viernes 25 de febrero de 2005

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Salvador Allende: Masonería y Socialismo

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(Masonería y ¿marxismo?)

Serenísimo Gran Maestro de la Gran Logia de Colombia, QQ:.HH: integrantes del Supremo Consejo, Altos Dignatarios de la Orden, QQ:.HH: todos: Pienso, mirando hacia el comienzo de mi vida, y aún joven, que no recibí con facilidad el derecho de ser miembro de la Gran Logia de Chile, porque había sido un estudiante rebelde. Y si golpeé las puertas de la Resp: Log: Progreso # 4 de Valparaíso, lo hice con la profunda convicción y teniendo el acervo de los principios masónicos inculcados en mi hogar y en el hogar de mi padre.

El Q:.H:. Ramón Allende Padilla Huelvo, fue Serenísimo Gran Maestro de la Gran Logia de Chile y fundador de la Logia cuyas puertas se abrieron para mí en Valparaíso, siendo la segunda Logia en el país. Tenía plena conciencia de que la Orden no es ni una secta, ni es un partido. Que al desbastar el hombre la piedra bruta, se preparará para actuar en el mundo profano y es obligación de los masones actuar en él sobre las bases de los principios permanentes de la masonería.

Por eso no diré para agradecer, porque me parece que ese es un término impropio entre HH:. , sino para testimoniar el contenido generoso de las palabras del Soberano Gran Comendador y del Serenísimo Gran Maestro para un hermano que tengo que recordar también la noche de mi Iniciación, cuando oí por vez primera, en el ritual, que los hombres sin principios y sin ideas arraigadas, son como las embarcaciones que roto su timón, se estrellan contra los arrecifes. También supe que en nuestra Orden no había ni jerarquías sociales ni fortunas.

Por eso desde el primer instante se fortaleció mi convicción de que los principios de la Orden, proyectados al mundo profano, podían y debían significar una contribución al gran proceso renovador y bullente, que buscan los pueblos en todo el orbe y, sobre todo, los pueblos de este Continente cuya dependencia política y económica acentúa la tragedia dolorosa de los países en vía de desarrollo. Por eso, teniendo la seguridad de que la tolerancia es una de las virtudes más profundas y sólidas, a lo largo de mi vida masónica, que alcanza ya a los 33 años, planteé en las planchas masónicas en las diversas Logias de mi patria la seguridad, cierta para mí, de que podía coexistir dentro de los Templos con mis HH:. , a pesar de que para muchos era difícil imaginar que lo pudiera hacer un hombre que en la vida profana públicamente dice que es marxista.

Este hecho, comprendido dentro de las logias, fue muchas veces incomprendido en mi propio partido. Más de una vez en los congresos del partido que fundara nada menos que un Ex Serenísimo Gran Maestro de la Orden Masónica de Chile, Eugenio Mate Hurtado, se planteó la incompatibilidad entre ser masón y ser socialista. Es más dura la intolerancia en los partidos políticos. Yo sostuve mi derecho a ser masón y ser socialista. Manifesté públicamente en esos Congresos, que si se planteaba esa incompatibilidad, dejaría de ser militante del partido socialista, aunque jamás dejaría de ser socialista en cuanto a ideas y principios; de la misma manera, sostuve que el día que en la Orden se planteara, cosa que no me podía imaginar, la incompatibilidad entre mi ideario y mi doctrina Marxista y ser masón, dejaría los Talleres, convencido de que la tolerancia no era una virtud practicada. He podido sortear esta realidad y creo que tan solo puedo ofrecer a los HH: de la Gran Logia de Colombia una vida leal a los principios de la Orden, dentro de la Orden, y en el Mundo Profano.

Durante muchos años, desde estudiante, que supo de la cárcel y de la exclusión de la Universidad y de la relegación, hasta hoy, he sido consecuente con mis convicciones. Mis batallas en un mundo político convulsionado, pero en un país que políticamente ha alcanzado altos niveles, a veces sin ninguna posibilidad y seguro de ello, de llegar al solio de los presidentes de Chile. Me interesaba abrir un surco, sembrar una semilla, regarla con el ejemplo de una vida esforzada para que algún día diera su fruto esta siembra, no para mí, sino para mi pueblo, para el de mi patria, que necesita una existencia distinta. Chile, si bien es cierto que es un país que políticamente ha alcanzado - como lo dijera hace un instante - niveles más altos en el desarrollo político que otros países de este Continente; si bien es cierto que Chile, es un país donde la democracia burguesa ha permitido el desarrollo de todas las ideas; si bien es cierto - repito - que esto es así, ello se ha alcanzado por la lucha de los sectores populares, a fin de que se respete el derecho del hombre y las conquistas alcanzadas por el pueblo y que han sido logradas en heroicas batallas por la dignidad y por el pan.

Si bien es cierto que Chile ha logrado en lo político ser un país independiente, desde el punto de vista económico no lo es; y nosotros pensamos que es fundamental alcanzar esa independencia económica para que sea nuestro país auténticamente libre en lo político. Y pensamos que es fundamental que ello se logre, como pueblo, nación o país; así como es fundamental que el hombre de mi tierra pierda el temor a la vida, rompa con la sumisión, tenga derecho al trabajo, a la educación, a la vivienda, a la salud y a la recreación. Pensamos que el hombre de Chile tiene que vivir el contenido de palabras tan significativas y que constituyen la tríada de los fundamentos masónicos: FRATERNIDAD, IGUALDAD Y LIBERTAD.

Hemos sostenido que no puede haber igualdad cuando unos pocos lo tienen todo y tantos no tienen nada. Pensamos que no puede haber fraternidad cuando la explotación del hombre por el hombre es la característica de un régimen o de un sistema. Porque la libertad abstracta debe dar paso a la libertad concreta. Por eso hemos luchado. Sabemos que es dura la tarea y tenemos conciencia de que cada país tiene su propia realidad, su propia modalidad, su propia historia, su propia idiosincrasia. Y respetamos por cierto las características que dan perfil propio a cada nación del mundo y con mayor razón a las de este Continente. Pero sabemos también, y a la plenitud de conciencia, que estas naciones emergieron rompiendo el correaje por el esfuerzo solitario de hombres que nacieron en distintas tierras, que tenían banderas diferentes, pero que se unieron bajo la misma bandera ideal, para hacer posible una América independiente y unida.

La historia nos enseña que unas pocas Logias irregulares, como las Lautarianas, fueron la semilla y la simiente de las luchas emancipadoras, y aquí, en la Gran Logia de Colombia, puedo recordar con profunda satisfacción que Bolívar escribió a O´Higgins directamente desde Sucre, y que su palabra encontró eco en el Padre de la Patria Nuestra, que "entregara la lección de tenacidad" cuando supo de las derrotas, pero supo también de la entereza para resarcirse de ellas; y en tierra hermana argentina buscara junto a San Martín, la posibilidad de la batalla decisiva que liberara a Chile; y tuvo la visión en el Cono Sur de la América que tuvo Bolívar en su ansia justa, para el resto del Continente. Por eso, un día 20 de Agosto, desde la Rada de Valparaíso despidió con estas palabras a los barcos de la expedición libertadora del Perú: "De estas cuatro tablas depende el porvenir de América".

Fueron soldados de Chile y Argentina los que contribuyeron a la liberación del Perú. Por eso, con modestia en la dimensión de la realidad, y sabiendo que en el mundo contemporáneo, más que el hombre, son los pueblos los que deben ser y son los actores fundamentales de la historia, busqué la posibilidad de hacer que este pueblo, el de Chile, tomara conciencia de su propia fuerza y supiera encontrar su propio camino. No ha habido, por lo tanto, más que un aporte en lo personal. Han sido las masas populares chilenas, las mayorías nacionales, integradas por campesinos y obreros, por estudiantes, empleados, técnicos, profesionales, intelectuales y artistas; han sido ateos y creyentes, masones y cristianos, laicos; han sido hombres con definición política en partidos centenarios, como el radical, o sin domicilio político, los que convergieron en un programa que levantó la voluntad combatiente de las masas chilenas, para enfrentar al reformismo de la democracia cristiana y a la candidatura que representaba lo tradicional del capitalismo del señor Jorge Alessandri.

Chile, por lo tanto, vivió la etapa prolongada y no estéril de los gobiernos típicamente capitalistas. Digo no estéril, porque he sostenido que nuestro país ha sido o es uno de aquellos en que la democracia burguesa ha funcionado propiamente como tal. Las Instituciones chilenas tienen una firmeza más que centenaria; y este año el congreso de mi patria, del cual formé parte durante 27 años, dos años como Diputado y 25 como Senador, va a cumplir 160 años, casi en ininterrumpida labor. Yo diría de ininterrumpida labor. Por eso no renegamos de lo que antes se hizo, pero comprendemos que el camino de ayer no puede ser el mismo camino de mañana. Por eso en el proceso político al viejo sistema sucedió la brillante esperanza, sembrada demagógicamente, de una revolución y libertad caracterizadas por el reformismo de la democracia cristiana.

Tampoco niego que ese gobierno, al cual sucede el gobierno del pueblo, no hiciera avances en el campo económico, social y político; pero siempre están en pié los grandes déficit que caracteriza la existencia de pueblos como los nuestros: vivienda, trabajo, salud, educación. No hay ningún país en vía de desarrollo que haya logrado solucionar cualquiera estos rubros esenciales y menos en este Continente donde un vasto sector humano ha sido negado y desconocido; sean los descendientes de Atahualpa o los hijos de Lautaro en mi Patria, el heróico arauco, el mapuche, el indio, el mestizo; han sido y, lamentablemente, a pesar de que dieron la simiente de nuestra raza, preteridos, postergados y aún negados en muchos países.

Por eso nuestro combate y nuestra decisión tenían que ser no un cambio político, no el traspaso del gobierno de un hombre a otro, sino la entrega de un régimen a un pueblo que quiere la transformación profunda en lo económico, en lo político y en lo social. Para abrir el camino dentro de su legítimo derecho al socialismo, Chile - he dicho, Serenísimo Gran Maestro - tiene su propia historia, como la tienen los otros pueblos con sus propias características. Y Colombia sella como Chile su vocación democrática y libertaria.
Pero nosotros vivimos en 1938 una etapa distinta a todos los pueblos de este Continente y a la mayoría de los pueblos de Europa y de otros Continentes. Chile fue uno de los tres países del mundo en que hubo un "Frente Popular". Y un masón radical, Pedro Aguirre Cerda, alcanzaba el poder por las fases políticas del entendimiento entre el partido radical, más que centenario, y los partidos marxista, comunista, socialista y el partido democrático. En mi Patria, y más allá de mi Patria, se combatió la posibilidad de la victoria del Frente Popular. Se echaron a vuelo las campanas del terror y del pánico. Se habló de los " tontos útiles" para decir que los comunistas y los socialistas se aprovecharían de los radicales para instaurar una dictadura. Y Aguirre Cerda, radical de derecha, se engrandeció en el ejercicio del poder porque vitalizó el contacto con el pueblo y su lealtad hacia él.

Y cuando un día aciago, soldados que no respetaron el compromiso contraído con su conciencia y con la Constitución política, se levantaron con el pretexto fútil de que un trapo rojo ondeaba en la Moneda de Chile, porque un pabellón partidario se había apoyado en su muralla, fue el pueblo el que rodeó los cuarteles. Fue el pueblo sin armas el que los obligó a rendirse, sin que sus heroicos soldados dispararan un solo tiro frente a una multitud dispuesta a defender a un radical masón, pero maestro y estadista. Por eso en la raíz del proceso de la evolución política chilena, hay antecedentes que no tienen otros paralelos, y por eso se hace difícil entender lo que hoy acontece en mi Patria; y por eso es raro que hoy se tema la presencia de un masón o de un socialista en el gobierno de Chile. La verdad es, Serenísimo Gran Maestro, que nadie en mi Patria, ni más allá de las fronteras, puede llamarse a engaño. Durante más de un año dimos a conocer el programa de la Unidad Popular- repito- integrada por laicos, marxistas y cristianos, por hombres de la pluma, del arado y del riel. Nadie que lo quiso, dejó de conocer por qué luchábamos y para qué luchábamos.

