacción. Una mañana lo despertóel cartero con correspondencia certificada. ¡El gobierno alemán lo llamaba para entregarle la Cruz de Hierro de 2° y 1° categorías, por los grandes servicios brindados a su patria! En agosto de 1939 se embarcó en dirección a Europa, siendo recibido en Alemania con todos los honores por las autoridades de la Marina. Pero otra vez llegó la guerra. Los cañones comenzaron a asolar el viejo continente y la ceremonia de condecoración no se efectuó. Ya iniciadas las batallas tuvo la posibilidad de conocer al Führer. Los jefes de la Armada le acordaron una cita que nunca pudo cumplirse, pues el día previsto Hitler sobreviviómilagrosamente a uno de los muchos atentados que sufriera durante su mandato. Al ser entrevistado, años más tarde, Pagels recordaría: "Ofrecí mis servicios a las fuerzas armadas y marché al frente. Debido a mis años no podía empuñar el fusil, pero se me encargó que dictase conferencias a las tropas sobre temas patrióticos, aspectos geográficos y en especial sobre Sudamérica. Así me correspondió servir en el ejército, en la marina, aviación y en las fábricas de material de guerra. El final del conflicto me sorprendió recuperándome de una doble hernia en una colonia de reposo ubicada a 9 kilómetros de la localidad germana de Shoenebeck. El 1 de mayo de 1945 los rusos entraron a la colonia. Trataron de detenerme en varias oportunidades varias oportunidades, sin resultados. Finalmente lo lograron y me llevaron a presencia de los jefes, a quienes alegué que era sudamericano. Un jefe militar conocía Magallanes y habló de Tierra del Fuego y de Punta Arenas. Se interesó por míy me prometió hacerme Jefe de Policía, lo que acepté por temor a que después me trasladaran al interior de Rusio y de esta manera perdiera la única esperanza de evadirme. Después de una serie de peripecias, logrósacar de a poco mis cosas de la zona rusa y fugarme a la zona inglesa, donde ya tuve toda clase de facilidades para regresar a Chile". Tras infinidad de aventuras, cansado y enfermo, llegóal Consulado Chileno en Franckfort, donde después de mucho tiempo pudo degustar una de sus predilecciones: una taza de té. Estaba viejo y débil, por lo que debiópermanecer tres semanas hospitalizado antes de retornar a la Patagonia. Al irse de Magallanes pesaba 112 kilos. Ahora, enfermo, su corpulencia era sólo cosa del pasado, pues apenas alcanzaba los 50 kilos. En su cama tuvo tiempo para leer una obra de la cual era protagonista principal: "Der Lotse on Feuerland" (El pilotín de Tierra del Fuego), de 200 páginas, escrita por W. Hoeppner-Flatow y editada en 1940, ya en plena guerra, en su país natal. Allí aparecía bajo el nombre de Geor Brencken y cada página le recordaba pormenores de la odisea del "Dresden". La última siempre lo emocionaba, por lo que cuidadosamente iniciósu lectura: "El comandante Lancy se presenta se presenta a enrostrarle a Brencken su estúpida terquedad en rechazar sus mejores ofrecimientos. Al alemán le acaban de entregar una cajita con un emisario... Con un titubeo el alemán alzósu mano, abrió la cajita y contempló las cruces que yacían sobre el terciopelo. En un susurro le contestó: -"¿Para qué lo hice, dice usted?" -y aún bajó más la voz- "¡Tal vez por éstos!" El oficial británico se encogió de los hombros con expresión de sorna: -"¿Para esa...? -y se arrepintió de decir "porquería"- "¿Para un pedacito de hierro?... Brencken asintió con seriedad: -"¡Sí -dijo- para un pedacito de hierro!". Pagels cerróel libro, apagó la luz y por primera vez en muchos años se durmió con una sonrisa apacible. Días después se embarcó con pasaje gratuito en el Santa Elena, con destino a Buenos Aires. Allí continuó hacia Punta Arenas en el vapor "Arauco", adonde llegó de 1951. Le pesaban sus 73 años, lo que no fue obstáculo para que comenzara a escribir. Sus aventuras hasta que comenzara a escribir. Sus aventuras hasta 1939 fueron editadas en un volumen de 150 páginas titulado "Mi vida", en cuya redacción contó con la asesoría del escritor Federico Freksa, obra de la cual, lamentablemente, son escasos los ejemplares en Magallanes. Durante la guerra se efectuaron 7 ediciones, con un total de 47.000 ejemplares. Un segundo libro, donde narraba sus experiencias de la Segunda Guerra Mundial hasta casi finalizar la década de los 50, no fue publicado. Los manuscritos se los facilitó al escritor alemán Schimitt-Tanwald, quien se encontraba de paso en Punta Arenas, sin que hasta la fecha se hayan tenido noticias de su destino. El reconocimiento merecido sólo le llegó en sus últimos días, cuando personalidades de todo el mundo llegaban hasta Magallanes con el único propósito de visitarlo y algunos a entrevistarlo. Es el caso de Sir Eugen Millington Drake, autor del voluminoso libro "El drama de Graf von Spee y la batalla del Río de la Plata", editado en 1960. Este caballero inglés vino en 1956 a Punta Arenas a encontrarse con Pagels, a fin que éste le aclarara detalles respecto al mensaje enviado por el almirante Von Spee. El tiempo había cicatrizado las viejas heridas de guerra cuando el británico y el alemán se encontraron en el salón de té del Hotel Cabo de Hornos. -"Herr Pagels, I supuse?"- dijo el británico, parodiando a Morton Stanley, en su histórico encuentro con Livingstone en el Africa. El anciano se puso de pie y le tendió la mano. Se saludaron cordialmente. -"Me lo imaginaba más viejo"- comentóSir Eugen- "se conserva usted muy bien". -"No crea. Los años pasan... Ya no estamos tan jóvenes". Después de asesorarlo respecto a su participación durante la Primera Guerra Mundial, Pagels apretófuertemente la mano de Sir Eugen, y por un instante recordó la misma escena vivida durante su despedida del comandante Luedecke. Sacando y encendiendo la pipa salió lentamente del foyer del hotel. Caminaba apoyado en su bastón en la Plaza de Armas cuando se sintió atraído por el monumento a Hernando de Magallanes, donde el navegante lusitano descansa con el pie apoyado sobre un bauprés. "Este fue un gran aventurero. -pensó- Soy feliz en Magallanes, aunque a veces me siento inquieto. Será que tantos años después vuelvo a vivir más tranquilamente, sin temores ni peligros". Reinició la marcha, atrayendo con su apostura y su metro ochenta de estatura la atención de los caminantes, muchos de los cuales ni siquiera sabían quién era el imponente anciano que con orgullo lucia su gorra naval.

Revista Impactos. Año 2 - nro. 18 Punta Arenas, 2 de marzo de 1991

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