domingo 26 de junio de 2011

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Un chozno de William Low en Puerto Natales

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Fotografía del autor tomada por Yislen Oyarzo Silva.

Por Héctor Martínez Díaz
A Octavio, Bautista y Almagro

Hay quienes gustan sacarnos pica con eso de que a los natalinos el Cerro Dorotea nos tapa la visión del mundo. Suelo no hacerles caso, más aún si discrepo profundamente de aquello, pues, en lo que mi concierne, por ejemplo, sé, si mal no recuerdo porque lo vi por el canal National Geografic, que existe en las islas británicas una antigua leyenda popular transmitida de manera oral de generación en generación y que habla de que el carácter de un antepasado se repetirá en uno sus choznos.
Mi madre, me contó que mi abuelo, Octavio Díaz Low, alcanzó a tomarme en brazos cuando yo tenía 6 meses, imagino que cultivando eso del bajo perfil de siempre, quizás por el estigma de apellidarse Low (humilde o bajo en Inglés), me miraría silencioso con su callado anarquismo obrero, antes de que su delirante afición a los puzzles y una arteriosclerosis galopante lo llevaran a extraviarse en la pampa del frigorífico nuevo de Natales.
Casado con Ofelia García Alderete, era hijo de Carmen Low Garay, una chilota gringa de ojos verdes, que tuvo con su primer esposo -tempranamente fallecido en el mar- tres hijos Almagro, Bautista y Octavio, y que para los sucesos de 1920 en Natales, se cuenta que la diabla cerró su boliche de venta de vino para ir fascinada a cargar los rifles de los revolucionarios.


En la Patagonia, en un día cualquiera, el viajero puede encontrar a un galés, a un terrateniente inglés, a un hippy de Haaight-Asbury, a un nacionalista montenegrino, a un afrikáner, a un misionero persa de la religión Bahai o al archidiácono de Buenos Aires en gira bautismal.
O puede dar con personajes como Bautista Díaz Low, domador de caballos y anarquista al que conocí cerca de Puerto Natales en el sur de Chile; y quien con sus propias manos, se había hecho una estancia en medio del húmedo bosque.
Me sorprendió su conocimiento, un tanto embrollado, de la expedición del Beagle: no porque hubiese leído algún libro sobre el tema o tan siquiera supiese leer, sino porque su bisabuelo, el capitán William Low, había sido piloto de Darwin y de FitzRoy a través de los canales. Fue toda una generosidad por su parte atribuir a su "sangre británica" su coraje y absoluto mal genio.

Bruce Chatwin



Fue, precisamente, mi difunta abuela Ofelia la que me visitó en sueños contándome que los ancestros de mi abuelo eran indígenas, más un email del poeta Hugo Vera Miranda consultando por el hermano de mi abuelo Bautista Díaz Low, lo que me motivó a escudriñar el pasado no siendo yo diestro en la ciencias historiográfica y estando muy lejano mi amigo historiador el Cunco Iván Inostroza, para brindarme sus sabios consejos.
Pensé, primeramente, en seguir la sugerencia del amigo Mattioni, otrora Director Regional del Servicio de Registro Civil e Identificación y acudir a las fichas microfilmadas de las actas de bautismo en Chile, actas que tienen los mormones con las cuales casi de manera gratuita uno puede hacer su árbol genealógico. Desistí, inmediatamente, más por prevención que por temer a la escatología, sabiendo que los fieles a José Smith, acostumbran pedirle a uno como parte de pago que otorgue el permiso para bautizar en su clero a los difuntos, me inquietaba que las almas de mi parentela fueran un tanto iconoclastas y podrían venir todas las noches a tirarme las patas. Así, a falta de fuentes orales vivas y poco acceso a las documentales hube de sumergirme en la vorágine googleana.
Encontré que su bisabuelo fue Williams Low un lobero inglés que repartía su tiempo entre las Malvinas, los canales patagónicos y las islas del archipiélago de Chiloé, y que por su destreza y conocimiento de las mareas, fiordos y canales del Estrecho de Magallanes, fue contratado como piloto práctico ayudando en las dos Travesías de la Beagle por los canales del Sur comandada por Parker King primero, y por Robert Fitz Roy después, incluso a este último, dicen algunos que vende en Malvinas su Goleta Unicorne (Capricorn, según otros), transformándola Fitz Roy en la Adventure. Se sabe que en el viaje traba amistad con Charles Darwin, quien con esa novel curiosidad estigmatizadora, registra como veracidad científica, un cuento que William Low, en esas frías y oscuras de noches de tempestades con ese humor británico, y por el puro gusto de asustar a los marineros, les relataba:

"Yo, por mi experiencia de lobero, conozco el lugar donde vamos y sé, que allí los hombres que se llaman a si mismos yámanas son salvajes caníbales, en invierno y los tiempos de hambruna se comen a las viejas las cuelgan sobre un fuego de madera totalmente verde y cuando se encuentran casi totalmente asfixiadas son ahorcadas, descuartizadas y comidas con glotonería. Los yámanas se comen a las viejas y no a sus perros porque estos les sirven para cazar nutrias y las viejas no le sirven para nada".