Siempre sostuve que era difícil ganar en las elecciones, que era más difícil asumir el gobierno, que aún era más difícil construir el socialismo. Siempre expresé que esa era tarea que no la podía hacer un hombre o un grupo de partidos, sino un pueblo organizado, disciplinado, consciente, responsable de su gran tarea histórica, y los hechos han comprobado lo que yo sostuviera. Fuimos tan combatidos como en el año 38. Y yo, que he sido varias veces candidato, tengo la experiencia de hasta qué métodos se recurre para impedir el avance de los pueblos.

Una impresionante cruzada se gestó en el 69 para diseminar el pánico de la persecución religiosa, el temor de que fueran eliminadas las fuerzas armadas de Chile, de que fuese suprimido el Cuerpo de Carabineros; argumentos sencillos, pero capaces con su maldad encubierta, de ser asimilados para negarnos los votos que necesitábamos. Siempre sostuve que cada país, de acuerdo con su propia realidad, debía buscar el camino. Por lo tanto, agregué que, desde el punto de vista teórico, para mí por lo menos, el foco guerrillero, la insurgencia armada, el pueblo en armas o las elecciones, eran caminos que podrían elegir los pueblos dentro de su propia realidad. Yo no tengo ambages en decirlo.

Hay países en que nadie se puede imaginar que puede haber elecciones porque no hay congreso, ni partidos ni organizaciones sindicales. Por eso pisamos ese sendero dentro de las leyes de la democracia burguesa, comprometidos a respetarlas, pero al mismo tiempo a transformarlas, para hacer posible que el hombre de Chile tenga una existencia distinta y que Chile sea auténticamente una Patria para todos los chilenos. Hemos planteado una revolución auténticamente chilena, hecha por chilenos, para Chile. No exportamos la revolución chilena, por razones muy sencillas: porque algo sabemos de las características de cada país. Para exportar democracia y libertad tiene que haber algunas condiciones que no tienen la inmensa mayoría de los pueblos latinoamericanos.
Por eso es que entre Hermanos, en la Gran Logia de Colombia, pueden darse cuenta ahora de la sinceridad de nuestra postura de no intervención. Es la entrega franca del planteamiento de un Hermano, frente a Hermanos. La batalla nuestra es muy dura y muy difícil porque, indiscutiblemente, para elevar las condiciones de vida de nuestro pueblo, necesitamos hacer las grandes transformaciones revolucionarias que hieren intereses: intereses foráneos, el capital extranjero, intereses imperialistas, intereses nacionales de los monopolios y de la alta banca.

Estamos convencidos de que no podremos derrotar el retraso y la ignorancia, y la miseria, moral y fisiológica, si no utilizamos los excedentes que produce nuestra propia economía para sembrarlos en escuelas, caminos, haciendas trabajadas con técnica moderna, para hacer posible - repito - el rendimiento en nuestra propia patria, de lo que legítimamente nos pertenece. Solo puedo ilustrar, para que se entienda nuestra posición, el caso de Chile, con el cobre, por ejemplo: riqueza fundamental, pilar de nuestra economía, representa el 82% del presupuesto de divisas del país, y nos da el 24% del ingreso fiscal, Serenísimo Gran Maestro. Y esto ha estado manejado por manos que no son chilenas.

La inversión inicial de las compañías americanas del cobre no superó hace 50 años los 13 millones de dólares; y a lo largo de estos años han salido de Chile 3.200 millones de dólares para ir a fortalecer a los grandes imperios industriales. En estas condiciones, ¿cómo podemos progresar? ¿Cómo un pueblo que tiene las más grandes reservas de cobre del mundo y la más grande mina del mundo que es Chuquicamata, no puede controlar ni los precios, ni los niveles de producción, ni los mercados, cuando la variación en un centavo en el precio de la libra de cobre representa un mayor y nuevo ingreso para Chile de 12 millones de dólares? ¿Cómo es posible, que ese que yo he llamado con razón el sueldo de Chile, sea manejado por manos que no son chilenas?

Yo declaro que en esta actitud nuestra de rescate de nuestras riquezas fundamentales no hay, QQ:. HH:., una actitud ni discriminatoria ni contraria a los pueblos. Respetamos a los Estados Unidos como nación; sabemos su historia y comprendemos perfectamente bien la frase de Lincoln cuando dijo: "Esta nación - refiriéndose a su patria - es mitad esclava y mitad libre". Esa misma palabra, esa misma frase, puede aplicarse a nuestros pueblos aparentemente libres pero esclavos en la realidad moderna. Por eso hemos luchado y por eso somos combatidos.

He puesto el ejemplo del cobre y podría hablar del hierro, del acero, del carbón y del salitre, y podría hablar de la tierra. En un país que puede alimentar a 20 millones de habitantes o más, se tiene que importar todos los años carne, trigo, grasa, mantequilla y aceite, por un valor superior a los 180 o 200 millones de dólares. Si continuara el proceso de aumento vegetativo de la población a razón del 2.9% al año, y no aumentara la producción agrícola, en el año 2000 Chile tendría que importar mil millones de dólares en alimentos. Y todo el comercio exterior de Chile en este instante, Serenísimo Gran Maestro, son 1.200 millones de dólares, de los cuales el cobre representa 1.030 millones.

En estas condiciones tampoco podría estar ausente de la mente nuestra, la necesidad de una profunda reforma agraria, que es parte del proceso de desarrollo económico de un país, y que no es sólo el cambio de propiedad de la tierra sino la elevación del nivel intelectual y moral del trabajador de la tierra. Nosotros hemos hecho nuestra la frase de Tupac-Amaru, el cacique del Perú, cuando dijo a sus indios: "El patrono no comerá más de tu hambre". Hemos querido efectivamente que el trabajador de la tierra sea el que tenga derecho también a comer lo que la tierra produce. Y yo, que soy médico, y que he sido cinco años Presidente del Colegio Médico de Chile, siendo combatiente senador socialista, que sé lo que es la vida gremial, y que puedo decir con satisfacción a mis hermanos que los médicos de mi Patria me respetaron y me respetan, puedo señalar con dolor chileno, lo que seguramente también pasa en otros pueblos: 600.000 niños de mi patria, Serenísimo Gran Maestro, que ha alcanzado el nivel político que he mostrado aquí, son retrasados mentales, porque no recibieron proteínas en los primeros seis meses de su existencia. Frente a estas realidades no cabe el conformismo.

Frente a este panorama cabe la explicación en el mundo profano de los principios que a mí me enseñaron y aprendí en la Orden. Por eso he combatido, y por eso, no en lo personal, sino en función de vocero de un pueblo, soy Presidente de mi Patria, para cumplir sin vacilaciones el programa que levantara la frente al pueblo; porque tengo un compromiso ante mi conciencia, y es un compromiso de un masón frente a la conciencia de un masón, y tengo un compromiso con la historia y tengo un compromiso con mi Patria. Esto va significar represalias.

Herir intereses es duro, y que esos intereses se defienden, lo sabemos y ya lo estamos viendo. Pero, ¿hasta dónde los pueblos de este Continente van a aceptar que seamos manejados por control remoto? Durante 20 años se ha hablado del Fondo Monetario Internacional, de la convertibilidad de la moneda en oro. Y de la noche a la mañana, cuando le interesa al país hegemónico, se cambian las reglas del juego y se golpean nuestras débiles economías. Durante 15 o 20 años hemos visto que a las Naciones Unidas no puede ingresar la República Popular China, país de 900 millones de habitantes. Pero cuando conviene al problema interno de un país, en vísperas de elecciones, se puede decir que se reconocerá a China y puede viajar el Presidente de los Estados Unidos a conversar con Mao Tse Tung. Pero nosotros no podemos hacerlo antes. ¿Hasta cuándo no vamos a ver nosotros que tenemos derecho a trazar nuestro propio camino, a recorrer nuestro propio sendero, a tomar las banderas libertarias de los próceres de este Continente para convertirlas en realidad, porque esa es la tarea que nos entregaron?

Si eso es ser revolucionario, yo lo soy, pero si eso es ser masón, también sostengo que lo soy. Por eso puedo decirles también a los QQ:. HH: de la Gran Logia de Colombia: en mi patria no hay un hombre encarcelado; en mi patria no hay un preso político; en mi patria se respetan todos los derechos. Y esta noche he tenido el agrado de llegar a este Templo acompañado del Embajador de Chile en Colombia, Q:.H:. Hernán Gutiérrez. Viene también con nosotros el Director General de Carabineros, General José María Sepúlveda que es también un Hermano nuestro, y él sabe perfectamente bien, como lo sabe el Q:. H:. Gutiérrez, que es cierto lo que estoy diciendo. Y si hubiere todavía que buscar un testimonio, aquí está presente un H: que vio aquí la luz masónica, porque es colombiano, que es embajador de Colombia en Chile, que no ha olvidado que es masón y que yo tuve el agrado y la suerte de estrechar su mano después de ser triunfante en las urnas, dentro de un Templo Masónico, donde llegó siendo diplomático como llega Gutiérrez a cumplir en las Logias con su obligación masónica.

Por eso sostengo que frente al clima artificial creado antes o durante la elección, seguirán hechos mucho más duros, que tenemos que confrontar. Pero si hay gobernantes o gobiernos que creen que es legítimo defender los intereses de unos pocos, por muy grandes que sean, yo sostengo el derecho a defender el interés de mi pueblo y de mi Patria frente a los intereses de unos pocos. Si alguien piensa que, a estas alturas de la vida, la amenaza material puede doblegar a los pueblos, se equivoca. Estados Unidos tiene que aprender la lección de Vietnam. Y la lección de Vietnam es una lección para todos los países pequeños, porque es la lección del heroísmo y la dignidad.

Y nosotros debemos entender que hay países que gastan cien mil millones de dólares al año en una guerra, en un continente que no es el suyo, para impedir que un pueblo se dé el destino que quiera, frente a una América Latina que tiene que estar con manos tendidas e implorantes, para conseguir empréstitos pequeños, gotas de leche de la gran ubre del país más poderoso del capitalismo; en circunstancias que de este Continente, en la última década, han salido muchos más millones por amortización de las utilidades e intereses, que los que ingresan como aporte de capitales. América Latina, continente pobre, es exportador de capitales, frente a la realidad del país más poderoso del mundo, del capitalismo internacional.

Es por eso que ésta es nuestra lucha, y es por eso que uso éste lenguaje que es un lenguaje de claridad, como es la obligación de hacerlo frente a mis Hermanos. Es una lucha frontal que no sólo será en Chile; que está dándose en todas partes del mundo, porque vivimos el minuto trascendente en que los viejos sistemas crujen, y es obligación nuestra mirar con ojos abiertos lo que va a ocurrir mañana, para analizar si somos capaces de encontrar los cauces que permitan a las grandes masas continuar un camino que no sea el de la violencia innecesaria y del costo del capital elevado. Yo lo he dicho en mi país, y lo repito aquí en el seno de los Hermanos de Colombia: yo no soy una represa, pero sí soy el cauce para que el pueblo pueda caminar con la seguridad de que sus derechos serán respetados. No pueden detenerse las avalanchas de la historia. No pueden las leyes represivas calmar el hambre de los pueblos.

