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Héroes
1810 - 1826 / 1838 - 1839 / 1879 1883  

Subteniente Luis Cruz Martínez

El último oficial y el más joven de los comandantes de la 4ª Compañía del CHACABUCO, 6º de LINEA, caído gloriosamente en un recóndito pueblo de los Andes peruanos, fue Luis Cruz Martínez.

Es ejemplo para los jóvenes chilenos de todos los tiempos. Por las circunstancias de su nacimiento, ningún historiador ha acertado en señalar el día y lugar exacto del hecho, salvo su biógrafo coterráneo: Ruperto Concha Varas.

Luis Cruz Martínez no alcanzaría, siquiera, a vivir los 16 años de edad. veintiséis días antes, su existencia era tronchada en homérico combate.

Sin embargo, aquel acto de rasgos sobrehumanos no sería un hecho solitario. Tampoco un suceso alucinado; menos un azar. La entereza moral del muchacho, su estoicismo ante el infortunio, su bravura consciente, su anhelo de superación y sus inmensos deseos de vivir, le acompañarían desde la cuna.

En la Villa de Molina vivía el matrimonio de don Gabriel Franco y doña Martina Martínez. Tenían un hijo: Novarino, nacido el 11.Xll.1848. A comienzos del año 1864, el jefe del hogar abandonó el país. Según se cree se dirigió a Argentina o a California, tentado por la fiebre del oro.

El hecho es que jamás regresó a Molina, ni se tuvo noticias de su paradero. Martina, entretanto, continuó ocupada como llavera y lavandera en el Convento del Rosario, donde funcionaba un colegio de Monjas de la Buena Esperanza.

De hermosas facciones, donde sus ojos claros descollaban por un melancólico mirar, tuvo doña Martina una pasión... Así, dos años después de haberse marchado Gregorio y cuando aquella mujer frisaba los 35 años de edad, daba a luz un hijo en medio de la más íntima discreción. Era el 5 de agosto de 1866.

Como su hermanastro Novarino, que ya tenía 17 años, Luis vino al mundo en Molina, en el Convento donde laboraba su madre, ubicado en Camino Real (hoy, calle Quechereguas).

Posteriormente, en la Iglesia Parroquial molinense de Nuestra Señora del Tránsito, "con fecha siete de agosto de mil ochocientos sesenta y seis se efectuó el bautizo de Luis, de dos días nacido".

Luego, en el mismo certificado, se expresa que el bautizado es "hijo natural de doña Marta Martínez" (Obsérvese que la madre, para disimular, se inscribe como "Marta", en vez de Martina.)

Padrinos de Luis Martínez fueron: Don José Tomás Enrique y doña Cruz Jeréz.

El nombre "Cruz" (no apellido, en este caso), de uso común por aquellos tiempos, sería agregado al de Luis por su madre sólo a comienzos de 1879. Lo anterior, en recuerdo de la madrina, doña Cruz Jeréz, creemos que fue un nuevo subterfugio de doña Martina para alejar todo prejuicio inconveniente, acerca del lazo maternal directo entre ella y el escolar, que iniciaba sus estudios de humanidades en Curicó.

Las lecciones primarias las recibió Luis en la escuela de Molina. Según declaraciones de quienes fueran sus compañeros de clase o vecinos, entre ellos los hermanos mayores de Ruperto Concha, su biógrafo, Luis Martínez era un "diablo simpático, despierto y juguetón.

Acostumbraba salir de excursión, especialmente al Monte de la Huerta, una selva que se extendía desde el actual cementerio hacia el oeste, más allá de la línea del ferrocarril, que había llegado por esas tierras, justamente, el año que nacía Luis. Los cerros y las quebradas de San Pedro, así como el río Claro, fueron los sitios predilectos de su esparcimiento.

Luis era muy servicial y colaboraba a la medida de sus fuerzas en faenas de herrería y aun en el matadero. Siempre estaba haciendo algo.

Cuando tenía 12 años, salió a la montaña, autorizado por doña Martina, con el arriero Juan Nepomuceno Sepúlveda, que vivía a una cuadra de su casa. Aprovechando las vacaciones de verano, quiso aprender las funciones del arriero. Practicó la conducción de ganado en la cordillera, se ejercitó en el encendido de fogatas y se acostumbró a dormir a la intemperie en el interior de un pellón.