Era el mismo William Low, que vivió también un tiempo en Puerto del Hambre y que había conocido Bernardo O'higgins en la guerra de la Independencia, y a quien el prócer desde el exilio en el Perú, se referiría en su última carta a Chile, como a quien era necesario ubicar en Chiloé, pues era único hombre capaz de comandar la expedición que tomaría posesión chilena en el Estrecho de Magallanes, pero cuando llegaron a buscarlo el año 1842, hacia dos años que había fallecido.
¿Y si el devenir el histórico fuera posible cambiarlo? entonces al viejo lobero Williams Low, no lo habrían encontrado muerto, comandaría la Goleta Ancud, siendo por ello recordado en Magallanes, la leyenda británica sería cierta y yo, su chozno, tendría también un carácter memorable, sería famoso y aparecería mi nombre en negrilla en el libro "Natales, 100 años de historia".

viernes 3 de junio de 2011

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Rencor chilote

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Por Héctor Martínez Díaz



La académica polémica suscitada tras la cita de los autores del libro "Natales 100 años de historia", recientemente publicado, discrepando con lo manifestado por el historiador Mateo Martinic en su libro Ultima Esperanza en el Tiempo (año 2000), puede estudiarse desde un perspectiva antropológica desde tres puntos de vista no siempre coincidentes pero, culturalmente, cercanos.

1.- El libro de los autores natalinos comprueba lo planteado por Martinic, en el sentido de que nuestra chilota idiosincrasia natalina es cómoda, floja y lenta ya que demoramos casi 10 años en darnos cuenta que en el libro del premio nacional, éste nos trataba como la mona.

2.- La cita de los autores del libro, criticando la postura Martinic, manifestada hace un decenio atrás, comprueba el mito urbano de que existe eso del rencor chilote y que cuando se ofende a un nativo o descendiente del gran archipiélago madre, tarde o temprano, se paga.

3. Tras la polémica suscitada lo cierto, y más seguro, es que el Chico Paredes no le entregará las llaves del pueblo ni honrará como ciudadano ilustre, más bien distinguirá como persona non grata al historiador croata, en ceremonia en la nueva plaza del pueblo y que finalizará con un público llamado a tirarle piedras.

jueves 13 de enero de 2011

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Cuando en Magallanes se protestó por las alzas

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a protesta de los magallánicos por el incremento en el valor del gas anunciado por el gobierno, ha dado de que hablar a la gente y ha revoloteado en los anodinos noticieros de la televisión, como si fuera una ráfaga del indomable viento magallánico. La medida demuestra que en ciertos aspectos de la realidad nacional, el gobierno obra a ciegas o en la mayor de las ignorancias. Cualquiera que vive o ha vivido en Magallanes sabe que el gas es vital para la calefacción de los hogares y para el normal desenvolvimiento de las actividades de sus pobladores. Un aumento en su precio traerá un encarecimiento del costo de la vida, ya que el gas no solo se usa para la calefacción de la casas, sino que además en el transporte, la calefacción de escuelas y oficinas públicas y comerciales, y un largo etcétera que comprende toda la vida social de la zona. Frente a las alzas, la población protesta, y al gobierno solo se le ocurre decir que hará respetar el orden público y amenaza con trasladar más efectivos policiales a la zona.

Hace casi cien años, a comienzos del año 1919, la población del pequeño pueblo de Puerto Natales, principalmente integrada por los obreros del Frigorífico Bories y sus familiares, también alzaba su voz para reclamar por el abusivo incremento del precio del combustible, de los alimentos, de la ropa y el calzado. Los obreros, en su mayoría emigrantes chilotes, croatas o gallegos, ganaban poco y estaban obligados a comprar sus víveres en el almacén del frigorífico, administrado con la firme voluntad de arrebatar a los obreros sus salarios a cambio de la menor cantidad de mercadería posible. La vida era dura para los obreros del frigorífico, al que a diario llegaban enormes cantidades de ovejas que eran sacrificadas para vender su carne, su grasa y su lana a los países europeos. A los casados les costaba alimentar a sus familias, y los solteros debían habitar en sucias barracas donde faltaban las frazadas y sobraban las rendijas por las que se colaba el frío.