Transitoriamente podrán aplazarse algunos años; y quizá hasta una generación, pero tarde o temprano se rompen los diques y la marea humana inunda, pero esta vez con violencia - y a mi juicio justa - porque también su hambre y sufrimiento son más que milenarios en algunas partes, y centenarios, por lo menos en nuestro Continente. Si viejas Instituciones como la iglesia ven transformarse el contenido de su propia existencia; si los obispos reunidos en Medellín hablan un lenguaje que pudiera haber sido revolucionario hace 5 o 10 años atrás, es porque comprenden que el verbo de Cristo tienen que recuperarlo para que la iglesia se salve como Institución, porque si la ven siempre comprometida con los intereses de unos pocos, nadie va a creer mañana en la verdad de la enseñanza del que la dio: el Maestro de Galilea, considerado por mí, por lo menos como hombre.

Es por eso que yo pienso y sueño. Sueño en la noche de la iniciación, cuando recordaba estas palabras: que los hombres sin ideas arraigadas y sin principios, son como las embarcaciones, que perdido el timón, encallan en los arrecifes. Yo quiero que los Hermanos de Colombia sepan que no voy a perder el timón de mis principios masónicos. Es más difícil hacer una revolución en que no haya costo social y es duro estrellarse contra poderosos intereses internacionales y poderosos intereses nacionales. Pero lo único que quiero es llegar mañana, cumplido mi mandato, y entrar por la puerta de mi Templo, como he entrado ahora siendo Presidente de Chile.




miércoles 23 de febrero de 2005

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Marcela Muñoz Molina: Lo que se quema...

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Veo las imágenes del incendio en Torres del Paine y me duele el estómago igual que cuando algunas de mis hijas tiene fiebre. Ya sé que nadie llora por un árbol que se seca, se quema o se muere, pero al igual que los niños o los seres humanos ¿ no son todos uno? y al igual que con los hijos, ...no son todos los niños, también, un poco hijos nuestros?. Por qué habría de ser diferente con los árboles, el pasto o los cerros?... ¿no jugamos todos en las mismas pampas?...¿no metimos, todos, los pies en los mismos ríos?. Da lo mismo, si es el Paine, el centro de Natales, laguna Sofia, Diana, Balmaceda, Consuelo o Tranquilo...es la cuna la que se quema, esa que va con uno a donde uno vaya. Son las fotos que se quedaron en la memoria de los nueve años. Un tiempo en que la infancia no parecía, sino que era, el paraíso. Es el lugar, donde uno buscaba acercarse a una liebre o a un guanaco, sólo para verlo un poquito más de cerca. Es el lugar donde mi abuelo persiguió una avestruz pequeña, para que yo pudiera tocarla y dejara de llorar. Es la cuna, la misma que ha hecho posible que una mezcla de extraños colores y olores, nos recuerden el sentido de la libertad inicial y total, y sea esa libertad, una compañera para toda la vida. Es saberse protegido, no solo por la familia o los amigos, sino por la naturaleza en todas sus formas, saberse aceptado, sentirse parte en la misma medida de una masa de hielo milenaria como de la hojita que ayer apareció en el ciruelo. Es ese lugar al que se vuelve cada tanto, para guardar sagrado silencio y perderse, buscar las señales del comienzo de la historia y sacarse la otra historia de encima. Es el paisaje que nos recibió al nacer.
Y ahora lo veo quemarse, a través de la televisión. Y me duele el estómago, como cuando mis hijas tienen fiebre. Hago ese recorrido secreto por los lugares de la infancia y el respeto que nadie nos enseñó a tener, porque no hacía falta. Porque no se daña la casa en la que uno vive, ni la tierra que te alimenta, ni el árbol que te cobija. Se disfruta, se crece, se guarda, se protege como a los niños, no importando de quien sean hijos. Así parte el respeto que culmina con el respeto a los otros, al planeta, a todas las formas de vida.
Hoy liberan a uno de los chilenos detenidos en Perú, por rayar un lugar que, sin duda, no solo es sagrado para ese pueblo, sino que debería serlo para todos. Después de muchos días de cárcel y varios millones de pesos, seguramente éste y otros chilenos, lo pensarán dos veces antes de utilizar de nuevo una pintura en spray. ¿Qué pensará el turista checo, que por ciento veinte mil pesos, recuperó su libertad, después de que una mala maniobra de su parte provocara la destrucción de cinco mil hectáreas de bosque nativo? Y qué pensaremos y haremos nosotros, los hijos del lugar, para apurar el tiempo y que lo que va muriendo, vuelva a la vida. O para devolver con cuidados, el mismo cuidado que nos fue brindado, generosamente, cuando todavía jugábamos con los bichitos y los animales, entre los árboles de ese mismo bosque que hoy se quema y que según escucho, se seguirá quemando por un mes más.

martes 15 de febrero de 2005

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HÉCTOR MARTÍNEZ DÍAZ: BARBIE BUSCA A KENT

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Creciste arriba de unas North Star regaladas por tu hermano, mientras mamá cantaba las canciones de Sandro y papá quitándose los pantalones blanco plomizo movía las caderas haciendo la burda imitación del Ídolo. Y "ese es mi amigo el puma" hacía olvidar las fonolas del cuartucho. Pero no estaban ni la malla strech, ni la Quinta Vergara. Y la señal de Televisión Nacional llegaba por el cable que todas las tardes salías con un coligüe a colgar al tendido eléctrico, así cuando llegará papá enchufar la Sony, especie recuperada por tu hermano de la misma casa de donde te trajo las North Star, pulsar play y las carcajadas volcánicas de tu juata daban comienzo, "en vivo y en directo y para todo el país", del Show callampero de tus padres, donde "mi amigo el puma" bailaba con "María la Brava". Luego, acudías cual María Teresa Fernández a regalar la Gaviota de Plata, recortada del FestiViña al jovie que cada vez le costaba más sacarse los encalados pantalones y cobrar su contrato millonario de Ídolo, las catorce lucas del POJH.

Creciste con la nariz pegada a las vidrieras de la jugueterías, tus ojos chiquitos y negros te llevaban a esos mundos de Alicia en el País De, en medio de trenes, muñecas y legos, tú eras la Barbie Morena-Chola vestida de Dior, bailando un Strauss en brazos de Ken. Mientras otras Barbys hacían el ruedo y las pelotas de fútbol aplaudían rebotando alegres alrededor.

Viviste en las esquinas, pidiendo limosna para ir a los flippers, donde los más grandes te las quitaban. Era mejor ir a lo de las papas fritas, aunque sabías que los cucuruchos estaban muy altos, a veces las papitas se las daban de paracaidistas y saltaban a tus manos. O solías poner tu carita de niñitapobrehambrienta y con tu boquita sucia tendías la mano hacia los corazones de los viejos Boy Scout, estremecidos al ver tus North Star, mugrientas sin cordones, que hacían la buena obra del día entregándote el cucurucho, sabiendo que en sus departamentos de Providencia los esperaban kilos de papas, tazones de Kellogs o sino podían pasar al Rodizzio por...
-Un filete mignon por favor-

Despertaste con el neón de letreros ventanales, y no faltó el tipo que mientras observabas las vitrinas se instaló detrás comenzó a refregarse en tu cuerpo. Después unas invitaciones a comer papas...
-Te llevo a pasear en mi auto- prometiéndote una Barbie el móvil se alejaba del centro y estacionada en el Santa Lucía le preguntabas por la muñeca... Pero tú no eras Barbie y él no era Ken ni hablaba Inglés, sólo...
-Ahora vas a ver putitaconcha'etumare- Y las vidrieras jugueteras eran el techo del carro donde por más que lo quisieras no aparecían los juguetes, y la pista de baile eran los sillones del Nova Yanky, y la música de Strauss eran los quejidos del viejo, y las pelotas de fútbol eran peludas y luchaban por introducirse y romperte el himencito, y los aplausos de las demás Barbys eran por el color rojitibio que caía por tu entrepierna. Y en la Aurora F.M. que el viejo había puesto a todo chancho la voz gitana de Sandro...
"ese es mi amigo el puma dueño..." la puerta metálica que se abría, un empujón y a la calle sin dejar terminar a Sandro y tu coro lloroso "Dueño del corazón...". Tres billetes, volaban del vidrio abierto, te decían...
-Toma, cómprate una Barbie -.

No acudiste más a las papas fritas. Las viejas North Star dieron paso a los tacos, la mugre engomada se tiñó de rougé, las lagañas al rimmel, simulando las portadas de Cosmopólitan, pero tu rostro nunca conocería a Max Factor. El delantal celestecuadros cambió por unos Lee apretados y una polera amarilloroja que ajustaba los púberes senos desplazó al Jumper Azul Lutolargo y Con Poco Uso que llevabas a la Escuela F-24 de Macul. Las vidrieras fueron cambiadas por las esquinas, y los juguetes ahora eran de verdad, los focos te guiñaban, bajaban el vidrio y te preguntaban...
-¿Cuánto?-.
Hasta que conociste al Tano Foschino que te habló de cambiar el esmog y calor santiaguino por el frío pero limpio aire puntarenense.
-Ya vas a ver en dos años vuelves con los bolsillos llenos de plata-.
Tomaste el Ladeco con la esperanza de un Ken enapino, desembarcaste en el Presidente Ibañez donde el viento helado te abofeteó el rostro. Entraste a la Cosa Nostra, y con tú "show de María la Brava", por un túnel a la Whiskería 53, donde los chumangos acostumbrados a pieles mortecinas babeaban por tus caderas "morenas anchas y sensuales y fuego en la piel".
Pero tu tarifa subió fue con "Derecho a Zona". El dinero tenía el color del petróleo o Teniente o Capitán o Mi Mayor. Nunca "pelao", ellos iban a Errázuriz, donde no existían las whiscolas ni los camparis, sólo las poncheras Yugoslavo, el Canepa con Austral, que toman junto a gordas hediondas que psicoanalizan a los "pelaos" tendidos entreysobre enormes tetasillones, donde los "servidores de la patria" confiesan llorando la ausencia de la minita, las patadas de Mi Cabo por no poder cruzar el Valle de las lagrimas, aquel cubierto del sudor y llanto milico que desagua en la laguna de patinar, la que en invierno hace las delicias de los hijitos rucios de papá, quienes rasguñan metálicamente la tristeza congelada de los pelaos. Y son los mismos hijos de los que los apalean los que sonríen y se divierten abrigados con parkas de plumas Made in USA o Gorros tiposesquiadores de Parenazon , deslizándose sobre el escarchado sufrimiento recluta de aquellos que no tuvieron el amigo Capitán, el tío Secretario de Gobierno o un primo Médico que rubrique un certificado de Inepto. O por último, los 550 puntos en la prueba, matricularse en la U y postergar la milicia.
Pero los pelaos no acuden a colegios salesianos, alemanes o suizos sino que reciben la educación en colegios con números, donde los profes deben dictar a gritos, porque se acabó la tiza o porque la artritis no deja escribir en la pizarrra, hastiados de ganarse las míseras 80 lucas escuchando el chirrido de la tizauña quebrada sobre el prenzadonegro de las Ecoles chilenas, que prefieren dejar que los barracos populacheros griten y se saquen la cresta, -total,- piensan los profes, -para que enseñarles más si lo que les espera es una pegita en la Constructora o acarreando bolsas en la feria y para eso no hace falta trigonometría, raíz cuadrada, Comprensión de lectura o Ley de Gauss-. Y el único tío del colimba es al que hay que ir a dejar a su casa cada vez que lo encuentras curado y el amigo mas pituto es el Junior de la Muni. Todo esto soportando las patadas del Sargento y ¡cuidado, que viene Mi Teniente! riéndose porque el raso llora, mientras sapea con binoculares el culo de la hija de Mi Capitán que dibuja un ocho en la laguna.
Moqueando delatan los pelaos, a las maracas freudianas, que ellos no comen calafate para no tener que volver, o les revelan el desprecio que sienten por la chovinista Perla del Estrecho que los margina a babear y orinar el Dedo Gordo del Indio Ona, de la Plaza Muñoz Gamero, los dominguitos de franco.