Terminados los estudios primarios en Molina, donde se destacó como muy buen alumno, fue matriculado en el liceo de Curicó, para continuar su instrucción humanística.

En su primer año de liceo el precoz alumno debía trasladarse a caballo, desde Molina a Curicó. Lo hacía los días lunes, al alba, para regresar a su casa los sábados. Lo acompañaba una persona mayor de edad.

Al año siguiente, en 1879, doña Martina se trasladó a vivir a Curicó, para evitarle problemas al niño y estar, a la vez, junto a él. Fue la ocasión en que le hizo agregar como segundo nombre el de Cruz.

El año lectivo de 1879 se desarrollaría en el liceo de Curicó, como en todos los establecimientos de educación nacionales, en medio de agitadas noticias de la guerra que había estallado entre Chile, Bolivia y Perú.

Luis Cruz terminó su 2º Año de Humanidades con notas sobresalientes. La campaña de Tarapacá impactó su fogoso corazón. Cuando a principios de 1880 se movilizó el Batallón CURICO, Luis Cruz, que aún no cumplía los 14 años, decidió alistarse en el Ejército para ir a luchar por Chile. Iría al Perú por angas o por mangas.

Doña Martina tuvo que ir al cuartel de la unidad militar a rescatar a su hijo evadido del hogar. Nada sacó en limpio. Luis Cruz estaba empecinado en su resolución. Por último, el Capitán Anselmo Blanlot, que supo aquilatar el espíritu de héroe que había en el joven de 13 años, se comprometió a llevarlo en la Compañía bajo su cuidado.

La intención del Capitán Blanlot era darle el puesto de corneta o tambor, pues el fusil Comblain, fuera de ser pesado, casi le alcanzaba su cabeza de pelo castaño obscuro, ligeramente ondulado.

Con un palmo de narices deben haber quedado los oficiales del Batallón cuando constataron las condiciones generales del chiquillo. Bueno para todo, malo para nada.

Pronto partió el CURICO a San Bernardo, lugar donde perfeccionaría su instrucción de combate, antes de embarcarse hacia el norte. En la estación ferroviaria le despidieron cariñosamente su querida madre, sus paisanos molinenses, el rector del liceo de Curicó, don Uldaricio Manterola y sus compañeros de curso.

Doña Martina no volvería a ver a su amado hijo y se volvió a Molina, llevando en su retina la imagen alegre y plena de entusiasmo de Luis Cruz.

El 5 de abril de 1880, comenzó Martínez a figurar como Cabo 1º en Lista de Revista. Cinco meses más tarde ascendía a Sargento 2°.

Ahora se le veía macizo, musculoso y enérgico en las actividades del servicio, en Tacna.

Luis Cruz Martínez se había iniciado en la milicia con el mejor de los augurios.

El 15.Xll. 1880, el Regimiento CURICO, con una dotación de l. 150 hombres, zarpaba de Arica a bordo del vapor Paita, encuadrado en la 1era. División Naval del convoy, integrado por 34 naves que transportaban al Ejército Expedicionario para la Campaña de Lima.

A bordo del buque, acomodado en la popa, iba el Sargento 2° Luis Cruz Martínez.

El desembarco en Curayaco se efectuó sin resistencia. De inmediato, las unidades se desplazaron hacia el interior de la costa, para asegurar la playa conquistada.

Durante la marcha hacía el valle de Lurín, pudo ver algunos asustados ciudadanos chinos que saludaban a las tropas con su milenario cortesía. La pintoresca bandera triangular del Dragón, emblema del Celeste Imperio, ondeaba en la mayoría de las humildes casas de los poblados.

Al llegar a las ruinas preincaicas de Pachacamac, le correspondió al Regimiento CURICO acantonar en el lugar. Entonces, aún podía apreciarse algo de los restos de la metrópolis, que en su remoto tiempo albergara unas 60.000 almas, así como los frescos de las paredes y vestigios de diques y obras de canalización de una cultura desaparecida.

Al norte de Pachacamac, tendría Luis Cruz su bautismo de fuego, simultáneamente con Julio Montt Salamanca.

Fue en el combate nocturno de la quebrada El Manzano (27 28.Xll. 1880), en el valle de Lurín, uno de los tantos que aseguran a la capital del Perú el aprovisionamiento agrícola necesario.