El 20 de enero de 1919 los obreros convocan a una huelga al amparo de la Federación Obrera de Magallanes. Dos días después, se estuvo a punto de llegar a un acuerdo entre empresarios y obreros, pero al día siguiente, a raíz del no pago de un jornal se enfrenta Carlos Viveros, uno de los obreros, con el administrador del frigorífico, un tal Míster Kid, quien no vacila en sacar su arma y herirlo de muerte. Una vez que este hecho se conoce, una columna de obreros avanza hacia el frigorífico, ubicado a seis kilómetros del pueblo. En el trayecto, la policía dispara contra la columna y se inicia una balacera que culmina con muertos en ambos bandos. Los obreros resultan victoriosos, el gobernador y otras autoridades huyen hacia la Argentina y en unas horas los trabajadores tienen el pueblo en su poder. La semejanza con lo sucedido años antes en París, en 1871, cuando el pueblo se alzó en contra del gobierno de turno, hace que alguien bautice a la revuelta como la Pequeña Comuna de Puerto Natales.

Durante una semana los obreros establecen una perfecta organización de guardias que mantienen el orden público, de asistencia sanitaria y de distribución de los pocos alimentos que tienen a su alcance. Poseen disciplina, pero sabe que en ese pueblo aislado no podrán defenderse por mucho tiempo. Deciden entregar el poder a la Cruz Roja, y mientras eso ocurre, desde Punta Arenas viajan los batallones que han sido enviado a recuperar los bienes de los capitalistas de turno. Después vendrá la represión, los juicios parciales, la cárcel y la relegación. Y más tarde caerá el olvido sobre estos hechos, y el silencio dibujará una sombra en las tumbas de las víctimas obreras que yacen en el cementerio de Puerto Natales. Dos años más tarde brotará la gran revuelta que movilizará a los obreros de la Patagonia argentina y chilena, encabezada, entre otros, por el gallego Antonio Soto. Epopeya que con el tiempo será admirablemente contada por el escritor argentino Osvaldo Bayer, en su obra "La Patagonia Rebelde".

Hoy los magallánicos están en pie de guerra, incluso muchos de aquellos que votaron por Piñera en las elecciones presidenciales, y que seguramente habrán aprendido que para ciertos políticos una cosa son las promesas electorales y otra los intereses económicos. En los mástiles de Punta Arenas y Puerto Natales la bandera magallánica se agita movida por el viento y por la pasión de una causa justa, vinculada a una sentida necesidad de los vecinos. Cualquiera sea el resultado de esta movilización, es un buen ejemplo de cómo se organizarán las próximas luchas sociales, desde los ciudadanos y a partir de sus necesidades.

Ramón Díaz Eterovic

jueves 7 de octubre de 2010

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Perfil de Sebastián Piñera

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Sebastián Piñera acompañado por el nobel Mario Vargas Llosa.