Con tu ortografía de segundo básico repitente, le escribías a Mamá de tu trabajo de camarera en el Hotel Cabo de Hornos...Camarera se llama salir todas las noches a empelotarse, ante el millar de ojos patagónicos que te devoran y tu detrás de la reja refriegas tu piel morena, güachita con tu tanga-tanga que apenas sostiene tu culo morocho, el más caro de la ciudad del Monumento al Ovejero, donde acudes todas la tardes a subirte arriba del broncíneo equino, soñando salir galopando a tus maravillosos mundos de Alicia.
Por las noches los Peruzovic, Gómez, Buvinic Vera, eran los que te galopaban. Y tu cuerpo, "tranco a tranco legua a legua", se convirtió en el segundo Club Hípico magallánico. Yegua-Potra gritan calientes cuando sales a bailar con "mi amigo el puma", la descendencia patagónica yugolote, daba lo que pidieras por escupirte su Semen Australis .
Pero tus herraduras taco aguja a veces se quebraban y no querías salir a galopar, preferías quedarte en la casa de dos pisos que el tano Foschino les arrendaba en Playa Norte, donde quedaba el Stud. Hasta que llegaba el tano, en su Malibú azul a buscarte.
-Te están esperando-.
Y aunque tenías "marea roja", siempre había un Almirante o Patrón de Buque Factoría que no temía contaminarse.

Hasta que vino el siniestro, las llamas arrasaron el stud. Y acudes a sacar a la Luisa que está dormiborracha, pero todo fue inútil y los choros se quemaron y tu cabellera azabache cobijó los rayos tal como el Tano cobijó las bromas sobre su sarta de choros ahumados.
Aprendiste que la nostalgia se alejaba con unas pastillitas regaladas por el doctor voyerista adicto a los juegos plásticos, o sino unas gotas de Chivas Regal sirven de "yumbina" para el Derby Sexual que todas las noches corrías.

Pero la carrera se fue haciendo más pesada y el tano trajo nuevos materiales de Santiago. Y tu show de María la Brava, fue cambiado por una Madona Chilensis, "Like a Virgin". Y tus ahorros, destinados al "sueño de la casa propia", te sirvieron cuando se quebraron tus herraduras taco aguja. Y abandonaste el Stud para caer a..., Calle Errázuriz...
Donde no hay ni Tenientes ni Enapinos ni Estancieros. Ni el dinero se llama Código Civil, Ortodoncia ni Acción Dólar, ni viaja en Malibú, Blazer o Silverado.
¿Y donde estaba Ken?
Del Cosa Nostra al Farol Rojo. Tú, acostumbrada al Agua Brava, Brutt 33, Paco Rabanne, tuviste que soportar el Avon Para Hombres, o el Caries Space, la mezcla de caries, copete, sobaco y rabia. O el olor a patas milicas de Virginia. O las orejas y labios partidos de los pelaos, que te cosquillean las tetas lacias buscando el pezón materno distante tres mil kilómetros a orillas del Rahue, Cautín, Bio-Bio o Mapocho. Pero estaban las pastillas que te alentaban y mejor aún el Canepa con Austral, que ahora se llamaba, "Croata".
Así, a una década de tu llegada, parada en la puerta bajo un "Farol Rojo", esperas pinchar a Ken, guiñando a los diciochoañeros rasos que suben por Errázuriz a las ocho de la tarde todos los domingos, todos los domingos. Y tú "rogando a San Antonio que te mande un novio, todos los domingos , todos los domingos..".

Al final, las caderas se hicieron más anchas, pero no más sensuales, y el "fuego en la Piel ", es la acidez del dragón con que despiertas cada mañana . Y tu arrogancia de María la Brava, de nada sirvió, cuando la auxiliar del Enfermedades de Transmisión Sexual, donde acudías todos los meses para timbrar tu Pasaporte de Puta, te entregó un papel blanco, Cirrosis, y te derivó a la puerta vecina, Alcoholismo, donde una enfermerita de apellido "ich" te aconsejó el tratamiento .
Vinieron las torturas en jeringas de Apomorfina y a tus pies un balde donde ves reflejada tu terapia , la enfermerita que te saluda con la caña de vino pero nadie te saca a bailar, que esta vez será sin el casette de Sandro, sino al compás de tus arcadas y las de las otras artistas que están en lo mismo. las mañanas invernales se hacen eternas de regreso al quilombo luego de la inyectada, subiendo por Zenteno mientras los boys salen del Pudeto...
-a instrucción a instrucción ya nos vamos a instrucción...-

Una quincena de apomorfinas dieron paso a la sesión con el siquiatra, que te recetó el Antavú, reforzador de la voluntad...
- ya sabes, por si caes -.

Esta madrugada te apearon del Caballo del Ovejero, calzabas unas North Star mugrientas sin cordones, tus brazos escarchados abrazaban a Barbie y Ken. En los estribos, una caja de Antavú cerrada, un cassette y un Musiquero con letras de Sandro.



jueves 10 de febrero de 2005

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LORENZO CAGLEVIC BAKOVIC: ¡HOMBRE AL AGUA!

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-¡Fondo el ancla de estribor !-. Ordenó el Capitán.
El peso del fierro perforó el agua, como un cristal, en el silencio de un mar excepcionalmente calmo. Eran las once de la noche, del primer día de Agosto del año 1898.
Punta Arenas dormía en el frío semipolar de la noche austral. Sólo una que otra luz se podían divisar desde la nave. Eran luces mortecinas, que más bien se distinguían por la gran oscuridad reinante que por su luminosidad. De los barracones en la orilla, salían tenues los humos de las salamandras único indicio de vida en ese poblado. El silencio permitía escuchar, incluso, el lamido de las olas sobre el casco de la nave.
Los pasajeros, arrebozados en gruesos abrigos y mantas, observaban tiritando sobre la cubierta. En su mayoría eran italianos, españoles, portugueses y algunos provenientes de la Croacia Dálmata, en aquel tiempo bajo el dominio del imperio Austro-Húngaro. Entre estos últimos, Luka, un gigantón rubio y joven, trataba de infundir ánimo al resto de sus coterráneos, percibiendo la decepción que causaba en ellos esta primera vista del poblado.
-Mañana, con luz de día, verán como esto no es tan feo. No será nuestra Brac, - dijo refiriéndose a su isla natal- pero allá la situación no da para más. Acá, en cambio, muchos dicen que el oro abunda y así, en poco tiempo, podremos volver ricos y famosos.
La voz del capitán, un italiano cincuentón y jovial, interrumpió sus palabras:
-Todo el mundo a dormir! Vendrán temprano a bordo las autoridades locales para la revisión de los documentos de los que desembarcan aquí. Calculo, si todo marcha bien, que antes de mediodía el buque será declarado fuera de cuarentena y ustedes podrán estar en tierra a la hora del almuerzo.

Acercándose al grupo palmoteó, sonriendo burlón, la espalda de Luka y le dijo:

-Espero que las niñas de Punta Arenas te den crédito, a cuenta del oro que vas a encontrar.
Pero la broma del capitán, no causó, ni remotamente, efecto en el grupo de croatas. Apenas sonrieron. La preocupación de haber llegado al fin del mundo, un territorio tan frío y desolado, terminó con el entusiasmo demostrado en todo el viaje. Sólo, Luka, le siguió la corriente:
-¡Seguro Capitán! También le abriré, a mi cargo, cuenta a usted. Ya verá.
La respuesta del joven tampoco les causó mucha hilaridad. Ante esa situación el capitán optó, comprensivo, brindarles un gesto de simpatía y diciéndoles "dobra noc" (buenas noches en croata), se retiró a su camarote.
Todos se fueron a dormir. Sólo Luka, so pretexto de fumarse un cigarrillo, fue el único que permaneció en cubierta. Arrimándose al calor del tubo de la chimenea, próxima al palo mesana, lloró angustiado. . .
-¡Apuren la maniobra de los botes! Gritaba un oficial al contramaestre y a los marineros que, en esos momentos, arriaban las embarcaciones desde la nave.
El viento, comenzaba a hacer cabecear al buque y el mar a rizarse de espuma. Una vez que estuvieron embarcados en los botes a remos, la corta distancia a la orilla parecía no mermar, pese al esfuerzo de la boga. En un momento comenzó a precipitar nieve y agua sobre los entumecidos pasajeros. Era la declaración anticipada de la dura vida que les esperaba en esas latitudes.
Llegaron a los barracones de la orilla muertos de frío. La mayoría no conocía en absoluto la zona, pero unos cuantos adelantados que habían viajado poco tiempo antes los esperaban alegres. Entre abrazos requerían ansiosos noticias de su terruño y sus parientes.
Se reunieron todos cerca de una gran cocina a leña, ubicada en el centro de la construcción principal. Junto con un café hirviendo, les informaron someramente del sistema de alojamiento, comida y las posibilidades de reclutarse como trabajadores. Luka, inquieto por la ausencia de Ivo, su amigo de infancia llegado seis meses antes, requirió de inmediato información sobre él, a los adelantados.

-Ivo está bien- respondió uno- pero no creo que aparezca antes de una semana Se contrató en una partida de loberos dirigida por un portugués. Dicen que el hombre es un abusador y que paga poco, pero es el comerciante que vende más pieles y, siendo así, Ivo se entusiasmó y partió trabajando para él.
La semana transcurrió lenta. Sirvió para ir aclimatándose al frío, buscando un lugar donde dormir y, por supuesto, trabajo.
Al sábado siguiente, entre risas y lagrimones se produjo el esperado encuentro con Ivo.
-¡Querido compadre Luka !. Cómo quedó mi pequeño ahijado y mi hermana Liubitza.
-Ellos quedaron muy apenados, pero están bien. Viven ahora en la casa de mis padres, mientras dura mi ausencia.
-¿Y mis viejos? ¿Qué hay de ellos?
- Tu mamá no para de llorar y se queja que tu papá la reta por eso. Sin embargo, cuenta que él se va al patio y se desahoga solo, para que no lo vean.
-¡Pobrecitos!. . . ¿Me mandaron una carta, algo?
-Este paquete tiene como una docena de tortillas de higos secos que te envía tu madre, junto con esta estampita de San Roque. Tu papá por su parte me entregó estas dos cantimploras con Rakija, hecha por él para ti. Fue lo único que me atreví a traer en el barco. Tú sabes, la humedad y la larga travesía no lo permiten.
Luka advirtió que Ivo, sin decirlo, esperaba algo más...
-Ah!. Casi me olvido. También Milena, tu noviecita, te mandó esta carta y este gorro tejido de sus propias manos.
No bien terminó Luka de hablar, cuando Ivo ya leía la carta.
Todavía suspirando, se puso su gorro nuevo e invitó a su amigo a la posada, para celebrar el reencuentro y hacer planes.