El Manzano sería el primer combate en el avance hacia la ciudad de los virreyes, que entonó la moral de las fuerzas chilenas.

Paradojalmente, en el curso de la acción, caerían heridos de muerte los primeros jefes de la Campaña de Lima: el 2° Comandante del CAZADORES DEL RIMAC, José Aróstegui y el 2º Comandante del Regimiento CURICO, José Olano Arismendi. Un peruano y un chileno.

El "Sargento Tachuela", como llamaban cordialmente sus camaradas curicanos a Luis Cruz, por sus cortos años y pequeña estatura,se batió esa noche denodadamente contra los jinetes de la 11ª Brigada de Caballería peruana.

Su puesto de combate estuvo junto al malogrado Teniente Coronel José Olano, de quien Luis Cruz Martínez aprendió a ser un soldado infatigable y disciplinado.

Al regresar a Pachacamac, experimentó esa enorme satisfacción que sólo un soldado sabe sentir en el interior de su pecho, cuando ha sabido cumplir con el deber...

Dianas, fanfarrias, quepis al aire y hurras por los vencedores, fue el gesto, soIidario que tuvieron las demás unidades acampadas en el caserío. Entre ellas, el 7º de LINEA, en cuyas filas estaba el alegre Subteniente Ignacio Carrera Pinto.

Diez días más tarde, Luis Cruz se enfrentó por segunda vez en una acción de guerra. El 8 de enero de 1881, el Curicó integró una fuerza de reconocimiento de 2.000 hombres, al mando del Coronel Orozimbo Barbosa Puga. Llevaba por misión observar las posiciones enemigas frente a Chorrillos y obligar a los defensores a emplearse y así delatar el emplazamiento de su artillería.

Con las primeras luces del día 9 estaban en Ate. Al pretender bajar al valle, los chilenos encontraron obstruido el camino por minas automáticas. Al mismo tiempo, unidades de puestos avanzados que cerraban el paso al valle, abrieron fuego desde sus posiciones protegidas por fosos. Por la retaguardia del Coronel Barbosa se hicieron presentes algunos escuadrones de caballería. Por último, las fortificaciones artilladas dispararon sus granadas, descubriendo, de este modo, sus exactas posiciones.

Sin dilación, las fuerzas de infantería chilenas, abiertas en guerrilla, avanzaron por derecha e izquierda, desalojando al enemigo de las alturas.

En el ataque, Luis Cruz Martínez dio el ejemplo, cargando con su pesado fusil, en cuya humeante trompetilla brillaba una larga y afilada bayoneta.

El adversario terminó por retirarse, asediado por los sables de un pelotón de GRANADEROS A CABALLO. Se había cumplido la última misión antes de la gran batalla.

Al amanecer del 13.1.188 l, las unidades chilenas se lanzaron al ataque de las formidables posiciones defensivas de los limeños. Ahí estaba la flor y nata de sus jefes militares y todo un pueblo dispuesto a vencer.

Arriba de 40.000 hombres, por ambas partes, lucharían a muerte, en la Batalla de San Juan.

Veamos, como el propio Sargento 2.0 Luis Cruz Martínez, relata su participación en carta al rector del Liceo de Curicó :

"Los enemigos tenían triple línea de trincheras, ha habido que sacarlos de reducto en reducto, de fuerte en fuerte, de trinchera en trinchera. Los sacábamos de una trinchera, se metían en otra, en fin, era una continuación de combates a cual de todos más reñidos. El combate ha sido muy largo, principió a las 06.45 y concluyó a las 14.45". Luego, al referirse a la Batalla de Miraflores, dice:

"El 15 en la mañana se firmó un armisticio que debía concluir a las12.00 del mismo. Nuestras tropas estaban como a tres cuadras de la línea enemiga y descansando. Algunos hasta se habían quitado la fornitura y hasta la canana cuando los cholos rompen simultáneamente los fuegos y se empeña el combate que concluyó a las 6 P.M., con feliz éxito".

Con la toma de Lima, Luis Cruz Martínez, como muchos otros, creyó. que la guerra había terminado y que pronto se firmaría la paz. Así, en la misma carta, escribe al final:

"Dentro de algunos 15 días volveremos a Chile; a nuestra amada Patria. Mis pensamientos son de entrar al Liceo y seguir mis estudios..."

Vanas esperanzas que se esfumarían lentamente. Ansiados y dorados proyectos que se enterrarían para siempre dieciséis meses después en La Concepción.