Por Pamela Jiles

Antes de conocer a Sebastián Piñera tuve el placer de departir con su padre, don José, que en plena dictadura me invitaba a tomar el té a su departamento en El Golf.
También conocí a don Bernardino, su tío cura, cuando yo era una adolescente y mis abuelos lo contrataban para decir misa a nuestro fundo familiar.
A Sebastián Piñera lo conozco hace dos décadas. Lo entrevisté unas diez veces por lo menos: lanzándose en parapente, cocinando huevos fritos, afeitándose semi desnudo en el baño principal de su casa de Camino La Viña -debo consignar que yo estaba completamente vestida-, en un set con bailarinas emplumadas, ejercitando su laxa musculatura en un gimnasio, acompañado de dos de sus hijos, o mostrándome su dormitorio y su enorme cama matrimonial.
En materias sociales, legislativas, económicas o de política internacional, Piñera es conocido entre los periodistas como "livianito", un señor con ideas más vistosas que profundas, que no se sale de un decálogo de frases populistas. En cambio, cuando se exhibe como personaje mediático, se convierte en un entrevistado creativo, generoso, articulado, dispuesto a todo y que jamás elude las preguntas complicadas.
Creo conocerlo bastante, como para afirmar que Miguel Juan Sebastián Piñera Echenique es, sobre todo, un travesti. No sólo por el detalle patético de que usa tacos altos, se somete a cirugías estéticas -cualquier día se pone tetas- y se pasea por los canales de televisión con un estuche de cosméticos en la cartera.
Piñera es un travesti en el plano social. Creció en una familia de estricta clase media, que no tiene la cultura de su padre, ni el encanto deschavetado de su madre, y desde temprano mostró tendencia al arribismo. Siempre soñó con tener estatus. Sus compañeros del Verbo Divino lo recuerdan como un alumno competitivo, obsesionado con los primeros puestos, tener acceso al poder económico, codearse con los chilenos de estirpe, comprarse una identidad aristocrática. Era entrador, práctico y realista.
Captó que carecía de la brillantez intelectual de su hermano José y que le costaba sofisticar sus gustos y modales más allá de lo cosmético, pero se hizo millonario gracias a la dictadura de Pinochet, a través de negocios especulativos, sin haber creado fuente de trabajo alguna y profitando de las obscenas reglas laborales impuestas por su hermano ministro, regalón del tirano.
Ni todo su poder adquisitivo puede comprar clase, lo que a sus sesenta años cree haber obtenido, mientras la oligarquía tradicional chilena lo considera un aparecido, siútico, mal agestado, sin cuello y con los bracitos cortos, algo chabacano, farandulero y muy poco fino.
Piñera es un travesti en el plano de la seducción. No le iba muy bien con las mujeres. De joven era feúcho, bajito y mal hecho, además de indiferente a los encantos femeninos. Cuando le resultaban sus escarceos con alguna muchacha, resultaba ser demasiado popular para sus planes de subir en la escala social, así que se casó con su primera polola oficial, una joven sin alcurnia, pero perfecta para ejercer de la clásica esposa medio pelo, dispuesta a anularse sin tregua para dedicarse a su familia y a apoyar a su marido en el proyecto de convertirse en nuevo rico.
Hoy, dicen que se siente sexy. El dinero lo ha transformado en un galán. Le gusta rodearse de mujeres atractivas, como Pía Guzmán -antes de la debacle-, Lily Pérez, y, sobre todo, la estupenda Carmen Ibáñez. Eran íntimos amigos, inseparables, veraneaban juntos incluso, hasta que algún acontecimiento misterioso quebró esa cercanía.
Piñera es un travesti en el plano de los negocios. Era gerente general del Banco de Talca cuando éste quebró estrepitosamente. No debe haber sido muy brillante su gestión, pero, entonces, administraba la plata de otros. Es un experto en fusionar empresas y volverlas monopólicas, obteniendo así elusiones tributaria al absorber las pérdidas de unas con las utilidades de otras.
Piñera es un travesti en el plano intelectual. Astuto, rápido, inquieto, no es, un tipo culto. En su juventud se empeñó en ser el más morenito de los neo capitalistas de su generación que fueron a doctorarse a los Estados Unidos.
Eso fue posible, gracias al pituto que le proporcionaba su hermano José, que ya era el mejor alumno en Harvard, muy bien considerado por el cuerpo académico y directivos de esa universidad.
Fue el pivote perfecto para hacer fortuna junto con la hornada de nuevos ricos que apareció en los ochenta, en plena dictadura. Sus temas e intereses no van más allá de las ventajas de la economía de mercado. No es un conocedor del arte ni de otras disciplinas, prefiere los best-sellers a lecturas más complejas. Para él, toda buena idea debe caber en una hoja tamaño carta y se siente más cómodo en escenarios superficiales y frívolos.
Piñera es un travesti mediático. Convencido de que es el Berlusconi del tercer mundo, el candidato del neoliberalismo es uno de los máximos personajes de la farándula nacional, y al mismo tiempo abomina de ese género e intenta "domesticarlo". Adquirió un canal y se compró unos cuantos ejecutivos de la industria televisiva con el objeto de que apoyen centralmente su campaña.
Para él, los medios de comunicación deben usarse como difusores del pensamiento único, conservador, retardatario, consumista, xenófobo y arribista, todo lo que considera "moderno". Entiende como fundamento de la sociedad democrática, que los ciudadanos son consumidores.
Cada individuo elige los bienes que puede comprar, así como elige a sus representantes en el gobierno, en el parlamento y en el municipio. Pero esta doble calidad de consumidores y electores pasa a ser peligrosa para sus intereses en la medida que el rating, el zapping y el telecomando comprometen la exhibición continua de las miserias de los estigmatizados sectores populares, las enormes falencias de la democracia, los actos de corrupción de los políticos, la verdadera ideología autoritaria de la derecha y la posibilidad de liderazgos completamente distintos a los oficiales.
Ahora usa su canal para posar de estadista, serio y profundo, cuando en 1992 todos fuimos testigos del bochornoso episodio en que insultaba de la manera más vulgar a su correligionaria Evelyn Matthei y complotaba contra ella usando un vocabulario muy poco caballeroso.
Piñera es un travesti político. Dice que votó por el NO. ¿Producto de una tendencia mitomaníaca y de una innegable habilidad para construirse leyendas?
Probablemente, porque eso era contradictorio con su irrestricto apoyo al régimen militar y el silencio que mantuvo durante dos décadas respecto de la tortura y los asesinatos políticos. Pero su mayor rasgos de travestismo consiste en haber sido pinochetista, desde 1973 hasta 1988, para luego, transformarse, según él, en "humanista cristiano".
Pero entonces no entregó su aporte a la construcción de la democracia, sino que asumió como entusiasmo la candidatura de Hernán Büchi, como Jefe de Campaña del continuismo dictatorial. Tampoco se afilió al partido que recoge la vertiente "humanista cristiana" que él dice profesar, sino que se sumó al aparato político que se creó para salvaguardar "la obra" de Pinochet durante la transición: Renovación Nacional.
En 1995 promovió la amnistía de los crímenes de la dictadura y en el 2005 los militares en retiro apoyaron su candidatura tras recibir su compromiso de aplicar la prescripción de los asesinatos políticos. Voltereta sobre voltereta, este pinochetista arrepentido, ahora ha vuelto a valorar los supuestos méritos del régimen militar.
La inconsistencia parece ser el sello personal de Piñera. Su sed de dinero, posición y poder lo han transformado en una caricatura de sí mismo, un pelele sonriente que vende una pomada jabonosa, contradictoria y oportunista. Un travesti.