Las cosas hay que hacerlas al modo que acá se estilan -dijo, Ivo, a su compadre que lo escuchaba atento.
-Casi todas las actividades, al menos las más lucrativas, ya están en manos de algunos capos y, entonces, hay que trabajar para ellos. Nadie te dice que no puedas hacer negocios por tu cuenta, pero de pronto descubres que los capos se sienten invadidos y te envían algunas señales o advertencias. Tú puedes entenderlas y acatarlas o bien terminar "perdido", "muerto por los indios", "ahogado en el mar" o con un balazo en el cuerpo producto de una "riña o robo" inventado.
Así son los trabajos en las pieles, la madera, el carbón, las casas de remolienda y, para qué decir, el oro. Hay un tal Popper, un rumano temible, a quien es mejor tenerlo de amigo. El es el capo mayor de esa actividad en los lavaderos de tierra del fuego. Es cierto que hay otras actividades menores en el poblado, pero también son menos rentables y para hacerse de unos pesitos debes trabajar tres o cuatro veces más.
Luka, nervioso, interrumpió:
-¿Quiere decir, que nuestro sueño de hacernos ricos trabajando oro, no será jamás posible?
-Creo que, para hacer una fortuna, se requieren de varios años. Eso es, siempre y cuando logres sobrevivir en esta tierra. Es tan inclemente como su tiempo y tan despiadada como algunos de sus habitantes, sin ley ni temor de Dios.
-¿Entonces?. . . ¿Me estás diciendo que hemos venido en vano hasta este fin del mundo?
-Yo sólo te digo la verdad, Luka -replicó, Ivo, muy serio. -Podremos surgir acá algún día, sin embargo, no será pronto. Tendrás una situación para volver o para pensar en traer a tu mujer e hijo en. . . ¿diez. . . quince años?. Tal vez más. Somos hombres jóvenes, pero, en lo personal, no quiero que Milena me espere hasta que sea una vieja.

-Y bien amigo, qué piensas que deberíamos hacer? Yo te advierto que estoy dispuesto a romperme el espinazo trabajando, pero tampoco quiero dejar a mi familia sola por tantos años. Ellos me necesitan y yo los extraño mucho.
-Creo que tenemos una sola posibilidad- afirmó Ivo con tono misterioso - Es una alternativa que, más que audaz, es peligrosa, muy peligrosa.
-Existe un canal en la zona- continuó Ivo- que se conecta con el Estrecho de Magallanes llamado Canal Beagle. Pues bien, en su comienzo, al oriente, hay tres islas muy pequeñas, llamadas Lennox, Picton y Nueva. Me han contado un par de capitanes, que en sus riachuelos existe oro de lavadero en abundancia, pero las condiciones climáticas y de soledad existentes hacen casi imposible la vida humana. Ellos las han conocido cuando, en más de una ocasión, temiendo zozobrar buscaron resguardo en algunas radas pequeñas, protegidas del viento y, no pudiendo zarpar durante varios días, bajaron alguna chalupa para explorar esos peñones, mal llamados islas.
-Conozco también, al cojo Meléndez -prosiguió -es un capitán español, bravo para la mar, pero de trato muy duro con la reducida tripulación de de su goleta. Antes de aventurarse en estas tierras, el cojo navegó por todo el Adriático, recalando en varias de nuestras islas y conoció de cerca a nuestros marinos. Así entonces, desde que yo llegué a Punta Arenas, me ha tratado de convencer que forme parte de su tripulación. Yo me he rehusado, al igual que otros paisanos. No quiero estar acá por mucho tiempo y con la paga del cojo serían muchos años. Sin embargo, creo que él podría aceptar llevarnos a las islas, si nosotros le pagamos el viaje por adelantado con un par de meses de trabajo como tripulantes de su goleta "La Macarena".
El Capitán Meléndez, a pesar de su rudeza, trató una vez más de convencer a Ivo y Luka, con sus mejores maneras, para que se enrolaran como tripulantes estables de "La Macarena", pero viendo su empecinada determinación, se dio por vencido. Estableció, finalmente, un trato con ellos. Navegarían, durante dos meses, acompañándolo en la caza de lobos marinos y, al mismo tiempo, le ayudarían a entrenar, lo mejor posible, al resto de la tripulación con sus conocimientos náuticos. Finalizado este trabajo, Meléndez los llevaría a Lennox, donde las condiciones para un desembarco eran mejores en relación a las otras dos islas. Haría, además, un viaje cada cuatro meses para reaprovisionarlos de víveres y cerciorarse que aún permanecieran vivos. Por su parte, cuando Ivo y Luka decidieran regresar, debían participarle de un quinto del oro que hubieren obtenido en esa faena.

Así las cosas, a poco menos de un mes de la llegada de Luka, los compadres, cuñados y amigos se embarcaron en" La Macarena".
En los trabajos de a bordo y en la caza de lobos, ambos se distinguían por su pericia y capacidad. Luka servía el cargo de contramaestre, Ivo el de timonel Casi toda la tripulación aprendía de su experiencia y los apreciaba, aún cuando, en alguna ocasión, no faltó algún puñete del irascible Luka, al perezoso que no quería cubrir su puesto en la maniobra cuando él necesitaba todos los brazos disponibles en cubierta. El cojo Meléndez lo observaba todo desde su puente de mando. Se sentía cómodo y satisfecho. Estaba viejo y cansado de pasarse la vida increpando a sus tripulantes. Prefería admirar el paisaje de los canales fueguinos y echarse, de vez en cuando, un trago de la petaca metálica, que usaba como un pisapapel, sobre la sebosa carta de navegación que mantenía en el puente.
Las semanas transcurrieron lentas para los ansiosos amigos, pero rápidas para el capitán Meléndez, quien disfrutaba de este recreo brindado por sus transitorios colaboradores.
El día en que "La Macarena" debía arribar a Lennox, amaneció con una neblina cerrada por lo que Meléndez prefirió fondear a la gira, al socaire del viento, y no se aventuró a bajar la chalupa con los croatas ni la otra, con las provisiones y herramientas.
Al cabo de algunas horas el sol penetró la densa capa de niebla que cubría la goleta, despejando la vista al minúsculo trozo de playa por donde Meléndez pensaba desembarcar a sus pasajeros. No obstante, en breves minutos el mar se encabritó y el viento comenzó a soplar con tal fuerza que Meléndez no dudó en levar el ancla y largarse del fondeadero a capear el temporal, esperando una ocasión más propicia para el desembarco.
Sólo dos días después, con los hombres débiles por el maltrato infligido, en este caso por el prolongado temporal, fue posible arriar la chalupa. El propio Meléndez acompañó a los croatas a tierra y les indicó los lugares que él pensaba eran los más aptos para instalar un lavadero. Se despidió con admiración y fe en sus socios. Si realmente existían posibilidades de obtener buen oro, sabía que ellos lo obtendrían. Percibía, en ambos, la decisión irreductible de lograrlo. Meléndez, estaba convencido que no había mejor modo de probar el temple de los hombres que en momentos de peligro los cuales a menudo se presentan en la vida del mar y, sus ahora socios, ya le habían dado prueba suficiente de aquello.

-¡Adiós cojonudos ! -les dijo en la playa- Que tengáis éxito, para vosotros y para mí. Regresaré en el verano a ver si aún estáis vivos o si los caranchos han dado cuenta de vosotros -dijo burlón- y, subiéndose a la chalupa, comenzó a insultar a los remeros para que apuraran la boga.
Los dos hombres, ya solos en la playa, se abrazaron contentos por su llegada y también, como para darse ánimo en la tarea que les esperaba, elevaron una oración en su idioma. Enseguida, animosos, comenzaron a instalarse.
Tan pronto quedó levantada la tienda, consistente en una mezcla de tablas, ramas y lona de vela, comenzaron las faenas.
Los dos hombres se turnaban la tarea de cocinero o pescador. Desde que la luz permitía distinguir algo, se iniciaba el trabajo en el lavadero, hasta que la oscuridad y el cansancio los rendía.
Marcaban los días transcurridos en un tronco. El Domingo se trabajaba como cualquier otro día, salvo si el tiempo era muy malo. En ese caso, hacían un rezo especial al almuerzo, el cual era mejorado un poco, se empinaban un buen trago de licor y descansaban el mediodía que restaba.
Muchas veces, el viento y la lluvia casi no dejaban ver. En esas ocasiones, se trabajaba en forma intermitente, tratando de no entumirse por la inactividad, siempre con el fuego encendido, contiguo a la precaria vivienda.
Las pepitas de oro que iban obteniendo, después de besarlas, como si se tratara de un rito, eran guardadas en unas botellas que se comenzaban a llenar muy lentamente. . .
Así transcurrieron dos años y varias recaladas de "La Macarena", para aprovisionarlos y llevarles correspondencia.
Los dos hombres, aunque fuertes y animosos, lucían flacos, de largas barbas rubias y su pelo amarrado en cola de caballo para que no les fastidiara en su constante trabajo.
El cojo Meléndez era un hombre severo y hasta un poco cruel, pero sentía cierta lástima por los croatas. Sentimiento que no tardaba en esfumarse, cuando pensaba en que su quinta parte del oro, podía significarle una pequeña fortuna.
-¿Cuántos viajes más tendré que hacer, chavales ? -les preguntaba- siempre preocupado por que la faena de descarga fuera lo más corta posible. Temía que los habituales y bruscos cambios de tiempo lo retrasaran o, peor aún, pudieran terminar su viaje en el fondo del Beagle. Por algo, ya varias veces, el cojo había discutido sus derechos con Neptuno.
-No sea impaciente Capitán- le respondía Luka- nos queda mucho trabajo aún.
Ivo, no opinaba, sólo asentía con una actitud resignada. No tenía el valor de enrostrarle a su compañero, que los indicios de una ambición embrutecedora, comenzaban a manifestarse en él, con bastante claridad.
Llegó otra Navidad y el cambio de siglo. Luka no quería detener su trabajo. No poco esfuerzo le fue necesario a Ivo para convencerlo que si, hasta en las guerras, se planteaban treguas para esas ocasiones, bien debían ellos hacerlo en su trabajo. Sólo apelando a sus acendradas creencias católicas, pudo convencer a Luka de celebrar, al menos, Navidad.
El día de la víspera, amaneció totalmente despejado, pero, unas cuantas horas después, el viento norte arreció y costó mantener el fuego encendido. Aún así, con un poco de harina y azúcar Ivo se atrevió con un cierto remedo de dulces dálmatas y, Luka, por su parte, se lució con una cena donde combinó centollas locales con castradina traída de Punta Arenas, las que trozó en pequeños pedacitos lo mismo que el abundante cochayuyo.
Los hombres se felicitaron mutuamente e hicieron recuerdos de su familia y de su tierra. Terminada su merienda pascual, Luka, dijo sentencioso y algo triste:
Ivo, seremos recordados por nuestros hijos y sus descendencias como " los viejos que, mucho más allá de una fortuna, les dejaron una lección de amor construida con mucho sacrificio. "
Ivo llenó los jarros del café con el aguardiente proveído por Meléndez y, con emoción, brindó diciendo:
-Sretan Bozic, Kum (feliz navidad, compadre). Los dos hombres se bebieron el trago al seco, se abrazaron y con el llanto contenido, hicieron un esfuerzo para ponerse a cantar "Tamo daleko"

Tamo daleko, daleko kraj mora
Tamo je selo moje, tamo je ljubav moja.

Hajdemo duso da sretno zivimo mi
Jer mladost prolazi brzo i zivot taj nesretni

(Allá lejos, lejos, cerca del mar
Allá está mi pueblo, allá está mi amor.