En la arcaica ciudad de Lima, Luis Cruz Martínez recibió el merecido ascenso a " Subteniente provisorio", con fecha 9.IV. 1881. Luego, el 17 de mayo, el Batallón CURICO (todos los Regimientos habían sido reducidos a Batallones) fue trasladado a San Vicente de Cañete, situado inmediatamente al norte de la desembocadura del río Cañete.

Desde allí participó en una expedición antiguerrilla a Chincha Alta y a Lunahuana.

Al año. siguiente, el 14.1.1882, sería destinado al Batallón CHACABUCO, 6.0 de LINEA. En dicha unidad se le extendió, el 14.III.1882, el nombramiento de Subteniente efectivo del Ejército.

Finalmente, pasó de la 6ª Compañía del CHACABUCO, donde prestaba servicios, a la 4ª...

De esta manera, se habían reunido, al fin, en el pueblo andino de La Concepción, los 77 héroes...

Había llegado para el Subteniente Luis Cruz Martínez su día más glorioso.

Desde el primer minuto de esa tarde del 9 de julio, estuvo disparando junto a sus soldados contra un adversario insólitamente superior en número, que había desatado un furioso ataque.

Los guerrilleros lanzaban su asalto con mayor saña por la calle donde se veía un joven oficial al frente de una veintena de fusilemos... El punto más débil, pensaban los viejos montoneros.

¡Oh sorpresa!,, aquel muchacho no cedía; al contrario, les, producía ingentes bajas...

Vino seguidamente el lento retroceso hacia el cuartel y los esporádicos contra asaltos de los chacabucanos conducidos por sus oficiales.

Llegó la noche y la heroica defensa no cesaba. Los muertos dejaron de llevarse a una dependencia común; no había tiempo y menos quien pudiera hacerlo. Los pocos soldados sanos y los heridos que podían aún disparar o apagar los intentos de incendio, estaban demasiado ocupados.

Las mujeres vendaban a los heridos y atendieron el parto de una de ellas que dio a luz un ser que no alcanzaría a vivir, porque sería sacrificado.

A la media noche cayó para siempre el Capitán Carrera Pinto. Al amanecer del 10, le siguieron los Subtenientes Montt Salamanca y Pérez Canto.

Quedaba sólo el Subteniente Luis Cruz Martínez con cuatro soldados, según relató al Coronel Del Canto un español que presenció el combate. Este era mayordomo de la casa de don Fernando Valladares, cuyo edificio de dos pisos quedaba en la plaza, frente al cuartel del CHACABUCO. La familia Valladares así como toda la población, huyó el día 9 hacia el Convento de Ocopa.

El Coronel peruano Gastó, impresionado ante el homérico espectáculo y fastidiado por el comportamiento cruel de los indígenas, quiso salvar la vida de Luis Cruz. Le exhortó a deponer su actitud combativa, le hizo ver que ya había cumplido sobradamente con el deber, que era demasiado joven para morir... Inclusive se le envió un mensaje de una hermosa chica amiga de Luis Cruz, implorándole que pusiera término a la contienda... Infructuoso empeño.

¡Los chilenos no se rinden..!, era el único grito que salía de su enronquecida garganta. Para corroborar que lo vociferado era cierto, se abalanzó al centro de la plaza, en un inaudito asalto... El enemigo, confundido, le abrió paso, mas en el acto el encuentro de las bayonetas y culatazos fue inevitable. Allí cayó el joven oficial del CHACABUCO, defendido a brazo partido por sus cuatro subalternos, especialmente por el Cabo Gabriel Silva, "un gallo de estacas", que cubrió heroicamente con su cuerpo al Subteniente.

Minutos después, los dos últimos soldados de la 4º Compañía, imitando a su superior. se arrojaron, a pecho descubierto, en medio de la indiada, que hundió sus lanzas repetidas veces en los cuerpos jadeantes de aquellos bravos soldados.

Los corazones de los oficiales que rindieron la vida el 10 de julio de 1882, fueron conducidos desde La Concepción a Lima, por cuatro camaradas de grado.

El del Capitán Ignacio Carrera Pinto por el Capitán Ayudante del CHACABUCO, Arturo Salcedo; el del Subteniente Julio Montt Salamanca, por el Subteniente Luis Molina; el del Subteniente Arturo Pérez Canto, por el Subteniente Arturo Echeverría Montes y el del Subteniente Luis Cruz Martínez, por el Subteniente Alejandro Villalobos.

