Decenas de isleños resisten en sus hogares la crecida del Paraná

 Una hilera de camalotes a caballo de la corriente oscura del Paraná es mala señal. Dicen los baqueanos que eso significa que vendrá más agua.

Como la que está llegando desde los primeros días de enero. Lenta, inexorable, atrevida, ocupando todos los espacios disponibles, como los patios de las decenas de isleños que hace dos meses viven amontonados en la “parte alta” de sus viviendas lacustres. No piensan abandonar el lugar, si la situación apura se irán las mujeres y los niños. Pero Julio, Juan, Roberto y todos los demás hombres de las islas ya están curtidos y las crecidas no los espantan así nomás.

Prefectura y Defensa Civil vienen compartiendo operativos de asistencia sanitaria y apoyo a las decenas de familias que viven en las islas El Espinillo, Charigüé y La Invernada. Llevan cajas con leche, aceite, harina y azúcar, además de medicamentos para la leptospirosis y vacunas antitetánicas, entre otros insumos. Pero no sólo les acercan provisiones, también se interesan por la situación de cada familia. “Les damos información para que puedan actuar en forma preventiva”, explicó el médico Abel Tamantini en la escuela isleña Marcos Sastre, a la vera de la confluencia del riacho Saco y el Paraná.

“Si alguien necesita algún medicamento, nos lo pide y después se lo llevamos”, explicó el titular de Defensa Civil, Raúl Rainone, durante el itinerario que ambos organismos realizaron ayer y del que también participó La Capital. En El Espinillo, Charigüé y La Invernada residen unas 20, 30 y 10 familias respectivamente. Desde los últimos días de diciembre el agua les cambio la rutina diaria.

Tuvieron que malvender animales o cruzarlos a tierra que algún paisano les preste en forma temporaria, el “pique” no es el mismo porque los camalotes dificultan la pesca, buscar agua potable, carne o pan implica gastar unos siete litros de nafta en los viajes en lancha que deben hacer aún para ir a la casa vecina. Todo es una inmensa masa líquida marrón sobre la que se extienden una vegetación de verdes esplendorosos, única beneficiaria de la humedad que no cesa.

Los paradores ribereños y las casas de fin de semana también están vacíos, con el agua golpeando en los muelles desiertos a los que va ganando una masa vegetal que no encuentra límites. En el lugar abundan los carteles que anuncian la venta de las propiedades. “No es fácil, a veces vienen con expectativas que después no se dan, acá tienen que tener alguien que cuide las viviendas y corte el pasto”, comentó Jonatan, que vive sobre el Paraná Viejo y se gana unos pesos con esa actividad.

“Al estar tan crecido, hasta se desvirtúan las cartas de navegación, hay agua por todos lados y podemos navegar en lugares que antes era impensado”, explicaron desde Prefectura mientras daban la marca diaria del río: 5,40, un centímetro por arriba del martes y con perspectivas de seguir creciendo. Por ahora aún se está lejos de los 6,40 metros, que en 1998 trajeron una de las inundaciones “más bravas que se recuerde”.

Resistiendo. El sol aprieta a sus anchas, el río ondula con los camalotes encima y las islas aparecen tan serenas como en una acuarela. Una lancha sale al encuentro de la embarcación que reparte los víveres y que no puede atracar porque no hay un metro de tierra firme. “Me parece que esta vez es peor, porque el agua viene lenta pero no para”, dijo Jonatan.

De la misma forma llegó Demis Moreira, con su lancha de azul y amarillo. El también es joven y la crecida le complica el trabajo diario. A pesar del agua dijo que nunca dejó de llevar a su bebé a las consultas médicas mensuales a Rosario. Desde su embarcación en movimiento, mientras recibe las cajas, Fabián Rodríguez señala su casa. Sobre los pilotes de madera, una silla de plástico mira hacia el horizonte, desde donde viene el agua, la vigilia es constante.

Cruzando el puente Rosario Victoria vive José. Está solo, hace poco perdió a su esposa y su casa no tiene la altura suficiente, por eso una parte ya está bajo el Paraná. A metros del lugar una vaca sólo puede tener la cabeza afuera del agua, ya se murieron tres de los ocho animales que tiene por todo capital. “Por favor, diga que las lanchas de quienes vienen a pasear pasen más despacio, porque la fuerza del agua me va haciendo caer las chapas”, dijo y el pedido tan simple como el paisaje golpeó con la fuerza de todo contraste.

Más lluvias. El Servicio Meteorológico Nacional (SMN) pronosticó día nublados desde hoy y hasta el domingo, con excepción del sábado, donde el tiempo desmejorará aún más: tanto a la mañana como a la tarde se prevén lluvias. Las temperaturas máximas durante los cuatro días se mantendrán elevadas con la influencia de vientos del noreste. El termómetro trepará más allá de los 30 grados y hasta se espera que el domingo por la tarde se registren 37.
Por Silvia Carafa

11/02/10
LA CAPITAL (Rosario)

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