Vamos alma vivamos felices
Porque la juventud pasa rápido y esa vida desdichada)

El aguacero no cesó, hasta que el fuego fue extinguido por el viento y los hombres por el cansancio.
Llegó el invierno siguiente. A pesar de no haber grandes diferencias climáticas entre las distintas estaciones, la luz del sol acortaba muchísimo los días; la temperatura disminuía ostensiblemente y los aguaceros se convertían muchas veces en granizos, más grandes que las pepas de oro que los dos hombres atesoraban.
A causa de la humedad y del frío, un día Ivo enfermó gravemente de pulmonía. Luka debió cuidarlo en forma exclusiva, abandonando las faenas y temiendo por la vida de su cuñado, como también por su propia suerte si permanecía sólo en la isla. El enfermo deliraba constantemente. Afiebrado, balbuceaba palabras inconexas, pero claramente relacionadas con su novia y con su madre.
Aunque los días críticos fueron tres o cuatro, la recuperación de Ivo tardó casi un mes.
-De buena te salvaste compadre. Ya me imaginaba escribiéndole a tu Milena y a la familia que te habías quedado tieso, como bacalao seco, en esta isla de mierda.
-Yo también, Luka. Cuando la fiebre me tenía liquidado, creí que no iba a verlos más. Eso me ha hecho pensar mucho y creo que debemos volver -le espetó sorpresivamente.
-Pero, Ivo, si todavía podemos lavar mucho oro más. No podemos darnos por vencidos ahora que las botellas se empiezan a llenar.
-Creo que la vida y la familia valen más que todo el oro del mundo- respondió débil y melancólico.
Nada de tirar el poto para las moras en este momento- dijo enérgico Luka. -Ya verás como se te pasa pronto el susto de que te lleve la parca y estaremos otra vez en plena producción.
-¡ No, Luka ! Yo quiero irme apenas aparezca el capitán Meléndez. Prefiero regresar pobre, pero dejar mis huesos en Brac, junto a los míos, y no en estos confines malditos.
-¡Bogati! (por Dios) Eres un maricón que se rinde a la primera. - Y, a pesar de su estado convaleciente, le asestó una bofetada que le rompió la boca.
Ivo sintió el golpe en el alma, más que en sus labios y dientes. Se percibía como un gusano. Cobarde. Con los ojos preñados de lágrimas se incorporó como pudo y corrió sin dirección fuera de la choza.
Luka, aún sin admitirse capaz de haber agredido a su compañero, se sentó al lado del fuego, estático y meditabundo, con la vista fija en las brasas. ¿Valía la pena ese esfuerzo? -se replanteaba- ¿Qué sucedería con su familia, si producto de un accidente, enfermedad o, por último una pelea sin sentido, sus huesos quedaran para siempre en esas latitudes ?.
Ivo no regresó a la choza de pena y vergüenza. Luka salió a buscarlo y lo halló sentado en la húmeda arena de la playa, absorto. Sólo atinó a decirle:- ¡Kum !(compadre)- con voz quebrada y en un tono tal, que no le fue necesario decir perdón, o alguna otra palabra, para que se abrazaran y regresaran en silencio, reconciliados.
Se acostaron, sin probar comida ni dirigirse la palabra hasta el otro día.
Tan pronto amaneció, Ivo tomó su chaya y pretendió dirigirse al lavadero, como para recuperar el tiempo perdido por su enfermedad y su flaqueza, pero la voz autoritaria de Luka lo detuvo:

-¡Espera!, tenemos que hablar.
Ivo retrocedió, murmurando suave : -No te preocupes, no volverá a ocurrir.
-Yo, -contestó vacilante Luka- sólo quería decirte que también siento miedo de no regresar, y si tú mantienes el deseo de volver no te recriminaré. Será una decisión que tomaremos los dos. Le decimos adiós a este infierno frío, le entregamos algunas pepitas al cojo Meléndez y nos vamos a Punta Arenas para tratar de embarcarnos, cuanto antes, de vuelta a nuestra tierra.
Los compadres iniciaron una larga conversación, donde ambos se encontraron con buenas razones. Convencidos, acordaron que su estadía en Lennox debía tener un límite. Este sería fijado al completar cinco botellas con pepitas. Calculaban que, en total, estas pesarían unos doce kilos de oro. Dos para pagarle a Meléndez y cinco para cada quien.
La goleta de Meléndez efectuó dos viajes más de aprovisionamiento a la isla.
En la penúltima recalada, Luka, advirtió al español :
-Capitán, volveremos en su próximo viaje. La meta que hemos decidido cumplir está casi lista.
-Enhorabuena chavales, -respondió el español -ya pensaba yo que el frío les había congelado los sesos.
Todos rieron de buena gana y se despidieron hasta la primavera.
La proximidad del regreso, animó a los hombres a tal punto que superaron, con creces, la meta de recolección de oro. El día que divisaron a "La Macarena" para llevarlos de regreso a Punta Arenas, gritaban y brincaban como chivos en la playa, esperando la chalupa junto a sus pocas pertenencias y al preciado cargamento de botellas con oro, que habían puesto en un cajón de madera hecho con las tablas que resultaron de desarmar la choza.
El cojo Meléndez hizo la faena más corta que nunca. Aprovechando el viento favorable, de inmediato viró la proa con rumbo a Punta Arenas y zarpó. Lennox quedó rápidamente marcada sólo por la estela que la popa iba dibujando en el canal. En tierra, abandonado, junto a unos cuantos vestigios del paso de estos dos seres humanos, un tronco con muescas que indicaban; tres años, ocho meses y cuatro días.
El viaje no tuvo más contratiempos que los acostumbrados. Cuando arribaron a Punta Arenas, a pesar de lo avanzado de la hora, aún estaba claro y se pudo desembarcar sin problemas.
Se dirigieron enseguida, junto al cojo Meléndez y el oro, a la posada de un paisano croata donde, con una balanza de precisión, contaron cerca de trece kilos de oro puro. El cojo, ni lerdo ni perezoso, retiró en el acto su quinta parte.
Después de beber unos cuantos tragos con sus socios, les confesó entre emocionado y eufórico:
-Pensé muchas veces que no lo lograríais y que yaceríais para siempre en Lennox. Hombres de vuestro cuño se requieren en el mundo. ¿Por qué diantres no formamos una empresa y explotamos juntos las loberías?
-Con mi quinto- continuó diciendo, con su lengua ya traposa- adquiriré otra goleta que, en vuestro honor, bautizaré Jadran (Mar Adriático). Estoy poniéndome cada día más viejo y creo que no sólo necesitaré un capitán sino dos, porque la tierra ya me empieza a llamar. . . de a poco.
-Gracias -respondió Luka- pero pienso que Ivo y yo necesitamos descansar un poquito primero. Después veremos.
-Esta bien chavales. Pero prometedme que, al menos, lo pensareis.
-Prometido- dijeron a coro los compadres.
-Una última cosa- dijo con gravedad, Meléndez-. No digáis a nadie acerca de vuestro oro o del mío, ni hagáis ostentaciones estúpidas. Hay muchos alquimistas por aquí que lo podrían transformar en plomo, pero dentro de nuestras barrigas. Vosotros me entendéis, he?- sentenció cachondero, descubriendo al sonreír uno de sus colmillos, que también era de oro.
-Sí capitán, tendremos mucho cuidado. Ni ropa nueva, ni mujeres, ni festejos, aunque ganas sobran. Diremos con el Ivo que fracasamos y que apenas nos alcanzará para el pasaje de vuelta.
-Bien pensado chavales. Fuera de ser buenos marinos y cojonudos, veo que sois unos tíos inteligentes. - Y encasquetándose su gorra grasienta, se despidió con un - ¡Hasta pronto!

Los dos nuevos ricos, sólo pidieron que les prepararan un baño caliente y una buena cena. Después de tan largo tiempo, el poder disfrutar de una cama, sábanas limpias y el calor de una casa amiga, era más que suficiente, por el momento.
Punta Arenas seguía su rutina habitual. Gran cantidad de personajes de variadas lenguas y nacionalidades circulaban por sus calles de barro. Sus bares y casas de remolienda eran los mejores centros de información de la ciudad, al mismo tiempo que prósperos negocios.
Habían unas pocas oficinas, donde se agenciaban las necesidades de carga y pasaje para los buques que recalaban al puerto. Las primeras casas bancarias y de cambio ya comenzaban a surgir. Dos o tres bodegas de vituallas y víveres, atendían las necesidades de las embarcaciones locales y proveían a otras actividades de la zona. También existía una oficina local del gobierno y de policía.
Una de las primeras cosas que Luka e Ivo hicieron- después de cortarse la barba y el pelo -fue averiguar la fecha de un próximo zarpe a Europa.
Un inglés deslavado, encargado del pasaje, les informó que sería en cuarenta días más. Agregando la frase ceremonial, "all going well and weather permitting" (si todo marcha bien y el tiempo lo permite), procedió a anotar sus reservas.
Ivo y Luka, acostumbrados al rigor del trabajo, no encontraban manera de emplear su tiempo y decidieron efectuar pequeñas labores para, por un lado entretenerse y, por otro, aparentar que no contaban con mayores recursos.
Luka, le colaboraba al capitán Meléndez en las actividades de mantención de "La Macarena" y de alistamiento de la "Jadran" la cual, el cojo, para disimular el buen estado de sus finanzas, adquirió a crédito de un italiano. Ivo, por su parte, le ayudaba en la posada a don Nicolás, un paisano que se había manejado muy bien en su negocio pero, después de doce años sin su esposa e hijos, sólo quería regresar.
-Ahora tengo buena situación - decía orgulloso don Nicolás, inflando su panza- pero no tengo efectivo para viajar o pagarle el pasaje a mi familia- añadía quejumbroso. -Todo está ahí. Invertido. Casa, muebles, utensilios y mercadería. Si tuviera alguien que me lo comprara en lo que vale- no pido más ni menos- me voy feliz para Europa.

Poco a poco, las palabras de don Nicolás fueron promoviendo cierto interés en Ivo. Un día le confesó a Luka, que le agradaba el negocio de la posada y que, si se traía a su novia, muchacha hacendosa y trabajadora, luego podrían, convertirla en el mejor hotel de Punta Arenas.
Luka, por su lado, le confesó que él pensaba asumir como el primer capitán del "Jadran" y, probablemente, comprarle también "La Macarena" a Meléndez pero, en su caso, primero partiría a Europa a buscar a su mujer hijo y a dejar a sus padres y parientes en una mejor situación económica.
-Kum, todos los días sueño con que mi hijo, es decir tu ahijado, es capitán y mi negocio ya está en sus manos.
-Pero Luka, estás loco -rió Ivo- si sólo es un niñito.
-Tienes razón, Kum, pero el tiempo pasa pronto. No te olvides lo que dije - repitió a su amigo. -"Quisiera ser recordado por mis hijos como el viejo que, más que oro, les deja una lección de sacrificio. Es decir, de amor". Para eso ya debo empezar enseñando a mi hijo que, antes de administrar la plata de su padre, hay que trabajar duro, muy duro. Sólo el sacrificio vale para tener éxito en la vida. Otra cosas, son puras payasadas no más.
Cincuenta días después del regreso desde Isla Lennox ; el capitán Meléndez, Ivo y don Nicolás - estos últimos quienes, secretamente, ya habían llegado a un acuerdo, en oro, por la venta de la posada - y varios otros croatas amigos, fueron a despedir a Luka al embarcadero.
Ivo, cambió su reserva por un pasaje que enviaba, por mano, a su Milena. También le pidió a su amigo adelantar algún dinero para sus padres y hermanos, como asimismo la promesa de traerlos, uno por uno, a trabajar a la empresa hotelera que había comenzado.
Finalmente -orgulloso- confidenció a Luka que, cuando su novia apareciera en Punta Arenas, la primera sorpresa que ella tendría, sería un llamativo letrero de grandes letras rojas : "Nuevo Hotel Milena".
Don Nicolás, no alcanzando a embarcarse junto con Luka, por tener varios asuntos que finiquitar aún en la zona, le pidió anunciar a los suyos su próximo y triunfal regreso.