jueves 19 de agosto de 2010

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Natales, otro año más de historia

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Por Edgardo Cea

En este 31 de Mayo, el siempre aguerrido y esforzado pueblo de Natales cumple un año más de existencia legal. Consagrado como los 98 años anteriores al trabajo tesonero, a la labor progresista, evidenciados en la prosperidad ascendente de su actividad turística, su pequeña empresa, su comercio y sus actividades generales.

En cada aniversario de la fundación de nuestro pueblo, se recuerdan los nombres de aquellos pioneros que levantaron los primeros ranchos sobre los pantanos y bosques, en los turbales y en los cerros, bajo un frío inclemente, con muchos contratiempos sin la ayuda de nadie, contando sólo con el entusiasmo y su propio esfuerzo. Superaron obstáculos que parecían insalvables, como el aislamiento del resto de la civilización, la falta de provisiones para la subsistencia, de medios y herramientas para el cumplimiento de sus labores colonizadoras y las secuelas de los gélidos inviernos que diezmaban los piños de animales.

Pero ellos todo lo vencieron, con esa férrea voluntad que caracteriza al inmigrante europeo, y en pocos años aportaron lo suyo para hacer de aquellos terrenos selváticos y pantanosos, lo que es hoy un territorio próspero y de promisorio porvenir.

El nombre de Hermann Eberhard Schmidt y el de sus adelantados, están registrados en las páginas de nuestra historia y en el inconsciente colectivo de quienes habitamos este suelo. Sin embargo, a ellos se suman otros pioneros, no tan recordados ni reconocidos, como Alberto Conrad, Ultrich Spranger, Jack Van Der Hayden, John Mac Lean Frazer, Adrián Bader, Jorge Meric, Enrique Dumestre, Pedro Vrlika, Orozimbo Santos, Ernesto Casola, Aurelio Cuesta, Félix Von Balluseck, entre otros, quienes junto a sus valientes y abnegadas compañeras y esposas (lamentablemente carentes de todo reconocimiento en nuestra historia local), contribuyeron a edificar los cimientos de esta pujante ciudad llamada Puerto Natales.

Es extensa y apasionante la historia de nuestro pueblo. Comienza como muchos sabemos, en 1892, cuando una frágil chalupa entró por estos fiordos con cinco hombres, liderados por el capitán Eberhard, en busca de las Llanuras de Diana, para introducir en ellas la actividad ganadera. Continúa en 1893 con la fundación de la Estancia Consuelo y el comienzo de la crianza de ovejas en el territorio.