El 9 de julio de 191 1 aquellos generosos corazones fueron depositados en la Iglesia Catedral de Santiago, donde permanecen en una sobria cripta de mármol.

Al hacer su entrada al templo, tañeron gloriosamente las campanas y luego, el presbítero, señor Clovis Montero, dijo, entre otras hermosas palabras de recepción:

" ¡Adelante, héroes invictos! Entrad al lugar del descanso perpetuo, vosotros que jamás descansasteis en vuestra corta vida; cubiertos con cenizas sagradas yacen vuestros despojos sangrientos lejos de la Patria, allá en la villa de La Concepción, donde os concibió la gloria; pero en vuestro corazón os poseemos enteros, porque érais todo corazón".

Al año siguiente, 1912, fue inaugurado en Curicó un monumento a Luis Cruz Martínez. El Intendente de la provincia, don Arturo Balmaceda, tenía preparado un discurso, donde se expresaba que el homenajeado era "curicano".

Días antes de la ceremonia se presentó al señor Balmaceda una delegación de Molina, encabezada por el Prefecto de Policía y el director de la Escuela Superior de Hombres, don Ismael Morales Pezoa. En dicha ocasión le hicieron ver su error. Luis Cruz era molinense.

Presentáronle varios documentos probatorios: Fe de Bautismo, Certificado de Estudios Primarios, etc.

El ritual de entrega de la estatua fue una fiesta inolvidable. El lugar estaba saturado de un público pletórico de civismo. En un sitio de preferencia, estaba formado el Regimiento Infantil de la Escuela Superior de Hombres de Molina, con su banda de guerra a la cabeza. Sus alumnos, orgullosos, sabíanse depositarios de las glorias de aquella figura de bronce que encarnaba el valor combativo del chileno.

Entre los asistentes al acto, había una dama octogenaria, vestida de negro con albos cabellos bajo el manto. Era doña Martina Martínez, quien siguió las alternativas del homenaje a su querido hijo Luis con evidente gratitud. Ese mismo año de 1912, doña Martina fijó su residencia en Curicó. Pasaría allí el poco tiempo que le restaba de vida.

En el intertanto, don Arturo Balmaceda, al referirse en su alocución al último oficial de La Concepción, cambió el término "héroe curicano", por "HEROE CIUDADANO".

Feliz acierto, porque el Subteniente Luis Cruz Martínez no solamente pertenece a su pueblo natal de Molina; no solamente a Curicó, donde estudió dos años y desde donde partió a la guerra; no solamente al Regimiento CHACABUCO, 6º de LINEA, Luis Cruz Martínez pertenece a la Patria toda, como cada uno de sus setenta y seis compañeros de la jornada admirable...

Un inspirado monumento a los héroes y un expresivo obelisco en memoria de Luis Cruz Martínez, inaugurados en Santiago (18.111.1923) y en Molina (28.XI. 1965), respectivamente, nos recuerdan diariamente el sagrado compromiso...

Bibliografía
ANDRADE MARCHANT, EDGARDO Combate de La Concepción, 9 y 10 de julio de 1882. Santiago, Relaciones Públicas de la Comandancia en Jefe del Ejército, Sección Divulgación Histórica, s/f.
BARRIENTOS GUTIERREZ, PABLO "9 y 10 de julio de 1882". En Memorial del Ejército de Chile, 1940.
CONCHA VARAS, RUPERTO El héroe Luis Cruz Martínez, en su centenario. Santiago, Instituto Geográfico Militar, 1967.
FERNANDEZ, CARLOS "Allá en La Concepción", En Memorial del Ejército de Chile, 1933.
LOPEZ RUBIO, SERGIO E. "Supremo deber..." En Revista del Suboficial, 1965.
MARQUEZ BRETON, EDMUNDO Luis Cruz, héroe de La Concepción. Santiago, Talleres Claret, 1960.
VICUÑA MACKENNA, BENJAMIN Album de la Gloria de Chile. Homenaje al Ejército y Armada de Chile en la memoria de sus mas ilustres marinos y soldados muertos por la Patria en la Guerra del Pacífico, 1879-1883. Santiago, Imprenta Cervantes, 1883.
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