El capitán Meléndez, quien ya consideraba a Luka como un socio comprador, le pidió volver tan pronto como pudiera.
El resto de los croatas, le entregaron un sinnúmero de paquetitos con pequeños regalos y cartas donde, de seguro, la esperanza de un próximo reencuentro era el tema principal.
Luka, se embarcó en el bote que lo llevó a bordo, contento y satisfecho. Calculaba que, dentro de un mes y medio o dos, ya estaría con los suyos narrando sus odiseas y haciéndolos participar de su éxito en las remotas tierras de Chile.
Seguramente a sus coterráneos quienes, en esa época, sólo entendían a América como un todo, sin preocuparse de mayores precisiones, les interesaría conocer que, al menos, había un lugar en el mundo donde realizar sus sueños, lejos de guerras y pobreza.
Ansiaba volver a ver a su esposa, a su hijo y a sus padres como también, a varios amigos de su pueblo, los cuales no habían creído en su aventura. Con indisimulado orgullo les confirmaría que, la voluntad irreductible de ese hijo del rigor -como le gustaba autodenominarse- había vencido.
Días antes del zarpe, Don Nicolás había sugerido a Luka que acudiera a la oficina de un inglés, representante de una casa bancaria, para cambiar su oro en libras esterlinas acuñadas, pero Luka al enterarse que el cambio sería a la par, no se entusiasmó. El argumentaba que el oro de las monedas eran de un quilate menor al oro puro de las pepas.
En definitiva, fue imposible lograr algún acuerdo con el banco en ese sentido, mucho menos con otras alternativas planteadas por el inglés, consistentes en entregarle órdenes de pago en Europa o alguna equivalencia en billetes de la época.
Luka optó entonces por confeccionarse un ancho cinturón de cuero con alforzas donde, equilibradamente, enfundó sus más de cinco kilos de oro puro en pepitas. Como no quería despertar mayores sospechas, viajó con ropa ordinaria, en la misma tercera clase en que había llegado, con una vieja maleta de herramientas y muy pocos enseres personales.
Durante las noches tendido en su litera, sólo aflojaba un poco su cinturón para descansar. En el día, permanecía largos momentos sobre cubierta y a menudo debía acomodarse los pantalones con un ademán que se fue haciendo rutinario, motivado por el peso del oro oculto.
Poco a poco, los marineros de la dotación de la nave fueron sospechando de aquellos gestos tan extraños y repetitivos, toda vez que la contextura de Luka era la de un hombre alto y macizo, pero en ningún caso la de un barrigón a quien la curva de su prominencia le obligara a arreglar sus aperos constantemente.
En el arribo de escala al puerto de Buenos Aires, la nave permaneció dos días y medio para las faenas de alimentos frescos y embarque de pasajeros. Todos los procedentes de la costa oeste sudamericana, aprovecharon de ir a tierra para conocer la gran ciudad, descansar un poco de tantos días en la mar y, más que nada, prepararse anímicamente para la larga travesía del Atlántico.
Luka, contrariando sus deseos y la natural curiosidad que le despertaba el mentado Buenos Aires prefirió permanecer a bordo, para evitar así cualquier contratiempo en tierra con su preciosa carga. Sin embargo, su actitud precavida, fue otra nota que desafinó el pentagrama a los oídos de algunos de los tripulantes más suspicaces.
-Se ha fijado en el croata ese? - interpeló a su jefe, uno de los dos marineros de guardia en el portalón- torciendo su nariz hacia Luka que, metros más allá apoyado en la barandilla, contemplaba lo poco que se podía ver de la ciudad.
-Sí, me llama la atención que siendo joven y solo no baje a tierra- le respondió su jefe, un hombre delgado y colorín.
-Mírelo bién, jefe. Verá como a cada rato se arregla el cinturón. O tiene hernia, o algo raro hay con él. Pasa largo tiempo en cubierta y casi no participa en las conversaciones que los pasajeros suelen tener con nosotros.
-Hum. . . -asintió el colorín a modo de toda respuesta y un tanto fastidiado. Su mente estaba más bien ocupada en imaginar qué podría estar haciendo en tierra y no en el control de la salida y llegada de los pasajeros. Mucho menos en las infantiles observaciones de su subordinado.
-Le preguntaré al jefe de camareros de la tercera clase- insistió el subalterno un tanto defraudado- ¡A ese no se le pasa una! ¡Viera Ud. Jefe, las historias que me cuenta en sus visitas a mi puesto de cocinero!
Hum. . . - repitió el colorín- Y el cocinero entendió que su jefe, definitivamente, no tenía ganas de conversar.

La nave, hizo sonar estruendosamente el pito y abandonó el puerto, entre señas, pañuelos y gritos de adiós.
La navegación entró en la rutina habitual. Luka contaba el tiempo para la llegada a su pueblo. Tenía tantas imágenes en su cabeza, que las iba acomodando permanentemente, como si se tratara del más dedicado escritor.
En el intertanto, el cocinero y el jefe de cámara siguieron observando a Luka. No perdían ocasión en hacerle una que otra pregunta capciosa, las que Luka esquivaba con destreza. Sin embargo, la atención de los dos marineros continuaba puesta en el cinturón. El jefe de cámara lo vio muchas veces vestido sobre su litera, de tal modo que buscó la ocasión en que Luka tomara un baño, para poder examinar el extraño cinto.
Luka evitaba bañarse durante el día, sólo lo hacía durante la noche mientras el resto de los pasajeros descansaban. Esto fue descubierto por el jefe de cámara quien lo vigiló ocultamente y cuando una noche se percató del ruido del agua en el baño común, se deslizó sigiloso tomando la ropa que Luka había amontonado en un banquito de madera.
Luka vió algo, de soslayo, por la cortina entreabierta, y preguntó con firmeza:
-¿Quién anda?
-Jefe de cámara en ronda nocturna- contestó el marinero -con voz tranquila.
-Aprovechaba la noche cálida para refrescarme un poco -dijo Luka a modo de explicación asomando el cuello por el lado de la cortina de baño.
-Buena idea- le dijo, afable, el otro- El cruce del trópico hace las noches insufribles. Buenas noches.

-Buenas noches- respondió Luka aliviado, al ver que su ropa se mantenía en el banquito.
A primera hora del día siguiente, fue el jefe de cámara a visitar al cocinero:
-Anoche le hice la pillada al croata. -le dijo- Aún cuando no alcancé a revisar bien su cinturón, no cabe duda que transporta oro en pepas. Al tacto se aprecia rugoso y ¡por todos los diablos! pesa como un zapato de buzo. ¡ Hay varios kilos ahí! ¡ Seguro !
El cocinero, mudo de codicia, escuchaba atento el relato de su colega:
-Y. . . entonces? ¿Qué se te ocurre?. . . ¿O estamos pensando lo mismo?- dijo el cocinero mirando a su compañero en forma sibilina.
-Es algo muy grande. . . no podemos fallar- respondió el jefe de cámara evitando mencionar la palabra asesinato. -No sé si los dos solos podríamos pensar en una acción segura. . . ¿Me entiendes?
Creo entender -murmuró el cocinero, en voz baja. ¿Qué sugieres tú?
-Pienso que necesitaremos la colaboración del colorín. El, como jefe de nuestro turno, tiene muchas maneras de cubrirnos bien. Sólo tendríamos que participarlo de nuestras intenciones y, obviamente, de nuestro botín.
Los dos hombres concertaron una reunión con su jefe en la cocina y le explicaron su idea. El colorín, cauteloso, prefirió no pronunciarse, pero sí consultó cuánto sería, eventualmente, su parte en el botín.
-Por partes iguales -respondieron los otros dos.
-Hum… - fue toda la respuesta del jefe, y sólo añadió - mañana conversaremos.
Al día siguiente el colorín -consciente de la gravedad de cubrir una acción criminal y, por otro lado, que su conocimiento del plan de los conspiradores dejaba a estos en la estacada- les pidió, sin inmutarse, la mitad del botín.
Después de una prolongada discusión, el cocinero y su amigo, negociaron con su jefe para participarlo en un cuarenta por ciento y repartirse ellos el saldo. Por su parte, el colorín -de evidente mayor alcance intelectual- accedió a ese acuerdo a condición que él elaboraría el plan del asesinato. Además, les dejó en claro, si eran descubiertos en la acción, ellos dos debían asumir toda la responsabilidad. El, como jefe, jamás habría escuchado una sola palabra del siniestro plan.
Aunque los conjurados poco conocían acerca de Luka, era evidente que era un hombre de mar el cual disfrutaba de la navegación y permanecía largos ratos en cubierta.
Muchas veces, lo habían observado colaborando casualmente en pequeños detalles de las maniobras, como tomar vueltas a una espía o cazar un foque, cuando un viento fuerte se lo arrebataba a algún marinero inexperto.
Así entonces, basado en esas cualidades de la víctima, de colaborador y experto, fue que el colorín preparó la trampa, instruyendo a sus cómplices sobre la manera de actuar.
Poco días después, junto con el descenso del barómetro, el colorín, puso en alerta a los otros dos. Se acercaba una tormenta que estaría atravesando el curso de la nave al anochecer. Ese sería el momento exacto para llevar a cabo su abyecto propósito.
A la hora de comida, la nave quedó sometida a constantes balances y cabeceos. Estos, fueron intensificándose a medida que se aproximaba el temporal. Al cabo de algunos minutos, el comedor se fue quedando vacío y,
muchos, bajo los claros efectos del mareo, prefirieron sus camarotes a la cena. Incluso, Luka, se dirigió al entrepuente de la tercera clase, más temprano de lo habitual. El jefe de cámara, tan pronto lo divisó, se acercó a él simulando gran alarma.
-¡Gran Dios!. Se rajó el foque a proa y los muchachos del turno no hallan cómo controlarlo. Ojalá que puedan lograrlo ya que el capitán ordenó, por seguridad, arriar todo el velamen para enfrentar el mal tiempo a palo seco y con la pura fuerza de la máquina.
Luka no lo pensó dos veces. Sin siquiera contestarle subió, de cuatro brincos, las escaleras hacia cubierta. Tras él, el Jefe de cámara fingiendo, también, ir a colaborar en la emergencia.
La cubierta estaba oscura y mojada por el rebalse de las olas que azotaban el casco. Sólo se distinguían las luces de navegación, ubicadas a ambos lados del puente y dos fanales, uno iluminando la popa y otro a proa adonde Luka se dirigió rápidamente. Tras él, siguiéndolo a corta distancia, el jefe de cámara.

Al llegar a la proa, Luka se percató que todo el velamen ya estaba cargado, y no había velas expuestas al viento. Mucho menos alguna vela rota, ni marineros en cubierta. El buque, luchando contra las olas, continuaba su navegación con dificultad, pero todavía en forma segura.
Volvió su cuerpo y vio, a corta distancia, al jefe de cámara con sus piernas muy abiertas, tratando de mantenerse estable a pesar del gran movimiento de la nave. Este, lo miró y sólo atinó a hacer un movimiento de hombros, diciendo:
-Parece que los muchachos superaron el problema rápido. En todo caso le agradezco que haya venido. No tenía porqué.
-No se preocupe. No es problema para mí. - dijo Luka- y volvió caminando con cuidado para no resbalar.
No alcanzó a dar unos cuantos pasos. Desde la oscuridad, surgieron las sombras que, agazapadas, esperaban a su presa. Una le cubrió con un saco la cabeza y casi medio cuerpo en forma ágil y sorpresiva. La otra sombra, con una suerte de collar de cable, en forma diestra y con la ayuda de un palo corto, lo torniqueteó alrededor de su cuello. El colorín también colaboró botándolo sobre cubierta y ayudando al cocinero a concluir su macabra tarea.
Luka, no pudo evitar el accionar del cable en su cuello. Trató de gritar, pero sólo quejidos guturales emanaron de su garganta. Los tres hombres presionaron el cuerpo contra la dura teca de la cubierta sin aflojar el torniquete hasta que los estertores de la muerte, anunciaron el fin de Luka.
El colorín lo despojó del cinturón con prontitud y, alzándolo en vilo, junto con sus cómplices, lo arrojaron por la borda al enfurecido Atlántico.
-¡Rápido, a mi camarote! -ordenó el colorín.
Los hombres mojados de sudor y agua de mar que, en ese momento, ya barría la cubierta, bajaron trémulos las escalas y buscaron refugio.
-Creo que nadie nos vio -murmuró el jefe- cerrando la puerta y evitando hacer mayor ruido.
-Parece que todo salió impecable- asintió el cocinero con voz baja y cínica.