Un par de años después, en 1896, en ese mismo lugar, el entonces Comisario del Distrito de Última Esperanza, Ricardo Krüger Lei y el obrero chilote Cipriano Pedrero Salgado, izaron la bandera chilena en señal de que estas tierras eran nuestras, frustrando así el intento del Teniente de la armada argentina, José María Mascarello, quien al mando de su barco el Azopardo, venía a posesionarse de este territorio a nombre de su país. Era una época de definiciones limítrofes con nuestros vecinos.

La historia continúa con la instalación de la primera grasería y otras edificaciones en el sector denominado río "Cuchara", de propiedad del colono alemán Rodolfo Stubenrauch. Más tarde, en el mismo sitio se fundó en 1913 el complejo industrial ganadero Frigorífico Bories, de propiedad de la Sociedad Explotadora de Tierra del Fuego. Luego en 1917, se inicia la construcción del Frigorífico "Natales", por la Compañía Frigorífica de Puerto Natales. Esta edificación se ubicó en el sector denominado "Punta Galpón", en el área donde hoy se encuentran las instalaciones de la empresa Navimag, en la avenida Pedro Montt.

Simultáneamente, se multiplicaron los almacenes y boliches, comienzan a llegar las primeras líneas de navegación nacionales y extranjeras. Barcos Caponeros, Laneros y grandes vapores, como el Alondra, el Villarrica y el Arauco, y más tarde las Motonaves, barcos más livianos y veloces, como la Navarino y la Tocopilla, naves todas que durante décadas fueron los medios de transportes usados por los natalinos para viajar a lugares fuera de la región y abastecieron al pueblo de víveres y materiales diversos.

El ganado ovino poblaba los campos, el llamado "Oro Blanco" atrajo a miles de hombres provenientes principalmente del archipiélago de Chiloé, que laboraron en estas industrias, se radicaron en este suelo, construyeron sus casas, trajeron a sus familias o formaron las propias aquí, y siguieron el bíblico precepto: "crecieron y se multiplicaron". Así nació la gran familia natalina en su primera etapa de desarrollo, fruto de los aportes entregados por el pujante inmigrante europeo y el laborioso y tenaz inmigrante nacional, especialmente el que llegó de Chiloé.

Pero la vida está hecha de dulce y de agraz, porque no todo dura para siempre. La debacle llegó en 1947, cuando se anunció el cierre del Frigorífico Natales y las garras de la cesantía atrapó a un gran número de trabajadores padres de familia.

Sin embargo, para estos esforzados pobladores la vida le brindaría una nueva oportunidad. A poco de haberse producido la crisis ganadera, sobrevino el "bum" que significó la apertura y explotación del vecino Yacimiento Carbonífero de Río Turbio, que nuevamente trajo seguridad y estabilidad a los hogares natalinos, y de pasó contribuyó grandemente al fortalecimiento y la consolidación del comercio, barómetro histórico de la economía local.

Entonces el dinero corrió a raudales en Natales, gracias al tipo de cambio que favorecía ampliamente a la moneda argentina. Muchos aseguraron su futuro y el de sus familias, otros acumularon pequeñas fortunas, y hubo también aquellos que el dinero se le escurrió como agua entre sus dedos. Pero según pasaron los años y ya transitando la década de los ochenta, la bonanza minera se fue diluyendo. Fue entonces el momento preciso para que nos diéramos cuenta del enorme potencial turístico que posee nuestra provincia y los grandes beneficios económicos que trae consigo su planificada explotación.

Hoy, la actividad turística, junto a la pesca artesanal y la salmonicultura, que en el último tiempo se han transformado en interesantes alternativas laborales y productivas en la zona, son vistas como las principales herramientas de progreso y bienestar futuro para quienes habitamos este bello y generoso territorio en el fin del mundo.

En el 2010, Natales es una ciudad aun con aspecto de pueblo, pero ciudad al fin y al cabo. Hoteles, Residenciales, Hostales, Oficinas de Turismo, Pequeñas Empresas, Escuelas, Liceos, Sede Universitaria, Instituciones Filantrópicas, Transbordador Marítimo, Moderno Aeródromo, un Moderno Rodoviario pronto a prestar servicios, Nuevas Poblaciones, entre otros adelantos, le otorgan esa categoría. No obstante, repitiendo lo que dice un añejo eslogan político "aún falta mucho por hacer" y debemos seguir trabajando incansablemente en pos de un mejor porvenir para quienes heredarán este suelo fraterno y generoso.

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