El jefe de cámara, con la culpa de Judas a cuesta, enmudeció.
Los asesinos esperaron hasta que sus corazones y su respiración se aquietaran. Sólo una hora antes del relevo de su turno, subieron a cubierta, donde asidos a los pasamanos y a la jarcia, para no ser arrastrados por las olas, se pusieron a gritar desaforados:
-¡Hombre al agua por babor!. . ¡Hombre al agua!. . .
Hicieron aparatosas señas para ser advertidos desde el puente de mando. El oficial de guardia, dio la alarma y procedió con los pitazos de emergencia, pero no le fue posible detener la nave ni, mucho menos, tratar de cambiar el rumbo que cortaban las olas por temor a una vuelta de campana.
De todos modos, cualquier maniobra habría sido estéril. Luka ya había abandonado este mundo, antes de ser arrojado al mar.
Vino la calma. La nave siguió rumbo a Génova. Hubo un sumario de rigor, donde los asesinos consignaron que un pasajero imprudente fue barrido por una gran ola desde la cubierta, en medio de un fuerte temporal, y ellos, en su ronda habitual alcanzaron a dar la alarma pero. . . el resto de la historia ya es sabida.
Ni el capitán, ni el oficial a cargo del sumario hicieron las cosas difíciles. Total sólo se trataba de un pasajero de tercera clase. Se limitaron, una vez que llegaron a puerto, a entregar a los representantes de su compañía los efectos personales de Luka y su pasaporte, acompañado de un escueto parte del accidente.
Días después, llegó a Split y de ahí a Brac la noticia que Luka, el hombre que quería ser recordado por los suyos como: "Un viejo que, más que una fortuna en oro, dejaba un ejemplo de amor y sacrificio", no llegaría nunca. Tampoco su oro.
Sólo a modo de pequeña compensación póstuma, para este joven y desventurado pionero, podemos agregar que -como él lo quiso- su memoria sí fue evocada con gran cariño por su descendencia. En especial, por su bisnieto.







martes 8 de febrero de 2005

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Los últimos alacalufes en la pupila de Paz Errázuriz

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En este "Mes de la Foto" la exposición individual de serigrafías y fotos de Paz Errázuriz en el Museo de Bellas Artes tiene a los últimos alacalufes como protagonistas. Una improbable descendencia de la etnia aparece como justificación primera del trabajo gráfico. Nómades del mar, ahora anclados a la deriva de una historia no elegida, sobreviven tan pocos como pocas son, también, las referencias que los aluden.
Martin Hopenhayn


Tenemos durante septiembre este último soporte de imágenes que estampan, en el centro de Santiago, el más depurado retrato que puede encontrar la precariedad humana sobre la faz sur del planeta. Son tan escasos los que quedan que casi caben en este puñado de fotografías. La metáfora del abandono viaja más de dos mil kilómetros para cristalizar junto al Parque Forestal, cerca de esos otros personajes errantes, marginales o transversales que por tantos años han ocupado el ojo y el lente de la fotógrafa en cuestión: los viejos, las prostitutas, los boxeadores, los acróbatas de circo, los ciegos. Paz Errázuriz, fotógrafa-antropóloga, visitante-registrante, se instala entre los huérfanos y luego los trae a la cámara oscura. Ahora, desde los canales fueguinos.
Entre todas estas identidades/desidentidades marginales que la fotógrafa recupera en su obra, ésta tiene algo distintivo: su marginalidad no radica en su falta de lugar, sino en la pérdida del nolugar, del movimiento. Boxeadores pobres, artistas circenses, vagabundos, prostitutas: todos parecieran siempre añorar un topos, un sitio claro y distintivo que puedan hacer suyo. Los alacalufes, en cambio, han sido asentados por otros, perdieron su movilidad y su nomadismo. La imagen atrapa ahora este desamparo invertido, disociado de la falta de territorio y asociado a una cierta pesantez de los cuerpos. El extravío yace ahora en la inmovilidad, no en el vagabundeo. La misma foto opera doblemente en esto: por un lado es la imagen de los últimos alacalufes, los que han sido sedentarizados, fijados en el espacio, asentados. Por otro lado la propia foto, en su exagerada objetividad, exacerba también esta fijeza, esta estática propia de una cultura nómada que ha perdido su carácter dinámico. Fotos que en su deliberada convencionalidad ratifican esta sedentarización-chilenización de lo que sólo podía afirmarse permaneciendo irreductible, y que parecen querer asumir esta contradicción: fijar para hacer sobrevivir, pero a la vez mostrando a aquellos que, al quedar fijados, no podrán sobrevivir.

La verdad es cruda: no quedan sino veintiocho alacalufes entre Puerto Edén, Puerto Natales y Punta Arenas. Entre ahogados, asimilados, domesticados, enfermos y alcoholizados, se va la última generación Kawésqar. Esta exposición puede ser su último registro consagrado en vida. ¿Eternización de una agonía en la cámara, celebración de lo que perdura todavía, crónica de una muerte anunciada? Por cierto, un poco de todo: allí están los últimos en fotos frescas. No fueron aniquilados ni confinados. La muestra fotográfica niega su extinción, los pone de este lado del tiempo. La fotógrafa salva al nómade fijándolo, revelando en esta inmovilidad la verdad de su presente, su eminente final. No hay desenlace, sólo rostros que se van apagando entre el blanco y el negro, pliegues del devenir que hacen arrugas en las caras y texturas en las fotos, y atenúan cada vez más la tensión entre el otro y nosotros. Retrato de la diferencia y colapso de la diferencia.

¿Pero qué has hecho, Paz Errázuriz, con los originales, los que mantienen una lengua intacta y resisten la copia? ¿Están en las fotos veladas o navegarán hasta morir sin dejar registro? Y estas mismas preguntas que te hago: ¿serán otro tic de la blanca pretensión de ubicuidad? ¿Hasta dónde pretendimos domesticar la diferencia de los otros mediante el simulacro oficial de protección especial a las minorías autóctonas? ¿Quién les devuelve ahora la procreación perdida?

Están las expresiones perpetuadas en las fotografías: el abandono, la melancolía, la impotencia perfecta. Pregúntenle a Paz Errázuriz, ella les disparó en el rostro con más rostro. Hasta aquí nos trae esa marginalidad a prueba de estados nacionales y mercados de trabajo. Nómades del mar, no sobrevivieron al plan de radicación del gobierno de Pedro Aguirre Cerda. Fue ése el abrazo del oso, el remedio peor que la enfermedad. La fotografía retiene los efectos de esta política de radicación en la mirada perdida de sus "beneficiarios". El confinamiento fotográfico habla por lo que el discurso político calla. Lo dicen también las narraciones: el material de las cabañas pasó de pieles de focas a viejas telas de buque, la higiene se hizo más vulnerable, el hacinamiento atoró la vista y el olfato. Sólo pervive la milenaria resistencia al frío y ahora, contra la pared del museo este frío incontestable del blanco y negro de la foto que destapa la gotera por donde la herida de una incesante despedida surca el rostro. La fotografía los paralizó en lo que son: largo viaje por la geografía y la semántica-irónicamente-desde el Golfo de "Penas" hasta Puerto "Edén".

Vayan donde vayan, siempre en el margen. Contradictoriamente, sólo en las, fotografías ocupan el centro del espacio. Pero fuera de ellas son desde siempre los otros, incansables perdedores. Los que están desde antes pero a la vez los que llegaron tarde. Los que habitan la frontera entre lo reconocido y lo descartado. Son ellos los alacalufes occidentales, y huelen a alcohol y a un panal de enfermedades que los sorprenden indefensos. Los que al perder el nombre perdieron el habla, o viceversa. Es cosa de mirar las fotos y sus títulos. Los nombres han sido "chilenizados", su designio es ser designados desde fuera o desde otros. Sólo unos pocos mantienen todavía doble nombre, conservan el original y pueden nombrarse tanto sobre el agua como en tierra firme.

(Jérwar-asáwer se llama también Fresia Alessandri Baker. Habita un lenguaje de dos orillas. Se sentó sobre un banco a esperar una última canoa que no ha pasado. Esto ocurrió hace siglos, y desde entonces el tiempo se mide en antes y después de esta sentada, delante y detrás de esta espera sin nave. Mientras Jérwar Fresia y Asáwer Alessandri dialogan, la una con nombre de hueso y la otra con apellido de prócer).

Se dice de las primeras fotografías de los alacalufes que los muestran "hirsutos, con el rostro hundido en una inmensa cabellera, deambulando completamente desnudos y muy a sus anchas sobre el puente de un buque, fumando un cigarrillo con supremo desdén por los espectadores" (Joseph Emperaire). Pero en esta otra punta del tiempo, en el último testimonio fotográfico bajo el lente de Paz Errázuriz, quedan puestos en lo que queda de ellos, como "máscaras funerarias" (Claudia Donoso). Los rostros revelan lo que la fotógrafa dice de ellos en una reciente entrevista: conciencia de la fatalidad, dejados de la mano de Dios. Nada pintoresco, ni bonito, ni divertido, ni tremendamente interesante. Fotos poco discursivas, replicando y duplicando la tosquedad de la realidad que padecen los sujetos de las fotografías. "Portan en los cuerpos las huellas por las que la historia pasó y decidió, consciente más que inconscientemente, olvidarlos... el horror de la muerte, la alegría de la supervivencia" (Eugenia Brito). Como dice Paz Errázuriz, es como acercarse al fin de algo, transitar por la metáfora de la muerte. Yo agregaría: perpetuar lo terminal en la imagen.

(Cierto: todavía están los canales como surtidero de alimentos, pero ya no como el sustrato móvil que los cobijaba. Quizás circulan todavía, fuera de las fotografías, herramientas que fueron siempre muy simples, largos cementerios de chozas dispersas en los lugares de paso, arpones de hueso mimetizados en la arenilla, troncos ahuecados que tanta canoa dispensaron y ahora parecen nichos para náufragos).

Vamos finalmente a la exposición. Lo primero que entrampa al ojo son las serigrafías, enormes y porosas. Como si el tamaño y la textura estuvieran allí para no olvidar la viscosidad de la colonización: una asimilación forzada pero a la vez vetada. Por su tamaño y porosidad, la serigrafía ostenta cierta falta de piedad.

Exacerba la fijeza, patentiza el encuadre al llevarlo casi a un tamaño natural y a una textura verosímil, más próxima a la aspereza propia del mundo real. En la serigrafia este ser humano perdido en la inmovilidad cobra vida precisamente por tamaño y textura. Pero de manera contradictoria, pues se trata de una vida a punto de extinguirse. Cuanto más fuertes los rasgos, las miradas propias de la tribu, los gestos no mediatizados, la amargura más textual, más se disipa la vida más cerca se palpa la agonía del grupo de pertenencia. A medida que aumentan el tamaño y la textura de la imagen, también se hace más patente esa muerte que puja desde dentro de los rostros por mostrarse al otro, más grita el silencio de esas miradas contra la mirada del espectador. Más cerca estamos de la humanidad de esas gentes, pero también más se adivina su pérdida de humanidad.

Al final, el mutismo de las fotos amplifica el mutismo de la impotencia. Alguien de espaldas al mar renuncia. Alguien se sienta sin entender. Alguien sólo mira de soslayo mientras otro ríe todavía. Alguien no oculta el desaliento y alguien rema con perro en popa. Pero sobre el agua una roca se partió en dos. Así muere la descendencia.

© EL MERCURIO, domingo 8 de septiembre de 1996



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